sábado, 11 de diciembre de 2010

Actitud ante las vocaciones

1. El anhelo y la actitud positiva frente a ese regalo de Dios. El Padre Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, está convencido que las vocaciones salen normalmente de familias sanas y religiosas, que dan testimonio de sus convicciones religiosas, que se imponen al ambiente superficial que los rodea. Son papás con un profundo anhelo de que en su familia nazcan vocaciones. Es un anhelo que guardan escondido en sus corazones y del cual no le hablan a sus hijos. 

En épocas anteriores era un alto honor para una familia católica de que de su seno surjan vocaciones. Hoy en día esa actitud ya no es tan evidente. ¿Cuál será la causa? Pienso que el hombre de hoy es más materialista que antes y menos religioso. Y eso es fruto no sólo de la sociedad de consumo, sino también del ejemplo y la educación en nuestras familias. 


2. Oración por las vocaciones. El pedido para que Dios llame a uno de nuestros hijos, para nosotros tendría que ser una preocupación diaria, levantar las manos hacia Dios pidiéndole que abra los corazones de nuestros hijos y de otros jóvenes para una misión tan hermosa.

Un ejemplo de mi propia familia: Mis papás que todos los días rezaron el Rosario, agregaron en cada misterio un undécimo Ave María pidiendo por vocaciones religiosas de entre sus hijos. Y Dios los escuchó y los bendijo con una religiosa y un sacerdote.


Padre Kentenich cuenta un ejemplo de Italia. De un pueblito de 5.500 habitantes surgieron en los últimos decenios unas 500 vocaciones. ¿Y cuál es el secreto de esa fecundidad inaudita? En este pueblo, las madres se unieron cada domingo y rezaron una sencilla oración. Le rogaron a Dios que de cada una de sus familias les regale una vocación. Y, a la vez, se comprometieron a llevar con su familia una vida cristiana y a educar a sus hijos en ese espíritu. Allí vemos el resultado de este simple acto. Hay que acompañar el anhelo con una corriente de oración. 

3. El sacrificio por vocaciones. Es otro aporte que ofrecemos, concretamente por vocaciones de entre nuestros hijos. Otro ejemplo del Padre Kentenich:

De una familia irlandesa muy cristiana surgieron dos vocaciones sacerdotales. En el seminario, enfermaron gravemente de tuberculosis peligrando su sacerdocio. Al superar su problema, les llegó la noticia que su madre había muerto. Y antes que se ordenaran, recibieron la noticia que también la hermana falleció. Después se descubrió que las dos se habían ofrecido a Dios, para que les mandara a ellas la enfermedad y para que los dos hijos pudieran llegar a ser buenos sacerdotes. Uno de ellos es un conocido predicador y apóstol del Rosario. Él está convencido de que debe su vocación a tres mujeres: a la Virgen, a su madre y a su hermana. No es sólo una corriente de oración, sino también una marcada corriente de sacrificios. 

4. Espíritu mariano. La atmósfera mariana en una familia es el mejor fundamento. El Padre Kentenich nos hace ver que la Santísima Virgen está interesada en mediarnos especialmente ciertas gracias: una de ellas es la gracia del sacerdocio y de la vocación religiosa. Sin ésta la Iglesia no puede cumplir su misión. Y resulta que María le regaló a la Iglesia su primer sacerdote: Jesucristo. María es el templo en el cual fue consagrado el sumo y eterno sacerdote. La familia de María le regaló a Cristo el espacio físico para su vocación sacerdotal. Y le ofreció, además, la atmósfera espiritual de la cual surgió su sacerdocio. Por eso si queremos que de nuestra propia familia surjan vocaciones religiosas, debemos cultivar ese espíritu mariano en nuestros hogares.

Eso me recuerda un episodio de mi propia vida: al nacer yo, mi mamá en seguida me entregó y consagró a la Virgen, para que ella me cuidara en mi camino de vida y, si estaba en sus planes, me hiciera sacerdote. Por eso creo que debo mi sacerdocio ante todo a María y a mi mamá.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Rezamos a Dios para que a nuestra familia le de la gracia de una vocación?

2. ¿Deseamos realmente que uno de nuestros hijos elija el sacerdocio o la vida consagrada? 

3. ¿Qué sacrificio le ofrecemos a Dios para que nos regale la gracia de llamar a un hijo nuestro?

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Por: Padre Nicolás Schwizer
http://www.almas.com.mx/almas/artman/publish/article_2137.php



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