miércoles, 16 de diciembre de 2009

TE AMO, OH MI DIOS (Oración de San Juan María Vianney)

Te amo, Oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
Hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, Oh infinitamente amoroso Dios,
Y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti.
Te amo, oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno
Porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor,
Oh mi Dios,
si mi lengua no puede decir
cada instante que te amo,
por lo menos quiero
que mi corazón lo repita cada vez que respiro.
Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo,
Y de amarte mientras que sufro,
y el día que me muera
No solo amarte pero sentir que te amo.
Te suplico que mientras más cerca estés de mi hora
Final aumentes y perfecciones mi amor por Ti.
Amén.

martes, 15 de diciembre de 2009

Monasterios con Hospederia en España

Si quieres pasar unos días aislado en un ambiente de silencio, reflexión y austeridad; si necesitas encontrarte contigo mismo lejos del bullicio; si quieres vivir por unos días el ambiente monacal, te ofrecemos una lista de monasterios que abren su puertas a huéspedes respetuosos con el clima que allí se respira. No tienen ánimo de lucro, no suele haber obligación de integrarte en los oficios religiosos que allí se celebran, solo te ofrecen ese espacio de silencio tan necesario para seguir "creciendo" o simplemente para descansar.

Web: http://ditec.um.es/~javiercm/enclave/monaster.htm#

domingo, 13 de diciembre de 2009

La cocina del Monasterio (libro)

Antxon Urrosolo encontró en el I Encuentro de Cocina Conventual y Restauración, celebrado en Vitoria hace dos años, el origen de este libro "La cocina del monasterio. Recetas para el cuerpo y el alma". En aquella ocasión, representantes de 20 monasterios de toda España se reunieron de forma excepcional para cocinar, intercambiar experiencias de recetas y elaborar un menú sin precedentes.


Un evento gastronómico entre los monasterios españoles, sus cocinas y sus cocineros que ha permitido a Urrosolo reunir en esta publicación 202 propuestas culinarias aportadas por la generosidad de monasterios, religiosos, abadías y conventos. Entre plato y plato, clasificados en nueve apartados, el autor relata una breve historia de la gastronomía conventual que da paso al recetario. Con esta cocina, Urrosolo propone una “alternativa de ocio espiritual, una invitación a la mesa y a la tranquilidad, un antídoto contra la prisa, un inventario de recetas para el alma y para el cuerpo”.

Mucho más que un recetario al uso, este libro es una invitación a conocerse a sí mismo a través de la cocina. Una apuesta por el slow food, un itinerario donde el viajero puede detenerse, contemplar, escuchar y pedir posada mientras en el puchero se cuece el plato de cada día. La cocina del monasterio es una alternativa de ocio espiritual una reivindicación de la buena mesa, un inventario de recetas para el alma acompañado de historias y anécdotas recogidas tras una larga peregrinación por monasterios: por sus cocinas, sus huertas, sus productos y sus relatos. Todos los capítulos tienen un introito.

El primer capitulo trata de Sopas de Monasterio y convento lleva como lema, De Sopas y Sopistas en conventos y monasterios, dedicado a Dom Jesús Marrodán, A pie de pagina en algunas recetas hay reseñas históricas y anécdotas, por ejemplo en la Sopa Teológica Dominicana dice a pie de pagina: La sopa teóloga nació en el siglo XVII para paliar el encono teológico surgido entre agustinos y franciscanos que decidieron apartar sus rencores y discrepancias reconciliando desacuerdos y desavenencias en torno a unas buena mesa en la que la sopa fue servida junto a una fritanga de menudillos, pavo relleno, estofado de carnero y carne en adobo.

El segundo Capítulo “Ensaladas y frituras”, sub-titulado, /”Paradojas de la fusión: Ser Fraile en Guadalupe”. Comienza afirmando “Paradojas de la “fusión”: como dijo Eugenio D´Ors, todo lo que no es tradición, es plagio. La llamada fusión, hoy tan en auge, ya la inventaron cinco siglos atrás los entonces frailes jerónimos del Monasterio de Guadalupe, que acogieron y cultivaron con mimo en su huerta los exotismos venidos del otro lado del Atlántico. Una des-construcción que dura en nuestro días fue el pimentón, que tuvo su bautismo en el siglo XVI, en Guadalupe, porque al secarlo y molerlo cambiaron su textura, pero no modificaron su sabor

El tercer capitulo La cocina del huerto monacal, dedicado a “Yuste. Viaje al secreto mejor guardado” cuenta lo que le costó conseguir la receta de Bacalao de Yuste.

El cuarto capitulo dedicado a Los Potajes Monacales, podría resumirse como “Elogio del Santo y de la cocina de cuaresma”..

El quinto capitulo versa sobre Arroces y patatas comienza de esta guisa “Monjes, frailes, abades, priores, curas, párrocos y arciprestes han dado lugar a lo largo del tiempo a los más mordaces refranes, dichos, senten¬cias y proverbios populares sobre su inveterada inclinación a la gula. «La tentación de que desearnos ser librados es de la tentación de la gula, del quebrantamiento de la abstinencia, del regalo de la persona, y de la intemperancia ordinaria, pues no sólo nos tienta cada día, más aun nos aco¬mete cada hora», alertaba Antonio de Guevara en su Oratorio de religiosos y ejercicio de religiosos (1542).

”El sexto capitulo dedicado a los Huevos de Corral del convento presenta unos “Recetarios, cuadernillos e instrucciones para cocinar en monasterios y conventos” en el que se destaca que los recetarios estaban escritos por hombres. Esto no significa que los monjes fueran mejores cocineros que las monjas, más bien al contrario y existe una explicación. Los Monjes/cocineros para trasmitir sus conocimientos debían de escribirlos para orientar a los hermanos legos, no ocurría lo mismo con las monjas ya que estas sabían cocinar por la transmisión oral de sus madres y es más muchas de las religiosas de la Edad Media no solían estar alfabetizadas.

El séptimo trata de Los pescados Monacales y en el se narra el nacimiento del Bacalao al Ajoarriero, Los arrieros en un principio comían, vivían y descansaban a la vera de su carromato. Una de las viandas que podían llevar sin riesgo de estropearse, era el bacalao, (casi momificado en aquellos tiempos), cuando paraban para comer, normalmente a la vera de un río, sobre un fuego, asaban el bacalao salado, (es una forma de desalarlo rápidamente), y cuando había rezumado bien la sal, en el agua del río lo estrujaban en el agua varias veces y ya se podía guisar pues estaba desalado. Siempre el bacalao al ajoarriero debe de ser desmigado por esta razón, la preparación como muy bien está escrita en el libro, aunque los arrieros sibaritas de la época, que también los había, solían añadir al ajoarriero unos cangrejos de río recién cogidos.

El Octavo capitulo está dedicado a Los Guisos de Carnes y Aves bajo el lema “Fraile cocinero, hermana guisandera” dedicado a Fray Juan Luís Barrera y a Sor Bernarda.

Por último el Noveno está dedicado a Dulces de Convento y Monasterio, con el titulo “Suspiros de monja, bocados de cardenal”. En este capitulo se relata alguna anécdota como la siguiente “Durante años, los obradores de los claustros de los monasterios y con¬ventos de clausura han tenido y tienen a buen recaudo el mejor «recetario de alacena» de dulcería, repostería y pastelería, atesorando una ingente memoria de olores y sabores. Secretos que se guardaban celosamente porque a veces a las monjas les iba la vida y la subsistencia en ello. En los años posteriores a la guerra civil española, en plena época de penuria, cartilla de racionamiento y escasez de alimentos, la priora de las dominicas de Santa Lucía, de Orihuela (Alicante), en prevención de malos tiempos, reunió a toda la comunidad para darles un único consejo: la receta de los Chatos, uno de sus postres, debía ser secreta pues ésa era, y es, la única garantía para la comunitaria supervivencia económica.”
La cocina del Monasterio
Antxon Urrosolo
Mondadori
21/08/2009.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Condiciones para la oración contemplativa

1. Fe
Creer que Dios está presente. Vivo en la fe, la fe que me dice Dios está aquí. ¿Lo veo? No ... simplemente lo sé.
2. Deseo inicial de oración y perseverancia
A esto llama Santa Teresa "determinada determinación", que se requiere para iniciar el camino de oración y para mantenerse en él. Esta determinación es necesaria para poder enfrentar las resistencias que vamos a tener. Estas vienen de nuestro interior y del exterior.
Los primeros obstáculos que se anteponen a la oración son el temor y la duda. Y el Demonio tienta con la duda para que no comencemos. Y con el temor para que, una vez tomada la decisión y haber comenzado, no continuemos con la oración de silencio.
Otra tentación puede ser pensar que se está muy avanzado en años para la contemplación. Pero nunca es tarde para empezar. Siempre hay obreros de última hora, también en la oración.
Pero la determinación no es sólo necesaria para el arranque inicial, sino sobre todo para continuar en el camino. Recordemos que el Enemigo no quiere que oremos, mucho menos que lleguemos a la oración contemplativa.
3. Pureza de corazón
Buscar a Dios por lo que es y no por lo que da. "Buscar no los consuelos de Dios, sino el Dios de los consuelos" (Sta. Teresa de Jesús). Se trata de buscar al Señor y no los dones del Señor. Se debe esperar al Señor que es el imprevisible por excelencia y no los dones del Señor.
Esto implica que se debe ir a la oración desapegado. Y esto significa estar dispuesto a aceptar la manera que el Señor elija para encontrarse El con nosotros: puede ser árida, fervorosa, sensible, contemplativa. El orante va a dar su vida, su ser, su "nada". En una palabra: se va a la oración a "dársele" uno a Dios.
4. Humildad
La Contemplación es don "que no se puede merecer" (Santa Teresa). ¡Es un super-privilegio! Reconocerse "nada" ante Dios … pues lo somos … Y reconocernos indignos de ser consentidos por el Señor con dones contemplativos.
Dios es el "Todo". Sus creaturas nada somos, nada podemos, nada tenemos fuera de El. Creer esto de veras es comenzar a ser humilde.
5. Sencillez, pobreza e infancia espiritual
"Yo te alabo, Padre, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, así te pareció bien" (Mt 11, 25).
Hacernos sencillos, es decir, sabernos incapaces, para poder recibir en la oración la Sabiduría que viene de Dios.
Hacernos pobres en el espíritu para dejarnos colmar de todos los bienes del Señor, a través de la oración.
Hacernos pequeños para que Dios pueda crecer en nosotros a través de la oración.
Hacerse niños para poder creer y confiar en Dios nuestro Padre como los niños confían en sus padres.
6. Entrega de la voluntad
La Oración de Contemplación requiere una entrega total, un "sí" incondicional y constante. Buscar a Dios para dárnosle, sólo porque El es. El orante "ha de ir contento por el camino que le llevare el Señor" (Santa Teresa). Entregar la voluntad es ir conformando la voluntad con la de Dios; no imponerle a Dios nuestra propia voluntad.
Entregar la voluntad es ir aceptando los planes de Dios para nuestra vida; no es imponer a Dios nuestros propios planes.
Entregar la voluntad es cooperar con los proyectos que Dios tiene para nuestra existencia; no es exigir a Dios Su cooperación para los proyectos que nosotros nos hemos hecho.
Entregar la voluntad es esperar pacientemente el momento del Señor, pues Dios tiene sus ritmos y sus tiempos. "Su Majestad sabe mejor lo que nos conviene; no hay para qué aconsejarle lo que ha de dar".
Entregar nuestra libertad para que El pueda hacer en nosotros según Su Voluntad es condición importante para la Contemplación.
7. Desapego de lo creado:
Memoria del Creador,olvido de lo creado,atención al interiorY estarse amando al Amado.(San Juan de la Cruz)
Al tener un apego irresistible a Dios, estamos en el desapego.
8. Vivir el presente
Para orar hay que centrarse en el momento presente. No hay que hurgar en el pasado -salvo en los casos en que debemos revisarlo para corregir nuestras tendencias. Tampoco hay que pensar en el futuro, sobre nuestros planes y deseos.
Hay que estar en el ahora: aquí está Dios. La siguiente experiencia mística puede mostrar cuán importante es esta condición para la oración:
"Estaba lamentándome del pasado y temiendo el futuro. De repente mi Señor estaba hablando: MI NOMBRE ES 'YO SOY' ... Cuando vives en el pasado con sus errores y pesares, es difícil, Yo no estoy allí. MI NOMBRE NO ES 'YO FUI' ... Cuando vives en el futuro con sus problemas y temores, es difícil. Yo no estoy allí. MI NOMBRE NO ES 'YO SERE' ... Cuando vives en este momento, no es difícil. Yo estoy aquí. MI NOMBRE ES 'YO SOY'" (Poema de Hellen Mallicoat).

9. Se requiere soledad y silencio:
Hay que empezar por crear soledad. "Así lo hacía El siempre que oraba", dice Santa Teresa. Soledad para entender "con Quién estamos".
Silencio del cuerpo y de la mente para buscar a Dios en nuestro interior.
Es en el silencio cuando Dios se comunica mejor al alma y el alma puede mejor captar a Dios.
En el silencio el alma se encuentra con su Dios y se deja amar por El.
Las cosas que suceden en el alma son como algo que sucede en las profundidades del mar. Arriba en el mar hay turbulencia, pero mientras más se baja, hay total y absoluto silencio.
El deseo de buscar silencio y soledad es un síntoma de que estamos llegando a la verdadera oración.
En el caso de los Dominicos, Santo Domingo de Guzmán quería que en las comunidades se generara un ambiente adecuado para la contemplación. Se hablaba de la santísima ley del silencio, que si era quebrantada por algún fraile, éste debía ser corregido con penas graves. Esta ley manifestaba que sin silencio, no había predicación, porque no había contemplación.
10. Nuestra participación en la oración
La persona debe poner su deseo y su disposición, principalmente su actitud de silencio (apagar ruidos exteriores e interiores).
El silencio aún no es contemplación, pero es el esfuerzo que Dios requiere para dársenos y transformarnos.
Hay que ir con un corazón dispuesto. Nuestra alma es como las tinajas de las Bodas de Caná. Hay que llenarlas de agua, bien hasta los bordes, para que el Señor transforme ese agua.
Nosotros llenamos las tinajas como los sirvientes de las Bodas de Caná, es decir, aportamos nuestra buena voluntad (quiero amar, entregarme a El).
Pero Jesús es el que puede transformar el agua en vino, es decir, transforma nuestra entrega en su Amor.
11. La participación de Dios
La participación de Dios escapa totalmente nuestro control, porque El -soberanamente- escoge cómo ha de ser su acción en el alma del que ora.
En ese silencio de la oración contemplativa Dios puede revelarse o no, otorgando o no gracias místicas o contemplativas. Esta parte, el don de Dios, no depende del orante, sino de El mismo, que se da a quién quiere, cómo quiere, cuándo quiere y dónde quiere.
La efectividad de la oración contemplativa no se mide por el número ni la intensidad de las gracias místicas. Se mide por la intensidad de nuestra transformación espiritual: crecimiento en virtudes, desapego de lo material, entrega a Dios, aumento en los frutos del Espíritu, etc.
ARIDEZ:
La participación de Dios puede ser en aridez. Cuando ésta venga –que vendrá- hay que tener cuidado, porque puede convertirse en una tentación.
Pudiera suceder que cuando ya hemos avanzado algo en la oración o cuando estamos agobiados de trabajo y se descuide la oración, se comience a creer que la oración de contemplación no es para uno. Ese sería un triunfo del Demonio, pues hace todo lo que puede para que nos quedemos exteriorizados.
Cuando estemos en aridez, más hay que
adorar. Puede ser cansado. Es como sacar agua del pozo, en vez de recibirla por irrigación o –mejor aún- de la lluvia (cf. Santa Teresa de Jesús).
La aridez es parte del camino de oración. Porque creer en el Amor de Dios no es sentir el Amor. Es, por el contrario, aceptar no sentir nada y creer que Dios me ama.
Así que no hay que juzgar la vida de oración según ésta sea árida o no. La sequedad es un dolor necesario. No podemos amar a Dios por lo que sentimos, sino por lo que El es.
La aridez es necesaria para ir ascendiendo en el camino de la oración. Así que, viéndolo bien, la aridez es un don del Señor, tan grande o mayor que los consuelos en la oración.
Con la aridez el Señor nos saca del nivel de las emociones y nos lleva al nivel de la voluntad: oro aunque no sienta porque deseo amar al Señor.
La aridez, entonces, cuando no es porque nos hemos alejado del Señor por el pecado o por no orar, es un signo de progreso en la oración.
CONCLUSION:
La oración contemplativa es siempre una experiencia transformante, haya gracias místicas o no, estemos en aridez o no.
Y recordemos: orar se aprende orando, "sin desfallecer", como dice el Señor. La única forma de aprender a orar es: orar, orar, orar.
http://www.homilia.org/oracion/6condicionesOracContemplat.htm

Pasteles de gloria

Diversas órdenes religiosas mantienen viva la tradición de los dulces artesanales bajo una premisa: "La vida contemplativa nos obliga a dar calidad"
Sólo se escucha el silencio. En ocasiones, una acogedora estancia recibe al visitante. Otras veces, es un angosto hall de piedra el que, a través de un ventanuco de madera, permite mantener contacto con el interior.

Sin embargo, con independencia de su austeridad, un delicado aroma escapa por las rendijas de los muros. Es un olor dulce, apetitoso, cálido e irresistible. Su secreto se guarda desde hace siglos. No en vano, surge del interior de los conventos de clausura, aunque su disfrute está ya al alcance de todos los paladares: la repostería de los monasterios, antítesis de la bollería industrial, rescata el lujo de la artesanía más tentadora.

Los sabores de la tradición se fusionan en tartas, pastas, bizcochos y caprichos sin límite hasta alcanzar la categoría de artículos de lujo. Productos que resultan de una actividad llena de sacrificio y entrega, como mandan las exigencias de la vida eclesiástica.
Monasterio de Santa Cruz. Villaverde de Pontones (Cantabria). Enclavado en pleno paisaje norteño, sus paredes blancas contrastan con el abanico de verdes que salpican la comarca. A sus puertas se respira tranquilidad, pero a escasos metros del arco de ladrillo que sirve de recibidor, el trabajo reina desde el amanecer. Incluso en fin de semana. Varias son las labores de la congregación. Por un lado, la ardua tarea de la encuadernación. Por otro, el horno del obrador comienza a calentarse mientras las hermanas Clarisas amasan harina, azúcar y huevo que luego darán forma a jugosas magdalenas y ‘plum-cakes’, componentes básicos del desayuno en los hogares de los alrededores. Un entorno con presencia creciente en las guías de turismo rural.

«Todos nuestros productos son nacionales. Nos cuesta el doble, pero son mejores», apostilla la madre Encarnación, abadesa del monasterio, que descuida por unos instantes la atención de los fogones para atender al visitante. «La vida contemplativa nos obliga a dar calidad en nuestro trabajo», se justifica. «Y los huevos son de granja porque requieren registro sanitario» confiesa antes de derrumbar una antigua creencia. «Los que nos traen las novias para que no llueva el día de su boda no los utilizamos en repostería», descubre con cierto rubor. «Pero los usamos para nosotras en la cocina, nos vienen muy bien», agrega en compensación.

Una receta centenaria
A media mañana se intuyen ya las exquisiteces que atraen a numerosos visitantes a Villaverde en busca de suculentos postres ancestrales. Los viernes, la demanda se dispara. Es el día de los puños de San Francisco. Irresistibles capas de bizcocho rellenas de crema pastelera. Son la estrella de sus fogones, reservada para el fin de semana por su laboriosa preparación.

Pero la receta no nació en tierras cántabras, sino en un convento vizcaíno. «Tiene más de cien años de antigüedad y como las monjas de Durango están ya muy mayores, la hemos recuperado para el público», relata. Y es que por las cocinas monacales pululan varias versiones de este sabroso manjar. «Compartimos recetas con otros conventos y hasta otras congregaciones», confirma la madre abadesa. También han tomado prestada otra reliquia del talento culinario monacal: «Hemos pedido a nuestras hermanas de Vitoria la receta de las trufas, ellas son las expertas», indica revelando el paraíso originario de un postre considerado ‘la joya’ del chocolate. Sin embargo, hay varias fórmulas que los muros de Santa Cruz ocultan con recelo. La de su afamado Roscón de Reyes es una de ellas. En unas pocas semanas, la llevarán a la práctica.

«Navidad, ¡uffh!», resopla la madre Encarnación al imaginarse las duras jornadas que se avecinan. «Excepto el pan de Cádiz, ya está todo en marcha porque han empezado los encargos especiales», se resigna. Procuran que los envíos sean los mínimos, pero quien ha probado su crujiente turrón, sus esponjosas figuritas de mazapán y los delicados pasteles de gloria queda hechizado para siempre. El secreto de su tentador sabor está en el esmero de su elaboración. «En la cocina hay que mimar hasta las alubias», aconseja la religiosa. Y hay casos de especial dedicación. «Cuesta mucho hacer las figuritas, que se elaboran todas a mano, cuidando cada una de sus formas», se enorgullece.

Su labor tiene un importante premio en forma de reconocimiento: los dulces de Villaverde se pueden encontrar en la sección de artículos selectos de unos grandes almacenes y ya han recibido varias ofertas de tiendas especializadas de Alemania, Francia e Inglaterra solicitando sus productos. «Pero nosotras no somos una empresa y no queremos que haya otros intereses más allá de los religiosos», advierte la abadesa. Sin embargo, el regocijo es inevitable. «Guardo todas las cartas que nos han enviado esos comercios porque a una le dan moral», confirma, con cierto tono confidencial.

De repente, el obrador se alborota. La primera hornada del día ya está lista y humeantes pastas de mantequilla abren el apetito en el momento en que el sol alcanza su cénit. Llega la hora de la pausa, un descanso para almorzar. En la sobremesa se retomará la actividad para iniciar la elaboración de tartas, que deben solicitarse con al menos un día de antelación. Y, si es viernes, la tarde se destina a la confección de los puños.

El trabajo en los fogones se prolonga hasta que el sol se oculta y la llamada a los oficios obliga a colgar el delantal. Cuando el horno aún está caliente, un enorme portón de madera aísla el convento del exterior. De nuevo, el silencio. La noche dice adiós a los aromas y sabores de la tradición. Pero será sólo por unas horas. Y la historia se repite en cada refugio eclesiástico. Las hermanas Clarisas disfrutan de su fama particular, aunque también Dominicas y Salesas combinan las labores de costura con el don de la repostería. Un ‘pecado’ que cuenta con el beneplácito celestial.

Lugares de culto y belleza
La vida al otro lado de los gruesos muros de un convento no siempre es secreta. Algunos centros de clausura abren sus puertas a los visitantes que quieran disfrutar de la belleza de su arquitectura. El claustro del monasterio de Nuestra Señora de la Consolación, en Salamanca, es un tesoro del plateresco protegido por el Patrimonio histórico-artístico.

Abierto al público desde 1962, se puede admirar su bella arquería en dos galerías superpuestas que rodean un jardín pentagonal. La iglesia gótica completa un conjunto monumental tan irresistible como los dulces de su obrador.

Si la ruta continúa en Valladolid, el claustro del convento de Santa Isabel es una buena muestra de los albores del gótico. Aunque su mayor riqueza artística reposa en las esculturas de Juan de Juni y Gregorio Fernández que se exponen en su iglesia. En el vecino monasterio de Santa Catalina, el gótico se salpica de decoración plateresca y renacentista en la cuidada mezcla de estilos de su claustro. Ya en el refectorio, destacan los cuadros de Diego Valentín Díaz.

Y los amantes del arte eclesiástico no pueden faltar a la obra escultórica que reúne el convento de Santa Ana de Elorrio, transformado en un coqueto museo dedicado a San Valentín de Berriotxoa, patrón de Vizcaya.

Cada vez más en auge, el turismo monacal invita a admirar los orígenes de nuestras tradiciones.
Direcciónes
Monasterio de Nta. Sra. de la Consolación (Dominicas). Pl. Concilio de Trento, s/n. Salamanca.

Convento de Santa Catalina (Dominicas). Domingo Guzmán, 6. Valladolid.

Convento de Sta. Ana (Clarisas). Elizburu Kalea, 2-4. Elorrio (Vizcaya).

Convento de San Antonio (Clarisas). Plaza General Loma, s/n. Vitoria.

Convento de San Pedro (Clarisas). Mayor, s/n. Salvatierra.

Convento de San Francisco (Carmelitas). Tenerías, 18. Calahorra.

Monasterio de Sta. Cruz (Clarisas). Villaverde de Pontones (Cantabria).

MARÍA R. ALONSO

sábado, 5 de diciembre de 2009

Habla un monje de clausura

Preciosa por demás, la larga entrevista que en La Razón (24/12/06) se le ha hecho al abad de Sto.Domingo de Silos, Clemente Serna. Espigo resumidas, en mor a la brevedad, algunas de las respuestas del monje benedictino, que se prestan a la reflexión. Quieren ser un servicio a los que no las leyeron. No tienen desperdicio por su enjundia y actualidad:

-“El ser humano deja de serlo si no es capaz de pasar grandes momentos de silencio, se convierte en una marioneta a merced del viento que sopla”.
-“El mucho hablar, el mucho discutir, el mucho querer imponer mis propios puntos de vista sobre el otro, va contra la propia dignidad del ser humano”.
-Hay una Trascendencia. Creemos en la vida del más allá y estamos para cumplir una misión: la realización tanto personal como comunitaria de las personas”.
-“En esta comunidad los monjes somos muy distintos. Afortunadamente no somos clones. Hay que saber no perder nada de la propia personalidad y compartir con los demás toda la riqueza que cada persona tiene”.
-“ Desde un monasterio no se entiende a personas que se aprovechan de una autoridad o de un puesto para sacar tajada”.
-“La persecución siempre ha hecho bien a la Iglesia. En cambio el bienestar, la comodidad, el sentirse arropada, siempre ha terminado siendo negativo”.
-“Si hay personas que piensan distinto a nosotros, yo les pediría respeto, que además de cristiano es humano”.
-“En España lo que nos une, es mucho más que lo que nos separa”.
-“La Historia nos tiene que enseñar no caer en los errores ya cometidos”.
-“Hasta ahora ningún árbol ha sobrevivido si le quitan la raíz. Queramos o no, las raíces cristianas actuales de Europa, son cristianas”.
-“Quitemos de Europa catedrales, iglesias y monasterios. Estaremos en otro continente”.
-“Tenemos un rasero para juzgar a la Iglesia, y otros para juzgarnos a nosotros o la sociedad”.¿Qué institución humana lo ha hecho todo bien?.
-“¿Vamos a saber también nosotros a los inmigrantes trasmitirles nuestra cultura y enriquecerlos con ellos?
-“Los monasterios no cuentan hoy en ninguna instancia como en la UE o en la misma Iglesia ¡porque somos pocos. Pero siempre somos como una luz encendida”
-“No deberíamos nunca preocuparnos de las vocaciones, sino más bien de ser auténticos”.”Yo prefiero a 5 monjes auténticos, antes que a 50 medianos”.
“Nosotros intentamos escuchar varias veces al día a Dios a través de la Sagrada Escritura ”.
-“Los monjes no nos preocupamos, nos ocupamos”
-“Desde aquí percibimos que existe una Navidad muy desnaturalizada, muy consumista que empieza incluso antes del Adviento”.
-“El día de Navidad es el único en que hablamos en el refectorio, nos comunicamos y nos felicitamos la Navidad”
En algunos cines están poniendo, con éxito inesperado, una cinta titulada “El gran silencio”. Refleja sin palabras la vida de los cartujos. El abad Clemente nos ha hablado desde las páginas de un periódico. Que sus palabras no caigan en saco roto.

Autor:
Padre Miguel Rivilla San Martín
Fuente:
Church Forum
www.churchforum.org

viernes, 4 de diciembre de 2009

La hermanas de la Visitación en el interior del Vaticano

CIUDAD DEL VATICANO, (ZENIT.org).- Con una jornada que inicia a las 5,20 de la mañana y finaliza a las 9,30 de la noche, siete hermanas de la Visitación, llegaron a ocupar desde el pasado mes de octubre el monasterio Mater Ecclesiae dentro de los muros vaticanos. Este convento nació en 1994 como iniciativa de Juan Pablo II de crear una comunidad de religiosas contemplativas para acompañar con su oración la actividad del Santo Padre y de sus colaboradores de la Curia Romana.
El convento es ocupado cada cinco años por una comunidad diferente. Han pasado por allí las carmelitas, las benedictinas y las clarisas.
“Hemos acogido este encargo como un don singular del Señor”, asegura la superiora de esta comunidad María Begoña Sancho Herreros en una entrevista realizada por el diario a “L’ Osservatore Romano” el 2 de diciembre, “Somos conscientes de que no estamos preparadas para una experiencia tan especial. Como se trata de un don de Dios, trateremos de que Él mismo que nos sostenga”, dijo.
Religiosas de cuatro nacionalidades distintas componen esta nueva comunidad: una italiana, una colombiana, una proveniente de Guinea Ecuatorial y cuatro españolas según indicó a ZENIT la hermana Sancho Herreros.
“El todo unido al sacrificio de cristo ofrecido por la Iglesia y por el Pontífice”, indicó la religiosa quien afirmó que también se ocuparán “de algunos trabajos para la persona del Papa, como el cuidado de sus vestidos”.
Un día en el Mater Ecclesiae
Las hermanas dedican una gran parte de la jornada a la oración: Liturgia de las Horas (laudes, tercia, sexta, vísperas, la nona y completas), misa, adoración al santísimo y rosario en comunidad, lectura espiritual y meditación de temas espirituales.
También cuentan con dos momentos llamados “de obediencia”, para las eventuales comunicaciones a la comunidad de parte de la superiora. Dedican algunas horas a diversos trabajos de acuerdo con sus propias responsabilidades.
Tienen momentos de descanso y recreación después del almuerzo y la cena respectivamente. A diario realizan su examen de conciencia y concluyen con el rezo de las completas.
La hermana María asegura que tanto ella como su comunidad descubren una misión específica dentro de la celebración del Año Sacerdotal: “Acogerlos, (a los sacerdotes) cuando vienen a pedirnos oraciones o a contarnos sus dificultades”.
Asegura que cada día hacen una oración especial por ellos: “por los santos, por quienes son menos fervorosos, por quienes sufren o son tentados, por los que nos ayudan con su vida ejemplar administrándonos los sacramentos”,
Inspiradas por San Francisco de Sales
Las hermanas de la Visitación buscan ser así fieles al carisma de su fundador San Francisco de Sales (1567 - 1622) quien quería “que se supliera la penitencia exterior con la renuncia interior”
La superiora recordó lo que el santo pedía en sus escritos: “La congregación no quiere más que formar almas humildes” y “la característica de las hijas de la Visitación es la de ver todo en la voluntad de Dios y seguirla”.
Igualmente, se refirió a su cofundadora santa Juana de Chantal, (1572-1641), un modelo para las diferentes vocaciones: “Ella vivió en primera persona diferentes experiencias: noble, casada, viuda, religiosa y fundadora”.
Las hermanas de la Visitación tienen también una fuerte devoción al Sagrado Corazón de Jesús, la cual fue especialmente promovida por Santa María Margarita de Alacoque (1647-1690), quien fue miembro de esta congregación.
“A nosotras, hijas de la Visitación, fue concedida la gracia de honrar la vida escondida del Corazón de Jesús y como Él se reveló a nosotras, quiere que nosotras lo manifestemos y lo ofrezcamos a los demás”, decía la santa.
La superiora del Mater Ecclesiae, quien desempeñó este mismo cargo en el monasterio de Burgos en España, es religiosa desde hace 30 años. Durante esta entrevista dejó también espacio para algunas confesiones: “Me conforta saber que mis oraciones y mi sacrificio recaen en beneficio a la Iglesia y al mundo, que Dios se sirve de esto para acercar a los hombres a su corazón”, asegura.
Y al recordar un poco la historia de su vocación exclama: “¡De cuántas gracias me hubiera privado si le hubiera dicho que no al Señor!”.
Igualmente se refirió a su amor filial a María, que para ella resulta indispensable para su misión: “Hace muchos años hice un pacto con ella, ofreciéndole todo lo que tenía para que lo presentara al Señor y le pidiera lo que ella sabe que necesito”.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

San Rafael Arnáiz: la glorificación del “frustrado”

La próxima canonización del Hermano Rafael ha puesto a nuestra Diócesis de fiesta… El domingo 11 de octubre, una numerosa peregrinación palentina se dará cita en el incomparable marco de la Plaza de San Pedro en el Vaticano, dando gloria a Dios por la obra buena que ha realizado en cinco nuevos santos, entre los que se encuentra quien desde ese día será invocado como San Rafael Arnáiz.
Soy consciente de que existe el riesgo de participar en este acontecimiento, sin conocer en profundidad la figura y el mensaje de este joven trapense, que la Iglesia nos propone como modelo de santidad. Por ello, más que adentrarme en una explicación sistemática de su espiritualidad, mi intención en estas breves líneas es suscitar el deseo de acceder a la lectura de la vida y los escritos del Hermano Rafael, ¡una auténtica joya de la espiritualidad católica! Los escritos del Hermano Rafael ya están publicados en la mayoría de las lenguas modernas, y están siendo traducidos a numerosas lenguas orientales. El Hermano Rafael tiene la virtud de expresar la más honda vivencia mística, con una frescura y cercanía de lenguaje, que la hace fácilmente trasladable y aplicable a nuestra propia vida.
Pues bien, la “historia” del Hermano Rafael, así como el “modelo” de vida cristiana que nos ofrece, están condicionados en gran medida por una grave enfermedad (la diabetes sacarina), que “frustró” en gran manera sus planes y sus proyectos. Su salud no le permitió asumir la vida ordinaria del monje trapense, teniendo que
resignarse a llevar un régimen de vida distinto, a tener que abandonar con frecuencia el monasterio, a ser una carga para sus compañeros e, incluso, al sufrimiento ante la posibilidad de que la enfermedad fuera un impedimento para su propia vocación.
Entresaco de sus escritos, un pasaje muy significativo, en el que el Hermano Rafael nos abre su alma:
“Había una vez un «tonto de circo» que cada vez que entraba en la «pista» se caía..., iba de aquí para allá, arrastrando sus enormes zapatos y con grandes esfuerzos lograba arreglar la esquina de la alfombra. Cuando ya creía que estaba bien, tropezaba en ella..., la volvía a arrugar y se caía...; sudaba...; su trabajo consistía en sacar una silla... Para ello se remangaba, se secaba el sudor de la frente con un enorme pañuelo, y como si arrastrara un enorme peso, sacaba a la pista la silla y, por último, se sentaba en ella. Todos se reían de él al ver lo orgulloso que se retiraba, creyendo que había ayudado a los demás a preparar los aparatos, alfombras y demás enseres que los artistas necesitaban para su trabajo.
Yo conozco a un trapense que en la Trapa hace igual que el «tonto del circo», toda su actuación se reduce a un «hacer que hacemos», arrastrando los pies y secándose el sudor.
Este pobre hombre hace reír a los ángeles que contemplan desde el cielo el espectáculo del mundo y, aunque no hace los arriesgados trabajos de los demás artistas, ni da «saltos mortales», ni ejercicios de fuerza, o «volteretas en el trapecio»..., ¿qué más da? ¡Si no sabe más que desarrugar las alfombras y con ello se gana los aplausos de los ángeles!...”.
Santidad no es perfeccionismo
Una de las grandes enseñanzas de la vida del Hermano Rafael es ésta: la santidad no debe de confundirse con el perfeccionismo. Este último, el perfeccionismo, se caracteriza por centrar todos los esfuerzos en la materialidad de nuestras obras, de forma que las podamos culminar correctamente, sin error ni fallo alguno… Sin embargo, la santidad no consiste tanto en la perfección material, cuanto en la aceptación y en el ofrecimiento, por amor de Dios, de nuestros esfuerzos y de nuestros pequeños “logros”, así como de nuestras limitaciones y errores.
A lo largo de los escasos años en los que el joven Rafael permaneció en la Trapa de Dueñas, tuvo que ir desprendiéndose -en un claro ejercicio de purificación pasiva- de sus planes, proyectos, propósitos… Rafael soñó al ingresar en la Trapa con llegar a ser un monje perfecto; pero, finalmente, Dios le concedió ser… ¡un monje santo!
El santo humor del hermano Rafael
Otro aspecto muy característico de la espiritualidad del Hermano Rafael, es su sentido del humor, vivido incluso en momentos trágicos de su vida, como expresión de una admirable confianza y abandono en las manos del “sólo Dios”. La experiencia de Rafael nos enseña que cuando nos empapamos del amor infinito de Dios, entonces somos capaces de reírnos de nuestros agobios, de nuestras preocupaciones y, en definitiva, de nuestro propio “yo”, que tanto nos ocupa y nos preocupa.
Pero no olvidemos que la alegría del Hermano Rafael, aún naciendo de su confianza en Dios, requiere de un ejercicio ascético constante y firme. Mantener el sentido del humor en medio de las cruces de la vida, tiene el precio de mortificar nuestras melancolías, relativizar nuestras decepciones, pasar por alto los desprecios que podamos sufrir, y elevar nuestros corazones. La alegría y el sentido del humor del Hermano Rafael, son la penitencia más agradable a los ojos de Dios.
Para todos aquellos que no puedan acudir a Roma, el sábado 24 de octubre, celebraremos en nuestra Diócesis de Palencia un día de acción de gracias con motivo de la Canonización. Por la mañana, a las 12.00, tendrá lugar en la Trapa de Dueñas una solemne Eucaristía; mientras que, por la tarde, a las 18.00, la Santa Misa será en la Catedral. Daremos gracias a Dios por la elevación a los altares de quien escribió: “Dios no nos exige más que sencillez por fuera y amor por dentro”.

Autor: Mons. José Ignacio Munilla Aguirre

viernes, 13 de noviembre de 2009

El Milagro de Sor Veronica (y II)

A comienzos de 2000, el convento de Lerma reventaba por sus costuras. Mientras Verónica se dedicaba a entrenar a las candidatas, Blanca comenzó a mover sus hilos. A sondear las posibilidades de conseguir un espacio más grande. Y entonces Antonio María Rouco Varela, príncipe de la Iglesia, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, entró en escena.
"Muchos obispos estarían encantados de colgarse la medalla ante el Vaticano de contar en su diócesis con el convento con más vocaciones de Europa. Y Rouco, que controla todo lo que pasa en la Iglesia española, no fue una excepción", explica un religioso. "Fue de los primeros en cortejarlas. Comenzó a visitarlas con frecuencia y diseñó un plan de estudios que les sería impartido por profesores de la Facultad de Teología de San Dámaso (la más reaccionaria y dirigida por su sobrino, Alfonso Carrasco Rouco) para formarlas de acuerdo a su concepción de la Iglesia. Y ordenó a las parroquias de su archidiócesis que orientasen las vocaciones femeninas en dirección a Lerma. Algo similar hizo la reaccionaria diócesis de Getafe, que domina el sur de Madrid. Rouco llegó a comisionar a su mano derecha, el más brillante de sus monseñores, el ya fallecido Eugenio Romero Pose, para que oficiara de pastor de las hermanas. Lo haría hasta su muerte en 2007.
Y por fin, en 2002, Rouco lanzaba su envite: ofrecía a las monjas de Lerma unos terrenos a las afueras de Madrid, en la carretera de Colmenar Viejo a Guadalix de la Sierra, para que construyeran un nuevo convento. Del proyecto se encargaría el arquitecto-estrella Santiago Calatrava. Llegó a esbozarlo. "Estaba muy ilusionado", confirman en su estudio. El único problema es que los terrenos ofrecidos eran rústicos y había que recalificarlos, una misión complicada, dado el carácter ecológico del paraje y la poca predisposición de los ediles de Colmenar. Además, el fastuoso y poco funcional proyecto de Calatrava, cuyo coste de realización se estimaba en 12 millones de euros, se escapaba al magro presupuesto de las monjas. Y lo que es más importante: Verónica no estaba dispuesta a abandonar la provincia de Burgos. No quería perder el efecto Lerma. El proyecto cayó por su peso. Y Rouco se llevó un disgusto. Se le habían escapado las clarisas.
Durante los dos años siguientes, las monjas continuaron su búsqueda en torno al territorio de sor Verónica. En 2004, durante una conversación de sor Blanca con los superiores de sus hermanos franciscanos, tras relatarles sus apreturas, éstos le ofrecieron una suma de dinero. Blanca rebatió: "¡No me deis limosna; dadme el monasterio de La Aguilera!" La abadesa se refería a un viejo y olvidado noviciado de los franciscanos a 10 kilómetros de Aranda, contiguo al santuario y a la tumba de San Pedro Regalado. En el destartalado monasterio malvivían cuatro ancianos frailes. La dirección de los franciscanos se hizo de rogar y unos meses más tarde cedió por 30 años el uso del monasterio a las clarisas de Lerma mediante un contrato de comodato. Verónica y Blanca lo habían conseguido. Su sueño se comenzaba a cumplir.
El nuevo monasterio ha supuesto un paso de gigante en su ambición. Aquí están materializando su forma de entender la Iglesia. Todo es moderno, limpio, diáfano y bien iluminado. La energía se obtiene con paneles solares. El torno ha dejado paso a las cámaras de seguridad. Las rejas han desaparecido: "Como estamos en obras, es imposible ponerlas; cuando acabemos� ya veremos qué hacemos", aclara la abadesa.
San Pedro Regalado está aún coronado por tres grandes grúas. La finca es un hervidero de obreros. Al caer la tarde, las novicias corretean por la huerta ataviadas con batas grises y tocas blancas mientras juegan al fútbol, al baloncesto o al escondite por prescripción facultativa de sor Verónica.
Pero en 2005, cuando Verónica y Blanca cruzaron el umbral de La Aguilera se dieron de bruces con un destartalado caserón con escaso interés arquitectónico, sucio, sin calefacción y rodeado por una finca baldía. No había baños ni agua caliente. La iglesia estaba horadada por termitas, y las cubiertas, a punto de ceder. El presupuesto para habitarlo era de tres millones. ¿De dónde sacarlos? Dios aprieta, pero no ahoga. Sor Blanca llamó a uno de sus benefactores.
Luis Alberto Salazar-Simpson, de 66 años, abogado, empresario, consejero del Banco Santander y emparentado con Rodrigo Rato, recuerda cómo conoció a las clarisas de Lerma: "Fue a finales de los setenta, yo era gobernador de Vizcaya y un día me llamaron y me dijeron que no tenían ni para comer y empecé a ayudarlas. Me gusta la vida contemplativa. Hacen un producto del que nadie se acuerda: rezan por los demás. Pedí dinero a mis amigos y les echamos una mano, y en unos años se produjo la explosión de vocaciones. Entraron 100 en 12 años y no cabían; ni siquiera podían atender a las hermanas ancianas. Surgió lo de los terrenos de Colmenar, que era una locura, y luego lo de La Aguilera. Me gustó. Y nos pusimos manos a la obra".
Con los tres millones de euros de la indemnización que obtuvo tras su cese como presidente de la operadora telefónica Amena, que fue comprada el 27 de julio de 2005 por France Telecom, Salazar-Simpson constituyó en esa fecha una fundación a la que bautizó Ora et Educa, cuyo objetivo sería "contribuir a los fines de las reverendas madres clarisas y a la rehabilitación para su alojamiento del convento de San Pedro Regalado en La Aguilera, Burgos".
El primer proyecto de reconstrucción del monasterio estaba presupuestado exactamente en los tres millones de euros de "don Luis Alberto". Las obras comenzaron en 2006. Se derribó el interior del convento. Se repararon las cubiertas. Se cubrió un viejo claustro y en la planta baja se crearon cocinas, una zona industrial para fabricar dulces, aulas y despachos. La bella iluminación fue sufragada por Endesa. En las dos plantas superiores se construyeron 100 celdas de 10 metros cuadrados, con cama, mesa y reclinatorio; cada una con su ventana y un baño para cada dos hermanas. Pronto se convirtieron en las obras de nunca acabar. Las hermanas querían más. "Ya sabe cómo son las mujeres cuando se meten en obras", bromea un benefactor. El primer presupuesto de tres millones de euros se iría deslizando hacia los cuatro, y después, a los cinco millones. El cuarto saldría de los ahorros de las monjas, y el último, de una fundación del Banco Popular.
Tres años y medio después, la huerta se encuentra aún empantanada entre ladrillos, andamios y hormigoneras. De la mano del Banco Popular (ligado históricamente al Opus Dei), de uno de sus arquitectos, "especializado en diseño eclesiástico", y su generosa financiación, las clarisas han acometido además la construcción de un locutorio con capacidad para 400 personas, una hospedería, aseos para los visitantes, una sofisticada zona de bienvenida e, incluso, una nueva iglesia. El presupuesto de la segunda fase se elevaría, según fuentes del proyecto, a otros cinco millones de euros.
Por fin, el pasado 8 de junio, un centenar de hermanas inauguraban el convento. Una treintena más permanece en Lerma. Irán rotando. Se trata de que la comunidad no pierda un ápice del estilo acuñado por Verónica. Según su definición, "es una sola comunidad con dos sedes y una sola abadesa". Ella. Un hecho inédito en la Iglesia que les ha concedido su jefe, el cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, el ministerio vaticano que ordena la vida de los religiosos. Rodé, que tiene autoridad sobre 3.600 conventos de clausura en el mundo, conoce el "milagro de Lerma". Visitó a las monjas en abril de 2006, las sondeó una por una en su perfecto español y se quedó impresionado con su alegría, espiritualidad y formación intelectual. Ellas le brindaron su repertorio; le regalaron discos y pasteles. Y se lo metieron en el bolsillo. Mientras se alejaba de Lerma degustando las trufas de chocolate de las clarisas, el cardenal se confesó impresionado con ese florecimiento de vocaciones. Y tomó nota.
Tres años después, un monseñor del ministerio vaticano explica con su lenguaje alambicado esa anómala decisión de que una abadesa gobierne dos conventos: "Dada la situación particular de esta comunidad, el elevado número de religiosas, muchas con una edad elevada que necesitan ser atendidas por hermanas enfermeras; de 60 jóvenes en formación y de muchas formadoras, la abadesa y el capítulo del monasterio solicitaron a la Santa Sede un permiso para que una misma comunidad pudiera vivir en dos casas diferentes, pero con un único gobierno, un solo noviciado y una misma economía. Pretenden mantener el mismo espíritu y ambiente monástico que han tenido hasta ahora. Ante ese número tan gigantesco de religiosas hemos tenido que adoptar medidas excepcionales, que en este caso son por abundancia de vida. Seguramente esta situación particular será por un tiempo limitado. Y si el número de vocaciones sigue creciendo (¡ojalá sea así!), tendremos que tomar otras medidas".
La Aguilera se ha convertido en una sociedad perfecta que es observada con tensa atención por toda la Iglesia. Sin embargo, el futuro de Verónica y de sus hermanas, de las elegidas, está por ver. Es imposible saber la cifra de deserciones. Sus compañeras clarisas de otros conventos las acusan de opacidad y secretismo. No es su principal reproche. Critican el desapego que muestran hacia ellas, su aislamiento de los franciscanos, su autosuficiencia y que se hayan negado a prestar hermanas a otras comunidades en vías de desaparición. Aportan el ejemplo del convento de Briviesca, en la misma provincia de Burgos, que se negaron a reflotar con sangre nueva. Optaron por acoger a las últimas ocho ancianas clarisas que lo habitaban y, a cambio, obtuvieron la propiedad del monasterio, por el que un intermediario pedía hace un año seis millones de euros "para construir un complejo hotelero". Ante esa insinuación de insolidaridad, sor Verónica salta como una pantera: "Por el momento no estamos yendo a otros conventos porque ésta es una familia que se está formando y tiene que estar junta hasta su mayoría de edad. Algún día, quizá�".
Y se desvanece, mística y apasionada; fuerte de carácter y frágil de salud, con los hombros ligeramente caídos. Como si soportara sobre ellos el peso de sus 134 hermanas. Dicen que se alimenta de café. Y que está sobrepasada. Ni ella misma conoce el secreto de Lerma. Pero sigue adelante. Un monseñor lo describe muy eclesiásticamente: "Demasiada gente cuelga del hábito de Verónica. Veremos".

JESÚS RODRÍGUEZ 01/11/2009 . El Pais

martes, 10 de noviembre de 2009

El milagro de sor Verónica (I)

(La abadesa de los conventos de Lerma y La Aguilera)

Es el secreto mejor guardado de la Iglesia. Una comunidad de 134 monjas de clausura, jóvenes, con carrera y conservadoras. La obra de sor Verónica en Lerma. Entramos en el convento del que todos hablan y muy pocos conocen.
El 22 de enero de 1984, Marijose Berzosa abandonó el mundo. Tenía 18 años. Dejaba atrás la carrera de Medicina; los novios de quita y pon y las discotecas ochenteras envueltas en volutas de porro; el baloncesto, la guitarra y el teatro. Aquel domingo cruzó sin pestañear el gélido zaguán del número 6 de la plaza de Santa Clara, en el corazón de Lerma, una villa burgalesa de 2.500 habitantes, para convertirse en sor Verónica. Ingresaba en el convento de clausura de la Ascensión, que había albergado tras sus barrotes a monjas clarisas desde 1604. Sería su hogar y su tumba. Una apuesta para la eternidad. Pocos confiaban en su vocación. "Nadie me entendió. Hubo apuestas de que no iba a durar nada. Pero ellos no sentían la fuerza del huracán que me arrastraba", confesaría más tarde.
Era casi una niña. Bastante guapa, como ella misma se describe. Famosa en Aranda de Duero por sus bellos ojos verdes. Alegre y abierta. De clase media. Educada en un colegio de religiosas. Su padre poseía una zapatería y en su familia había una antigua afición por la música y la poesía. Marijose era la menor de cinco hermanos. Todos hombres y universitarios. Uno sacerdote. Hoy obispo auxiliar de Oviedo. Su espejo y guía. Brillante y mandona. Ni beata ni ñoña. Con una relación intermitente con la Iglesia; voluble y eterna insatisfecha: la clásica adolescente en busca de una salida. La encontró aquel lejano 1984. Tomó la decisión en apenas quince días.
Sencillez, humildad y pobreza. Vida contemplativa. Ora et labora. Marijose aterrizaba en un convento habitado por una veintena de monjas donde la más joven había cumplido los 40 y en el que hacía 23 años no entraba una novicia. No lo tuvo fácil. Le aguardaban un basto hábito pardo ceñido por el cordón blanco de los franciscanos (la familia religiosa de la que nacieron las clarisas) y sandalias en invierno y verano; el pelo casi al cero, como ella relata; una fría celda, rezos desde la madrugada, penitencia, silencio, ayuno y trabajo en el obrador y el huerto. Aislada del mundo por muros y rejas. El tiempo se había detenido cuatro siglos antes en el monasterio de Lerma. Verónica ha contemplado durante todos estos años día tras día desde su celda el mismo paisaje de la vega del Arlanza. Aún le emociona. "Aquí me siento libre".
Su guía en aquellos primeros pasos, sor Pureza de María Lubián, de 70 años, hoy abadesa del convento de Belorado (Burgos), la recuerda: "Era una chiquilla encantadora. Muy noble y muy buena. Tenía 18 años y un porvenir. Todo lo abandonó. Siguió la llamada de Dios. Tenía una personalidad muy rica. Siempre fue líder. Y, espiritualmente, con una gran vocación. Tuvo luchas y dificultades. Hizo un gran esfuerzo. Pero actuó la gracia del Espíritu. Y ella se dejó hacer".
El Espíritu hizo bien su trabajo. Sor Verónica se ha convertido en el mayor fenómeno de la Iglesia desde Teresa de Calcuta. Sus admiradores la definen como "una santa en la Tierra". Y a su obra, "como un milagro". Apoyada por el Vaticano, mimada por los monseñores, financiada por los poderosos y jaleada por los movimientos neoconservadores, ha hecho de aquel vetusto convento de Lerma un atractivo banderín de enganche para vocaciones femeninas que cuenta con 135 monjas con carrera y una media de edad de 35 años y un centenar más en lista de espera. Y ya ha abierto una sucursal en la localidad de La Aguilera, a 40 kilómetros de Lerma, en un enorme monasterio cedido por sus hermanos franciscanos. Un boom insospechado de vocaciones cuando los jesuitas tienen apenas 20 novicios en toda España; los franciscanos, cinco, y los paúles, dos. En un momento en que se importan monjas sin papeles de la India, Kenia o Paraguay para evitar el cierre de conventos habitados por ancianitas, y que la mayoría de nuestros sacerdotes superan los 60 años.
Por el contrario, su bucólica comunidad está repleta. Acoge cada fin de semana a centenares de jóvenes peregrinos en autobuses fletados por parroquias y colegios religiosos, escoltados por curillas de alzacuellos y bocadillo y familias numerosas que anhelan compartir la alegría de estas monjas que rezan, cantan y bailan sin dejar de sonreír un instante. Sus puertas siempre están abiertas para los buenos cristianos. Especialmente si son seminaristas, kikos o llegan de la mano de grupos de apostolado juvenil. La Aguilera es parada obligatoria para todos ellos.
Sor Verónica los recibe con un estilo personal en el que se mezclan los ritos más conservadores de la Iglesia con la atractiva mística de las órdenes de clausura y una puesta en escena musical y testimonial alegre y algo infantil, surgida de su brillante mente de coreógrafa. Micrófono en mano, Verónica domina. Parece tímida; no lo es. Surge de un rincón del auditorio bajo una bella luz cenital. Casi camuflada entre las gradas donde se agolpan un centenar de monjas frente a un público incondicional. Levantan los brazos al cielo mientras entonan un intenso canto de amor a Cristo con bongos y guitarras. Sor Verónica acaricia el pelo de sus hermanas. Abraza a los niños. Es sencilla y convincente. Entrañable, profunda y directa. Hace reír y se ríe. Tiene una voz firme y suave. Capacidad de convicción. Cree en lo que dice. Es una mujer de Cristo. Está enamorada de él, repite. Es una buena predicadora. Y también una enérgica directora musical. Como demostrará durante la eucaristía al frente del coro. Aquí, en la capilla, ya no hay sonrisas. Las hermanas rezan plegadas en el suelo como los fieles musulmanes hasta fundirse como manchas negras en el pavimento gris.
Las hijas de sor Verónica son diametralmente opuestas a las monjas de otros conventos de clausura. No son crías incultas provenientes del entorno rural en busca de subsistencia. La mayoría ha tenido pareja y empleo. No son monjitas de escasa teología, pastas y agua de limón, invisibles y entrañables tras el torno.
Las hijas de sor Verónica han sido educadas en la Iglesia de resistencia de Juan Pablo II. Son militantes. Muchas pertenecen a grupos neoconservadores: Camino Neocatecumenal (Kikos), Comunión y Liberación, Opus Dei, Renovación Carismática, Lumen Dei, Legionarios de Cristo, Schonstatt. Son urbanas y con estudios. Ninguna es inmigrante. Hay cinco hermanas de la misma familia; 11 parejas de hermanas de sangre y unas gemelas. Abunda la clase media. Y los títulos universitarios. Esta comunidad ofrece un completo catálogo de abogadas, economistas, físicas y químicas; ingenieras de caminos, industriales, agrícolas y aeronáuticas; arquitectas, médicas, farmacéuticas, biólogas y fisioterapeutas; bibliotecarias, filólogas, pedagogas y fotógrafas. Un religioso que conoce la comunidad la define como "una olla de grillos intelectual difícil de gobernar". Otro viejo sacerdote burgalés tiene sus dudas sobre la uniformidad del proyecto, dada la disparidad de los movimientos neocon que lo nutren: "Casi todas las que entran tienen que ver con las nuevas realidades de la Iglesia. Cada una tiene su propia forma de ser, de orar, de cultivar la piedad. Están encarriladas en las prácticas de esos movimientos y tienen que hacer un esfuerzo añadido para desprenderse de sus espiritualidades de origen y confluir en la regla de Santa Clara. Unificar ese revoltijo es complicado, y mucho más siendo tantas". Una monja de la comunidad confirma que denominan a la veintena de compañeras procedentes de los kikos: "Las hermanas del camino: ellas ya tienen mucho avanzado".
Lerma es un fenómeno que poco tiene que ver con la clausura tradicional. En la Iglesia, algunos ya piensan que este movimiento concluirá con una refundación de las clarisas, una escisión dentro de esa congregación o, incluso, la creación de una nueva orden. Un sacerdote del entorno de la abadesa explica: "Cuando Marijose entró en el convento tenía ideas propias. No era una tontita. Tenía su interpretación de la vida religiosa contemplativa. Pensaba que la clausura no tenía por qué ser algo intocable y excluyente. Quería contarlo y ser un ejemplo". Para un monseñor anónimo (como todas las fuentes de este reportaje que intentan escapar del "poder en toda su desnudez del cardenal Rouco"), "Lerma y La Aguilera suponen una renovación del carisma de las clarisas. Las monjas de Lerma no renuncian a la clausura, pero quieren que sea conocida y valorada por los cristianos. Quieren crear un auténtico centro de espiritualidad". Para el superior madrileño de una orden, "las monjas de clausura que no se renueven van a fenecer. Deben ser un ejemplo de experiencia espiritual para la gente de hoy. Para esos chicos que se van a la India para meditar y encontrar un sentido a la vida". Una hermana de la comunidad define su clausura en esa línea: "Ésta es una casa abierta a los que llaman a nuestra puerta. Queremos compartir nuestra fe, dar a conocer lo que nos está pasando. Y si ven a Jesús en nosotras, adelante. España está tan pagana que hace falta que compartamos nuestra fe, no que la vivamos a solas. Es el momento de actuar".
En la Iglesia nadie entiende nada de nada. Lerma ha roto sus esquemas. Para empezar, es un movimiento protagonizado por mujeres, las convidadas de piedra durante siglos de la Iglesia católica. Siempre apartadas de los centros de decisión, la teología y el sacerdocio, aunque sean cuatro veces más numerosas que los religiosos y estén siempre en vanguardia. Además, muy pocos han entrado en la comunidad de sor Verónica. Es de clausura. Y goza de absoluta independencia. Por encima, sólo el Papa, a través del cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada. Más allá, ninguna autoridad eclesiástica controla lo que ocurre dentro de Lerma y La Aguilera. Ni su capellán, ni el delegado diocesano, ni el obispo de Burgos, ni el superior de la provincia franciscana de Aranzazu, ni el superior general de esa orden, ni el mismísimo presidente de la Conferencia Episcopal. Sólo el Papa. Y está en Roma. Y las observa con extremo cariño. Este año las envió su predicador de cabecera, el capuchino Raniero Cantalamessa, para que dirigiera sus ejercicios espirituales. Todo un privilegio. Para un religioso, "ahí tiene la mejor muestra de que el proyecto de Lerma tiene todas las bendiciones de Roma". "Y que Verónica tiene mucho poder. Ojo con ella", añade presto otro.
Todos los eclesiásticos consultados para este reportaje alaban la explosión vocacional de esta comunidad: "Es una obra de Dios". A continuación desconfían: "Tiene los pies de barro; la mitad de las monjas no han hecho aún sus votos perpetuos; tienen que pasar muchos años hasta que se vea si es algo firme o se queda en un bluff". "Esas monjas están manejando formas antiguas que parecen dar resultados a corto plazo, que atraen a gente que busca una religiosidad radical, pero que a la larga está por ver su recorrido", dice otro. Algunos critican su aislamiento; su lejanía de las personas que sufren. De los pobres, los enfermos y los inmigrantes. Lo que los religiosos llaman "estar en la frontera". Otros ven gato encerrado. "¿Quién está detrás de todo esto?". "¿Quién lo financia?". ¿Cuál es el secreto de Lerma? Nadie parece saberlo.
Incluso las clarisas de otras comunidades españolas recelan. Para una abadesa, "es algo raro. Un fenómeno nuevo. ¿Por qué unas tanto y otras tan poco? No lo entendemos. Pero el Espíritu lo ha buscado y sus razones habrá tenido�".
Sor Verónica tampoco hace nada por explicarlo. Grandes carteles en el monasterio de La Aguilera advierten de que no se puede fotografiar ni filmar a las monjas. Una advertencia que repite con voz potente y mirada inquisitorial la más fornida de las hermanas a los dos periodistas que visitan su comunidad: "¡No queremos nada con los medios de comunicación!". Unos minutos más tarde, cuando por fin preguntamos a sor Verónica sobre las razones de su éxito, mira a los ojos con los suyos verdes nublados por las lágrimas; inclina la cabeza con humildad y coge tu mano entre las suyas descarnadas. "No sabéis lo que os queremos y la ternura que me producís, pero esto se ha hecho muy grande, estamos creando algo� tenemos 60 o 70 hermanas en formación y no es el momento de hablar, antes tiene que madurar. Estamos haciendo algo grande por amor a Cristo y necesitamos tiempo. Pero aun así os queremos". Y desaparece arrastrando su hábito, del que pende un sufrido rosario de madera.
Y aparece sor Blanca. Que interpreta el papel de poli malo. Y nos pone de patas en la calle: "El Grupo PRISA; sí, todo el Grupo, no sólo EL PAÍS, hace un daño enorme a la Iglesia. Ustedes la atacan y ridiculizan y yo lo leo todo. Y como la Iglesia es mi madre, no tenemos nada más que hablar".
En la génesis del "milagro de Lerma" hay una personalidad espiritual que ha atraído con su carisma a un centenar de jóvenes: sor Verónica. Pero no conviene olvidar a una gran actriz secundaria; ejecutiva, correosa y obstinada; sin atractivo, pero con arrestos; capaz de enfrentarse a banqueros, monseñores, arquitectos y abogados, y que nunca claudica: sor Blanca Mateo.
Frisando los 70 años, nacida en una aldea burgalesa de La Bureba, abadesa desde finales de los noventa, admiradora del Opus Dei, sor Blanca controla todo lo que ocurre en los conventos de Lerma y La Aguilera, aunque cediera formalmente el mes de marzo pasado el puesto de superiora a sor Verónica, que obtuvo la abrumadora mayoría absoluta de votos de sus hermanas en la primera vuelta. Dentro de tres años se volverá a presentar al escrutinio electoral mediante voto secreto en urna. A continuación, las papeletas serán quemadas para que ninguna hermana sepa lo que ha votado la de al lado y evitar suspicacias.
Las dos hermanas han hecho juntas un largo y duro camino. Cuando Marijose llegó a Lerma, en 1984, el convento contaba con 23 monjas y un futuro sombrío. En 1994, con sólo 28 años, fue nombrada maestra de novicias, un puesto clave en la comunidad cuya misión es, según describe un jesuita que ha ocupado ese cargo en su orden, "configurar el disco duro del novicio al sistema operativo de la comunidad". Bajo la hábil dirección espiritual de Verónica, ingresarían hasta finales de esa década 27 hermanas más. Lo nunca visto: ya eran 50. No había hecho más que empezar. Comenzaba a funcionar el boca a boca en los ambientes parroquiales conservadores. En 2002 eran 72; en 2004, 92; en 2005, 105. Y 134 a finales del pasado mes de septiembre. Todas encerradas en un convento del siglo XVI proyectado para albergar 32 monjas.
El tsunami vocacional pilló a Verónica y a Blanca en mantillas. Fue inesperado. Pero no estaban dispuestas a renunciar ni a una sola postulante. Aún menos, a desviarlas hacia otros conventos de clarisas, aunque estuvieran al borde de la liquidación (hay nueve en la provincia de Burgos y un centenar en toda España). Habilitaron distintas zonas del convento, incluso la capilla y el coro, para albergar en precario a las peticionarias. Instalaron 13 miniceldas en la sacristía con paneles prefabricados; pronto quedaron saturadas. Más tarde alquilaron inmuebles contiguos al convento para dar cobijo a las aspirantes. Cada atardecer, los vecinos de Lerma asistían al desfile de jóvenes cabizbajas y ataviadas con una especie de uniforme de hospicio de preguerra desde el monasterio hasta sus pisos de acogida.

domingo, 8 de noviembre de 2009

sábado, 26 de septiembre de 2009

Las monjas cartujas

La existencia de las monjas cartujas se remonta a los orígenes de la Orden de los cartujos. Es en 1145 que las monjas de Prébayon en Provenza, al sur de Francia decidieron abrazar la regla de vida de los monjes de Chartreuse. Ellas fueron acogidas en la Orden por San Antelmo, entonces prior de la Cartuja. Así nació la rama femenina de nuestra Orden. Desde ese momento las monjas cartujas forman con los monjes una única Orden bajo la dirección del mismo Ministro General, el prior de la Gran Cartuja.

Como para ellos, la vida de las monjas cartujas es una vida contemplativa marcada por la soledad. Todo nuestro deseo es responder al llamado de Dios devolviéndole amor por Amor. Nuestros monasterios, alejados de las ciudades, son «desiertos» con el fin de favorecer el encuentro con Dios. En efecto, nuestra aplicación principal y nuestra vocación son encontrar a Dios en el silencio y la soledad. Allí Dios y su servidor mantienen frecuentes coloquios, como se hace entre amigos.

Compartimos pues con los monjes cartujos la misma vocación y el mismo espíritu. Pero ciertas particularidades, al tiempo que nos diferencian de ellos, le otorgan a nuestra vida un sello propio. Nuestros Estatutos no se encuentran en este sitio web; enumeramos aquí ciertos puntos que merecen ser precisados.

Al igual que en la rama masculina hay en la rama femenina monjas de claustro, dedicadas más especialmente a la soledad de la celda, monjas conversas y donadas. La formación para la vida cartujana dura aproximadamente ocho años y sigue las mismas etapas que la de los monjes. Luego de la profesión solemne o de la donación perpetua, las monjas que lo desean pueden recibir la consagración virginal.

El hábito de las monjas es similar al de los monjes: hábito blanco y cogulla con bandas laterales para las profesas. Pero en lugar de la capucha de los monjes las monjas llevan toca con velo.

En todas las casas de monjas hay uno o dos padres cartujos que garantizan las funciones sacerdotales según el rito cartujano: celebración de la Eucaristía y Ministerio de la reconciliación. Junto con estos padres ordinariamente hay uno o dos hermanos encargados de los trabajos que no pueden ser realizados por las monjas. Padres y hermanos viven en un edificio separado.

Nuestros Oficios litúrgicos son idénticos a los de los monjes. Sin embargo el Oficio de Maitines, a la medianoche, simplemente se recita en lugar de ser cantado, lo que reduce en aproximadamente media hora la duración de nuestra vigilia.

Cada semana hacemos un día de abstinencia pero no a pan y agua: ese día no se nos sirve ni huevo ni pescado, ni tampoco leche, manteca ni queso. El Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo son también días de abstinencia; estos días, las monjas que pueden se contentan con pan y agua. Algunos días y en ciertos períodos del año tomamos solamente una comida al mediodía y una pequeña colación por la tarde. Además, en todo tiempo del año, se nos concede a modo de desayuno una bebida y un trozo de pan.

La edad de admisión de las interesadas está comprendida entre los 20 y los 35 años, aunque siempre se puede considerar la posibilidad de una excepción si existen razones serias que hagan pensar en una vocación verdadera.

Las monjas cartujas han conocido en su historia las mismas duras pruebas que los monjes. En 1794, a causa de la Revolución francesa, todas las cartujas de mujeres fueron cerradas, aunque en 1816 algunas monjas que habían sobrevivido volvieron a darle vida a la rama femenina de la Orden que cuenta actualmente con cinco casas en Europa (dos en Francia, en el Macizo Central y en Provenza, dos en Italia y una en España) más una fundación en curso en Corea (Ver lista de casas).

Tras los pasos de los primeros cartujos, «permaneciendo bajo la dirección del Espíritu Santo y dejándose formar por la experiencia», las monjas cartujas quieren permanecer fieles al carisma de su Padre San Bruno.

http://www.chartreux.org/es/moniales/histoire.html

domingo, 6 de septiembre de 2009

La vida monástica no puede eludir la llamada a evangelizar

“La vida monástica, más o menos retirada del mundo, no puede eludir la llamada urgente a la evangelización que le llega hoy de la Iglesia”, afirma Joan-Carles Elvira, osb., prior del monasterio de Santa Maria de Monserrat (Barcelona) y presidente de la Sociedad de Estudios Monásticos, indicando la ineludible misión que los monjes y monjas comparten con todos los cristianos.”Habitualmente se ha entendido la vida monástica como una fuga mundi, pero a lo largo de la historia, las influencias entre cultura monástica y cultura secular han sido recíprocas”, añade.
Para Elvira, la gran aportación del monacato a la cultura secular se deriva de la veracidad de su testimonio: “Una comunidad que ora y acoge, que escucha incondicionalmente, que crea un clima fraterno… facilita encuentros en profundidad que cambian la vida y transmiten una verdad del ser humano sólo explicable desde Dios”. Con respecto al valor que pueden extraer de la sociedad actual, afirma que son “muy sensibles hacia la aspiración de muchos contemporáneos laicos a verificar en qué modo la fe cristiana humaniza”.
El prior del monasterio de Montserrat sostiene que la esperanza en el futuro de la vida monástica es tan firme como “la promesa del Resucitado a permanecer siempre con los suyos, con su Iglesia”. “Siendo muchos o pocos, siempre habrá bautizados que sentirán la llamada a seguir radicalmente a Cristo en la vida monástica, sean cuales sean sus formas”.
Con estas reflexiones, Joan-Carles Elvira, resume a Vida Nueva algunas de los temas abordados durante la XXXII Semana de Estudios Monásticos, celebrada del 30 de agosto al 3 de septiembre en Santa Marta de Tormes (Salamanca).

04.09.2009 Marina de Miguel

Más información en el nº 2.673 de Vida Nueva

sábado, 5 de septiembre de 2009

Contemplación


El contemplativo trabaja, lee, pasea, viaja, hace compras, reza, visita a sus amigos, etc. Mas en el centro de todas sus actividades está siempre aquel sentimiento precioso de intima unión con su amado.

- Para contemplar basta elevar el corazón a Dios con el simple y amoroso deseo de estar con él y esperar.

- Contemplar o rezar contemplativamente exige la capacidad y disposición de estar ahí sin HACER nada.

- El contemplativo prefiere amar la maravilla que descubre en vez de tratar de comprenderla.

- Todo el trabajo de aprender a ser contemplativo se resume en desvelar el natural deseo de amar, mirar después hacia Dios y extender los brazos hacia él movidos de un fortísimo deseo de estar con él.

Algunos pensamiento de Pedro Finkler

viernes, 4 de septiembre de 2009

Huellas



Una noche un hombre tuvo un sueño.

Soñó que iba paseando por una playa.

A medida que caminaba,

se iba proyectando en su mente la película de su vida.

Se dio cuenta de que en cada escena de la película de su vida

existían dos pares de huellas en la arena: las suyas y las de Dios.

Cuando la última escena de su vida apareció ante él,

volvió a mirar retrospectivamente

las huellas sobre la arena de la playa.

Entonces notó que muchas veces

a lo largo de su vida había tan sólo un par de huellas...

Comprobó que ocurría

en los momentos más difíciles de su existencia.

Llego a preocuparse en gran manera por este hecho,

y preguntó a su Dios:

—"Señor,

tú me dijiste una vez que si decidía seguirte,

caminarías siempre conmigo...

Sin embargo he notado que durante los momentos de mi vida

en que tenía más dificultades y problemas

tan solo existía un par de huellas.

No comprendo por qué

cuando más te necesitaba más me abandonabas".

Su Dios respondió:

—"Hijo, te quiero y nunca te he abandonado.

En los momentos de angustia y sufrimiento,

cuando tú has contemplado tan sólo un par de huellas,

eran los momentos en que yo te transportaba en mis brazos".

(Anónimo brasileno)

viernes, 24 de julio de 2009

En el silencio de tu alma

La vida silenciosa

«El monasterio no es un museo ni un asilo… Aun cuando no abandone nunca su monasterio, y nunca dirija una palabra al resto de los seres humanos, el monje está inextricablemente implicado en el sufrimiento común y en los problemas de la sociedad en que vive» (Tomado del «Epílogo»).

La vida silenciosa es «una meditación sobre la vida monástica, escrita por alguien que, sin ningún mérito propio, tiene el privilegio de conocer esa vida desde dentro… y que sólo trata de hablar como portavoz de una tradición multisecular».

La vida silenciosa es una obra destacada, pues combina una descripción lúcida e informativa de la naturaleza y las formas del monacato, comunitario y eremítico, con una apasionada defensa de la búsqueda de Dios en la contemplación. La intensa belleza de la meditación de Merton ha convertido a La vida silenciosa en un clásico en su género.

Thomas Merton (1915-1968), doctor por la Universidad de Columbia, se convirtió al catolicismo en 1938. En 1941 ingresó en la Abadía trapense de Our Lady of Gethsemani, en Kentucky (Estados Unidos), donde fue ordenado sacerdote en 1949. Fue una de las figuras espirituales más prominentes del siglo XX y es universalmente conocido como uno de los maestros espirituales más influyentes de nuestro tiempo.

Desclee de BrowerISBN :978 84 33023087186 páginas - 16 euros

miércoles, 1 de julio de 2009

Mensaje a los contemplativos del mundo (Thomas Merton)

“Hermano, el contemplativo no es el hombre que tiene visiones flamígeras del querubín llevando a Dios en su carro imaginario, sino sencillamente el que ha arriesgado su mente en el desierto más allá del lenguaje y de las ideas, allí donde Dios se encuentra en la desnudez de la confianza pura, es decir, en la total entrega de nuestra pobreza y de nuestra condición inacabada para dejar de aferrar nuestras mentes en un nudo sobre sí mismas, como si el pensar nos hiciera existir.

El mensaje de esperanza que te ofrece el contemplativo es, pues, hermano, que no necesitas encontrar tu camino a través de la maraña del lenguaje y de los problemas que hay hoy en día en torno a Dios, sino que tanto si lo comprendes como si no, Dios te ama, está presente en ti, vive en ti, mora en ti, te llama, te salva y te ofrece una comprensión y una luz que no se parecen en nada a la que jamás hallas podido encontrar en libros o escuchado en sermones.

El contemplativo no tiene nada que decirte salvo asegurarte que si te atreves a penetrar en tu propio silencio y te arriesgas a compartir esa soledad con otros solitarios que busquen a Dios a través tuyo, entonces recobrarás de verdad la luz y la capacidad de entender lo que está más allá de las palabras y de las explicaciones porque está demasiado cerca como para ser explicado: es la unión íntima en la profundidad de tu corazón, del espíritu de Dios y de tu propio ser más íntimo y secreto, de modo que tú y Él sois en verdad un solo Espíritu. Te amo, en Cristo.”

(Thomas Merton, “Mensaje a los contemplativos del mundo”, 21 de agosto de 1967, en respuesta a una petición expresa del Papa Pablo VI)

Danos contemplativos

Aumenta, Señor, el número
de los verdaderos contemplativos,
rastreadores de tus huellas
en nuestro mundo.

Multiplica los hombres y mujeres
silenciosos y alegres,
pobres y generosos,
profundos y comunicativos,
que atraviesan con su mirada
el espesor del mundo y de la historia
y terminan sorprendiéndote
a cada paso
porque llevan tu presencia en el corazón
y tu imagen en la retina de sus ojos.

Tú sabes, Señor,
que este mundo nuestro
necesita contemplativos.
Amén.

Ángel Sanz Arribas, cmf

domingo, 21 de junio de 2009

10 Lecturas recomendadas para la vida consagrada: Verano 2009

De cara al período estival, desde masdecerca.com hemos encargado a un grupo de expertos elaborar una selección de los diez libros más interesantes y recomendables para las personas consagradas, aparecidos durante los últimos meses en las más de treinta diferentes editoriales españolas de libro religioso (ver lista más abajo).

Las personas consagradas aprovechan el tiempo de verano para una lectura más sosegada, como un tiempo tranquilo y privilegiado para la formación permanente. La vida consagrada de habla española que vive en América encontrará en esta lista y en las reseñas un instrumento útil para el discernimiento a la hora de la adquisición de títulos para su lectura, formación y el enriquecimiento de sus bibliotecas comunitarias.

A lo largo de los próximos días, pasaremos en el blog una serie de informaciones con una breve reseña de cada uno de los mismos. Esperamos que sea de su interés y que aprovechemos un año más la buena ocasión del verano para leer buenos libros.

La lista de los libros reseñados y propuestos ha sido valorada por un equipo de profesionales del libro y profesores de teología. El orden de la lista no significa mayor o menor valoración. Son los siguientes:

- “Sois una Carta de Cristo”. 38ª Semana Nacional de Vida Religiosa. Publicaciones Claretianas.

- La vida Silenciosa. Thomas Merton. Editorial Desclée de Brower.
- La autoridad en la vida consagrada (2ª edición). Severino Mª Alonso. Publicaciones Claretianas.

- Francisco de Asis y la Vida Religiosa. Francisco Rodríguez Carballo. Editorial PPC.

- Oyentes y Servidores de la Palabra. Jesús Mª Alday (ed.) Publicaciones Claretianas.

- Dios. Una breve historia del eterno. Manfred Lütz. Editorial Sal terrae.

- Caminar en Esperanza. Jesús Mª Alday. Publicaciones Claretianas.

- El don de los años. Joan Chittister. Editorial Sal terrae.

- A tiempo y a destiempo. 40 pistas para evangelizadores. Gonzalo Fernández Sanz. Publicaciones Claretianas.

- Hermano Roger. La vida del fundador de Taizé. Kathrayn Spink. Herder.

Fernando Prado. masdecerca.com

jueves, 28 de mayo de 2009

HOMILÍA DEL PAPA A MONJES Y MONJAS BENEDICTINOS EN MONTECASSINO

"No anteponer nada al amor de Cristo"

MONTECASSINO, lunes 25 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI al presidir en la tarde de este domingo las vísperas con los abades de las comunidades de monjes y monjas benedictinos del mundo.
* * *
Queridos hermanos y hermanas de la gran familia benedictina:
Cuando queda poco para concluir mi visita de hoy, con mucho gusto me detengo en este lugar sagrado, en esta Abadía, cuatro veces destruida y reconstruida, la última vez tras los bombardeos de la segunda guerra mundial de hace 65 años. "Succisa virescit": las palabras de su nuevo escudo de armas indican bien la historia. Montecassino, como encina secular plantada por san Benito, fue "escamondada" por la violencia de la guerra, pero ha resurgido con más vigor. En varias ocasiones yo también he tenido la oportunidad de disfrutar de la hospitalidad de los monjes, y en esta Abadía transcurrí momentos inolvidables de tranquilidad y oración. En esta tarde hemos entrado cantando las Laudes regiae para celebrar juntos las vísperas de la solemnidad de la Ascensión de Jesús. A cada uno de vosotros os expreso la alegría de compartir este momento de oración, saludando a todos con afecto agradecido por la acogida que me habéis dispensado y a quienes me acompañan en esta peregrinación apostólica. En particular, saludo al abad dom Pietro Vittorelli, que ha interpretado vuestros sentimientos comunes. Extiendo mi saludo a los abades y abadesas y a las comunidades benedictinas aquí presentes.
Hoy la liturgia nos invita a contemplar el misterio de la Ascensión del Señor. La lectura breve, tomada de la Primera Carta de Pedro, nos exhorta a detener la mirada en nuestro Redentor, que murió "una sola vez por los pecados" para volvernos a llevar a Dios, a cuya diestra se encuentra, "tras haber subido al cielo y haber recibido la soberanía sobre los ángeles, los principados y las potestades" (Cf. 1 Pedro 3, 18.22). "Subido al cielo" e invisible a los ojos de los discípulos; sin embargo, Jesús no les ha abandonado: "muerto en la carne, vivificado en el espíritu" (1 Pedro 3,18), ahora está presente de una manera nueva, interior, en los creyentes, y en él la salvación se ofrece a todo ser humano sin diferencia de pueblo, lengua o cultura. La primera Carta de Pedro contiene referencias precisas a los acontecimientos cristológicos fundamentales de la fe cristiana. La preocupación del apóstol es la de mostrar el alcance universal de la salvación en Cristo. Análoga preocupación encontramos en san Pablo, del que estamos celebrando los dos mil años de su nacimiento, quien escribe a la comunidad de Corinto: Cristo "murió por todos para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Corintios 5, 15).
Dejar de vivir para nosotros mismos, sino para Cristo: esto es lo que da pleno sentido a la vida de quien se deja conquistar por Él. Lo manifiesta claramente la vicisitud humana y espiritual de san Benito, que abandonando todo siguió fielmente a Jesús. Encarnando en su propia existencia el Evangelio, se convirtió en iniciador de un amplio movimiento de renacimiento espiritual y cultural en Occidente. Quisiera mencionar un acontecimiento extraordinario de su vida, referido por el biógrafo san Gregorio Magno que vosotros conocéis muy bien. Se podría decir que también el santo patriarca fue "elevado al cielo" en una indescriptible experiencia mística. La noche del 29 de octubre del año 540, se lee en la biografía, mientras estaba asomado a la ventana, "con los ojos fijos en las estrellas para penetrar en la divina contemplación, el santo experimentaba que el corazón le ardía... Para él el firmamento era como la cortina bordada que desvelaba al Santo de los Santos. En un momento preciso, su alma se sintió transportada a otra parte del velo para contemplar sin velo el rostro de Aquél que vive en una luz inaccesible" (Cf. A.I. Schuster, Storia di san Benedetto e dei suoi tempi, Ed. Abbazia di Viboldone, Milano, 1965, p. 11 y siguientes). Análogamente a lo que le sucedió a Pablo tras su arrebato al cielo, también san Benito, tras esta experiencia espiritual extraordinaria, tuvo que comenzar una nueva vida. Si bien la visión fue pasajera, los efectos permanecieron, su misma fisionomía --refieren los biógrafos-- quedó modificada, su aspecto fue siempre sereno y su porte angélico y, si bien vivía en la tierra, se comprendía que con el corazón ya estaba en el Paraíso.
San Benito no recibió este don divino para satisfacer su curiosidad intelectual, sino más bien para que el carisma que Dios le había dado tuviera la capacidad de reproducir en el monasterio la misma vida del cielo y restablecer la armonía de la creación a través de la contemplación y el trabajo. Con razón, por tanto, la Iglesia le venera como "eminente maestro de vida monástica" y "doctor de sabiduría espiritual en el amor a la oración y al trabajo"; "resplandeciente guía de pueblos a la luz del Evangelio" que "elevado al cielo por una senda luminosa" enseña a los hombres de todos los tiempos a buscar a Dios y las riquezas eternas por Él preparadas (Cf. Prefacio del Santo en el suplemento monástico al Misal Romano, 1980, edición italiana, 153).
Sí, Benito fue ejemplo luminoso de santidad e indicó a los monjes como único gran ideal a Cristo; fue maestro de civilización que, proponiendo una equilibrada y adecuada visión de las exigencias divinas y de las finalidades últimas del hombre, tuvo siempre presentes también las necesidades y las razones del corazón, para enseñar y suscitar una fraternidad auténtica y constante, para que en el conjunto de las relaciones sociales no se extraviara una unidad de espíritu capaz de construir y alimentar siempre la paz. No es una casualidad que la palabra Pax acoja a los peregrinos y a los visitantes a las puertas de esta abadía, reconstruida tras el tremendo desastre de la segunda guerra mundial: se eleva como una silenciosa admonición para rechazar cualquier forma de violencia y construir la paz: en las familias, en las comunidades, entre los pueblos y en toda la humanidad. San Benito invita a toda persona que sube a este monte a buscar la paz y seguirla: "inquire pacem et sequere eam (Salmo, 33,14-15)" (Regla, Prólogo, 17).
Siguiendo la escuela de san Benito, con el paso de los siglos, los monasterios han sido centros fervientes de diálogo, de encuentro y benéfica fusión entre gentes diversas, unificadas por la cultura evangélica de la paz. Los monjes han sabido enseñar con la palabra y el ejemplo el arte de la paz, sirviéndose de los tres "vínculos" que san Benito consideraba necesarios para conservar la unidad del Espíritu entre los seres humanos: la Cruz, que es la ley misma de Cristo; el libro, es decir la cultura; y el arado, que indica el trabajo, la señoría sobre la materia y el tiempo. Gracias a la actividad de los monasterios, articulada en el triple compromiso cotidiano de la oración, del estudio y del trabajo, pueblos enteros del continente europeo han experimentado un auténtico rescate y un benéfico desarrollo moral, espiritual y cultural, educándose en el sentido de la continuidad con el pasado, en la acción concreta a favor del bien común, en la apertura hacia Dios y la dimensión trascendental. Recemos para que Europa valorice siempre este patrimonio de principios e ideales cristianos que constituye una riqueza cultural y espiritual inmensa.
Pero esto sólo es posible cuando se acoge la enseñanza constante de san Benito, es decir el "quaerere Deum", buscar a Dios como compromiso fundamental del ser humano que no se realiza plenamente ni puede ser realmente feliz sin Dios. Os toca en particular a vosotros, queridos monjes, ser ejemplos vivos de esta relación interior y profunda con Él, actuando sin compromisos el programa que vuestro fundador sintetizó en el "nihil amori Christi praeponere", "no anteponer nada al amor de Cristo" (Regla 4, 21). En esto consiste la santidad, propuesta válida para todo cristiano, más que nunca en nuestra época, en la que se experimenta la necesidad de anclar la vida y la historia en firmes puntos de referencia espirituales. Por este motivo, queridos hermanos y hermanas, es particularmente actual vuestra vocación y es indispensable vuestra misión de monjes.
Desde este lugar en el que descansan sus restos mortales, el santo patrono de Europa sigue invitando a todos a proseguir su obra de evangelización y promoción humana. Os alienta en primer lugar a vosotros, queridos monjes, a permanecer fieles al espíritu de los orígenes y a ser intérpretes auténticos de su programa de renacimiento espiritual y social. Que os conceda este don el Señor, por intercesión de vuestro santo fundador, de la hermana, santa Escolástica, y de los santos y santas de la Orden. Y que la Madre celestial del Señor, a quien hoy invocamos como "auxilio de los cristianos", vele por vosotros y proteja a esta abadía y a todos vuestros monasterios, así como a la comunidad diocesana que vive alrededor de Montecassino. ¡Amén!
[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina
© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana]