domingo, 27 de enero de 2008

EL EVANGELIO EN EL CORAZÓN: JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA 2008

Mensaje de monseñor Jesús Sanz Montes, ofm

MADRID, sábado, 26 enero 2008 (
ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha escrito monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, obispo de Huesca y de Jaca, presidente de la Comisión de la Conferencia Episcopal Española para la Vida Consagrada con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada que se celebrará el 2 de febrero de 2008.
* * *
Dios nos lo dijo todo en su Hijo bienamado. Era la Palabra por antonomasia en la que todo fue hecho (Col 1, 16) y en quien todo fue dicho (Jn 1, 1-3). Aquella Palabra aparentemente enmudeció en una muerte no fingida, en una muerte de cruz (Filp 2, 8). Pero esa Palabra vive y habla para siempre tras la resurrección.
Jesús mismo nos pidió que guardásemos sus palabras, aunque la pequeñez frágil y vulnerable de nuestra vida hace que no siempre las entendamos o que fácilmente lleguemos a olvidar lo que a duras penas hemos entendido alguna vez. Por eso Él prometió el envío de un Consolador que viniese precisamente a enseñar y recordar cuanto el Maestro dijo: "el Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho" (Jn 14, 26).
La historia de la Iglesia es el lugar en donde esta promesa se ha venido cumpliendo como en un Pentecostés de y para cada generación cristiana. Siempre hay una palabra de Jesús que hay que entender en cada época, siempre hay una palabra suya que volver a recordar. Y esto es lo que hace el Espíritu Santo que Jesús nos prometió: enseñarnos lo que no acabamos de entender y recuperar lo que habiéndolo entendido se ha podido olvidar. Así se han suscitado los diversos carismas que han dado lugar a las distintas familias religiosas, como una actuación en el tiempo de la promesa de Jesús con el envío del Espíritu Santo.
La Vida Consagrada en todas sus formas tiene esa estrecha relación con la Palabra de Dios, porque representa el corazón de la Iglesia que acoge incesantemente a quien incesantemente nos regala su hablar. Detrás de cada fundador y fundadora, detrás de cada fundación consagrada, hay una Palabra de Jesús que es preciso saber guardar en el corazón como María.
El doble relato de la anunciación del Bautista y de Cristo, nos presenta las dos maneras de situarnos ante lo que Dios dice: Zacarías escuchó con un escepticismo asustado lo que le desbordaba en el mensaje de Gabriel, y se quedó mudo. María escuchó conmovida el mensaje similar de aquel mismo mensajero, pero pidió ayuda para acoger tan desbordante propuesta, y la Palabra se hizo carne de su ser. Ser mudez sórdida porque no escucha o ser eco e icono de la Palabra y la Belleza del mismo Dios. A esto se le llama a la Vida Consagrada: acoger el Evangelio de Cristo en el corazón, guardando en él lo que Dios dice y lo que Dios calla, como aprendemos en María de una manera dulce y fecunda.
El pasado año, el Santo Padre invitaba a los miembros de la Vida Consagrada a que acogieran la luz del Señor como la Virgen Santa y San José al presentar al Niño en el Templo. Esa luz que resulta ser el más luminoso eco de lo que el Señor dice: "queridos consagrados y consagradas, haced que esta llama arda en vosotros, que resplandezca en vuestra vida, para que por doquier brille un rayo del fulgor irradiado por Jesús, esplendor de verdad. Dedicándoos exclusivamente a él (cf. Vita consecrata, 15), testimoniáis la fascinación de la verdad de Cristo y la alegría que brota del amor a él. En la contemplación y en la actividad, en la soledad y en la fraternidad, en el servicio a los pobres y a los últimos, en el acompañamiento personal y en los areópagos modernos, estad dispuestos a proclamar y testimoniar que Dios es Amor, que es dulce amarlo" (Benedicto XVI, Discurso al final de la concelebración eucarística, 2 febrero 2007).
Esta luz elocuente la deseamos poner en el candelero de nuestra vida, dejando que con ella Dios siga narrando su buena noticia para la salvación de los hombres.
Jesús Sanz Montes, ofmObispo de Huesca y de JacaPresidente de la C.E. para la Vida Consagrada

domingo, 20 de enero de 2008

«Lectio divina» en Internet

Iniciativa de los carmelitas bajo la dirección del biblista Carlos Mesters
ROMA, viernes, 21 diciembre 2007 (
ZENIT.org).- Coincidiendo con el tiempo de Adviento de 2007, la Orden del Carmen ha lanzado la «lectio divina» completa, para los tres años litúrgicos, en red, en tres idiomas, informa a Zenit Anthony Cilia, carmelita y webmaster del sitio oficial de la Orden.
«Conscientes del hecho que ‘el Carmelo es una riqueza para toda la comunidad cristiana', como afirmó Juan Pablo II --informa el padre Cilia--, la "Lectio divina on-line" nació fundamentalmente para responder a la pregunta: ¿cómo podemos comunicar nosotros los carmelitas nuestro carisma, y evangelizar al mismo tiempo a los pueblos, a través de Internet?».
Ya desde 1997, por medio del sitio web de la Orden (
www.ocarm.org), se ha ido comunicando una amplia variedad de información y documentación acerca de la Familia Carmelita pero, con el pasar de los años, añade el webmaster de los carmelitas, «sentimos la necesidad de compartir con nuestros usuarios algo que fuera más actual, es decir, alguna experiencia de nuestra vida cotidiana».
En septiembre de 2001, la Orden celebró su capítulo general y durante el mismo fue elegido consejero general el padre Carlos Mesters, «biblista carmelita de fama internacional», indica el padre Cilia.
Aprovechando este hecho, el webmaster del sitio de la Orden, le propuso y dialogó con él sobre la posibilidad de ofrecer a los usuarios la «Lectio divina on-line», o sea, el método de oración cotidiana recomendado por la Regla Carmelita.
Establecieron empezar la experiencia tomando los textos evangélicos del domingo, con el fin de ayudar a todos aquellos que deseaban vivir la Palabra de Dios más intensamente.
La iniciativa, además del padre Carlos Mesters, cuenta con la colaboración de otros muchos religiosos y religiosas carmelitas: Tiberio Scorrano, María Teresa della Croce, María Anastasia di Gerusalemme, Charlò Camilleri, Cosimo Pagliara, Marianerina de Simone, Bruno Secondin, Alexander Vella, Roberto Toni, y de los traductores padres Manuel Anguiano y Anthony Scerri.
El proyecto fue acogido con entusiasmo y durante los tres primeros años, la Lectio fue presentada cada dos semanas, y, en los tres años siguientes, los textos restantes de los domingos, incluidas las solemnidades. Con el Año Litúrgico C (2006-2007), fue completada la Lectio sobre todos los textos evangélicos de los domingos para los tres años litúrgicos.
Además de las frecuentes exhortaciones de Benedicto XVI a todos los cristianos a ampliar su conocimiento de Cristo a través de la práctica de la «Lectio divina», en los mensajes recibidos por el sitio web, muchos de los usuarios se muestran «contentos con este método de oración» y, explica el padre Cilia, «nos pidieron continuar en nuestro empeño, incluso después de haber completado los textos evangélicos de los domingos».
«Impulsados por estos signos de los tiempos, por la sed de la Palabra de Dios y por el empuje del nuevo prior general, desde este Adviento hemos comenzado la "Lectio divina on-line" cotidiana sobre el evangelio del día», añade.
El webmaster comenta que «es difícil decir hasta dónde llega y cuántas personas hacen uso de nuestra "Lectio", ya que la Palabra de Dios navega velozmente por Internet, sin barreras y en silencio».
Los contadores electrónicos dicen que cada semana unos cuatro mil usuarios de todo el mundo visitan el sitio para orar o para descargar la «Lectio» en sus lenguas: Inglés (
www.ocarm.org/lectio/lecteng2.php), español (www.ocarm.org/lectio/lectesp2.php), italiano (www.ocarm.org/lectio/lectita2.php), y utilizarla después personalmente o en grupo.
Además, asegura el padre Anthony Cilia, «los textos de nuestra "Lectio" han sido divulgados, no solamente a través de nuestro sitio y de otros muchos links en sitios religiosos, sino también en la prensa».
La Casa Editorial Carmelita está considerando la propuesta de publicar todos los textos en las tres lenguas. Otras casas editoriales italianas han publicado una selección de textos, mientras que otros están en vías de ser publicados.
De este modo, concluye, «también aquellas personas que no tienen acceso a Internet, o prefieren asimilar la Palabra de Dios de otro modo, pueden aprovecharse de esta riqueza que ofrece el Carmelo».

miércoles, 16 de enero de 2008

De la discoteca al monasterio de clausura (y 2)

Pues bien, eso que Juan no puede explicar y que acontece en un momento determinado de la vida, de la historia personal, eso mismo, pero de forma permanente, es la vida contemplativa: encontrarse con Jesús, por el que antes has sido tú misma encontrada, ir tras él, en lo más simple y cotidiano de la vida, ahondando en ello, reconociendo a Dios incluso en la rutina, en la monotonía de todos los días; contemplarlo no sólo en esos tiempos que dedicamos exclusivamente a la oración, sino en la simplicidad de lo que va aconteciendo, en el rostro de las Hermanas, en el trabajo en el obrador, en el estudio y la formación, en la cruz de las limitaciones. Todo esto no es sino un proceso que desemboca en la vida teologal, es decir, en la experiencia única de que Dios vaya siendo más Dios en ti y tú más tú en Él.
Secretos para la perseverancia
Hay una manera, o mejor aún, un talante existencial que contribuye a conservar el nivel de aceite con el que la llama de la lámpara contemplativa puede nutrirse y mantenerse encendida: El silencio, que en ningún caso es ausencia de lenguaje y comunicación. En un clima de silencio, la contemplativa o el contemplativo percibe de manera especial el lamento de la Humanidad que grita su sufrimiento, su angustia, su desvalimiento a causa de las injusticias practicadas de mil maneras por los fuertes, por los poderosos. En el lenguaje del silencio, una se hace capaz de diálogo con la única Palabra nacida del amor de Dios permitiendo así que su vida sea solamente un eco de ella a través de lo que hace, piensa, dice y siente. La soledad, que no puede ser confundida con una actitud de aislamiento o de inhibición. Se trata de esa soledad habitada por Dios en la que, misteriosamente, están presentes todos los hombres y mujeres que, sin tener un rostro concreto, sin conocer su dramática existencial, están ahí, junto a ti y tú junto a ellos. Esto te hace consciente de que la soledad es una gracia que te posibilita estar espiritualmente cerca de quienes geográfica, económica, étnica o culturalmente están lejos. La oración contemplativa, que, en la peculiaridad de nuestro carisma clariano, es una mirada atenta al Cristo pobre y humilde que encendió el corazón de Clara de Asís, que lo apasionó de tal modo que ya no quiso sino seguir e imitar su vida y pobreza y la de su santísima Madre. Mirarlo como se mira un espejo para contemplar en Él la pobreza de Dios, su abajamiento, su indefensión, su oprobio... ¡por amor!. Al contemplar sus heridas, su muerte infamante, una se atreve a sanar la heridas de las Hermanas que le han sido dadas como un don, una se atreve a morir por ellas, a ser más hermana. Mirando a Jesús una se siente hermana de todos los hombres y mujeres de este mundo y quiere colaborar con Dios, desde su ser eclesial, sirviendo de apoyo de los miembros más débiles que la forman. Mirar a Jesucristo sin más gozo que el de mirarlo y saberse mirada por él a la manera de una madre que no espera nada de ese niño pequeño que contempla mientras duerme y que, precisamente porque no espera nada de él, es capaz de darlo todo, de darse entera. Dios me ha hecho un gran regalo, nos ha hecho un gran regalo a todas las contemplativas y contemplativos del mundo: Dios nos ha llamado exclusivamente para permanecer con todos en Él.

Por María de Jesús Flores Rodríguez, osc Gentileza de Fluvium.org
www.iglesia.org

De la discoteca al monasterio de clausura (1)

Hace diecisiete años, yo era una muchacha más de esas que apuran las horas de la noche entrando y saliendo en la discoteca y en los pubs. Por aquel entonces Dios no era nadie para mí. La cuestión religiosa dormitaba, sin la más remota sospecha de verse sobresaltada o perturbada, en alguna parte de mí misma. Me sentía bien. La cosa cambió cuando, no sé ni cómo, me vi formando parte de un grupo de jóvenes que semanalmente se reunían en el locutorio del convento de mi pueblo en torno a una hermana que hablaba y dialogaba con ellas de Dios, de su propia vocación, en definitiva, de temas religiosos.
Una "movida" pero interior
Esos encuentros, sentadas todas alrededor de una pequeña mesa, al calor de un brasero, en la penumbra misteriosa de aquel sitio, comenzaron a inquietarme interiormente. Poco a poco me iba haciendo consciente de que algo estaba cambiando en mi mundo interior, me experimentaba distinta, aunque no extraña ni rara. Comencé a hacerme preguntas que antes nunca me había planteado. Sentía cierta tensión. Aquello empezaba a ser bastante confuso y los sentimientos aparecían muy contradictorios. Cuando por fin pude poner nombre a toda esta “movida” interior, llegó la decisión: cambiar el locutorio por el claustro y la visita semanal por la permanencia definitiva. Después pude darme cuenta de que todo aquello, supuso una experiencia configuradora, que hizo que me enraizara en la convicción de que el Señor me llamaba a la aventura de decidir mi vida desde lo contemplativo.
La contemplación tan difícil de explicarCuando, después de todos estos años de vida en el monasterio, trato de compartir el significado y el alcance de mi opción por la vida contemplativa clariana con aquellas personas que me lo piden, me encuentro con la dificultad de no acertar a decir lo que quisiera, siempre me quedo con la impresión de quedarme como en la corteza de la cuestión. Me consuela el hecho de que, ni el mismo evangelista Juan, supo expresar lo que sucedió aquella tarde, a la hora décima, después de ser encontrados por Jesús, él y su amigo Andrés (cf Jn 1, 39).

Por María de Jesús Flores Rodríguez, osc Gentileza de Fluvium.orgwww.iglesia.org

jueves, 10 de enero de 2008

Acción y Contemplación

Los santos fueron a la vez gigantes del pensamiento, porque han amalgamado en su personalidad esas dos cosas que nosotros hemos disociado tanto: la acción y la contemplación. La oración es, en una hermosa frase de San Ambrosio, un sueño fecundo. La calma era su fuerza y así, sin ruido, vencían al mundo. San Agustín define a Dios en dos palabras, siempre actuando y siempre quieto. La vida religiosa efectivamente fructuosa está hecha de un sabio equilibrio entre la acción y la contemplación. San bernardo fue el hombre más activo de su siglo, pero era también el más contemplativo. Llevaba la soledad consigo, una soledad con su mundo interior que lo hacía feliz y superior a las cosas externas.
Realmente hemos perdido ese equilibrio, somos o pura oración subjetiva sin resonancia en la acción, o puro activismo que nos seca el alma. En ese clima de ruptura con nuestro mundo interior pululan los reformadores, que cuando rezan parecen anacoretas y cuando trabajan parecen títeres.
Alguno podría pensar que el sistema de vida es hoy tan distinto, que es imposible armonizar o vivir como lo hicieron los santos en la antigüedad. Yo diría que han cambiado las formas pero no el fondo. Los valores que emanan de la naturaleza humana son permanentes e inmutables tanto para el cuerpo como para el alma. Existe una manera de alimentarse, de amar, de pensar, de rezar, que no varía con las épocas. Todo está en armonizar la vida pública con la vida privada, pero esto depende de la calidad espiritual de cada uno, fruto de la cultura personal o de la riqueza interior de cada persona. Todo el problema reside aquí.
El drama del hombre es que ciertos bienes esenciales se pueden perder sin dolor y una vez perdidos no se recuperan más. La libertad, el entusiasmo, el sentido de lo espiritual. Hay facultades del hombre que se pierden para siempre por el mal uso que el hombre hace de ellas. Podemos abusar de la vista contemplando espectáculos degradantes o del oído escuchando mala música, pero no por eso quedarnos ni ciegos ni sordos. Pero si suprimimos el sentido crítico de las cosas, si nos acostumbramos a no razonar, somos como una marioneta agitada por influencias exteriores, como la publicidad, la propaganda, las corrientes de opinión.
Hay que preservar en nuestras vidas zonas de silencio y reflexión. Todavía podemos elegir entre las múltiples solicitaciones que nos asaltan y podemos rechazar lo malsano. Hay muchos, que habiéndose olvidado de abastecerse en la fuentes de la vida interior, tienen necesidad de ser constantemente reanimados por las aportaciones del mundo exterior, porque cuando entran dentro de si mismos, no hallan más que vacío y se apresura a huir.
Monseñor Antonio Gonzalez