sábado, 27 de noviembre de 2010

REFLEXIÓN PARA EL ADVIENTO: El desierto florecerá. Ansel Grüm

El Adviento nos promete que nuestro desierto  será transformado y empezará a florecer. Hablamos del desierto de hormigón de nuestras ciudades, del desierto de los corazones humanos.El desierto es una imagen de la soledad, el abandono, la falta de sentido, la carencia de relacióny el vacío. Estamos sin hogar, y hay en nosotros fuerzas salvajes e indómitas que hacen parecer feo nuestro rostro. El desierto es el lugar donde nos vemos inexorablemente enfrentados cara a cara con nosotros mismos y con nuestra desagradable realidad.    
     Para poder preparar el camino al Señor, primero debemos atrevemos a salir al propio desierto. Es en el desierto de nuestro corazón donde tenemos que prepararle el camino. Debemos mirar todo cuanto de reprimido, de encubierto, de indefinido ... hay en nosotros, y ponerlo ante Dios. Precisamente ahí quiere Dios venir a nosotros, no en las avenidas de nuestro éxito y nuestros logros. A nosotros nos gustaría encontramos con Dios fuera de nosotros, en edificantes celebraciones litúrgicas, en la comunidad de personas afines. Pero Dios quiere salimos al encuentro precisamente en nuestro desierto, donde desea hallamos para celebrar con nosotros la fiesta de la redención, para hacerse uno con nosotros y transformar todo cuanto hay en nosotros. Sólo cuando dejamos entrar a Dios en nuestro desierto, puede hacerse realidad lo que nos promete Isaías en lostextos que se leen en este tiempo.   
      El Adviento nos promete que en nuestro desierto podemos encontrar una fuente de la que beber. El desierto no es sólo el lugar del vacío y la falta de sentido, de la tentación y la seducción, sino también el lugar de la experiencia de Dios y del encuentro con Dios.   
      En el tiempo de Adviento podemos reunir el  valor necesario para entrar en nuestro desierto.
         Allí hemos de experimentar que Dios está cerca de nosotros, que nos lleva en sus manos en nuestros momentos de soledad. Lo mismo que a Elías, que se deseó la muerte en el desierto, Dios envía a cada uno su ángel. En medio del desierto experimentamos a Dios como aquel que nos aguarda. La consoladora promesa del Adviento nos asegura que al final de la experiencia del desierto se encuentra la alegría.
  Texto seleccionado de “La alegría de la Navidad”. Anselm GRÜM, O.S.B. 


http://www.monasterioescalonias.org/reflexion-semanal/328-reflexion-para-el-adviento-el-desierto-florecera-ansel-gruem.html

martes, 23 de noviembre de 2010

Qué es un monje

        La vida monástica es una vida de renuncia y de alabanza a Dios única y exclusivamente por su amor. ¿Se ha de considerar esto todavía como algo a lo que un hombre sensato puede dedi carse en el siglo XXI? ¿No será simplemente un modo de evadirse de la vida? ¿No será un rechazo de la amistad con otros hombres, pura misantropía, huida, desilusión?
       El monje debe comprender los motivos que lo han traído al monasterio, y de cuando en cuando, a medida que avanza en su vocación, debe volver a examinarlos. Una actitud  defensiva  no está en conformidad con la vida monástica. No se concibe que un monje intente convencer a todo el mundo de que su vida tiene justificación. Lo que él únicamente espera es que lo consideren como es, que lo tomen por lo que es, porque no pierde el tiempo en procurar convencer a los demás y a sí mismo de que representa algo verdaderamente especial.
       El monje está interesado no tanto por sí mismo como por Dios y por aquellos a quienes Dios ama. No busca justificarse a sus propios ojos considerándose en ventaja con respecto a los demás, antes bien se ve a sí mismo y a todos los demás hombres con él a la luz de los hechos decisivos e importantes que nadie puede esquivar... El sentido de la vida que casi siem pre es oscuro y a veces parece indescifrable. La felicidad parece estar más lejos de las personas a medida que el mundo tiene mayor prosperidad, comodidad y confianza en su propia capacidad. El pecado es el cáncer del espíritu que no sólo des truye al individuo y su posibilidad de ser feliz, sino a comunida des enteras y a naciones. Es el causante del conflicto humano, del odio, de la agresión, de la destrucción, subversión, fraude y uso sin escrúpulo del poder. El hecho de que hombres que rehúsan creer en Dios, porque consideran que tal creencia es irracional, se sometan ilógicamente a formas más bajas de fe: creen ciega mente en todo mito mundano, sea el racismo, el comunismo, el nacionalismo o cualquier otro de los muchos mitos que los hombres de hoy día aceptan sin vacilar.
       El monje se encara con esta realidad desconcertante y tam bién se enfrenta con el vacío religioso del mundo actual. Es muy consciente de que para muchos hombres, como para Nietzsche, «Dios ha muerto». Sabe que esta «muerte» aparente de Dios es de hecho expresión de un fenómeno moderno perturbador: la aparente incapacidad del hombre para creer; la muerte de la fe sobrenatural. Sabe que la semilla de esta muerte está en él, pues, aunque sea creyente, se da cuenta de que también en él existe la posibilidad de infidelidad y de caída. El sabe mejor que nadie que la fe es un don de Dios y que ninguna virtud puede dar al hombre un pretexto para jactarse delante de Dios...
       El monje hace esta entrega sabiendo lo que cuesta, cons ciente de que no le exime de las dudas y luchas del hombre actual; pero cree que posee el secreto de esas luchas y que puede dar a su vida un sentido que no sólo es válido para él mismo, sino para todo el mundo. Este sentido lo descubre mediante la fe, aunque no en argumentos sobre la fe. Por supuesto la fe no se opone a la razón, puede demostrarse que es racional, a pesar de no poder ser «probada» racionalmente. Pero cuando uno cree puede llegar a comprender el sentido profundo de su fe, válido para sí y para los demás. Tanto esta fe como esta posible comprensión de su sentido son dones especiales de Dios.
El camino monástico,  págs. 18-19[1].
[1] The Monastic Journey, Sheldon Press, London 1977. El camino monástico, Verbo Divino, Estella, Navarra 1986, Tomás Gallego, trad

sábado, 20 de noviembre de 2010

El camino monástico: una carta sobre la vida contemplativa

El mensaje de esperanza que te ofrece el contemplativo no consiste en que tengas que buscar tu camino a través de la jungla de palabras y problemas que hoy envuelven a Dios, sino que Dios te ama, lo entiendas o no, que está presente en ti, que habita en ti, que te llama, te salva y te ofrece un conocimiento y una luz que no tienen comparación con nada que hayas encontrado en los libros u oído en los sermones. 
El contemplativo no tiene nada que decirte, sino alentarte y asegurarte que si te atreves a penetrar en tu propio silencio, a caminar en la soledad de tu propio corazón, y a arriesgar el compartir esta soledad con el otro solitario que contigo y a través de ti busca a Dios, llegarás a encontrar la luz y la capacidad para entender lo que está más allá de todo lo que se puede decir o explicar, ya que está demasiado cerca para poderse explicar: la íntima unión en las profundidades de tu propio corazón entre el espíritu de Dios y tu más recóndito y oculto yo, de modo que tú y él seáis en verdad un solo Espíritu.


http://www.palabracubana.org/Articulos/semillas-contemplacion.htm

domingo, 14 de noviembre de 2010

Los iconos, un camino de espiritualidad

P. José Rafael Prieto. Sus iconos creados con la técnica antigua (S. XV) y con los cánones religiosos de la tradición, son fuentes de luz espiritual.
Sacerdote desde hace 20 años, el P. José Rafael Prieto Santana, ocupa el cargo pastoral de párroco en un pueblo de Huelva, Bonares. Diez años después de ser ordenado en el ministerio sacerdotal recibió el don de pintar iconos. Sus iconos creados con la técnica antigua (S. XV), donde la iconografía llega a su culmen y con los cánones religiosos de la tradición, son fuentes de luz espiritual que nos introducen en la adoración y contemplación del misterio.

Nos explica cuales son los pasos a seguir para la elaboración de un icono o como él llama "escribir un icono" ya que estos son "palabras para los ojos"

Pintar iconos, afirma: "Me lleva a tener una mirada contemplativa sobre el hombre, verdadero icono de Dios. Detrás de cada rostro, hay un infinito misterio insondable, lleno de belleza y dignidad por él, que hay que dar la vida a la manera del icono del Padre que es Jesús".

"Vivo cada momento de la ejecución como momento de Dios. Me siento en sus manos. No puedo pensar en el resultado final".

El iconógrafo pinta allá donde pierde pie, donde su arte no lo posee sino que es poseído, allá donde se deja hacer, allá donde se refleja la imagen icónica de Dios, la belleza del Señor.

El icono nos enseña la actitud que debemos tener frente a Dios durante la oración. El icono en cuanto a materia no deja de ser un símbolo pero lo que no es materia es su significado.

Consciente de la pérdida del valor del icono en la sociedad de consumo de nuestro mundo occidental, el Padre José Rafael puede escribir para ti un icono por encargo, siempre y cuando compartas la seriedad y el sentido de las tablas sagradas y, además estarás presente cuando el icono se realice.

Visita el sitio que el P. José Rafael Prieto 

www.terra.es/personal/joprisan/

Autor: Ma. de la Luz Macedo
http://es.catholic.net/comunicadorescatolicos/730/2300/articulo.php?id=2431

viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Qué son los iconos?

Los iconos son la representación de la Virgen, Jesucristo y los 


santos que veneran y reverencian en la iglesia ortodoxa, de los países del Este de Europa, esencialmente Grecia y Rusia. Los iconos se hallan asociados indisolublemente a la oración y la liturgia de la religión de dichos países, pero a causa de los incesantes cambios en los usos y costumbres, así como en las formas de adoración, durante el recorrer de los tiempos se ha producido gran número de iconos de muy distintos géneros. 

De todos modos, el elemento tal vez más importante de la iglesia ortodoxa es la iconostasia que en ella figuran. La iconostasia es la separación entre la nave de un templo, accesible libremente a la comunidad, y el espacio que rodea el altar abierto, con salas a uno y otro lado, donde solamente puede entrar la clerecía. Como imagen, el icono se halla situado entre lo que se puede divisar con la vista y lo trascendente.

La pintura del icono desconoce el espacio tridimensional que fue como una ilusión óptica en Occidente después del Renacimiento mediante la perspectiva central. En cambio, en general, hay un espacio de imagen que se abre hacia atrás y se extiende poco en profundidad donde los personajes representados sin relieve alguno están engrandecidos o empequeñecidos en función de su rango honorífico y de su significado interno.

Los iconos son, en realidad, meras alegorías, dueñas de un lenguaje especial, como lengua de la imagen y en agua del símbolo. Los iconos datan de los mismos orígenes del cristianismo. Sus inicios se remontan a las imágenes conmemorativas del final de la antigüedad, o sea del siglo I al IV después de Cristo.

Los iconos más antiguos, entre los que se conservan, son de los siglos VI y VII, y casi todos ellos se guardan en el monasterio de Santa Catalina, en el SINAB.

Un poco de historia sobre los iconos 


Desde los primeros siglos del cristianismo, es factible encontrar un cambio fundamental en el modo de hablar de la imagen y de representarla en el Antiguo Testamento: había una prohibición de pintar imágenes de Dios para no incurrir en una deformación de la imagen inmaterial y espiritual del dios único y verdadero (Dt. 4, 15-20).

a) Una primera evolución se registra en algunas formas del arte primitivo judío-cristiano, tanto en las antiguas iglesias-sinagogas de Oriente medio como, definitivamente, en las imágenes de las catacumbas y más tarde en los mosaicos de las iglesias. Hay incluso una serie de datos que quieren justificar el culto alas imágenes en el ambiente cristiano, como la leyenda del Mandylon del Rey Abgar de Edessa o la de la Verónica. También podemos añadir la Leyenda de San Lucas, el evangelista, a quien se le atribuyen muchos cuadros o imágenes de la Virgen tanto en Oriente como en Occidente.

Acerca de las imágenes de Cristo, especialmente de su rostro, hay en la antigüedad cristiana una cierta uniformidad en sus rasgos y un gran parecido con los rasgos del rostro de Cristo tal como aparece en la Sábana Santa de Turín.

Durante el tiempo del iconoclasmo se perdieron muchas pinturas antiguas que querían remontarse al retrato original de Cristo. Quizá una de las más antiguas y bellas es un icono de Cristo que se conserva en el monasterio de Santa Catalina del Sinaí y se remonta al siglo VI.

b) Las primeras manifestaciones iconográficas en el arte de Occidente las tenemos en las catacumbas, con una cierta imitación de algunas formas paganas. Orfeo se convierte en el Buen Pastor, hay escenas del A.T., se pintan escenas evangélicas e imágenes simbólicas como el pez, el áncora, la cruz, la paloma, el pavo real, signo de la inmortalidad. Hay rostros de Cristo, de la virgen y de algunos santos, imágenes de orantes y de la cena eucarística.

De las paredes de las catacumbas se pasa a los bajorelieves y sarcófagos, donde van apareciendo las principales escenas evangélicas tradicionales: adoración de los magos, resurrección de Lázaro, la ascensión, etc. Todas estas imágenes están representadas con bastante perfección en el siglo VI.

Por la constancia en los detalles de ciertas representaciones se ve como se va fijando una escena, a modo de canon o forma tradicional de representar los misterios con una cierta uniformidad que ha permanecido en Oriente y en parte en los lugares de Occidente que han recogido esta tradición: San Marcos de Venecia, Monreal en sicilia, la capilla Palatina de Palermo, etc.

c) A partir del siglo VI la iconografía conoce en Oriente y en Occidente una gran época de esplendor que se manifiesta en la integración del arte con la liturgia, en la construcción y adorno de las basílicas, entre ellas la más hermosa que fue la de Santa Sofía en Constantinopla.

d) Una lucha encarnizada contra las imágenes que dura casi 120 años turba en oriente la paz eclesial. En el año 725 el emperador cesaropapista León III el Isáurico condena el uso de las imágenes en la Iglesia con el pretexto de que se puede caer en el error de la idolatría. En el año 729 se desencadena la lucha popular, capitaneada por los mojes, partidarios de la veneración de imágenes y de la tradición.

El concilio de Nicea 11, año 787, clarifica la doctrina y justifica la iconografía y la veneración de las imágenes apelándose al hecho de la Encarnación, al servicio religioso de los fieles que necesitan contemplar los misterios, al sentido de la veneración de los imágenes con una referencia directa alas personas que representan tales imágenes, de tal manera que su contemplación lleve ala imitación de los modelos. La lucha solo se calmó, en el año 843 con un edicto de la Emperatriz Teodora, que sanciona el triunfo de la doctrina conciliar.

e) El triunfo de la Ortodoxia renueva el fervor por las imágenes en oriente. Todo el medio oriente ortodoxo deja, a través de los siglos, ejemplares estupendos de su arte en las iglesias-grutas de Capadocia, en los templos adornados con bellos y esplendorosos mosaicos, en las paredes de los monasterios, en los iconostasios de las iglesias. Con la extensión del cristianismo oriental por toda la parte de los Balcanes y en Rusia, a partir del siglo IX, tendremos de nuevo una posibilidad de ramificación de este arte con la creación de varios tipos y escuelas de iconografía oriental.

A partir del siglo XVII la iconografía en el oriente Medio y en Rusia conoce la decadencia de la imitación de las formas occidentales, casi con un cierto complejo de inferioridad del arte clásico bizantino y ruso.

En occidente tenemos una continuidad tradicional con la iconografía oriental en los primitivos pintores italianos, en el románico catalán, etc. poco a poco se va desintegrando este arte hasta llegar al renacimiento que se aparta de la imagen teológica de oriente en aras de una imitación naturalista de los episodios. Hay en esto algunos valores, pero también algunos defectos fundamentales, el Arte sagrado se desgaja de la tradición y de la teología, con perjuicio del arte y de su reflejo en la profesión de la fe de los cristianos.

Los iconos rusos 

Durante largo tiempo, los historiadores y los expertos en religión ignoraron los iconos de la escuela de Moscú, seguramente porque cuando se inició el estudio de tales iconos y de este arte ortodoxo, solamente algunos habían sido autentificados.

Para comprender esto preciso es saber que en 1204, Constantinopla fue conquistada por los ejércitos de la IV Cruzada, que la convirtieron en capital del Imperio Latino, y los pintores de iconos apenas consiguieron seguir con su auge, por cuya razón se ve en esa fecha de 1204 el final de la época bizantina media.

En 1453, los turcos adeptos al Islam invadieron el Reino bizantino y la caída de ese Imperio, antaño tan potente, así como la de todas las obras maestras que en él vieron la luz, estaba ya sellada.

Sin embargo, la pintura de los iconos sobrevivió a este suceso trascendental, puesto que Bizancio había propagado su influencia a grandes regiones de Oriente.

Por consiguiente, el hijo más importante del arte bizantino era Rusia, pero en ese país, lentamente, los artistas fueron hallando su camino propio. Especialmente respecto al colorido y a la manera de dibujar, aunque variando poco en cuanto a los temas, los tipos de personajes, composiciones y demás.

Por su parte, fue Novgord el centro más importante de la iconografía rusa, ya desde el siglo XII, con rasgos artísticos propios, caracterizándose en efecto más que nada por el colorido claro, casi radiante.

En realidad, el auge iconográfico se logró en Rusia con la llegada de Andrei Rublev y Teófanes el Griego.

La pintura de iconos rusos obtuvo un nuevo impulso durante los siglos XVII y XVIII gracias a las composiciones de la Escuela Stroganov. Son unos iconos en cuyo dorso se indica que fueron pintados por los miembros de la famosa familia de comerciantes Stroganov, más adelante cercanos al trono ruso.

Hasta el siglo XVII, la pintura de iconos en Rusia rechazó tercamente toda influencia de Occidente. Pero esta actitud negativa cambió gracias a los esfuerzos renovados de un gran maestro llamado Simón Uchakov (1626-1686). Éste trabajó primero en un taller de orfebrería, de lo que en aquella época se llamaba ´´taller de culatas y cámaras de armas de fuego´´, por estar situados dentro del arsenal militar.

La Revolución de 1917 arrinconó en Rusia el arte de los iconos. Esto fue así porque la fe y los credos ortodoxos no se armonizaban con la ideología comunista, para la que la religión era tan sólo, en palabras de Lenin, el ´´opio del pueblo´´, Y el arte decorativo sustituyó al de los iconos. 

Autor: Jorge Hidalgo 
http://es.catholic.net/comunicadorescatolicos/730/2300/articulo.php?id=18342

jueves, 11 de noviembre de 2010

España alberga 950 monasterios y 14.000 religiosos

Los productos artesanales y de gran calidad, claves para su supervivencia


Los religiosos españoles han sabido adaptarse a los nuevos tiempos y, en una época en la que predomina la economía de mercado, han intentado hacerse un hueco con sus productos artesanales. Una de las iniciativas puestas en marcha en este sentido es «Monasterios y Conventos», impulsada por la Fundación Amplexus, una organización sin ánimo de lucro.


El objetivo del proyecto de esta ONG es ayudar y colaborar con la vida monástica española y poner al alcance de todos, productos artesanales de alta calidad y de producción limitada.

Más del 50 por ciento de la vida monástica del mundo se encuentra en España formando parte de un riquísimo patrimonio artístico y cultural que «debemos cuidar y conservar», defienden desde la fundación. Así existen en nuestro país alrededor de 950 monasterios y conventos y son aproximadamente 14.000 religiosos y religiosas los que viven en ellos.

Todo este entorno y sus necesidades son conocidos para muchos pero hay que hacer hincapié en la importancia que tiene el dar a conocer mejor su trabajo y su forma de vida. Ésta es una ayuda muy valiosa para todos los centros de vida contemplativa y por ello trabaja «Monasterios y Conventos» con «ilusión y esfuerzo».

70 centros asociados

Más de setenta monasterios y conventos de toda España colaboran en «Monasterios y Conventos» y nos ofrecen sus mejores labores hechas con toda la dedicación y amor que sólo los monjes y monjas pueden poner en todo lo que hacen (dulces, confitería, pastas, jabones, artesanías...).

Pero son muchos todavía los que viven una situación delicada para subsistir. Por eso «Monasterios y Conventos» trabaja cada día para tener nuevas incorporaciones hasta abarcar los cerca de 950 que existen en nuestro país.

Los ingresos generados por esta actividad se destinan, en primer lugar, a los monasterios participantes, asegurándoles unos recursos que solucionen sus necesidades cotidianas.
Además, los propios colaboradores de la «Monasterios y Conventos», junto con el Comité Asesor, tienen la oportunidad de proponer y decidir qué fines y proyectos concretos se convierten en receptores de ayudas directas, a partir de los recursos generados gracias a su colaboración.

Los principales objetivos de la Fundación Amplexus son dinamizar la actividad propia de los conventos, mediante la compra constante y continuada de productos a los conventos y monasterios que deseen participar del proyecto, y poner al alcance de todos una serie de productos artesanales de alta calidad y de producción limitada.

Con los resultados de esta iniciativa se pretende, por un lado, dotar de recursos a las órdenes para solucionar sus necesidades cotidianas y, por otro lado, acometer proyectos generales de mayor magnitud que están asesorados por el comité de «Monasterios y Conventos».


Una comisión para gestionar los recursos
- La iniciativa «Monasterios y Conventos», impulsada por la Fundación Amplexus, cuenta con un comité asesor cuyo cometido es verificar el correcto funcionamiento del proyecto y asesorar sobre los diferentes fines a los que van destinados los recursos que se generen con la venta de los productos artesanales de alta calidad y producción limitada elaborados por los religiosos.
- El comité está formado por personas que por su trayectoria sean refutados conocedores del mundo monástico, sus tradiciones y normas. Las personas encargadas del buen funcionamiento del proyecto son Paloma Gómez Borrero, Joaquín Martinena Lorente, Luis Pérez Escolar, Gerardo Iracheta Vallés, Luis Hernández Cardona y Francisco J. Camuñas Yuste.



6 Noviembre 10 - Madrid - La Razón

jueves, 4 de noviembre de 2010

La plegaria en pie con los brazos extendidos y elevados

La posición rígida era la postura acostumbrada de los pueblos antiguos durante el servicio religioso y en general ante una persona de autoridad. También los hebreos oraban en el templo y en la sinagoga de pie, con la cabeza descubierta, elevando las manos al cielo. Los primeros cristianos, en memoria de Cristo y del Apóstol, usaron en sus costumbres rituales el mismo gesto simbólico, pero imprimiéndole un nuevo significado: el sentimiento del ser humano, que no es ya más esclavo del pecado, sino libre, por ser hijo de Dios, hacia el cual puede elevar confiadamente sus ojos y manos como a su Padre. Una representación viva de tal postura cristiana en la oración es la figura del orante, que nos han dejado con profusión los frescos y sarcófagos antiguos. En ellos, el orante aparece en pie, la cabeza elevada y erguida, los ojos elevados al cielo, las manos extendidas en forma de cruz.
Que los fieles oraban ordinariamente así en los primeros siglos, nos lo atestiguan ampliamente los escritores de aquel tiempo, comenzando por Clemente Romano, Tertuliano y San Cipriano, hasta San Juan Crisóstomo, San Ambrosio y San Máximo de Turín (+ 465). El canon 20 del concilio de Nicea lo manda expresamente.
La práctica de orar en pie se mantuvo siempre en la Iglesia; aun hoy día muchas antiguas basílicas están desprovistas de asientos. Pero la liturgia la prescribe en particular los domingos, durante el tiempo pascual, en la lectura del evangelio, de los cánticos y de los himnos. Análoga disciplina se encuentra en las Reglas monásticas más antiguas del Oriente y del Occidente, según las cuales los monjes, durante la salmodia, debían estar en pie: “ Sic stemus ad psallendum, ut mens nostra concordet voci nostrae ”(1) dice San Benito en el cap. 19 de la Regla. La postura se hacía menos gravosa apoyándose en soportes en forma de tau, en forma de brazuelos ( cambutae que muchas veces se unían a los bancos del coro. La disciplina se conservó con alguna resistencia hasta el siglo XI; en esta época comenzó por vez primera a mitigarse, aplicando a los sitiales del coro unos apéndices (llamados "misericordia") sobre los que se apoyaba la persona sin estar propiamente sentada, hasta que entró la costumbre de sentarse sin más. Los asistentes al coro se levantaban, como constata el concilio de Basilea (1431, 49), solamente al Gloria Patri . Esta mayor amplitud se tomó del ceremonial de los obispos; pero la antigua severidad se conserva todavía en diversas familias religiosas masculinas y femeninas.
Venerable rito dominico
La posición erguida en la oración, si era para los fieles una práctica vivamente inculcada, para el sacerdote fue siempre considerada una regla precisa cuando cumplía los actos del culto, es decir, en las funciones de mediador entre Dios y los hombres. Al ejemplo de Moisés, del cual está escrito: “ Stetit Moyses in confractione” (2) . San Juan Crisóstomo observa: “ Sacerdos non sedet sed stat; stare enim signum est actionis liturgicae” (3) La más antigua representación de la misa en el cementerio de Calixto, del final del siglo II, nos muestra al sacerdote de pie y con las manos dirigidas hacia el tríbadion que lleva las oblatas. Por eso en la misa, en la administración de los sacramentos y en los sacramentales, en el oficio divino, el sacerdote adopta la posición erguida. Sobre este particular, la Iglesia fue siempre rígido guardián de la antigua costumbre; sólo cedió en un punto, como antes decíamos: la salmodia.
El gesto en la plegaria con los brazos abiertos en forma de cruz fue el predilecto de las primeras generaciones cristianas por su místico simbolismo con Cristo crucificado. Tertuliano lo presenta, en efecto, con una postura original cristiana frente a un gesto pagano similar: “ Nos vero non attollimus tantum, sed etiam expandimus manus et dominica passione modulati, orantes, confitemur Domino Christo” (4) . La vigésimo séptima de las Odas que llevan el nombre de Salomón (siglo II) delinea poéticamente la figura: “Tengo extendidas mis manos y he alabado a mi Señor; porque el extender mis manos es la señal de Él; y mi postura erguida, el madero en pie. ¡Aleluya!”
Así, Santa Tecla (c.190) se presentó, poco antes de morir en la arena, de pie, orando con los brazos abiertos, en espera del asalto de las fieras. San Ambrosio exhortaba a rezar así: “ Debes in oratione tua crucem Domini demonstrare (5) ” ; y él mismo, según su biógrafo Paulino, extendido sobre el lecho de muerte, oró con los brazos en cruz. San Máximo de Turín (+ d.465) insiste particularmente sobre este gesto en la plegaria. "El hombre — dice él — no tiene más que levantar las manos para hacer de su cuerpo la figura de la cruz; he aquí por qué se nos ha enseñado a extender los brazos cuando oramos, para proclamar con este gesto la pasión del Señor."
Esta expresiva actitud en la oración continuó durante toda la Edad Media, especialmente en los monasterios de Italia e Irlanda, Los monjes usaban de ella como de un estímulo para un fervor mayor. A veces también, prolongada, sirvió como un duro ejercicio de penitencia, que se ejecutaba apoyando el tronco y los brazos en una cruz. Pero es sobre todo en la liturgia donde se mantuvo unida a las oraciones más solemnes y antiguas de la misa: las oraciones y el prefacio con el canon. Es verdad que para ambas la rúbrica actual del misal prescribe una idéntica modesta elevación y expansión de los brazos; pero una secular tradición litúrgica hasta todo el siglo XV imponía al sacerdote que durante el canon, y sobre todo después de la consagración, tuviese los brazos abiertos en forma de cruz. Quizá en Roma la costumbre era menos conocida que en otras partes. La antigua práctica no ha desaparecido; sobrevive en alguna congregación religiosa y en ciertos países de fe más viva, y es conmovedor verla de hecho alguna vez en algún monasterio por grupos enteros de peregrinos.
NOTAS
  1. Hemos de estar en pie para cantar los salmos, a fin de que nuestra mente concuerde con nuestra voz.
  2. Se puso de pie Moisés ante la abertura (de la tierra que se tragó a Datán y a la asamblea de Abirán).
  3. El sacerdote no se sienta, sino que está de pie; estar de pie, en efecto, es signo de acción litúrgica.
  4. Nosostros en cambio, no alzamos tan sólo las manos, sino que las extendemos e imitando la Pasión del Señor al orar, confesamos a Cristo Señor.
  5. Debes en tu oración demostrar la cruz de Cristo.
    Dom Gregori Maria

OTRA FORMA DE VIVIR. Paradojas de la vida monástica

La vida de los monjes nos produce, a los que no lo somos, cierta curiosidad y perplejidad debido, en gran parte, a desconocimiento. Enzo Bianchi contesta a las preguntas de G. Caramore y nos expone las características de esta otra forma de vivir, llena de un dinamismo que nada tiene que ver con los muros, generalmente vetustos, en los que viven los monjes.
Se nos presentan así, con un estilo claro y ameno, ciertas paradojas que no son sólo propias del monacato sino de cualquier persona que quiere vivir seriamente la vida cristiana: soledad y compromiso, obediencia y libertad, autonomía y comunidad, trabajo y oración, etc.

Extracto del Índice:

Prólogo de G. Caramore.
1/ El desierto y el mundo: Una vida "inactual" y gratuita. El desierto como experiencia humana y lugar de lucha.
2/ Obediencia y libertad: Vivir en comunidad. Todos responsables y libres.
3/ Soledad y comunidad: La aceptación del otro. Superación de las disensiones. La hospitalidad.
4/ Trabajo y oración: No acumular las riquezas. El trabajo de la oración.
5/ Tentaciones y profecías: Deseo del poder, de poseer y de aparentar.

Enzo BIANCHI, monje italiano, es el fundador y prior de la Comunidad de Bose, en el norte de Italia, caracterizada por ser ecuménica y mixta, centrada sobre todo en la lectio divina

Autor: Bianchi, Enzo 
Fecha de la edición: 2008 
ISBN: 978-84-277-1574-5 
Número de páginas: 104

Monasterios. Ayer, hoy y mañana

En este enlace
http://www.cistercium.es/articulos/Monasterios%20ayer%20hoy%20y%20manana.pdf
página web de la Revista Cistercium, revista monástica cisterciense, podrá encontrar una conferencia de interés escrita por el cisterciense Francisco Rafael de Pascual, ocso, (Abadía Cisterciense de Sta. Mª de Viaceli,
Ávila, noviembre de 2000) titulada:

"Monasterios ayer, hoy y mañana: Caminos de Mística y Contemplación
Habla del monacato primitivo, del monacato benedictino y cisterciense, de Thomas Merton, ... aportando una amplia bibliografía así como páginas webs para quienes quieran ampliar conocimientos.
Merece la pena echarle un vistazo.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Pasa a formar parte del coro de vírgenes

Se llamaba hermana María Gonzaga. En marzo del año pasado habíamos celebrado con gran alegría sus bodas de plata de consagración al Señor. Pertenecía al 2º Convento de la Visitación (visitandinas - salesas) de Madrid - C/ San Bernardo 72.
Tenía una afección de corazón, curioso, pues su orden a través de las revelaciones hechas a Santa Margarita María Alacoque, propaga la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Nació a la vida eterna, el 25 de Octubre y  seguirá cantando como lo venía haciendo  más de 25 años, para  su SEÑOR, pero ahora cara a cara, disfrutando de su presencia eternamente.
Hermana María Gonzaga, intercede por nosotros.