sábado, 26 de septiembre de 2009

Las monjas cartujas

La existencia de las monjas cartujas se remonta a los orígenes de la Orden de los cartujos. Es en 1145 que las monjas de Prébayon en Provenza, al sur de Francia decidieron abrazar la regla de vida de los monjes de Chartreuse. Ellas fueron acogidas en la Orden por San Antelmo, entonces prior de la Cartuja. Así nació la rama femenina de nuestra Orden. Desde ese momento las monjas cartujas forman con los monjes una única Orden bajo la dirección del mismo Ministro General, el prior de la Gran Cartuja.

Como para ellos, la vida de las monjas cartujas es una vida contemplativa marcada por la soledad. Todo nuestro deseo es responder al llamado de Dios devolviéndole amor por Amor. Nuestros monasterios, alejados de las ciudades, son «desiertos» con el fin de favorecer el encuentro con Dios. En efecto, nuestra aplicación principal y nuestra vocación son encontrar a Dios en el silencio y la soledad. Allí Dios y su servidor mantienen frecuentes coloquios, como se hace entre amigos.

Compartimos pues con los monjes cartujos la misma vocación y el mismo espíritu. Pero ciertas particularidades, al tiempo que nos diferencian de ellos, le otorgan a nuestra vida un sello propio. Nuestros Estatutos no se encuentran en este sitio web; enumeramos aquí ciertos puntos que merecen ser precisados.

Al igual que en la rama masculina hay en la rama femenina monjas de claustro, dedicadas más especialmente a la soledad de la celda, monjas conversas y donadas. La formación para la vida cartujana dura aproximadamente ocho años y sigue las mismas etapas que la de los monjes. Luego de la profesión solemne o de la donación perpetua, las monjas que lo desean pueden recibir la consagración virginal.

El hábito de las monjas es similar al de los monjes: hábito blanco y cogulla con bandas laterales para las profesas. Pero en lugar de la capucha de los monjes las monjas llevan toca con velo.

En todas las casas de monjas hay uno o dos padres cartujos que garantizan las funciones sacerdotales según el rito cartujano: celebración de la Eucaristía y Ministerio de la reconciliación. Junto con estos padres ordinariamente hay uno o dos hermanos encargados de los trabajos que no pueden ser realizados por las monjas. Padres y hermanos viven en un edificio separado.

Nuestros Oficios litúrgicos son idénticos a los de los monjes. Sin embargo el Oficio de Maitines, a la medianoche, simplemente se recita en lugar de ser cantado, lo que reduce en aproximadamente media hora la duración de nuestra vigilia.

Cada semana hacemos un día de abstinencia pero no a pan y agua: ese día no se nos sirve ni huevo ni pescado, ni tampoco leche, manteca ni queso. El Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo son también días de abstinencia; estos días, las monjas que pueden se contentan con pan y agua. Algunos días y en ciertos períodos del año tomamos solamente una comida al mediodía y una pequeña colación por la tarde. Además, en todo tiempo del año, se nos concede a modo de desayuno una bebida y un trozo de pan.

La edad de admisión de las interesadas está comprendida entre los 20 y los 35 años, aunque siempre se puede considerar la posibilidad de una excepción si existen razones serias que hagan pensar en una vocación verdadera.

Las monjas cartujas han conocido en su historia las mismas duras pruebas que los monjes. En 1794, a causa de la Revolución francesa, todas las cartujas de mujeres fueron cerradas, aunque en 1816 algunas monjas que habían sobrevivido volvieron a darle vida a la rama femenina de la Orden que cuenta actualmente con cinco casas en Europa (dos en Francia, en el Macizo Central y en Provenza, dos en Italia y una en España) más una fundación en curso en Corea (Ver lista de casas).

Tras los pasos de los primeros cartujos, «permaneciendo bajo la dirección del Espíritu Santo y dejándose formar por la experiencia», las monjas cartujas quieren permanecer fieles al carisma de su Padre San Bruno.

http://www.chartreux.org/es/moniales/histoire.html

domingo, 6 de septiembre de 2009

La vida monástica no puede eludir la llamada a evangelizar

“La vida monástica, más o menos retirada del mundo, no puede eludir la llamada urgente a la evangelización que le llega hoy de la Iglesia”, afirma Joan-Carles Elvira, osb., prior del monasterio de Santa Maria de Monserrat (Barcelona) y presidente de la Sociedad de Estudios Monásticos, indicando la ineludible misión que los monjes y monjas comparten con todos los cristianos.”Habitualmente se ha entendido la vida monástica como una fuga mundi, pero a lo largo de la historia, las influencias entre cultura monástica y cultura secular han sido recíprocas”, añade.
Para Elvira, la gran aportación del monacato a la cultura secular se deriva de la veracidad de su testimonio: “Una comunidad que ora y acoge, que escucha incondicionalmente, que crea un clima fraterno… facilita encuentros en profundidad que cambian la vida y transmiten una verdad del ser humano sólo explicable desde Dios”. Con respecto al valor que pueden extraer de la sociedad actual, afirma que son “muy sensibles hacia la aspiración de muchos contemporáneos laicos a verificar en qué modo la fe cristiana humaniza”.
El prior del monasterio de Montserrat sostiene que la esperanza en el futuro de la vida monástica es tan firme como “la promesa del Resucitado a permanecer siempre con los suyos, con su Iglesia”. “Siendo muchos o pocos, siempre habrá bautizados que sentirán la llamada a seguir radicalmente a Cristo en la vida monástica, sean cuales sean sus formas”.
Con estas reflexiones, Joan-Carles Elvira, resume a Vida Nueva algunas de los temas abordados durante la XXXII Semana de Estudios Monásticos, celebrada del 30 de agosto al 3 de septiembre en Santa Marta de Tormes (Salamanca).

04.09.2009 Marina de Miguel

Más información en el nº 2.673 de Vida Nueva

sábado, 5 de septiembre de 2009

Contemplación


El contemplativo trabaja, lee, pasea, viaja, hace compras, reza, visita a sus amigos, etc. Mas en el centro de todas sus actividades está siempre aquel sentimiento precioso de intima unión con su amado.

- Para contemplar basta elevar el corazón a Dios con el simple y amoroso deseo de estar con él y esperar.

- Contemplar o rezar contemplativamente exige la capacidad y disposición de estar ahí sin HACER nada.

- El contemplativo prefiere amar la maravilla que descubre en vez de tratar de comprenderla.

- Todo el trabajo de aprender a ser contemplativo se resume en desvelar el natural deseo de amar, mirar después hacia Dios y extender los brazos hacia él movidos de un fortísimo deseo de estar con él.

Algunos pensamiento de Pedro Finkler

viernes, 4 de septiembre de 2009

Huellas



Una noche un hombre tuvo un sueño.

Soñó que iba paseando por una playa.

A medida que caminaba,

se iba proyectando en su mente la película de su vida.

Se dio cuenta de que en cada escena de la película de su vida

existían dos pares de huellas en la arena: las suyas y las de Dios.

Cuando la última escena de su vida apareció ante él,

volvió a mirar retrospectivamente

las huellas sobre la arena de la playa.

Entonces notó que muchas veces

a lo largo de su vida había tan sólo un par de huellas...

Comprobó que ocurría

en los momentos más difíciles de su existencia.

Llego a preocuparse en gran manera por este hecho,

y preguntó a su Dios:

—"Señor,

tú me dijiste una vez que si decidía seguirte,

caminarías siempre conmigo...

Sin embargo he notado que durante los momentos de mi vida

en que tenía más dificultades y problemas

tan solo existía un par de huellas.

No comprendo por qué

cuando más te necesitaba más me abandonabas".

Su Dios respondió:

—"Hijo, te quiero y nunca te he abandonado.

En los momentos de angustia y sufrimiento,

cuando tú has contemplado tan sólo un par de huellas,

eran los momentos en que yo te transportaba en mis brazos".

(Anónimo brasileno)