domingo, 30 de noviembre de 2008

Jornada "pro orantibus": Testimonio de un cenobita cisterciense

Hermano Pascual Abalo Iglesias, OCSO, del Monasterio de Oseira

OSEIRA, jueves, 20 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Este viernes, la Iglesia católica en el mundo celebra la Jornada "pro orantibus", por las comunidades religiosas de clausura. Publicamos en este contexto el testimonio de un cenobita cisterciense, el hermano Pascual Abalo Iglesias OCSO, del monasterio de Santa María de Oseira en Galicia (http://www.mosteirodeoseira.org).

* * *

El cenobio es un desierto con tantas moradas como el número de elegidos y convocados a permanecer en él. Es un desierto poblado, con una peculiar distribución de dones y una organización que tiene como fin que los monjes se unan íntimamente a Cristo, porque sólo en el amor entrañable de cada uno por el Señor Jesús pueden florecer los dones peculiares de la vocación cisterciense. (C. 4. 5 de las Constituciones OCSO- 1990).

El diálogo con la Palabra nos ha precedido en todo. Sin consultar a nuestra voluntad y deseo, ella plasmó nuestro ánimo para la consagración. Y en el presente sigue modelando nuestro devenir por diversidad de cauces; el más ordinario de todos, el de la vida fraterna. Ella es el lugar donde se verifica el Amor. En esa escuela y en la escuela del Verbo es donde se aprende lo que es el Amor.

El Prólogo de la Regla de san Benito comienza con esta exhortación: "Escucha, oh hijo..." y "aguza el oído de tu corazón".Benito parece decir: con el "oído" abierto es como advertirás el abismo de tu nada, donde Otro te ceñirá y te elevará por los peldaños de una escala, a un cielo nuevo y aún por explorar. Guardini describió la intimidad cristiana como una realidad adveniente desde lo "Otro": la Trinidad escondida, que es quien la crea en el interior del hombre. Para acceder a ella el monje deberá desarrollar más que ningún otro el sentido del oído. Por eso estará, más que nadie, obligado a callar: El silencio -se dice en la C. 24-, se considera como uno de los valores más peculiares de la Orden; asegura al monje la soledad en la comunidad; favorece el recuerdo de Dios y la comunión fraterna; abre la mente a las inspiraciones del Espíritu Santo; estimula la atención del corazón y la oración solitaria con Dios.

¿Por qué san Bernardo dice en una de sus cartas que "aprendió más trabajando entre las hayas del bosque que en la lectura de muchos libros"? El trabajo arduo, y el silencio, han sido, desde los orígenes del Císter, una "escuela" de contemplación. Quien se deja instruir en esa escuela, quien se deja unir entrañablemente al Verbo, aprende, sobre todo, a no separar ya el conocimiento de la entrega, y a hacer de lo más banal un "servicio de alabanza".

En un capítulo de su Regla, Benito recuerda al cillerero del monasterio que "una buena palabra vale más que un regalo". Cuando a un hermano que ha pedido pide algo "poco razonable" se le niega lo que pide, la palabra amable transforma un gesto formal de negación en palabra de afirmación que supera nuestras limitadas posibilidades de bien. Cooperamos de ese modo al "sí" de Cristo. Él excede toda medida de bien. Quien más, quien menos, ha tenido experiencia de que personas alejadas de todo "lugar común" y de la estima plural, en situaciones extremas sin salida real aparente, hayan sido un cauce para la esperanza. Tampoco en estas su donación nació de un cálculo humano. Al que de esta forma ha sido prójimo con su prójimo, un salmo bíblico (Sal 111) le da el nombre de"justo". Quien ha sido "luz" en medio de la resistente tiniebla, merece la alabanza de "los justos".

En la escuela del Amor, no obstante, no faltan las "espinas de los escándalos": Mantener la unidad entre los hermanos depende del empeño mutuo y sincero en la reconciliación. Por eso, para que desaparezcan de la comunidad las espinas de los escándalos, los hermanos no guardarán resentimiento alguno, sino que harán las paces lo antes posible con el hermano en discordia. (Constituciones 15.1).

Benito anima a hacer prontamente las paces con el hermano en discordia. Esto no siempre se logra. Cuando la discordia ha sembrado heridas, una situación así puede traducirse en años de desencuentro. Aunque se respeten algunas reglas de cortesía en el trato, esta experiencia de incomunicación y de vacío lleva a una muerte parcial del alma: lo que un autor contemporáneo llamó la noche oscura del cenobita. Todos hemos pasado por ella. Y, en ocasiones, no hemos quedado ilesos...

Cuando la violencia vence a la ternura, la Palabra no cesa en su buen celo por la reconciliación. Ella trabaja siempre. Al que cae en la espiral de la crítica y la decepción amarga respecto a la vida común, la gracia le pedirá imitar la actitud de Pedro en la sinagoga de Cafarnaún ante el duro lenguaje del discurso del pan: también para él es un lenguaje duro, indigesto, pero, a diferencia de los que se van, sabe que "palabras de vida eterna" se esconden a veces tras una lastimosa apariencia. Conviene meditar esto: "En la vida cristiana no se trata de comprender para hacer, sino de estar -de permanecer- para comprender" (Card. Ratzinger).

¡Cefas es aquel que opta por permanecer! Por eso un bautizado no debiera apear de su camino a ninguno de sus semejantes con demasiada facilidad, aunque llegara el caso de que las pequeñas "razones" que nos asisten,nos enfrentaran con esa decisión. En el fondo,decidirse por la permanencia en el amor -como dice Guillermo de Saint-Thierry en una célebre "oración meditativa"-, es haber localizado el "lugar", a una hora señalada del día y montar allí nuestra tienda, como hicieron los primeros discípulos -Andrés y Juan-: "Rabí, ¿dónde vives?". "Ven -dijo- y lo verás". "¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí?". "Te damos gracias, Señor, hemos hallado tu lugar: tu lugar es el Padre, y el lugar de tu Padre eres tú".

Los monjes de la comunidad de Oseira, jóvenes y ancianos, sentimos haber encontrado ese lugar apartado y seguro. Nunca dejaremos de agradecer al Señor el don de la vocación que nos ha dado "a no anteponer nada" a Cristo, y que Él nos lleve a todos juntos a la Vida Eterna.

Hermano Pascual Abalo Iglesias, OCSO
Monasterio de Oseira

viernes, 28 de noviembre de 2008

Portavoz vaticano invita a no perder la vida de oración con Internet

El padre Federico Lombardi S.I., director de la oficina de información de la Santa Sede, profundiza en la contribución de los religiosos contemplativos

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 23 noviembre 2008 (ZENIT.org).- En tiempos de teléfonos móviles e Internet, el portavoz de la Santa Sede considera que la vida de oración y contemplación es todavía más necesaria.

Así lo ha constatado el padre Federico Lombardi S.I., director de la oficina de información de la Santa Sede, en el último editorial de "Octava Dies", semanario televisivo del Centro Televisivo Vaticano, del que también es director.

"Existe una dimensión interior y espiritual de la vida que debe ser custodiada y alimentada, pues de no ser así puede hacerse estéril y árida, e inclusive morir", constata el sacerdote.

"La reflexión, la meditación, la contemplación, son necesarias como la respiración --subraya--. Espacios de silencio, exterior pero particularmente interior, son una premisa y una condición indispensables".

El padre Lombardi ha ofrecido su reflexión con motivo de la Jornada "Pro Orantibus", día dedicado a los religiosos que dedican su vida a la contemplación y oración, celebrada el viernes pasado.

"En tiempos de teléfonos móviles y de Internet, es quizá más difícil que antes proteger el silencio y cultivar la dimensión interior de la vida. Es difícil, aunque con frecuencia sentimos una fuerte nostalgia de ella. Difícil, pero necesario".

"De hecho --aclara-- para los creyentes en esta dimensión que se desarrolla la oración, el diálogo con Dios, la vida en el espíritu, que es más importante que la vida física. Jesús nos ha dicho que no debemos temer aquello que mata el cuerpo sino lo que puede hacernos perder nuestra alma".

"Lo que puede aplicarse a una persona se puede aplicar también a la comunidad de la Iglesia y la humanidad. Si para cada uno de nosotros es fundamental saber conservar el diálogo con Dios en la vida cotidiana, para la iglesia es fundamental tener en ella misma el signo y la realidad de la vida dedicada a la contemplación y a la oración, y para la humanidad es fundamental saber que existen puntos de referencia que son como faros de los sabios y de los maestros del espíritu".

"De lo contrario, se pierde el alma. Y este es hoy el grave peligro que se corre y la desgracia más irreparable que nos amenaza.

La Jornada Pro Orantibus, la jornada anual dedicada a la vida de clausura "nos invita a trabajar para que todo esto no suceda", concluye el padre Lombardi.

jueves, 27 de noviembre de 2008

La situación de la Vida Consagrada, según la visión de Benedicto XVI

En los últimos años se ha comprendido la vida consagrada con un espíritu más evangélico, más eclesial y más apostólico; pero no podemos ignorar que algunas opciones concretas no han presentado al mundo el rostro auténtico y vivificante de Cristo

¿Un título pretencioso?
Hablar de la situación de la vida consagrada, y más a nivel mundial, no deja de ser pretencioso. Abarcar todas las vicisitudes, la problemática, las particularidades de este tipo de vida, pudiera parecer una encomiable empresa, pero riesgosa. Dejar a un lado componentes principales, o recalcar aquellas que no lo son, pudiera llevar a conclusiones falsas o desviadas de la realidad. Sin embargo no debemos olvidar que un análisis, un diagnóstico, si bien se apoya en la realidad, nunca puede reflejarla completamente. Los tentativos de presentar una realidad tienen como finalidad última el llegar a conclusiones que ayuden a mejorar dicha realidad. Quedarse simplemente en el análisis de la realidad sin dar una interpretación a la misma para sugerir algunas soluciones, sería un mero ejerció académico. Conocer la realidad, al menos en sus variables más importantes, es el vehículo que nos debe llevar a encontrar medios adecuados para mejorar la realidad.

Un buen análisis de la realidad debe comenzar con una premisa: la sinceridad. Aceptar la realidad tal como es, sin menospreciarla ni sobrestimarla. La realidad de la vida consagrada es una y no se puede negar. De lo contrario no seremos capaces de hacer algo por mejorarla. Si la realidad de la vida consagrada no se considera con toda objetividad, se puede caer en el error de pensar que es un organismo sano, cuando en verdad puede que adolezca de muchas enfermedades. O por el contrario, puede pensarse que no tiene solución y se caerá entonces en la desesperación, la desilusión o la depresión, actitudes muy comunes estas últimas en el continente europeo.

Debemos también considerar la persona que hace el análisis de la situación. Desde un punto de vista meramente humano, quien posee informaciones de primera mano, de diferentes fuentes, a nivel internacional, está en mejor posición para dictaminar sobre la realidad de la vida consagrada, que quien posee una visión parcial de la vida consagrada, porque la considera desde su propio punto de vista, desde su ideología o porque toma en consideración sólo un sector geográfico en donde se desarrolla la vida consagrada. Y si hablamos desde el punto de vista espiritual, no podemos pasar inadvertida el hecho de que quien ejerce el ministerio cetrino goza de una especial asistencia del Espíritu santo . 1

En base a estas consideraciones podemos pensar que la visión de Benedicto XVI sobre la situación de la vida consagrada goza de ciertos privilegios, humanos y espirituales, que le permiten expresar sobre ella un juicio certero. Además es muy conveniente tomar en cuenta que su formación académica, como profesor e investigador, ha formado en él una mente analítica que le permite analizar situaciones complejas, expresándolas en palabras claras, simples y llanas. Por último, otro factor que juega a favor de Benedicto XVI en esta labor de análisis de la situación de la vida consagrada, ha sido los juicios que sobre ella da ha expresado en diversos momentos importantes de la historia de la Iglesia. En primer lugar, como Cardenal Joseph Ratzinger y en calidad de Prefecto de la Congregación de la fe católica, en la Propositio n.39 del Sínodo de los obispos sobre la vida consagrada. Siempre como Prefecto de la Congregación de la fe católica, y en segundo lugar en las intervenciones que ha tenido sobre la oración cristiana 2 y en ocasión de la condena sobre el profetismo en la Iglesia.

Pensamos por tanto que la visión de Benedicto XVI sobre la situación de la vida consagrada es desde los puntos de vista antes enunciados, digna de ser tomada en consideración como un punto de referencia para el análisis y la solución de los problemas que aquejan a la vida consagrada y que por tanto el título de este artículo no tiene nada de pretencioso, siempre en la visión de Benedicto XVI.

¿De qué punto comenzar?
Si el título no es ya pretencioso en la visión de Benedicto XVI, puede serlo nuestro trabajo. Querer abarcar en pocas líneas un estudio sobre la situación de la vida consagrada en los inicios del tercer milenio es siempre una empresa de grandes dimensiones. Describir una situación en la que no quede ninguna realidad excluida, máxime cuando la vida consagrada contiene dimensiones mundiales, puede ser una quimera.

Por otro lado, describir la realidad sin conocer las causas que la han originado puede generar un estudio solamente académico, pero que no tenga ninguna incidencia en la vida. Si Benedicto XVI habla tanto sobre las causas que han dado origen a la situación actual de la vida consagrada es con el sólo fin de que, conociendo dichas causas, se pueda actuar en ellas y así mejorar la situación de la vida consagrada. A lo largo de los años que he pasado en la investigación de la vida consagrada femenina, me he dado cuenta que mientras más pasan los años, las congregaciones religiosas y los institutos religiosos tienen un conocimiento casi perfecto de la situación por la que atraviesan. Basta lanzar una mirada a los trabajos que se realizan en los capítulos generales, las consultas previas que se lanzan a nivel de toda la congregación, las asambleas inter-capitulares, etc., la literatura hoy en boga sobre el tema de la situación de la vida consagrada, para aseverar que, gracias a Dios las religiosas hoy más que nunca son conscientes de la situación por la que atraviesa la vida consagrada femenina en general y la vida consagrada en su instituto.

Para leer el documento entero ir al siguiente enlace: http://www.es.catholic.net/religiosas/803/2774/articulo.php?id=39280

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Que los monasterios sean oasis de vida ascética

Ciudad del Vaticano, 20-11-2008.- El Papa recibió hoy a los participantes en la asamblea plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (18-20 de noviembre), que este año conmemoran el centenario de vida y de actividad del dicasterio.

Tras recordar el tema de la plenaria: “La vida monástica y su significado en la Iglesia y en el mundo de hoy”, el Santo Padre dijo que “los consagrados constituyen una porción escogida del Pueblo de Dios: sostener y custodiar su fidelidad a la llamada divina es el compromiso fundamental que lleváis a cabo”.

Benedicto XVI afirmó que de las conclusiones de los trabajos de estos días, “centrados especialmente en la vida monástica femenina, surgirán indicaciones útiles para cuantos, monjes y monjas, “buscan a Dios”, realizando su vocación por el bien de toda la Iglesia”. En este contexto recordó que el pasado mes de septiembre, durante su discurso al mundo de la cultura en París, hizo hincapié en “la ejemplaridad de la vida monástica en la historia, subrayando que su objetivo es sencillo y esencial al mismo tiempo: quaerere Deum, buscar a Dios y buscarlo por medio de Jesucristo que lo ha revelado, buscarlo fijando la mirada en las realidades invisibles que son eternas, en la espera de la manifestación gloriosa del Salvador”.

“Cuando los monjes viven el Evangelio de modo radical, cuando los que se dedican a la vida integralmente contemplativa cultivan en profundidad la unión esponsal con Cristo, (...) el monaquismo puede constituir para todas las formas de vida religiosa y de consagración una memoria de lo que es esencial y tiene el primado en cada vida bautismal: buscar a Cristo sin anteponer nada a su amor”.

El Papa puso de relieve que “la vida indicada por Dios para esta búsqueda y para este amor es su misma Palabra, que en los libros de las Sagradas Escrituras se ofrece con gran abundancia a la reflexión de los seres humanos”.

Durante el reciente sínodo sobre la Palabra de Dios, los participantes, dijo, “renovaron el llamamiento a todos los cristianos a enraizar su existencia en la escucha de la Palabra de Dios contenida en las Sagradas Escrituras, invitando especialmente a las comunidades religiosas y a todos los hombres y mujeres consagrados a hacer de la Palabra de Dios el alimento cotidiano, en particular por medio de la práctica de la lectio divina”.

El Santo Padre concluyó manifestando el deseo de que “los monasterios sean cada vez más oasis de vida ascética, donde se advierte el encanto de la unión esponsal con Cristo y donde la elección del Absoluto de Dios está envuelta por un clima de silencio y de contemplación constante”.
web Vis.

martes, 25 de noviembre de 2008

La vida monástica y su significado en la Iglesia y en el mundo de hoy

Martes, 18 nov (RV).- Han iniciado esta mañana los trabajos de la Asamblea Plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, que este año tiene como tema: “La vida monástica y su significado en la Iglesia y en el mundo de hoy”. El encuentro, en el Vaticano, que concluirá el próximo 22 de noviembre, se propone ante todo reafirmar el valor de la vida monástica que sigue siendo una insustituible riqueza para la vida de la Iglesia. Y al mismo tiempo, exhortar a los religiosos y religiosas para que ofrezcan un testimonio que haga brillar el primado de Dios, la comunión fraterna y la llamada a los bienes futuros.

El comunicado de la congregación destaca que actualmente la presencia monástica en la Iglesia es de 12 mil 876 religiosos residentes en 905 monasterios. Las comunidades monásticas están constituidas por término medio por unos 15 religiosos, principalmente ubicados en ambientes ciudadanos e involucrados en actividades pastorales de la iglesia local. En cuanto a la presencia monástica femenina, actualmente alcanza casi las 48 mil 500 religiosas, distribuidas en 3 mil 520 monasterios, la mayoría de los cuales se encuentra en Europa.

Ante este panorama, la plenaria de la Congregación para la Vida Consagrada y las Sociedades de vida apostólica pretende dirigir su atención a la realidad monástica femenina, pues en algunos casos las nuevas condiciones relativas a la vida consagrada, particularmente en Europa y Norteamérica, tienen consecuencias negativas en lo que se refiere a la vida de clausura, como es el descenso de las vocaciones, la edad avanzada de las religiosas o las dificultades en el discernimiento vocacional.

En la nota se destaca, que si bien es cierto que las vocaciones a la vida contemplativa femenina son proporcionalmente más numerosas de las que presentan los institutos femeninos de vida activa, el número no es suficiente como para poder asegurar la vitalidad y las posibilidades de supervivencia de todas las comunidades. No obstante, la congregación señala que existen realidades eclesiales en Asia, África y en parte de América Latina, en las cuales la vida monástica florece, hay vocaciones, las comunidades crecen y continúan abriéndose nuevas instituciones.

Los trabajos de la Plenaria fueron abiertos con la ponencia del cardenal Franc Rodé Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades apostólicas. En su relación el purpurado ha reconocido que la vida monástica atraviesa hoy una hora de gran dificultad, una hora no de decadencia espiritual, pero sí de pobreza y debilidad”, con comunidades “que se encaminan dolorosamente hacia una disminución y también a su fin”. Sin embargo, ha afirmado el prefecto, precisamente por su capacidad de fuerte atracción hacia las cosas del espíritu, las comunidades monásticas conservan una gran responsabilidad y de ellas la Iglesia espera “un testimonio límpido y fuerte de la presencia de Dios y de su cercanía que es amor para cada ser humano”.

El cardenal prefecto ha desarrollado en tres puntos su reflexión vivir el celibato y la vida de comunidad de manera radical, evitar el peligro del activismo y prestar atención a la formación para reencontrar una teología sapiencial. El purpurado esloveno ha concluido manifestando que a pesar de las dificultades, si el monaquismo “permanece fiel a su vocación de buscar a Dios en Cristo Jesús, puede alcanzar y hacer brotar de la vida la celebración, de manera que la fe celebrada sea fuerza para la transmisión de la fe, y la fe vivida sea surco de humanización y de cultura auténtica”.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Jornada proorantibus para las Comunidades religiosas de clausura

Viernes, 21 nov (RV).- En la memoria litúrgica de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María al templo, se celebra hoy la Jornada proorantibus para las Comunidades religiosas de clausura. El arzobispo Gianfranco Agostino Gardin, secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, en una entrevista a “L’Osservatore Romano” delinea las cuestiones más urgentes referentes a las religiosas de vida contemplativa.

Mons. Gardin señala que la figura de María dedicada totalmente al Señor, expresa bien el ideal de vida perseguido por las contemplativas, mujeres llamadas a “estar con el Señor”, “a concentrar en Dios” su atención existencial.

¿Por qué una Jornada dedicada a las orantes? Se pregunta el secretario del dicasterio, respondiendo que se trata de “un gesto de atención hacia las religiosas de vida contemplativa, es un querer manifestarles que sabemos que están presentes en la Iglesia, que tenemos necesidad de su oración, que les decimos gracias por su testimonio silencioso, gracias por recordarnos que a Dios hay que amarle con todo el corazón, con toda el alma, con toda la fuerza y con toda la mente”.

Existe el riesgo de que las comunidades cristianas se olviden de esta presencia, que no la adviertan, e incluso que no comprendan esta vocación, señala Mons. Gardin. Entre los mismos cristianos practicantes parece que brote también la duda de que se trate de una forma de vida incomprensible e inútil. Juan Pablo II a esto respondía diciendo que “aquello que a los ojos de los hombres puede parecer un derroche, para las personas encaminadas en el secreto del corazón de la belleza y de la bondad del Señor es una respuesta obvia de amor”.

Asimismo Benedicto XVI en el la oración del Ángelus del pasado domingo también recordaba la Jornada, expresando en nombre de toda la iglesia, la “gratuidad de cuantos consagran su propia vida a la oración en la clausura, ofreciendo un elocuente testimonio del primado de Dios y de su reino y exhortando a todos los fieles a apoyarles en su sostenimiento material y espiritual”.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Santidad y Carisma

La persona consagrada que quiere aspirar a la perfección, esto es, a la santidad, cuenta con la vida del Fundador como un medio privilegiado.

Autor: Germán Sánchez Griese Fuente: USMI

El futuro de la vida consagrada.
En los albores del tercer milenio no son pocos los interrogantes que algunos expertos de la vida religiosa se hacen en torno al futuro de la vida religiosa. Necesaria es la distinción entre cuestionamientos que miran al futuro con esperanza y cuestionamientos que tienden a polemizar el futuro de la vida consagrada, queriendo establecer cauces para la vida consagrada en forma paralela al Magisterio. No cabe duda que el desarrollo teológico que ha seguido para la vida consagrada requiere una profundización exhaustiva de los conceptos emanados a partir del Vaticano II. Pero esta profundización y esfuerzo por poner en práctica las directrices del magisterio, no debe confundirse con una disensión del Magisterio de la Iglesia.

Muchos teólogos del disenso consideran el futuro de la vida consagrada como una gran interrogante. Se saben en un momento de transición en donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo aún no aparece. Buscan constantemente vías para alcanzar esto “nuevo que está por nacer” . Y tal parece que de alguna forma proponen la re-fundación como una posible respuesta al futuro de la vida consagrada.

Diversa, bajo mi punto de vista, es la visión del Magisterio de la Iglesia. Serena y confiada su visión del futuro, basada en la esperanza: la santidad. “Aspirar a la santidad: este es en síntesis el programa de toda vida consagrada, también en la perspectiva de su renovación en los umbrales del tercer milenio.” Profundizando es esta aseveración nos daremos cuenta del rico contenido no sólo teológico sino espiritual y humano que esta lucha por alcanzar la santidad puede tener para el futuro de la vida consagrada.

Cuando la persona se consagra a Dios hace del seguimiento de Cristo su norma de vida, tal y como lo establece el Código de Derecho Canónico: “La vida consagrada por la profesión de los consejos evangélicos es una forma estable de vivir en la cual los fieles, siguiendo más de cerca a Cristo bajo la acción del Espíritu Santo, se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, para que entregados por un nuevo y peculiar título a su gloria, a la edificación de la Iglesia y a la salvación del mundo, consigan la perfección de la caridad en el servicio del Reino de Dios y, convertidos en signo preclaro en la Iglesia, preanuncien la gloria celestial.” No es el aspecto legalista en el que debemos fijar nuestra atención, sino en la parte espiritual que refleja la postura del alma consagrada frente al compromiso que adquiere a partir de la profesión de los consejos religiosos. Se compromete, como respuesta a una llamada, a seguir más de cerca de Cristo. Este seguimiento comportará un nuevo estilo de vida, diferente al que hasta ese momento habría seguido en su vida. El entro de su vida será Cristo y sobre ese polo deberá girar su existir.

Este nuevo estilo de vida, inaugurado por Cristo e imitado a lo largo de los siglos, primero por los Apóstoles y luego por otros muchos seguidores, entre quienes destacan la figura de los fundadores, viene cristalizado en la Iglesia a través de una coordenadas bien definidas. Coordenadas que no quitan la libertad de espíritu, sino que son cauces para su mejor expresión. Como un tren que debe correr por los rieles si quiere de alguna manera llegar a su destino, así la vida consagrada puede expresar su potencial a través de unos lineamientos seguros. “La Iglesia considera ciertos elementos como esenciales para la vida religiosa: la vocación divina, la consagración mediante la profesión de los consejos evangélicos con votos públicos, una forma estable de vida comunitaria, para los institutos dedicados a obras de apostolado, la participación en la misión de Cristo por medio de un apostolado comunitario, fiel al don fundacional específico y a las sanas tradiciones; la oración personal y comunitaria, el ascetismo, el testimonio público, la relación característica con la Iglesia, la formación permanente, una forma de gobierno a base de una autoridad religiosa basada en la fe. Los cambios históricos y culturales traen consigo una evolución en la vida real, pero el modo y el rumbo de esa evolución son determinados por los elementos esenciales, sin los cuales, la vida religiosa pierde su identidad.”

Estos cauces tienden indefectiblemente a un estilo de vida que de alguna manera facilita la santidad personal. No es que las personas consagradas sean las únicas llamadas a la santidad. Es éste un estado de vida al que todos los cristianos, en razón de su bautismo, están invitados a alcanzar. “La santidad no se refiere exclusivamente al nivel moral. No es en absoluto un premio que el hombre merece. Es más bien una manera de existir derivada de la relación con Dios. La santidad de Israel partía de una separación; y, del mismo modo, existe un estado de diáspora propio de la condición cristiana. No se trata de poner límites al amar; pero el cristiano ama de una manera distinta, que parte de Dios, fuente y origen del amor. Por eso, la consagración se traduce en don; Jesús se santifica cuando como pastor entrega la vida por las ovejas (Jn 10, 11).”

Para leer todo el artículo ir al siguiente enlace: http://es.catholic.net/religiosas/803/2776/articulo.php?id=21415

¿Quiénes son los contemplativos?

Los monasterios de contemplativos y de contemplativas a menudo nos invitan a la reflexión. Acaso nos preguntemos en qué consiste la vida de un monje o de una monja en el monasterio. La pregunta se refiere al sentido de su vida, al trabajo que realiza, a su estilo de vida, a su relación con la familia y con el mundo, etc.

Pero en el fondo está la cuestión de la felicidad, porque toda persona busca ser feliz en la vida. Pues bien, puedo contestar que recientemente una joven me decía que era muy feliz porque se disponía a hacer su profesión religiosa en un monasterio de contemplativas. Además, puedo añadir que dentro de los monasterios encontraremos muchas sonrisas y mucha paz.

¿Dónde está el secreto de esta felicidad y de este estilo de vida? En definitiva, en Dios. El monje y la monja aman a Dios y se entregan plena y radicalmente a Él. Y esto por encima de todo. Y de esta relación con Dios surge el estilo de vida de los contemplativos, que fundamentalmente consiste en aquella famosa síntesis: "Ora et labora", "reza y trabaja".

Ayudan a entender la vida cristiana y por tanto la vida contemplativa aquellas palabras de santa Teresa de Jesús: "Sólo Dios basta". Estas tres palabras son riquísimas de contenido y expresan maravillosamente la plena dedicación de los contemplativos y de las contemplativas al servicio de Dios y de los hermanos, y su desprendimiento radical de los bienes materiales en los cuales muchas personas ponen la felicidad.

Los contemplativos son hombres y mujeres que, dóciles a la llamada del Padre y a la moción del Espíritu, han escogido este camino de especial seguimiento de Jesucristo para dedicarse radicalmente al servicio de Dios y de los hermanos en el seno de un monasterio. También ellos, como los apóstoles, lo han dejado todo para estar con Cristo y darse como él por amor hasta la muerte.

Entremos en un monasterio. Entrar en él es gozar de la paz que el Señor resucitado nos concede. La vida dentro de un monasterio está configurada por la plegaria, el silencio, el trabajo, la recreación, la vida de familia y la alegría.

En los monasterios hay silencio, lo que resulta difícil de encontrar en el mundo. Hoy vivimos en una cultura del ruido. El silencio es un don de Dios. En el monasterio se suele convertir el silencio en plegaria, es decir, en diálogo con Dios. Dios es amigo del silencio. Necesitamos del silencio para abrirnos a su presencia amorosa y penetrante. Actualmente hay muchos cristianos que buscan este silencio y este clima de plegaria pasando unas horas o unos días en las hosterías de los monasterios.

Sin embargo, nuestros monasterios de Cataluña tienen necesidad de vocaciones para poder seguir siendo un hogar de espiritualidad y de acogida en el seno de la sociedad. Los chicos y las chicas que Dios llama a la vida contemplativa son personas que aman a Dios, que son solidarios con los hermanos y que están comprometidos en transformar el mundo desde el monasterio. La vida contemplativa no es en modo alguno una evasión del mundo, un desentenderse de la sociedad, porque esta vocación es una expresión del amor de Dios y no se puede amar auténticamente a Dios sin amar verdaderamente a la humanidad.

A todos nos iría bien acercarnos un poco más a los monasterios de contemplativos y contemplativas para comprender mejor una rica dimensión de la vida cristiana.

+ Lluís Martínez Sistach
Arzobispo metropolitano de Barcelona
(Domingo, 11 de Junio de 2006)

martes, 18 de noviembre de 2008

La importancia de Clara de Asís

En la espiritualidad cristiana existen una serie de protagonistas que tienen mucha relevancia en la historia de la Iglesia, y ese es el caso de Clara durante el siglo XII, pues esta Santa esta preocupado por la Reforma Gregoriana, el sacerdote como varón era la autoridad, los laicos en ese momento estaban subordinados de los Clérigos, y en el caso de las mujeres monjas estaban sujetos a ellos, pues, ellas no podían manipular la eucaristía, pero, la mujeres abadesas tenía cierto status clerical, es decir mujeres con funciones sacerdotales sin potestad de orden, en consecuencia, Clara como autoridad en la orden, se obliga a que se observen una clausura estricta y la obligación de un cuarto voto, por lo cual, no podían ser pobres, porque tienen que poseer propiedades, al mismo existe cierta tensión y lucha con la jerarquía eclesiástica.

Esta Santa nace en Asís en 1193, perteneciente a una familia noble. En su adolescencia, se da cuenta lo que sucede con Francisco de Asís. Pues su sensibilidad cristiana, oración y obras de caridad atraen a Clara empieza a visitar a Francisco que más adelante se convertirá en la amiga más fiel, por lo cual, se siente fuertemente motivada por el ideal de vida que Francisco representa en el momento.
En tanto, Clara hace oídos sordos a la voz insistente de su familia y de su ambiente social que la quieren como esposa y madre entre las comodidades de su hogar, en consecuencia, huye la noche siguiente del domingo de Ramos de 1211 hacia Santa María de los Ángeles donde Francisco la espera para consagrarla a Cristo. Clara al mismo tiempo experimenta la insatisfacción de unas respuestas tradicionales y percibe la luz de un nuevo camino por recorrer, bajo la guía de Francisco, dentro da la experiencia femenina y claustral. Por lo tanto, ella escribe la Regla, su testamento, y sus cartas dirigidas a Santa Inés de Praga, son la expresión más fuerte de su intuición espiritual y del itinerario propuesto por ellas en lo vivido personalmente.

Clara es importante por su experiencia de la expresión esponsal de la contemplación Clariana, pues ella utiliza un lenguaje esponsal en la relación con Dios que brota de una vivencia personal y afectiva. Este modo de hablar a Dios a los hombres por parte de Clara está marcado por toda una simbología esponsal.

Por otra parte encontramos la clausura Clariana esta responde a uno de los elementos estructurales del carisma Clariano, la cual es una acción configurante con Jesucristo esposo. La intuición claustral constituye un espacio libre, de escucha, de adoración, es decir, en función de una Palabra y de una presencia que reclama silencio y soledad que constituyen el significado teológico y a esencia de la clausura monástica.

En la espiritualidad de Clara origina la gratitud por el amor recibido, es una gratitud sobrecogedora por el descubrimiento de saberse amada por Dios. La humanidad de ese Dios que totalmente se entrega, quedará marcada por el fuego en la mirada esponsal de Clara. En consecuencia, la contemplación, presenta una progresiva fidelidad, y en este sentido fidelidad como importancia en el seguimiento e imitación de Cristo. Pero el núcleo de la verdadera mirada contemplativa será: contemplar a Cristo hasta ser transformada en Él. Por lo tanto, esta Santa es importante en la historia de la Iglesia.
Yván Enríquez, sacerdote

domingo, 16 de noviembre de 2008

Directorio de contemplativos (libro)

PRÓLOGO DEL AUTOR. Enrique Herp

La gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos nosotros. Amén.

Estimada hija en Cristo: Para satisfacer -en cuanto me es posible- tu grande, humilde y devoto deseo con que en repetidas ocasiones has querido que yo te ofreciese breve doctrina para alcanzar la vida verdadera y perfecta que nos lleve a la semejanza y unión espiritual con Dios, deberás tener en cuenta dos cosas ante todo. Lo primero es la perfecta mortificación y desprendimiento de todas las cosas que podrían presentar algún día impedimento para conseguir el acceso y unión con Dios. Lo segundo, que debemos tener conocimiento en orden a adquirir unión permanente y amorosa con Dios secretamente, sin medio alguno entre Dios y las potencias del alma.

Para lograr lo primero has de saber que debemos mortificarnos principalmente bajo los doce aspectos siguientes: Ante todo, en el uso de las cosas temporales. Segundo, el deseo de buscarse a si mismos al practicar ciertas obras virtuosas o rechazar el mal. Tercero, la afición de la propia sensualidad. Cuarto, el apetito de todo amor sensitivo, natural o adquirido. Quinto, el deseo de poseer cosas. Sexto, despojarse de toda preocupación, que no procede de necesidad justa, para provecho espiritual o por obediencia. Séptimo, evitar cualquier amargura de corazón. Octavo, reprimir toda tendencia a vanagloria, complacencia en si mismo, honor mundano y soberbia. Noveno, toda complacencia interior, sea espiritual o de los sentidos. Décimo, toda clase de escrúpulos. Undécimo, toda inquietud e impaciencia del corazón, ante una exterior adversidad. Duodécimo, conviene que haya mortificación de la voluntad propia en total y generosa disposición para aceptar todo abandono interior por amor de Dios. Estas son las doce puertas del paraíso espiritual de nuestro corazón, que es el jardín de las delicias de Dios, como El mismo dijo: «Mis delicias están con los hijos de los hombres» (Prov 8,31). Tales puertas, como dijo Juan en el Apocalipsis (21,21), están construidas con cada una de las margaritas de las virtudes, mediante las cuales el alma se reforma y pone en estado de inocencia, de manera que las potencias inferiores del hombre no se antepongan a las superiores impidiéndolas orientarse hacia Dios y vivir en El.

Para ver el libro completo ir al enlace:
http://www.abandono.com/Oracion_contemplativa/Directorio/Directorio0.htm

Los conventos, ese mundo de Paz

Una de las muchas ventajas, que nos produce el verano, con su sol fuerte y sus días largos y calurosos, son, esas bonitas noches, tranquilas y serenas, que nos permiten ver el bello espectáculo, que nos ofrece, un cielo claro y transparente lleno de estrellas, y con un fragante olor a universo en paz.

Y una de esas noches, que te encuentras tranquilamente sentado en la terraza de tu casa, regresó a mi mente, el recuerdo de Rosalía, aquella chica, de la que hablé recientemente en estos escritos, joven, alegre y bella, hija de Raquel, buena y vieja amiga, que un buen día, había sentido la llamada de Dios y decidió ingresar en el convento madrileño de Santa Clara.

Recuerdo, que en compañía de su madre, volví a visitarla por segunda vez, y de nuevo nos mostró su cara alegre, espejo, sin duda, de un alma rebosante de una felicidad, muy especial.
Una felicidad, que pudimos apreciar, cuando hallándonos por las inmediaciones del convento, oíamos que en un patio interior, las hermanas estallaban de risa y hablaban con desbordante alegría. Yo, no podía entender, bajo un punto de vista pobre y egoísta, que fueran tan felices, si nada de lo que alegra a este mundo, era suyo, y además carecían de todo aquello, que para el resto de los humanos, era tan imprescindible.

Aquellas mujeres, pensaba yo, alejadas del estruendo de bares y locales de moda, no conocían el lujo, ni el placer, ni la diversión, por lo que no llegaba a entender, el misterio por el cual, parecían tan felices y estaban tan alegres. Sin embargo, en mi interior, sentía una sana envidia de ellas.

Y así, se lo comenté, en nuestra visita, que como en la vez anterior, resultaba gratificante y hermosa. Rosalía, nos iba impregnando de su amor a Dios, contenido en un corazón que estallaba, alegría y felicidad.
Leyendo a los grandes místicos, Juan de la Cruz y Teresa de Ávila, nos decía Rosalía, he llegado a comprender, la importancia que supone para nosotras, nuestra vocación. Entendemos que hay mucho que hacer en este mundo, fuera de estos muros, pero mediante la pobreza, la oración y el silencio, que para nosotras, es lo más importante, damos testimonio de amor a Dios y a ese mundo, al que amamos y socorremos.

Cuidamos de nuestra tierra, para arrancarle, no sin poco esfuerzo, todo lo necesario y con ello, ayudar a personas que lo necesitan, sirviendo comidas a todos aquellos, que carentes de recursos, acuden a visitarnos.
Recopilamos, arreglamos y repartimos la ropa, que nos entregan aquellas buenas personas, que piensan en sus semejantes, a los marginados, inmigrantes y mendigos. En definitiva, a esos hermanos nuestros, que como nosotros, son hijos de Dios y a los que hemos de ayudar.

Colaboramos, con médicos y enfermeras, en clínicas asistenciales y Hospitales, para estar junto a los que sufren, ayudándoles y ofreciéndoles compañía y cariño y, a veces, con tristeza, acompañándoles, en los últimos momentos de su vida, para que en paz, la entreguen a Dios.

Esta es, -continúa diciendo Rosalía- la vida de una monja, puesta al servicio de los demás y que como paloma mensajera, envía al final del día hasta el cielo, para ofrecérsela al Padre.
Quizás, en el mundo exterior, al que por supuesto no olvidamos, seremos necesarias, aquí en la austeridad del convento, también.

Se hizo un breve silencio, roto por el sonido de la campanilla que nos advertía, que nuestro tiempo de visita, se había terminado. La sonrisa de Rosalía, nos acompañó en su despedida a Raquel, su madre, y a mí, hasta la puerta.
Le prometí, volver pronto. Tal vez, porque cada vez que hablo con ella, salgo reconfortado, feliz y admirado, de poder penetrar a través de su conversación, en la profundidad de mi propio corazón, que me hace recordar, lo mucho que hay que beber, en el pozo del alma.

De regreso, acompañando a Raquel a su casa, le confesé, que me agradaría, que este mundo en el que vivimos, fuese como un gran convento, en el que reinara la alegría, la paz y la felicidad. Pero esto, posiblemente sea, un sueño imposible.

J. G.
www.buzoncatolico.es

lunes, 3 de noviembre de 2008

sábado, 1 de noviembre de 2008

Los Fieles Difuntos

"Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre
su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios."
-San Agustín

"Cada uno se presentará ante el tribunal de Dios para
darle cuenta de lo que ha hecho, de lo bueno y de lo malo."
- Santa Biblia

Las tres Iglesias: Se llama Iglesia a la asociación de los que creen en Jesucristo. La Iglesia se divide en tres grupos. Iglesia triunfante: los que ya se salvaron y están en el cielo (los que festejamos ayer). Iglesia militante: los que estamos en la tierra luchando por hacer el bien y evitar el mal. E Iglesia sufriente: los que están en el purgatorio purificándose de sus pecados, de las manchas que afean su alma.

El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por el Papa Juan Pablo II en 1992, es un texto de máxima autoridad para todos los católicos del mundo y dice cinco cosas acerca del Purgatorio:

1ª. Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (1030).

2ª. La Iglesia llama Purgatorio a esa purificación, y ha hablado de ella en el Concilio de Florencia y en el Concilio de Trento. La Iglesia para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el fuego". (1Cor. 3, 14).

3ª. La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º. de los Macabeos en la S. Biblia dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46).

4ª. La Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos (Cuenta San Agustín que su madre Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: "No se olviden de ofrecer oraciones por mi alma").

5ª. San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso".

De San Gregorio se narran dos hechos interesantes. El primero, que él ofreció 30 misas por el alma de un difunto, y después el muerto se le apareció en sueños a darle las gracias porque por esas misas había logrado salir del purgatorio. Y el segundo, que un día estando celebrando la Misa, elevó San Gregorio la Santa Hostia y se quedó con ella en lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos, y les respondió: "Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, descansaban las benditas almas del purgatorio". Desde tiempos de San Gregorio (año 600) se ha popularizado mucho en la Iglesia Católica la costumbre de ofrecer misas por el descanso de las benditas almas.

La respuesta de San Agustín: a este gran Santo le preguntó uno: "¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?", y él le respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque el evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se empleará para darle a él".

¿Vamos a rezar más por los difuntos? ¿Vamos a ofrecer por ellos misas, comuniones, ayudas a los pobres y otras buenas obras? Los muertos nunca jamás vienen a espantar a nadie, pero sí rezan y obtienen favores a favor de los que rezan por ellos.

www.ewtn.org

Una vida 'especialmente' consagrada

LA CONSAGRACIÓN RELIGIOSA

Cuando se habla de vida consagrada -y, sobre todo, de la vida consagrada, con artículo determinado-, para designar el modo propio de vida de los religiosos y de los miembros de Institu­tos secula­res, no se hace por exclusión, como si no hubiera en la iglesia otras formas de consagración, o como si ella expresase exhaustiva­mente y hasta agotase en sí misma toda la consagra­ción cristiana. Porque es cierto que la vida cristiana es también vida consagrada, y lo es en sentido propio. Más aún, la consagración bautismal es la base, la raíz y el fundamento de toda otra consagración. Por eso, sería mejor y más exacto hablar de vida especialmente consagrada. El adverbio de modo -especialmente- sirve para evitar dos equívocos o dos perspectivas erróneas: la de creer o inducir a creer que sólo la vida religiosa es vida consagrada, lo cual es un verdadero error; y la de pensar o dar a entender que la consagra­ción religiosa se confunde con la consagración bautismal, o no implica ni supone ninguna especificidad o distinción cualita­tiva, lo que sería otro error. Ni monopolio exclusivista, ni tampoco confusión niveladora; porque quien excluye no integra ni comprende; y quien no distingue adecuada­mente, confunde.

La consagración, en sentido propio y hablando en lenguaje cristiano -es decir, en la más rigurosa teología- debe entenderse siempre en referencia explícita, inmediata y hasta exclusiva a Cristo, como una real configuración con él. Por eso, siempre que se dé esa auténtica configuración, un real parecido con Cristo en una dimensión esencial de su misterio -y no sólo en un simple 'aspecto' de su vida-, se da una real y verdadera consagración. Y según sea la distinta dimensión del misterio de Cristo con la que uno se configure -o, mejor, sea configurado por la acción del Espíritu Santo-, será la distinta consagración. De modo que éste es el criterio decisivo para saber cuándo existe consagración en sentido propio y formal, en sentido teológico-teologal, y en qué consiste esencialmente la consagración.

Las distintas formas de vida cristiana ‑las distintas 'voca­ciones', en sentido estricto‑ sólo pueden entenderse e inter­pretarse teológicamente desde el seguimiento evangélico de Jesu­cristo. Y la vida especialmente consagrada ‑también en sus diversas y múltiples for­mas‑ es un modo peculiar y específico, original y propio, aunque no exclusivo, de seguir e imitar a Jesucristo. Porque es seguirle e imitarle en su manera histórica de vivir totalmente para los demás, o sea, en el misterio de su proexistencia: en su virginidad-castidad, pobreza y obediencia, que constituyen su modo histórico de existir y de actuar en favor de los otros, de Dios y de los hombres, del Padre y de los hermanos.

La consagración, en sentido teológico-teologal, es esencialmente configuración real con Cristo, que es "el Consagrado", es decir, la consagración personi­fica­da, origen y principio de toda otra consagración. Ser llamados (=vocación) a vivir con Cristo (=comunión) implica y es vivir como Cristo (=consagración). Y esta consagración tiene tres expresio­nes fundamentales:
  • Configuración real con Jesucristo en su filiación ‑divina y mariana‑ y en su fraternidad universal, viviendo esta doble condición, filial y fraterna, en el mundo -en las 'normales' circunstancias familiares y sociales (cf GS 31)- para transfor­marlo desde dentro. Esta es la consagra­ción bautismal, ‑realizada por Dios, mediante el sacramento del bautismo y 'confirmada' mediante el sacramento de la confirmación‑ que constituye la identidad y la misión esencial del seglar‑cristiano.
  • Configuración real con Jesucristo en el misterio de su sacerdocio, para re‑presen­tarle sacramentalmente, es decir, para hacerle de nuevo visiblemente presente entre los hombres como único sacerdote y permitirle ejercer su sacerdocio de una manera connatural a los mismos hombres. Esta es la consagración sacerdotal ‑realizada por Dios mediante el sacramento del orden‑, que consti­tuye la identidad y la misión esencial del cristiano‑sa­cer­dote. Esta consagración no es, para el sacer­dote, algo accesorio o extrínsecamente sobreañadido, sino su manera específica e histórica de ser cristiano. Es decir, para él, la vocación cristiana es esencialmente 'ministerial'; y la vocación sacerdotal es su forma peculiar de vivir la filiación y la fraternidad, es decir, la vocación cristiana.
  • Configuración real con Jesucristo‑virgen‑pobre‑obe­diente, que vive en comunión de vida-misión con los apóstoles, para re‑presentarle sacramen­tal­mente en la iglesia y para el mundo, es decir, para hacerle de nuevo visiblemente presente entre los hombres y para los hombres, en el misterio de su proexistencia, o sea, en su modo histórico de vivir enteramente para el Padre y para los hermanos (para el reino), adelantando el modo celeste de vida propio del reino consumado. Esta es la consagra­ción religiosa ‑rea­liza­da por Dios mediante la profesión religiosa‑, que constituye la identidad propia y la misión específica del cristiano‑reli­gioso en la iglesia. Esta consagración no es, para el reli­gioso, algo extrínseco o accesorio, algo secundario o meramente 'funcional', sino algo esencial y constitutivo, porque es su manera histórica de ser cristiano. Es decir, para él, su voca­ción cristiana es esencialmente 'religiosa' (implica una espe­cial consagra­ción); y la vocación religiosa es su forma pecu­liar de vivir la filiación y la fraternidad, o sea, la vocación cristiana: Ser testigos y profetas apasionados de la filiación-fraternidad.
Y hay que recordar que la más esencial misión del cristiano-seglar, del cristiano-sacerdote y del cristiano-religioso consiste en vivir de verdad esta respectiva consagración. Porque, hablando con rigor, la verdadera misión no es algo sobreaña­dido a la propia identidad, sino la misma identidad en su sentido dinámico y ope­rativo. Es decir, sin identidad, no puede haber misión. Y sin misión, la identidad se desvanece. Por eso, es un dilema falso y carece absoluta­mente de sentido establecer una alternativa entre ambas.


(Cf S. Mª Alonso, C.M.F., La vida consagrada: Síntesis teológica,Madrid, 2001, 12ª ed., pp.XVI-XVIII)
Severino María Alonso, cmf