miércoles, 31 de diciembre de 2008

Las campanas

Se dice que santa Teresa de Avila no abría nueva fundación sin instalar antes en lugar visible una buena campana, incluso cuando ello exigía prescindir de otros elementos por falta de medios. Como me dijo una religiosa que entrevisté al referirse a las campanas: "Forman parte de toda familia conventual y se les guarda un cariño casi fraterno".

Fotografía: Arantza Cuesta Ezeiza

El año 1659 se estableció un pleito ante el Obispado de Pamplona (1). En el litigio, los conventos franciscanos de Tafalla y Olite acusaban a los padres capuchinos de hacer fundación de un convento en un edificio propiedad de D. Juan de Asiáin, en Tafalla, de una manera clandestina, colocando el "Santísimo Sacramento y una campana" de noche y sin contar con las solemnidades y licencias de obligado cumplimiento. Los demandantes decían que ello era en su perjuicio, por las necesidades que acuciaban en la región y por ende la escasez de limosnas. Oídas las partes y los testigos seculares y religiosos, se dio por buena la fundación. Pero el hecho que nos importa aquí es el papel de la campana como símbolo para dar fuerza de ley a la fundación de un convento.

Pero dejando de lado el tema de la relación conventos y campanas, hay que saber que cada campana en función de su tamaño y peso da una nota musical. Mientras que para nuestros fundidores campaneros no tenía importancia la precisión de la nota (tono arriba o abajo), en el resto de Europa, grandes amantes de los carillones (alemanes, holandeses, belgas, etc.), recurren al torneado interior para conseguir que la campana suene en la nota musical deseada. Las hacen de un grosor algo mayor del necesario y luego la afinan musicalmente, usando un torno vertical, con el que le van quitando material hasta conseguir la nota deseada. Así consiguen una campana para cada uno de los tonos. Desde la octava más baja, primera, y quintas, hasta la octava doble, y demás, son ajustados los sonidos unos con otros, llegándose hasta el decimosexto tono intermedio, toda una hazaña técnico-musical. El afinado antiguamente se hacía con el auxilio del diapasón, y hoy se usa también un aparato (pequeño, electrónico y a pilas de valor entre las 50 y las 80.000 pts.) que se llama "afinador cromático" que calibra perfectamente el sonido y marca la frecuencia del tono.

Son dos conceptos de uso de las campanas. Mientras que en nuestra península la campana es fundamentalmente un medio para avisar, en las campanas que estamos comentando del norte de Europa se busca un efecto musical. Ambas son campanas pero tienen aplicaciones diferentes, y por lo tanto, también lo es su construcción, aunque no me cabe duda de que en origen en todas partes se emplearon para el mismo fin: comunicar. Mientras en algunos países el gusto por el arte y la música ha obligado a adaptar a estos fines las campanas (se torneaban ya en Europa en el siglo XVII), aquí se ha mantenido la función antigua: avisar, notificar. Esto no es privativo de nuestra cultura: en Japón, por ejemplo, tampoco buscan la finalidad musical y no las tornean.

De nuestro estudio de campo hemos podido sacar las siguientes conclusiones sobre el uso de las campanas en nuestra zona:

En las comunidades religiosas.

1.- Para llamar

Llamar a cualquiera de sus miembros a alguna de las dependencias, por lo que había campanas de diferentes sonidos (distintos diámetros) que se identificaban con uno u otro lugar (portería, refectorio, capilla...). Según el tipo de toque se sabía para quién era el mensaje o de quién procedía, actuando a la manera de una carta con remite: el sonido indicaba quién llamaba y a quién se llamaba, e incluso desde donde se emitía.

2.- Para dar inicio a alguna actividad

Las campanas, además, marcaban los tiempos tanto profanos como religiosos: la hora del recreo, la comida, el reposo o las horas litúrgicas (misa, confesión, reflexión...).

3.- Para comunicar noticias

Un bautizo, un funeral.. Las campanas notificaban asimismo a los religiosos o religiosas que una jerarquía eclesiástica había fallecido o la proclamación de un nuevo Papa. En algunas villas navarras todavía repican las campanas conventuales cuando pasa por sus proximidades la imagen de San Miguel Excelsis o "San Migel-Eskila".

Para terminar tenemos que tener muy en cuenta:

A.- Que eran elementos explícitamente religiosos: con sus lemas sagrados, sus nombres santos, bendecidas o bautizadas.

B.- A su sonido se atribuían virtudes benéficas: alejaba las tormentas y atraía la protección divina.

C.- Por último, el tañido solemnizaba los momentos importantes de la vida en la comunidad: al ascender el Santísimo, en presencia del obispo, durante las procesiones, con la muerte de una persona y en el instante de su entierro.

En consecuencia, decir que las campanas sirven "para llamar" resulta del todo punto simplista. Se trata de todo un lenguaje lleno de matices, rico en expresiones y con connotaciones espirituales.

Autor: Antxon Aguirre Sorondo
Para leer el artículo entero ir a: http://www.euskonews.com/0010zbk/gaia1008es.html


martes, 30 de diciembre de 2008

Oración a María, por el nuevo año

(Siervo de Dios SS. Juan Pablo II)

Solemnidad de la Madre de Dios., y XXXIV Jornada por la Paz, 1-I-2001

6. A ella dirigimos, al comienzo de este nuevo año, nuestra oración.
Ayúdanos también a nosotros, oh María, a renovar con espíritu de fe nuestra existencia. Ayúdanos a saber salvaguardar espacios de silencio y de contemplación en la frenética vida diaria. Haz que tendamos siempre hacia las exigencias de la paz verdadera, don de la Navidad de Cristo.

A ti, en este primer día del año 2001, te encomendamos las expectativas y las esperanzas de toda la humanidad: "Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desoigas la oración de tus hijos necesitados; antes bien, líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita" (Liturgia de las Horas).

Virgen Madre de Dios, intercede por nosotros ante tu Hijo, para que su rostro resplandezca en el camino del nuevo milenio y todo hombre pueda vivir en la justicia y la paz.

Amén

Fuente: vatican.va

Oración de Fin y Principio de año

Señor Dios, dueño del tiempo y de la eternidad,
tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro.
Al terminar este año quiero darte gracias
por todo aquello que recibí de Ti.

Gracias por la vida y el amor, por las flores,
el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto
fue posible y por lo que no pudo ser.
Te ofrezco cuanto hice en este año, el trabajo que

pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos
y lo que con ellas pude construir.

Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé,
las amistades nuevas y los antiguos amores,
los más cercanos a mí y los que estén más lejos,
los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar,
con los que compartí la vida, el trabajo,el dolor y la alegría.

Pero también, Señor, hoy quiero pedirte perdón,
perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado,
por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho,
y perdón por vivir sin entusiasmo.

También por la oración que poco a poco fui aplazando
y que hasta ahora vengo a presentarte.
Por todos mis olvidos, descuidos y silencios
nuevamente te pido perdón.

En los próximos días iniciaremos un nuevo año
y detengo mi vida ante el nuevo calendario
aún sin estrenar y te presento estos días
que sólo TÚ sabes si llegaré a vivirlos.

Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría,
la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.

Quiero vivir cada día con optimismo y bondad
llevando a todas partes un corazón lleno
de comprensión y paz.

Cierra Tú mis oídos a toda falsedad y mis labios
a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.

Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno,
que mi espíritu se llene sólo de bendiciones
y las derrame a mi paso.

Cólmame de bondad y de alegría para que,
cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí,
encuentren en mi vida un poquito de Ti.

Danos un año feliz y enséñanos
a repartir felicidad.
Amén.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Frases en torno a la Navidad

  • Hasta que uno no sienta la verdadera alegría de Navidad, no existe. Todo lo demás es apariencia - muchos adornos. Porque no son los adornos, no es la nieve. No es el árbol, ni la chimenea. La Navidad es el calor que vuelve al corazón de las personas, la generosidad de compartirla con otros y la esperanza de seguir adelante. No existe la Navidad ideal, solo la Navidad que usted decida crear como reflejo de sus valores, deseos, queridos y tradiciones. (Bill McKibben)
  • Bendita sea la fecha que une a todo el mundo en una conspiración de amor. (Hamilton Wright Mabi)
  • La Navidad no es una fecha... Es un estado de la mente (Mary Ellen Chase)Tal vez el mejor adorno de navidad es una gran sonrisa
  • Si no sabes qué regalar a tus seres más queridos en Navidad, regáleles tu amor
  • ¿Qué es la Navidad? Es la ternura del pasado, el valor del presente y la esperanza del futuro. Es el deseo más sincero de que cada taza se rebose con bendiciones ricas y eternas, y de que cada camino nos lleve a la paz. (Agnes M. Pharo)
  • ¡Feliz, feliz Navidad, la que hace que nos acordemos de las ilusiones de nuestra infancia, le recuerde al abuelo las alegrías de su juventud, y le transporte al viajero a su chimenea y a su dulce hogar! (Charles Dickens)
  • Viene cada año y vendrá para siempre. Y con la Navidad vienen los recuerdos y las costumbres. Esos recuerdos cotidianos humildes a los que todas las madres nos agarramos. Como la Virgen María, en los rincones secretos de su corazón. (Marjorie Holmes)
  • Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año (Charles Dickens)
  • Mejor que todos los regalos debajo del árbol de navidad es la presencia de una familia feliz
    Aunque se pierdan otras cosas a lo largo de los años, mantengamos la Navidad como algo brillante.…. Regresemos a nuestra fe infantil. (Grace Noll Crowell)
  • La Navidad! La propia palabra llena nuestros corazones de alegría. No importa cuánto temamos las prisas, las listas de regalos navideños y las felicitaciones que nos queden por hacer. Cuando llegue el día de Navidad, nos viene el mismo calor que sentíamos cuando éramos niños, el mismo calor que envuelve nuestro corazón y nuestro hogar. (Joan Winmill Brown)
  • Ojala pudiesemos meter el espiritud de navidad en jarros y abrir un jarro cada mes del año (Harlan Miller)
  • La Navidad..... no es un acontecimiento, sino una parte de su hogar que uno lleva siempre en su corazón (Freya Stark)
  • La Navidad no es un momento ni una estación, sino un estado de la mente. Valorar la paz y la generosidad y tener merced es comprender el verdadero significado de Navidad (Calvin Coolidge)
  • Para los buenos momentos, gratitud. Para los malos, mucha esperanza. Para cada día, una ilusión.Y siempre, siempre, felicidad. Esto es lo que te deseo para el 2009.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Santo Domingo de Silos

(20 de Diciembre día de su conmemoración)

Presbítero y abad
(+ 1073)

La vida de Santo Domingo de Silos la conocemos bien, pues la escribió un monje contemporáneo suyo, Grimaldo. Con estos materiales, Gonzalo de Berceo, coterráneo suyo, escribió un hermoso poema en "cuaderna vía" sobre la vida del Santo.

Nació Domingo en la villa riojana de Cañas, dominio entonces de los reyes de Navarra. Sus padres se llamaban Juan Manso y Toda. Fue pastor de niño, y repartía su merienda entre otros muchachos y con la leche de las ovejas restauraba las fuerzas de los peregrinos que iban a Compostela.

Luego se entregó con todo entusiasmo al estudio, no con afán de medros humanos, sino para santificarse y servir mejor a la Iglesia. Y fueron tales sus progresos que el obispo le ordenó sacerdote. Había subido poco a poco las gradas del altar. "Tal era como plata, mozo casto Gradero". (Era el primer grado, tonsura o rito de admisión). La plata tornó en oro, cuando fue Epistolero. (Cuando ya podía leer la Epístola o primera lectura de la Misa). El oro en margarita, cuando Evangelistero. (Cuando podía leer el Evangelio). Y cuando subió a Preste, se semejó a un lucero", (Berceo).

Un día Domingo se retiró a la soledad. Se encontró con Domingo de la Calzada, que construía puentes o calzadas para los peregrinos. Luego acudió a San Millán de la Cogolla y pidió el hábito benedictino.

Le encomendaron restaurar el monasterio de Cañas. En dos años lo levantó. Pronto entraron en él como monjes su padre y sus hermanos. Luego los monjes de San Millán lo reclaman como prior. Relizó allí una gran labor en todos los órdenes. Luchó para defender el monasterio de las apetencias del rey de Navarra, don García, que pretendía los tesoros del cenobio, con el pretexto de que los habían regalado sus antepasados.

Domingo le plantó cara: "Lo que una vegada es a Dios ofrecido, nunca en otros usos debe ser metido. Rey, guarda la tu alma, non hagas tal pecado, causaría sacrilegio, un crimen muy vedado". El rey se enfurece. Domingo le responde: "Puedes matar el cuerpo, la carne maltraer, mas non has en el alma, rey, ningún poder. Dizlo el Evangelio, que es bien de creer. El que las almas juzga, ese es de temer". Así se expresaba ya entonces la libertad interior. Idea que luego repetiría Calderón.

Domingo se vio obligado a expatriarse a Castilla, donde reinaba el hermano de García, Fernando, quien, al ver las cualidades de Domingo, le encargó la restauración del monasterio de San Sebastián de Silos, fundado o restaurado hacia el 919 por el conde Fernán González.

El monasterio tomaría el nombre de Domingo, por nuestro Santo, al que dio el apellido de Silos. Pronto fue un foco de espiritualidad, de arte y de cultura. En él se levanta el maravilloso claustro románico, ahora adornado con el esbelto ciprés, cantado por Gerardo Diego. Se enriquece la biblioteca con preciosos códices, como el Silense. Pero el principal tesoro es su abad, modelo de oración y penitencia y poder taumatúrgico.

Se le atribuyen muchas conversiones y curaciones y la libertad de cautivos. "Si fuéremos a Dios leales e derecheros, ganaremos coronas, que val más que dineros". El 20 de Diciembre de 1073 algunos monjes jóvenes vieron subir al cielo el alma de Domingo, con triple corona de luz.

Muchos peregrinos acudían a venerar sus reliquias y se multiplicaban los milagros. Entre ellos, acudió un día desde Caleruega la Beata Juana de Aza, esposa del señor de Guzmán. Entendió que tendría un hijo que sería luz del mundo. Y en gratitud le puso el nombre de Domingo.

www.magnificat.ca

viernes, 19 de diciembre de 2008

San Juan de la Cruz. Biografía

( 24 de Noviembre día de su conmemoración)

Presbítero y doctor de la Iglesia
(1542-1591)

Por el 1529 se casa Gonzalo de Yepes con Catalina Alvarez. Fueron bendecidos con tres hijos: Francisco, Luis y nuestro protagonista, el ínclito y dulce San Juan de la Cruz. Nace en Fontiveros el 1542. Luis muere muy pronto. Francisco será terciario carmelita y llevará una vida ejemplar.

Jugando de muy niño cae en un pozo y «vio estando dentro, a una Señora muy hermosa, que le pedía la mano alargándole la suya, y él no se la quería dar por no ensuciarla y estando en esta ocasión llegó un labrador con una hijada que llevaba, la lanzó y sacó fuera». Esta Señora, sabrá después este niño, era la Virgen María del Carmen que cuidaba ya de su persona porque el día de mañana será carmelita y perfeccionará su Orden del Carmen.

Queda huérfano de padre y se ve obligado a emigrar con su madre y hermano por tierras de Medina. Asiste al Colegio. Dice su hermano Francisco de él: «Juan diose tan buena maña a su estudio, ayudándole en él nuestro Señor, que aprovechó mucho en poco tiempo».

Su madre para que gane algo para la marcha de la casa, pues las cosas van muy escasas, le coloca en varios trabajos manuales. Pero en todos fracasa. Se distrae. Está absorto. Le pusieron como monaguillo y lo hacía a las mil maravillas. Los que le siguen de cerca ya han descubierto su futuro: Vale mucho para los estudios que se le dan muy bien, goza de una gran inteligencia y preciosa memoria y también sirve para las cosas de la Iglesia... «Será un buen clérigo o fraile» dicen. Y no se engañaron.

Un día, ni corto ni perezoso, se dirige al Convento de los Carmelitas de aquella villa de Medina y ruega al P. Prior, Ildefonso Ruiz, que lo acepte en su orden porque «quiere consagrarse a Dios en la vida religiosa en la Orden de los Hermanos de la Virgen María del Monte Carmelo». Así empieza su noviciado con el nombre de Fray Juan de Santo Matía. El 1564 el P. Provincial, Ángel de Salazar, le recibe los votos religiosos y pasa a estudiar al célebre Colegio de San Andrés de Salamanca. Aquí se entrega de lleno a la vida de oración, de observancia y de estudio. Es la admiración de todos. Si alguien habla algo menos correcto, o está faltando, al verle llegar, dicen: «Callad, que viene Fray Juan».

A sus 25 años celebra, con gran fervor, su Primera Misa. Con esta ocasión va a Medina y tiene un providencial encuentro con la santa Madre Teresa de Jesús que acaba de fundar allí su segundo palomarcito de la Virgen María. Ésta le habla de su reforma y Juan de su deseo de mayor perfección. Quedan encantados. Después la santa Madre dice a sus monjas: «Ya tengo fraile y medio para la Reforma». El entero era él, el medio, el P. Antonio de Jesús Heredia.

Aquí empieza la nueva etapa de la vida del P. Juan de la Cruz, como se llamará ya para siempre. Entra a formar parte de la Reforma Descalza. Trabaja con ahínco para que el Carmelo sea lo que debiera ser y ahora se halla un tanto alejado en algunos conventos. Es nombrado Maestro de Novicios, Confesor de monjas, fundador de nuevos conventos, consejero provincial... Por no cumplir con lo que dicen las Leyes de entonces lo meten en la cárcel de Toledo. Hubo de sufrir mucho por parte de los que no quieren la reforma y por los mismos hijos que él ha formado, porque les llamó la atención cuando eran sus novicios. Los PP. Diego Evangelista y Francisco Crisóstomo, entre otros, le harán cargar con la cruz que un día pidió al Señor. Escribió obras inmortales: Cántico espiritual, Subida al Monte Carmelo, Noche Obscura, Llama de amor, Avisos, Poesías, Cautelas, Cartas... Es el «Místico Doctor». Lleno de méritos muere en Ubeda el 14 de diciembre de 1591.

http://www.magnificat.ca/cal/esp/11-24.htm

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Historia de la Devoción al Niño Jesús

Desde tiempos muy antiguos los católicos han tenido mucha devoción al Divino Niño Jesús, y han honrado su santa infancia, considerando esta edad de Jesucristo como una maravilla de inocencia y amabilidad.
[La visión de santa Francisca Romana de Orazio Gentileschi]Ya hacia el año 1200 San Francisco de Asís dispuso recordar con mucha solemnidad la Navidad haciendo un pesebre lo más parecido posible al de Belén y celebrando así entre pastores, ovejas, bueyes y asnos la misa de la medianoche, y haciendo él mismo un hermoso sermón de Nochebuena recordando la gran bondad del Hijo de Dios al quererse hacer hombre en Belén por salvar nuestra alma.
Más tarde San Antonio de Padua fue un devoto tan entusiasta del Niño Jesús que según las imágenes que de él se conservan, mereció que el Divino Niño se le apareciera.
Otro santo al que se le presenta en las imágenes teniendo entre sus brazos al Niño Jesús es San Cayetano, el cual lo que necesitaba pedir lo pedía por los méritos de la infancia de Jesús.
Modernamente los santos que más contribuyeron a difundir la devoción al Niño de Belén fueron Santa Teresa y San Juan de la Cruz.
Santa Teresa de Jesús le tenía un amor tan grande al Divino Niño que un día al subir una escalera obtuvo tener una visión en la que contemplaba al Niño Jesús tal cual había sido en la tierra. En recuerdo de esta visión la santa llevó siempre en sus viajes una estatua del Divino Niño, y en cada casa de su comunidad mandó tener y honrar una bella imagen del Niño Jesús que casi siempre ella misma dejaba de regalo al despedirse.
Millones de creyentes han hecho la experiencia de pedir favores a Dios por los méritos de la infancia de Jesús y han conseguido maravillas. Y nosotros vamos a hacer lo mismo. Queremos honrar la infancia de Jesús y darle gracias por haber nacido en Belén para salvarnos.
Desde hace unos trescientos años la devoción al Niño Jesús se ha extendido rápidamente por Europa, América, Asia, Africa y Oceanía. Las gentes empezaron a experimentar que cuando piden favores a Dios por los méritos de la infancia de Jesús consiguen maravillas.
Existen alrededor de todo el mundo muchas figuras e imágenes representando al Niño Jesús mediante las cuales se han obtenido grandes milagros. Entre las más conocidas se encuentran: El Niño Jesús de Praga, en Checoslovaquia; el Santo Niño de Atocha, en México; el Divino Niño de Arenzano, en Italia y el milagroso Niño Jesús de Bogotá en Colombia, entre otros.
En el año 1636 Nuestro Señor le hizo a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento esta promesa: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y tu oración será escuchada".

martes, 16 de diciembre de 2008

Navidad de una contemplativa

Navidad es amor

Felicitémonos por el inmenso gozo que nos trae la venida salvadora de Jesucristo. Alegrémonos porque irrumpe en nuestra carne para divinizarla. Inabarcable misterio, ante el cual, la gran familia humana debería quedar muda de asombro, si no hubiera perdido, absorbida por una sociedad de consumo que la tiraniza, su capacidad de admiración, ante un Dios que se hace uno de nosotros y se nos entrega.

Navidad es ese gesto de amor; Navidad es un misterio de pobreza y sencillez; Navidad es una urgencia, un reclamo a pensar si, tal vez, nuestro amor es tan mezquino o tan superficial, que casi ni es amor. Porque amar es compartir, es plantearse el tremendo problema, no sólo de quienes pasan hambre en el Tercer Mundo, sino de aquellos que, más afines a nosotros en nuestra propia familia religiosa quizás, necesitan, de una manera o de otra, nuestra ayuda.

¿Quién no piensa, ante la realidad de un Dios hecho niño desvalido, en los más pobres, en los más solos, en los más tristes?... Hasta la fibra menos sensible de nuestro ser, se conmueve de lástima. Pero no basta; a veces, amar a todos es no amar, en concreto, a nadie. Y no podemos justificar nuestra conciencia cristiana con esta concepción universal y teórica del amor, ni siquiera concretando la caridad en una cesta de víveres que se da a un pobre cercano o en una limosna a Cáritas diocesana...

Navidad nos compromete muy seriamente a los profesionales del amor. Navidad debe levantar ampollas en el alma cada vez que, como contemplativas, nos planteemos el deber de la comunión de bienes. Navidad no podrá ser nunca felicidad –a pesar del mucho dinero que se gaste en felicitaciones– si el amor no es el máximo exponente de nuestra conciencia cristiana.

Que, como decía San Pablo a la comunidad de Tesalónica, «el Señor nos colme y nos haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos»..

Navidad y silencio

Hay un poema navideño que dice:

«Cuando venga
¡ay! yo no sé
con qué le envolveré yo
con qué ... »

Cuando venga –cuando viene, que es siempre y allí donde encuentra capacidad de acogida– un cobijo de amor y silencio será su mejor envoltura.

Amor apasionado y profundo silencio, porque la pasión cobra hondura cuando logra cierta serenidad y necesita entonces soledad y aislamiento en tomo al alma....

Silencio que no es represión forzada y carente de contenido, sino silencio que vale como condición de la presencia de Dios.

Las contemplativas sabemos que nuestro silencio no es cerrazón, sino apertura; que no debe causar ensimismamiento ni inquietud, sino sosiego y paz; que no es semillero de egoísmos, sino fuente de magnanimidades.

El silencio es la señal de que la contemplativa se mantiene en el amor: un ir diciendo a todos, sin palabras, que la Palabra se ha encarnado en ella; que Dios vive, oculto y misterioso, en su alma. Porque es en los grandes surcos del silencio donde brota esa capacidad de amar que compendia la vida teologal.

Hay silencios de muerte, pero el silencio es vida. Dice Tomás Merton que, ni el silencio –de suyo– es virtud, ni el ruido pecado, pero la confusión y el constante alboroto en un mundo saturado de propaganda, crispado de disputas, de adulaciones y mentiras, están pidiendo a gritos ambientes silenciosos para poder escuchar, para entendemos de corazón, para amarnos un poco más...

«El hombre –dice también Merton– no puede recibir un mensaje espiritual mientras su mente y su corazón están esclavizados por el automatismo».

El silencio es el descanso de la mente en la verdad: un descanso que no es reposo, sino ardiente tensión, suma actividad íntima en el amor. En el fondo, el amor al silencio sólo lo sienten quienes sienten respeto y amor a la palabra, y la transparencia de su palabra nos la garantiza la transparencia de su silencio.

Y he aquí que cuando reinaba un profundo silencio, la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros.

Mensaje de alegría, de paz, de amor. ¿No garantizará la diafanidad del mensaje la hondura y diafanidad del silencio contemplativo que lo acoja y lo dé a los hombres de buena voluntad?

La Virgen de la Navidad

Dice San Agustín que «nada hay tan bello como el Verbo encarnado». Y comenta un autor moderno que, de haberlo visto una vez, tan imposible sería olvidarlo como recordarlo. Con Cristo Jesús la primavera ha irrumpido en la historia de la humanidad, la Belleza ha tocado la inalcanzable cúspide de lo infinito, la Bondad ha aparecido, suave y tierna en la carne de un niño.

Ha estallado la Luz y la Estrella de Jacob, después de largo tiempo de un clima de espera y tensión mesiánica, ha brillado radiante y esplendorosa.

«Levántate, Jerusalén, y resplandece, pues ha llegado tu luz y la gloria de Yahvé alborea sobre ti». Es la Virgen quien ha hecho visible a nuestro ojos la majestad de la Gloria de Dios. Misterio –admirable comercio, lo llama la Liturgia– ante el que exclamaba también San Agustín: «Tiemblo en cuanto soy distinto; me enardezco de amor, en cuanto soy semejante».

Ante el desvalimiento de un niño pequeño y la infinitud del Poder de Dios, sólo cabe ese profundo e inexplicable sentimiento que es la adoración: fascinación ante el inabarcable misterio del cielo asomado por las pupilas de un recién nacido.

Dios ha plantado su tienda entre nosotros. Ha quedado asegurada la Salvación ante la maravilla extrema de que un Dios inefable, inabarcable e incomprensible, haya querido morar en el seno de una Virgen. Paz y Bendición de Dios nos ha venido por esa aurora virginal «de tiernas rosas y de luz vestida». Ella, fanal de la alborada, limpio Espejo de Dios, nuestra Esperanza iluminada, nos ha introducido en la zona de lo divino por caminos de amor, de fe y de obediencia.

Ella, Madre del Sol sin ocaso, Arca incorrupta de la santidad, imagen que encierra y enamora a su propio artífice, sencillo Trono de Dios, en cuyo seno virginal ha mecido todo su Poder, de quien San Efrén escribió que «lleva el fuego entre sus dedos y con sus brazos abraza la llama».

Ella, regazo caliente, rama espiritual que sostiene el fruto sabroso, el racimo de la alegría inagotable.

Virgen del asombro
de la Presencia viva
de la Delicadeza y la sencillez
del estupor silencioso
de la humildad florida.
Virgen del silencio y
de la adoración;
del secreto acariciado
de la fe robusta
y el abandono confiado.
Virgen hecha a la medida de Dios.

Se ha hecho carne el Verbo y el mundo, sin saberlo –«vino a los suyos y no lo recibieron»– contiene ya lo que puede transformarle.

La Virgen María le ha dado cobijo en su seno y nos felicitamos ante la gran Noticia..

Dos bebés en un pesebre

En 1994 dos americanos respondieron a una invitación que les hiciera llegar el Departamento de Educación de Rusia, para enseñar moral y ética en las escuelas públicas, basada en principios bíblicos. Debían enseñar en prisiones, negocios, el departamento de bomberos, de la policía y en un gran orfanato. En el orfanato había casi 100 niños y niñas que habían sido abandonados y dejados en manos del Estado. De allí surgió esta historia relatada por los mismos visitantes.

Se acercaba la época de las fiestas de 1994. Los niños del orfanato iban a escuchar por primera vez la historia tradicional de la Navidad. Les contamos la llegada de María y José a Belén, de cómo no encontraron lugar en las posadas, por lo que debieron ir a un establo, donde finalmente el niño Jesús nació y fue puesto en un pesebre.

A lo largo de la historia, los chicos y los empleados del orfanato no podían contener su asombro. Algunos estaban sentados al borde de la silla tratando de captar cada palabra. Una vez terminada la historia, les dimos a los chicos tres pequeños trozos de cartón para que hicieran un tosco pesebre. A cada chico se le dio un cuadrito de papel cortado de unas servilletas amarillas que yo había llevado conmigo. En la ciudad no se podía encontrar un solo pedazo de papel de colores.

Siguiendo las instrucciones, los chicos cortaron y doblaron el papel cuidadosamente colocando las tiras como paja. Unos pequeños cuadritos de franela, cortados de un viejo camisón que una señora americana se olvidó al partir de Rusia, fueron usados para hacerle la manta al bebé. De un fieltro marrón cortaron la figura de un bebé.

Mientras los huérfanos estaban atareados armando sus pesebres, yo caminaba entre ellos para ver si necesitaban alguna ayuda. Todo fue bien hasta que llegué donde el pequeño Misha estaba sentado. Parecía tener unos seis años y había terminado su trabajo.

Cuando miré el pesebre quedé sorprendido al no ver un solo niño dentro de él, sino dos. Llamé rápidamente al traductor para que le preguntara por qué había dos bebés en el pesebre. Misha cruzó sus brazos y, observando la escena del pesebre comenzó a repetir la historia muy seriamente. Por ser el relato de un niño que había escuchado la historia de Navidad una sola vez estaba muy bien, hasta que llegó la parte donde María pone al bebé en el pesebre. Allí Misha empezó a inventar su propio final para la historia, dijo:

"Y cuando María dejó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá ni papá y que no tenía un lugar para estar. Entonces Jesús me dijo que yo podía estar allí con El. Le dije que no podía, porque no tenía un regalo para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús, por eso pensé qué cosa tenía que pudiese darle a El como regalo; se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor.

Por eso le pregunté a Jesús: Si te doy calor, ¿ese sería un buen regalo para ti? Y Jesús me dijo: Si me das calor, ese sería el mejor regalo que jamás haya recibido. Por eso me metí dentro del pesebre y Jesús me miró y me dijo que podía quedarme allí para siempre."

Cuando el pequeño Misha terminó su historia, sus ojitos brillaban llenos de lágrimas empapando sus mejillas; se tapó la cara, agachó la cabeza sobre la mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo. El pequeño huérfano había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría ni abusaría de él. ¡Alguien que estaría con él para siempre!

Y yo aprendí que no son las cosas que tienes en tu vida lo que cuenta, sino, a quiénes tienes, es lo que verdaderamente importa.

(Publicado por encuentra.com)

domingo, 14 de diciembre de 2008

¿Es triste el silencio?

El silencio no es aburrido para ellos.
¿Es triste el silencio?
"Dicen las gentes, comentaba un joven trapense como el beato Rafael, que el silencio en el monasterio es triste, y difícil de llevar en la Regla. No hay silencio en el monasterio es triste, y difícil de llevar en la Regla. No hay cosa más equivocada que esa opinión... El silencio en la Trapa es la más alegre algarabía que los hombres puedan sospechar... ¡Ay! si Dios nos diese facultad para ver en los corazones, entonces veríamos que del alma de ese trapense de mísero aspecto exterior y que vive en silencio, brota a raudales y constantemente un glorioso canto de júbilo, lleno de amor y de alegría a su Criador, a su Dios, al Padre amoroso que le cuida y le consuela... El silencio del monasterio no es triste; al contrario, se puede decir que no hay cosa más alegre que el silencio de un trapense" (HERMANO RAFAEL, Obras Completas, Ed. Monte Carmelo, Burgos 1988, 18, 37).

viernes, 12 de diciembre de 2008

La vida monástica. Una vida de oración (y 2). Orden benedictina

La vida monástica - Una vida de oración
Para el monje, la oración será a lo largo de su vida el ejercicio de su busca y de su encuentro con Dios. Oración, a ser posible, sin palabras. Un estar humilde ante Dios. Rendido a su voluntad. Buscando en la oración su voluntad. Pidiéndole a Dios que se haga su voluntad. Su voluntad en mí. Su voluntad en los demás, en el mundo entero. El hombre, el monje, se encuentra a sí mismo en la presencia de Dios. Descubre su propia intimidad. Se realiza. Se ve en su más completa realidad. En esta escala está el progreso de mi vida espiritual. Nada vale si no se traduce en mi diaria conversación con Dios.

Oficio y liturgia

La vida de oración de los monjes, culmina en la oración del Oficio divino y de la Sagrada Liturgia. Culmina. Es sin duda su expresión más alta. Es la oración de la Iglesia. En la oración litúrgica, el encuentro se hace más directo, más íntimo con Cristo Jesús. Es un error muy frecuente creer que nuestra intimidad con Cristo se mide en la escala de nuestros afectos sensibles. La Liturgia es el lugar preciso en que Cristo nos busca y nos espera. Es el gran Orante, el gran Liturgo, el gran Sacerdote. El ciclo litúrgico sigue al año, y siempre repite, la rueda de sus misterios. El centro de toda la liturgia es su Sacrificio Eucarístico. Se hace diaria la proclamación de su Palabra. La voz de la Escritura nos habla de su Presencia eterna. La Liturgia es la oración de su Iglesia. Ante la grandeza del servicio a que están llamados los monjes, el precepto es muy concreto. “Nada se anteponga al Opus Dei, a la obra de Dios” (Reg. cap. LXIII). Los hijos de San Benito, en su larga tradición de siglos, han respetado fidelísimamente el precepto. El Oficio y la Liturgia son el centro de la vida benedictina. Todo el honor, toda la belleza, todo el fervor y toda la perfección, se concentran sobre el Opus Dei. Vivir la Liturgia y para la Liturgia. En el canto, en el estudio, en la pastoral.

Caridad fraterna

La caridad del amor de Dios, es el centro de la vida religiosa. No hay vida religiosa sin caridad. Pero además, sin caridad, aquí en el monasterio, la vida religiosa sería insufrible. Venimos al monasterio con el propósito básico de crecer en la caridad. Que la caridad crezca en nosotros. Si la caridad no crece algo en mí cada día, he perdido ese día. Y a la larga se frustra mi vida religiosa. Una vida inútil. Ningún provecho saco. “No soy sino un bronce resonante o un címbalo estruendoso” (1Co 13,1). Eso, sí es que meto algún ruido. Pero el amor de Dios no está sólo en las palabras. Tiene su contraste todos los días. Sobre todo en una vida conventual. “Este es el celo que con ferventísimo amor ejercitarán los monjes, es decir: que se prevengan unos a otros con honores; súfranse pacientísimamente los defectos del alma y cuerpo; préstense a porfía obediencia mutua; ninguno busque su propia utilidad, sino más bien la del otro; tribútense una casta caridad fraterna” (Reg. cap. LXXII).

La mortificación

La vida del monje no puede menos de ser mortificada. Busca a Cristo, busca a Dios por Cristo, e indefectiblemente se encuentra con la Pasión de Cristo. Un programa muy concreto de sufrimientos, injurias, abandonos y muerte infamante. Así es como el monje limpia y depura su alma en el sacrificio y en la mortificación. Pero la Regla benedictina prefiere siempre los motivos del ascetismo interior a las asperezas de la austeridad corporal: “Si eres siervo de Dios, que te ate la cadena de Cristo y no una cadena de hierro” (San Gregorio Diálogos III, 16). Así hablo San Benito al ermitaño que se había encadenado a un roca. La gran mortificación de la regla es la renuncia voluntaria a la propia voluntad. El fundamento de la vocación benedictina. “Quienquiera que seas, que renunciando a tus propias voluntades, dispuesto a militar bajo el rey verdadero, el Señor Cristo, tomas las brillantes y fortísimas armas de la obediencia” (Reg. Prólogo).

“Lectio Divina”

La armonía de la vida benedictina está conseguida por la perfecta distribución del tiempo en el monasterio. El Oficio divino, con su escalonamiento en las horas canónicas, y el descanso siempre necesario, se ven compensados y equilibrados por el trabajo manual y la lectio divina. En esta distribución del tiempo la lectio divina viene a ser como el lubricante de la tarea del monje. Participa de la oración y participa del trabajo. Rompe la monotonía del Opus Dei y la dureza del trabajo manual. Y tiene también lo suyo de descanso. Momento de reposo y quietud para el espíritu.La lectura se hará gustosa y profunda. Con amor y con pasión. Pero orientada a un nivel teologal. Que mueva la fe, la caridad y la esperanza. Por aquí es el paso inmediato a la oración. Un itinerario muy conocido: lectio-meditatio-oratio.

El trabajo

La vida monástica es una vida de trabajo, porque es y debe ser vida de pobre. De unos hombres que por motivos sobrenaturales abrazan la pobreza. Que la hacen elemento esencial de su vida. Que tienen que trabajar para ganarse su vida y la de los suyos. No nos hacemos pobres por moda o estética. Ni por humanitarismo. Ni aún siquiera por caridad hacia los pobres. Nos hacemos pobres porque no queremos que las riquezas, los bienes materiales, las cosas, se interpongan en nuestra marcha hacia Dios. No queremos que nuestro afecto las convierta en ídolos. Y consecuencia de esta pobreza es la necesidad de trabajar. El trabajo monástico es el factor que más contribuye al equilibrio de la vida benedictina.

Nuestro apostolado

El monje tiene algunas formas de apostolado muy típicas. La dirección espiritual, la instrucción litúrgica. Toda una amplísima gama de tarea intelectual derivada de la lectio divina. La difusión de su propia espiritualidad, tan saludable para el mundo moderno. Abrir el monasterio a cuantos quieren rezar la gran oración colectiva de la Iglesia. A quienes buscan un ambiente de serenidad y paz para su alma.

En resumen...

La vida benedictina no es otra cosa que un simple y limpio ideal de vida cristiana. De una vida cristiana depurada. Reducida a lo esencial. Centrada en la oración. Hecho toda ella armonía y sencillez. De ahí que a lo largo de los siglos su lema haya sido: PAX. Lleva la paz a las almas. En una constante comunión litúrgica, sacramental y sobre todo eucarística con Cristo. Viviendo su misterio pascual. “Porque Él es nuestra paz” (Ef 2,14). Y la paz de Cristo, rebosante de caridad, saldrá más allá de los claustros y de las cercas del monasterio. Esta paz más que nunca necesaria en un mundo de hombres divididos y de almas partidas. “¡Si conocieses tú también en este día lo que lleva a la paz!” (Lc 19,42). Si supieses dónde está la verdadera paz. Tú que sientes cómo te muerde el desasosiego interior. Tú que has advertido ahí en el fondo de tu alma la nostalgia de Dios. Tú que en tu mejor deseo sólo puedes ofrecer a Dios el sacrificio de una vida agitada y angustiada.


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jueves, 11 de diciembre de 2008

Maravillas de Jesús, virgen Carmelita Descalza

(11 de Diciembre día de su conmemoración)

María de las Maravillas Pidal y Chico de Guzmán nació en Madrid el día 4 de noviembre de 1891, la menor de cuatro hermanos; fue bautizada en la Parroquia de San Sebastián a los ocho días y confirmada en 1896. Hizo su primera comunión en 1902. Sus padres, don Luis y doña Cristina, eran los marqueses de Pidal. Don Luis había sido Ministro de Fomento y en aquellas fechas era Embajador de España ante la Santa Sede. Fue educada en sus primeros años especialmente por su abuela materna, Patricia Muñoz, y ya desde niña experimentó una llamada a consagrarse al Señor en virginidad. Mientras estudiaba en casa, durante su adolescencia y juventud se dedicó a obras de caridad, ayudando a muchas familias necesitadas.

Leía frecuentemente las obras de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz y, cautivada por sus vidas y experiencias espirituales, decidió entrar en las Carmelitas Descalzas de El Escorial (Madrid) donde ingresó el 12 de octubre de 1919 recibiendo el nombre de Maravillas de Jesús. Con este motivo D. Pedro Poveda -que será canonizado juntamente con ella- le escribió una carta de felicitación, a la que contestó agradecida. Tomó el hábito en 1920 e hizo su primera profesión en 1921. Allí mismo, detrás de la celosía que da al sagrario de la Iglesia conventual, recibió en 1923 la inspiración de fundar un Carmelo en el centro geográfico de España, El Cerro de los Ángeles, donde se había levantado el monumento al Sagrado Corazón de Jesús justamente el año en que ella había carmelita descalza.

El obispo de Madrid-Alcalá, Mons. Eijo y Garay acogió y se entusiasmó con la idea y en 1924 la Hermana Maravillas y otras tres monjas carmelitas de El Escorial se instalaron provisionalmente en una casa de Getafe para atender desde allí la edificación del Convento. En esa casa hizo su profesión solemne el 30 de mayo de ese mismo año. En 1926 fue nombrada, por el obispo Eijo, priora de la comunidad y el 31 de Octubre se inauguraba el nuevo Carmelo de El Cerro de los Ángeles.

Como ya entonces acudieron muchas vocaciones, la Madre Maravillas vio en ello una señal de Dios para fundar nuevas “casas de la Virgen”. En 1933, a petición del obispo, misionero carmelita, Mons. Arana, fundó otro Carmelo en Kottayam (India) enviando a ocho monjas. A ella no le permitieron ir sus superiores.

Durante la persecución religiosa en España a partir de 1931 pasaba todas las noches muchas horas orando desde su Carmelo, contemplando el monumento al Sagrado Corazón, y solicitó y obtuvo permiso del papa Pío XI para salir con su comunidad, exponiendo sus vidas, si llegara el momento de defender la sagrada imagen, en caso de ser profanada. En julio de 1936 las Carmelitas fueron expulsadas de su Convento y llevadas detenidas a las Ursulinas de Getafe. Después se refugiaron en un piso de la calle Claudio Coello, 33, de Madrid, donde pasaron catorce meses de sacrificios, privaciones, registros y amenazas, deseando recibir la gracia del martirio. En 1937 la Madre pudo salir con su comunidad de Madrid y, pasando por Lourdes entró en España para instalarse en el abandonado “desierto” de Las Batuecas (Salamanca), que había podido adquirir antes de la guerra. Allí y a petición del obispo de Coria-Cáceres fundó un nuevo Carmelo. En 1938 hizo voto de hacer siempre lo más perfecto. En marzo de 1939 pudo volver a recuperar, totalmente destruido en la guerra, el de El Cerro de los Ángeles, donde fue elegida nuevamente priora. En este tiempo dio testimonio de fe, heroísmo y fortaleza, prudencia y serenidad y de una extraordinaria confianza en Dios.

Desde entonces y en muy pocos años realizó las fundaciones de otros muchos Carmelos: en 1944 el de Mancera de Abajo (Salamanca); en 1947 el de Duruelo (Ávila), cuna de la reforma carmelitana de San Juan de la Cruz; en 1950 traslada la comunidad de Las Batuecas, -cediendo este “desierto” a los padres carmelitas descalzos-, a Cabrera (Salamanca); en 1954 el de Arenas de San Pedro (Ávila); en 1956 el de San Calixto, en la sierra de Córdoba; en 1958 el de Aravaca (Madrid); en 1961 el de La Aldehuela (Madrid), en el que es elegida priora y en él vivió hasta su muerte; en 1964 el de Montemar-Torremolinos (Málaga).

Además, con hermanas de algunos de los Carmelos fundados por ella, ayudó en 1954 al de Cuenca (Ecuador), en 1964 al de El Escorial y en 1966 al de La Encarnación de Ávila, donde había entrado y vivido Santa Teresa de Jesús durante treinta años. En 1960, en Talavera de la Reina (Toledo), edifica un convento, también con iglesia de nueva planta, para los padres carmelitas descalzos. En su vida, además del P. Alfonso Torres, S.J. fueron sus directores espirituales el P. Florencio del Niño Jesús, O.C.D., y el P. Valentín de San José, O.C.D.

Desde el Carmelo de La Aldehuela, la Madre Maravillas, donde pasó sus últimos catorce años, continuó atendiendo las necesidades de todos esos Carmelos e, incluso desde la clausura, realizó una labor social como la construcción de viviendas prefabricadas y la ayuda en la construcción de una barriada de doscientas viviendas. A sus expensas hizo edificar también una Iglesia y un colegio. Sostuvo económicamente a distintos seminaristas para que pudieran llegar a ser sacerdotes, realizó una fundación benéfica para sostener a religiosas enfermas, compró una casa en Madrid para alojar a las carmelitas que tuvieran necesidad de permanecer algún tiempo en tratamientos médicos y costeó al Instituto Claune la edificación de una clínica para religiosas de clausura. En la iniciativa y desarrollo de estos servicios caritativos, que solía empezar sin medios económicos, confiaba siempre en la Providencia de Dios, que nunca le faltó.

Se sentía feliz de ser carmelita descalza, “hija de nuestra santa madre Teresa” y consideraba un tesoro la vida y los textos de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II, que aconseja la unión o asociación de monasterios de vida contemplativa, en 1972 obtuvo la aprobación de la Santa Sede de la “Asociación de Santa Teresa”, integrada por los Carmelos fundados por ella -y por otros que entonces se adhirieron- y, en 1973, fue elegida Presidenta. En los conventos en que vivió había sido elegida Priora de la Comunidad, -en total cuarenta y ocho años-, mostrando a la vez a sus hermanas caridad y firmeza, ánimo y consuelo, pidiendo siempre el parecer de las demás. Irradiaba paz y dulzura en sus palabras y gestos, de tal forma que quienes la trataron salieron siempre agraciados con su testimonio de amor Dios y de disponibilidad a la Iglesia como fiel hija suya.

La Madre Maravillas de Jesús es una de las grandes místicas de nuestro tiempo. Vivió una maravillosa experiencia de su unión con Dios, con una rica vida interior como se refleja en las cartas íntimas a sus directores espirituales, que sólo se han conocido después de su muerte. Pasó por la vivencia de “las noches” y por el gozo del amor profundo de Dios y de su respuesta de amor a Él. La capacidad de contagiar el amor de Dios le provenía de su unión con Él y de su gran capacidad y disposición para la oración. Expresaba: “Me abraso en deseos de que las almas vayan a Dios”. Durante toda su vida se entregó amorosamente al cumplimiento de la voluntad de Dios, y en la última etapa, ofreciendo su enfermedad y dando testimonio: “Lo que Dios quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera” solía repetir a sus hijas. Amó y vivió la pobreza y humildad heroicamente, infundiendo este espíritu en sus hermanas. Destacó también por su fidelidad al ideal teresiano.
Ya en 1962 había tenido un trastorno circulatorio del que se repuso. En 1972 sufrió un paro cardíaco del que se recuperó, pero su salud quedó ya muy quebrantada. En la solemnidad de la Inmaculada de 1974, recibió la Unción de los enfermos y el santo Viático. Murió, a los 83 años, en el Carmelo de La Aldehuela, el 11 de diciembre de 1974, rodeada de sus hijas y repitiendo: “¡Qué felicidad morir carmelita!”.

Fue beatificada en Roma por el Papa Juan Pablo II el día 10 de mayo de 1998, sus reliquias permanecen en la Iglesia del Carmelo de La Aldehuela (Madrid) y su memoria litúrgica se viene celebrando el 11 de diciembre.

TEXTOS DE LA MADRE MARAVILLAS DE JESÚS

  • Yo no quiero la vida más que para imitar lo más posible la de Cristo.

  • He tomado a la Virgen Santísima por Madre de un modo especialísimo y ella es la encargada también de prepararme y ampararme.

  • Me pareció entender que no era lo que le agradaba a Dios lo que fuera mayor sacrificio, sino el cumplimiento exacto y amoroso de su voluntad divina en sus menores detalles, y como quería fuese muy delicada en este cumplimiento, que me llevaría muy lejos en el sacrificio y en el amor.

  • Hace tiempo que no me cuestan las cosas que quiero hacer por el Señor como antes me costaban, ni nada de lo que Él me envía, por doloroso que sea, porque viendo que es su voluntad, ya es de veras la mía sin esfuerzo alguno.

  • Me da el Señor tal deseo de amarle, que no sólo durante el día no puedo pensar en otra cosa, quedándose todas las cosas de la vida como por fuera.

  • Quisiera yo poder, a costa de cuanto fuera necesario, transformar las ofensas que en el mundo se cometen, en gloria, amor y consuelo para el Corazón de mi dulcísimo Jesús. ¡Quisiera tanto amarle de veras y glorificarle! A pesar de mi pobreza me da el Señor un vivo deseo de esto, de borrar, si pudiera, todas las ofensas que se le hacen y de sufrir, pareciéndome esto lo más deseable de este mundo.

  • Si no me concede la gracia tan inmerecida de poder dar la vida por Él, que es mi mayor deseo, quisiera emplearla toda en sufrir cuanto pudiera por su amor.

  • Yo quiero a todo trance santificarme, entregar, pero de veras, toda mi nada al Señor.
    Estoy contentísima con la idea de hacer así el conventico como los pobres, es decir, como lo que somos. A mi Cristo le gusta que lo hagamos con pobreza, y a mí también....

  • Da una devoción este trabajar como los pobres. Es que trabajar para ganarse la vida es dulcísimo para el alma y durillo para el tonto cuerpo.

  • Me figuro que estarán entusiasmadas con el Concilio, ¡qué hermosura y qué felicidad ser hijas de la Iglesia!

  • ¡Lo que Él quiera! Si él no lo quiere, ¿para que vamos a quererlo nosotras?

  • Hermanas, quisiéramos abarcar el mundo entero, pero como esto no es posible, que no quede sin atender nada de lo que pase a nuestro lado.

  • La corona no es de los que comienzan, sino de los que perseveran hasta el fin. Esta vida se pasa volando, y lo único que vale es lo que hagamos para la otra.

  • ¿Miedo a la muerte? Si la muerte no es más que echarse en las manos de Dios

http://www.conferenciaepiscopal.es/santos/biografias/maravillasdeJesus.htm

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Silencio elocuente

El domingo de la Santísima Trinidad es conocido como la “Jornada Pro Orantibus”, en la que recordamos a quienes han hecho de la oración y el sacrificio por todos nosotros, su vocación cotidiana: las almas contemplativas. ¡Cuántas injusticias hemos cometido en las últimas décadas contra los monjes y monjas de clausura! ¡Con cuánta frecuencia han tenido que oír de muchos católicos palabras de incomprensión, al estilo de: “¿qué hacéis aquí rezando, con la cantidad de cosas que hay por hacer en el mundo?”! Afortunadamente, parece que en los últimos años, en la medida en que nos hemos llegado a sentir asfixiados en el ambiente secularizado, hemos ido redescubriendo los monasterios contemplativos como auténticos oasis en medio del desierto de la cultura materialista. De ello son testigo muchas hospederías monacales y tantos locutorios, adonde hemos acudido en busca de paz y para encomendar nuestras preocupaciones más urgentes.

Un indicio puntual pero significativo del renacimiento de esta sensibilidad hacia los contemplativos, lo hemos visto recientemente en la gran acogida que ha tenido en Europa la película “El gran silencio”, en la cual se recogía un reportaje de la vida de los monjes cartujos de Grenoble (Francia). En naciones como Alemania, “El gran silencio” ha sido un auténtico éxito de taquilla, que ha superado con creces a Harry Potter en la media de público por proyección. ¡Un filme de 162 minutos en silencio observando la vida de los monjes! Sin duda alguna, algo impensable hace tan sólo diez o veinte años.

Dicho lo cual, sería ingenuo que extrajésemos la conclusión de que esta nueva sensibilidad pueda interpretarse como un reconocimiento suficiente por nuestra parte de la dimensión contemplativa de la Iglesia. Una cosa es el atractivo que ejerce la espiritualidad en nuestros días, y otra bien distinta, es la fe en la oración y en el sacrificio como instrumentos de redención del mundo. Me centro en el subrayado de dos aspectos concretos:

Confianza en la gracia: El influjo de la vida contemplativa en la Iglesia y en nuestra sociedad, es semejante al de las cumbres nevadas de nuestras montañas. Al mirarlas, muchos no perciben más que un hermoso paisaje, ignorando u olvidando que el fértil valle del que estamos disfrutando, ha llegado a florecer gracias a esa nieve derretida de una forma lenta y anónima.

Los dones que recibimos en nuestra vida están “regados” por la oración y el sacrificio de las almas contemplativas. Un cristiano es inmaduro mientras no sea consciente de que nada somos sin la gracia de Dios (“Sin Mí no podéis hacer nada” Jn 15, 5) y de que hay ciertas gracias que sólo pueden alcanzarse “con la oración y con el ayuno” (Mc 9, 29).

Para que valoremos el don de la vida contemplativa, con frecuencia suele ser necesario que tengamos que purificarnos previamente desde la experiencia de la esterilidad de nuestro esfuerzo voluntarista: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!” (Salmo 126).

Ocurre que uno de los errores prácticos más frecuentes en la vivencia de la espiritualidad cristiana es el “voluntarismo”: Consiste en poner la iniciativa de la vida espiritual en el propio hombre, en confiar el progreso de la vida espiritual a la propia voluntad de lograrlo, de forma que la acción de Dios relegada a un segundo plano. El planteamiento voluntarista piensa, en el fondo, que los logros de nuestra vida son directamente proporcionales a nuestra fuerza de voluntad y olvida, entre otras cosas, que también la fuerza de voluntad es un don de Dios. De esta forma, el voluntarismo no es capaz de percibir la vida cristiana como un don de Dios “gracia sobre gracia” (Jn 1,16).

Silencio elocuente: He aquí el lema de la “Jornada Pro Orantibus” de este año. No me resisto a recoger unas hermosas reflexiones que Mons Jesús Sanz nos ofrece en la carta de presentación de la Jornada:

«Dios nos dirige su Palabra y Dios nos dirige también su Silencio. ¡Cuántas veces Él nos dice tantas cosas… callándolas! Siempre hemos visto en María la mujer creyente que ha sabido guardar en su corazón lo que Dios hablaba y lo que silenciaba.

Este es el lenguaje místico: el silencio elocuente y la soledad habitada de la Palabra de Dios y de su Presencia adorable. Si el “homo loquens” (hombre que habla) busca y trata de expresar de tantos modos el misterio de Dios que le desborda, llega un momento en el que debe dar paso a otro modo de expresión más propia del “homo adorans” (hombre adorador): el silencio.

Esta Palabra la escuchan los contemplativos. Es la que nos testimonian desde su silencio tan lleno de susurro divino, que se hace elocuente para quien quiera escuchar. Benditos ellos, que han sido llamados a guardar en el corazón lo que Dios nos dice y lo que nos calla».

Autor: Mons. José Ignacio Munilla Aguirre

lunes, 8 de diciembre de 2008

La vida monástica. El ideal monástico (1). Orden benedictina

La vida monástica - El ideal monástico
Un monasterio benedictino es, fundamentalmente, una escuela de vida contemplativa. Para el monje es vida contemplativa aquélla en la que se da prioridad y preferencia al ejercicio de la oración. La oración, porque es el modo más adecuado de llegar al conocimiento y a la unión con Dios. Un conocimiento en fe y por obra del amor, con todo el fervor de una vivísima esperanza. El ideal monástico está, pues, en la búsqueda de Dios y de solo Dios. Directamente. A Dios en sí mismo y por Cristo Jesús, que es el mediador entre Dios y los hombres. Un ideal puro de vida cristiana. Esto se llama vivir hondamente el propio bautismo.

Excelencia de la contemplación
“¡Si conocieses el don de Dios!” (Jn 4,10). Esta es toda la vida espiritual del cristiano. Esta es la obra de la gracia en su alma. Y la escuela de la contemplación es la escuela de la intimidad de Dios. Y la escuela de la intimidad de Dios es la escuela de la santidad. ¿Cómo llegaré a la intimidad de Dios? Ante todo, escuchándole. Sin ahogar su voz con mi propia palabrería. Hundiéndome en el silencio para oír su voz. Dios con su presencia me descubre a mí esa realidad mía que yo no conozco. Mi verdad. El enorme vacío de mi alma desnuda en la presencia de Dios. Y entonces esta verdad mía, mi realidad auténtica, es la que se vuelve hacia Dios en un acto supremo de acatamiento y de adoración. Algo que es sublime. Cierto, pero también muy posible.

El monje
Es un hombre que se agarra a Cristo como a la auténtica realidad de su vida. Por tres veces lo dice san Benito: “Nada anteponer al amor de Cristo” (Reg. cap. IV).
“Los que nada estiman tanto como Cristo” (cap. V).
“Nada absolutamente prefiera a Cristo” (cap. LXXII).
La vida de todos los cristianos debe afirmarse en Cristo Jesús. Es cristiano quien vive en Cristo. Quien ha llegado a convencerse de que Cristo es su vida. Pero ese apoyo debe ser aún más necesario, diríamos que más exigente y total, más exclusivo, para un alma contemplativa. Su relación se hace muy personal, muy directa, íntima. Cristo está ante él en todos los actos, en todos los momentos de su vida. Y en el cumplimiento total de su santa voluntad. El monje sigue a Cristo en su obediencia.

Hombre de fe y de oración
Cuando Dios llama a un ideal tan elevado, lo hace con una enorme delicadeza. Un comienzo de alusiones e insinuaciones que concluye en el permanente fluir de una voz casi imperceptible y no obstante sutil y penetrante. Cuando Dios llama a la vida monástica, cuando invita al hombre a iniciar con El ese gran diálogo que es una vida entera de oración, suele extremar al máximo el respeto que siempre tiene a nuestra libertad. Pero siempre es Dios quien facilita nuestra respuesta. La vocación del monje suele ir acompañada de ciertas disposiciones a la vida contemplativa. Sin las cuales la vida monástica es tan sólo una invitación al despiste y a la pereza. Fundamentalmente son dos: Ha de ser hombre de fe. Lo que quiere decir que sepa gustar del gozo de la fe. Y ser un hombre de oración. Que contra las tentaciones del activismo y de la agitación, sienta el alto valor religioso de la pura oración de alabanza.

El monasterio
San Benito tiene una definición famosa y clásica de lo que es un monasterio. En el Prólogo de su Regla le llama: Dominici schola servitii. La escuela del servicio del Señor. La concepción benedictina de la vida religiosa se asienta sobre la importancia concedida al monasterio. Sobre la estampa de monasterio que se esboza en la Regla. Establece el monasterio sobre un plan familiar. Con los vínculos que no son fríamente sociológicos. Ni tan sólo espiritualmente religiosos. Con una entrañada relación familiar. Con su buen margen afectivo. Por eso es una institución muy humana. En el monasterio, y por esta enseñanza, es donde se hace fácil, natural y flexible el servicio de Dios. Lo que en definitiva se practica y ejercita en el monasterio es la caridad del amor de Dios. Aquí es donde las almas de los monjes crecen en la caridad.

Lo nuevo en San Benito
En la estabilidad monástica llegamos a uno de los aspectos típicos del orden benedictino. Una verdadera novedad. Porque antes de San Benito hubo muchos monjes. El monasterio era una institución tal vez demasiado desarrollada. San Benito prescinde de lo necesario, de tantas cosas anecdóticas del monacato, porque va a lo principal. Estabilidad, contra el peregrinar de los monjes andariegos. Vida en común, contra el egoísmo del aislamiento. Un Abad, como principio activo de autoridad. Un orden en la vida. En la oración, en la lectura, en el cuidado de la casa, en el trabajo. Y sobre todo en las finalidades propias del monje. En la busca de Dios. En el Opus Dei (Oficio divino). En el cultivo de la caridad. La caridad del amor de Dios y la caridad de la convivencia fraterna.

Vida en comunidad
Un monasterio supone una vida en comunidad. Bien está que haya anacoretas. Pero es una vocación madura y en cierto modo extraordinaria. No es empeño para todos y mucho menos para principiantes. La vida en común es, en cambio, muy sana. Una invitación permanente a no pensar en sí mismo. Una invitación permanente a la caridad. A pensar en los demás con caridad. Y a sufrir con paciencia las adversidades y las flaquezas de los prójimos. Y junto a la caridad la disciplina. Contra el protagonismo y la originalidad. Por un lado la obediencia. Por el otro el fiel cumplimiento de la Regla. Que es algo exterior, objetivo. La norma concreta de nuestra vida religiosa. En la vida en común de los cenobitas se cumplen los tres votos que emite el monje en su profesión monástica. Estabilidad: Permanencia y perseverancia en un monasterio. Conversión de costumbres: Que la entrega a Dios sea real y no una pura fantasía. Obediencia según la Regla: Sometiéndose a la autoridad de un jefe.

El abad
Es la pieza maestra de la regla de los monjes. Concurre en él un triple mando. Espiritual. Docente. De gobierno. Pero todo ello fundido en la condición de padre. Y por encima aún de la condición de padre, su situación auténtica en el monasterio debe ser la de representante de Cristo. La clave de la personalidad del Abad está en ser representante de Cristo.

El silencio
El silencio viene a ser el clima espiritual del monasterio. No es sólo una necesidad de la convivencia. No es sólo una exigencia de la paz del claustro. Su verdadera función entra ya en la vida de oración. Un silencio que es necesario para oír a Dios. Silencio de recogimiento. Silencio exterior. Pero sobre todo silencio interior.

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Expoclausura 2008. Dulces divinos para paladares terrenales

Expoclausura celebra su XII Edición de Exposición-Venta de Productos Navideños elaborados en Conventos de Clausura y Monasterios de España (turrones, mazapanes, vinos, mermeladas...).
Del 7 al 16 de diciembre de 2008 (o hasta final de existencias), de lunes a domingo de 10 a 21 horas en el Centro Comercial ABC Serrano nº 61. Madrid (Mtro. Serrano)

Dulces divinos para paladares terrenales

La afluencia de visitantes y compradores ya es una seña de identidad que justifica sus sucesivas ediciones. Expoclausura, la exposición-venta de productos navideños elaborados en conventos de clausura y monasterios de España, abre hoy sus puertas en el centro comercial ABC Serrano con sus mejores productos, materias primas naturales y más de una novedad que sorprenderá al público.
Y es que, en su décimosegunda edición, esta dulce y solidaria cita navideña espera capear la crisis con sus productos artesanales recién salidos de los hornos más recogidos. En total, 40 puestos de órdenes como las Clarisas, Cistercienses, Dominicas, Capuchinas, Jerónimas, Franciscanas, Benedictinas, Carmelitas, Mercedarias y Trinitarias pondrán a la venta sus mejores dulces para ayudar al sostenimiento de sus conventos y monasterios. Porque, como recuerda Miguel Ángel del Puerto y Gil, responsable de Expoclausura, el envejecimiento de las comunidades que los integran, el deterioro progresivo de sus edificaciones y el descenso de las vocaciones están provocando serios problemas económicos para su supervivencia». No olvidemos que, en muchos casos, los ingresos procedentes de esta exposición y venta constituyen la mayor ayuda, si no la única, durante todo el año.
A precios muy competitivos, el público podrá adquirir productos típicamente madrileños -mazapán, turrón, polvorones o mantecados- y, además, completar la cesta de la compra con otros dulces atemporales -hojaldrados y bollería- e, incluso, vinos, licores mermeladas y membrillos.
Como novedad, Del Puerto adelanta que, por primera vez, un convento de Valladolid ofrecerá lencería del hogar y unas dominicas pondrán a la venta vino y membrillo -no olvidemos que ambos productos siempre han sido tarea de monjes-.
Por ello, con la crisis asentada en las economías familiares, esta feria de alimentos es una buena opción para hacer acopio de productos para las próximas fiestas sin vaciar los bolsillos...
Turrones, mazapanes, yemas, pan relleno, vino roscos, amarguillos... Un año más, Expoclausura anima a los madrileños a llenar la cesta de la compra en estas Navidades mientras ayudan a sostener los conventos españoles
En la pasada edición, más de 12.000 visitantes acudieron a esta tradicional cita navideña

MABEL AMADO MADRID
Domingo, 07-12-08

sábado, 6 de diciembre de 2008

María, mujer contemplativa

1.-. "Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer" Gálatas 4,4. Madre de Dios, el fundamento de toda su grandeza. Madre que concibe y Madre que da a luz. Concebir y dar a luz. A Dios. Dios ha querido nacer de una mujer. Esa mujer tiene una relación no sólo biológica, sino metafísica y espiritual con Dios. Espiritual, porque según San Agustín, le ha concebido antes en la mente que en su seno. Y por eso es también nuestra Madre, la Madre de todos los hermanos de su Hijo. El Hijo de Dios ha querido asumir el proceso biológico humano como todos los hombres, nacer llorando, pasar largos ratos durmiendo, someterse a todas las necesidades fisiológicas, depender de su madre, como todos nosotros. Despertó al Niño Jesús el parloteo de los pastores. Unos le cogieron en brazos, otros le acariciaron, y El correspondía con una sonrisa. Ha querido ser acunado y recibir bellos y encendidos piropos, ser cubierto de besos mientras es alimentado a los pechos de su amorosa madre y ser mecido por ella, cariñosa y asombrada. ¿Cómo se va a acostumbrar a tener en sus brazos a Dios, a su hijo –Dios? ¿No nos ha pasado algo parecido a los que hemos visto nacer por primera vez en nuestras manos y por nuestras palabras personales y ministeriales de la consagración eucarística al Hijo de Dios?

2. San José también lo toma en sus brazos con naturalidad y con un cariño inmenso, agradeciendo, loco de alegría, la gran vocación y confianza privilegiada que ha recibido del Padre. José está fascinado con su pequeño, a la vez que también descolocado y como un intruso en la familia.

3. Pero no están siempre en adoración del Niño. Hay que hacer cosas, limpiar el establo, encender el fuego, preparar comida, lavar los pañales del Niño, atender con cariño a los pastores y a los vecinos que fueron llegando también poco a poco.

4. Y después, cuando todos se fueron, y se quedaron solos, María pensaba. María es una mujer contemplativa, como se deduce de las palabras del Evangelio: "María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón" Lucas 2,16. Había escuchado a los pastores y ahora medita en su corazón. María sabe leer los signos de los tiempos y los signos de Dios. Cuando decimos que María meditaba estas cosas, no queremos decir que María daba vueltas en su mente a las imágenes de los pastores: si jóvenes, si viejos, si rudos, si muchos, si pocos, si altos, si bajos, si de pelo negro, o de ojos grandes, o pequeños, si habladores o graciosos, sino que se pierde en Dios.

5. María cumple la misión del hombre recordada por el Concilio: "Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a El con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina" (GS 18). La contemplación acerca intuitivamente a la divinidad, es integradora, afectiva, unificante. Cuando María contempla, admira, se asombra, alaba, se enternece, glorifica, agradece, se ofrece, se entrega. Sale de sí misma. Esto es el éxtasis que se abisma en la "profundidad de la riqueza, de la sabiduría y ciencia de Dios y comprende cuán insondables son sus pensamientos, y cuán indescifrables sus caminos" (Rm 11,33). Y se convierte en una mujer madura y grande, inalterable y equilibrada, viviendo en la atmósfera de paz que el mismo Dios le contagia. “Tiene en Dios clavada la mirada y el corazón” en frase de Pablo VI.

6. Sólo María calla. Dios habló a Abraham y a Moisés y envió a los Profetas para que hablaran a nuestros padres. Ahora, en esta etapa final nos ha hablado por su Hijo (Hb 1,1). Cuando nace el Hijo de Dios, hablan los ángeles, hablan los pastores y hablan los reyes venidos de Oriente. Hablarán Simeón y Ana en el templo. Sólo María calla, absorta en el misterio. Sólo la Madre guarda silencio. Sartre, el filósofo existencialista y ateo, después de haber leído el Diario de un cura rural, de Bernanos, en el que define que un pueblo de cristianos es un pueblo de esperanza, contra su fatal afirmación y triste que el mundo morirá de desesperanza, escribió prisionero de los alemanes para distraer a sus compañeros de campo en la Navidad de 1940, una pieza teatral titulada Bariona el hijo del trueno. De esta obra son las siguientes palabras:

“Como hoy es Navidad, tenéis derecho de exigir que os muestre el Portal de Belén. Aquí está. Aquí tenéis a la Virgen, y aquí a José, y aquí al Niño Jesús. El artista ha puesto todo su amor en este dibujo. Fijaos, los personajes tienen una vestimenta hermosa, pero están rígidos: se diría que son marionetas. Ciertamente no lo eran. Si fueseis como yo, que tengo los ojos cerrados..., pero escuchad: no tenéis más que cerrar los ojos para oírme y os diré cómo los veo dentro de mí: la Virgen está pálida y mira al Niño. Lo que habría que pintar en su cara es un ansioso estupor que solamente una vez ha aparecido en un rostro humano; porque el Cristo es su bebé, carne de su carne y fruto de sus entrañas. Durante nueve meses lo ha llevado en su seno, y ella le dará el pecho y su leche se convertirá en la sangre de Dios. Le estrecha entre sus brazos y le dice: ¡Mi pequeño! Pero, en otros momentos se queda sin habla y piensa, Dios está ahí. Y la atenaza un temor reverencial ante este Dios mudo, ante este niño que impone respeto. Hay también otros momentos, rápidos y difíciles, en los que siente que el Cristo es su hijo, su pequeño, y es Dios. Lo mira y piensa: Este Dios es hijo mío, esta carne divina es mi carne. Está hecha de mí. Tiene mis ojos, y la forma de su boca es la mía. Es Dios y se parece a mí. Y ninguna mujer, jamás, ha disfrutado así de su Dios, para ella sola. Un Dios muy pequeñito al que se puede estrechar entre los brazos y cubrir de besos. Un Dios calentito que sonríe y que respira, un Dios al que se puede tocar; y que vive. Esto es todo sobre Jesús y sobre la Virgen María. ¿Y José? A José, yo no lo pintaría. Sólo pondría una sombra en el portal y dos ojos brillantes, porque no sé qué decir de José, y porque José no sabe qué decir de sí mismo. Adora, y es feliz adorando, y se siente un poco como en el exilio. Me parece que sufre sin confesarlo, porque ve cuánto se parece a Dios la mujer a la que ama, y qué cerca está ya de Dios. Porque Dios ha estallado como una bomba en la intimidad de esta familia. José y María están separados para siempre por este incendio de luz. Y me imagino que toda la vida de José no será suficiente para aprender y aceptar”. Imponente.

7. José, imponiéndole al Niño el Nombre, al ser circuncidado, ejerció el derecho y el deber del padre. Así se lo había mandado el ángel: "Al cumplirse los ocho días, cuando tocaba circuncidar al Niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción" Lucas 2,21.

8. Ha comenzado el tiempo de la gracia que ha hecho posible el corazón de una mujer que ha conjugado las urgencias de su pueblo con las expectativas de la humanidad. Así ha nacido una gran esperanza que no se extingue con el fin de nuestra existencia sino que se renueva y florece para cada generación que intenta convertir nuestra historia de violencia y muerte en una historia de redención, que nace en la experiencia de cada día vivida con paciencia y con amor. Con esta alegría se alegraron los pastores ante el niño nacido en un pesebre. Su grito de júbilo causó admiración entre todos los que oyeron el anuncio de los pastores: Dios no se ha olvidado de nosotros y nos ha enviado un salvador. El Dios de la esperanza cumple sus promesas y renueva la posibilidad de transformar el mundo. Entre quienes los oían había muchos desesperados que habían acudido a su pueblo natal para asistir al empadronamiento forzoso impuesto por el Emperador. El censo no sólo pretendía llevar la estadística del número de habitantes, sino controlar la población en edad militar y cobrar los impuestos. En este ambiente enrarecido por la carga que imponían los invasores, se alza la voz de los ángeles a los pastores proclamando que Dios ha nacido para comunicarle una gran esperanza.

9. Junto a sus manifestaciones de júbilo está la alegría serena de la Madre del Señor. Mientras ellos celebraban con alborozo el nacimiento de un niño, ella meditaba el significado de todo lo que estaba ocurriendo en la manifestación de su hijo a los hombres. Esta misma actitud, mezcla de mirada comprensiva y de serena meditación, será una de las constantes con la que el evangelista nos presenta a María en todo el evangelio hasta Hechos de los Apóstoles, donde María encabeza en el Cenáculo a los discípulos de Jesús que inauguran, con la irrupción del Espíritu Santo, la nueva era de la humanidad.

10. Aprendamos esta lección del evangelio para combinar el gozo de los pastores y la actitud meditativa de María. La fiesta del nuevo año es una buena oportunidad para celebrar con júbilo la esperanza, pero también para evaluar la experiencia del año anterior. De modo que la felicidad de un día no provenga sólo del alboroto de las fiestas de fin de año, sino de una sabia disposición ante el año que viene. Cada día se nos abre un ramillete de posibilidades en el que podemos escoger los caminos hacia una más plena realización humana de nuestro servicio. La fiesta nos debe ayudar a cultivar una actitud sobria ante las novedades que cada época de la vida nos va presentando.

11. Madre del Redentor, Virgen fecunda, puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a librar al pueblo que tropieza y quiere levantarse. Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador, y permaneces siempre virgen. Recibe el saludo del ángel Gabriel, y ten piedad de nosotros pecadores.

Padre Jesús Martí Ballester