viernes, 4 de diciembre de 2009

La hermanas de la Visitación en el interior del Vaticano

CIUDAD DEL VATICANO, (ZENIT.org).- Con una jornada que inicia a las 5,20 de la mañana y finaliza a las 9,30 de la noche, siete hermanas de la Visitación, llegaron a ocupar desde el pasado mes de octubre el monasterio Mater Ecclesiae dentro de los muros vaticanos. Este convento nació en 1994 como iniciativa de Juan Pablo II de crear una comunidad de religiosas contemplativas para acompañar con su oración la actividad del Santo Padre y de sus colaboradores de la Curia Romana.
El convento es ocupado cada cinco años por una comunidad diferente. Han pasado por allí las carmelitas, las benedictinas y las clarisas.
“Hemos acogido este encargo como un don singular del Señor”, asegura la superiora de esta comunidad María Begoña Sancho Herreros en una entrevista realizada por el diario a “L’ Osservatore Romano” el 2 de diciembre, “Somos conscientes de que no estamos preparadas para una experiencia tan especial. Como se trata de un don de Dios, trateremos de que Él mismo que nos sostenga”, dijo.
Religiosas de cuatro nacionalidades distintas componen esta nueva comunidad: una italiana, una colombiana, una proveniente de Guinea Ecuatorial y cuatro españolas según indicó a ZENIT la hermana Sancho Herreros.
“El todo unido al sacrificio de cristo ofrecido por la Iglesia y por el Pontífice”, indicó la religiosa quien afirmó que también se ocuparán “de algunos trabajos para la persona del Papa, como el cuidado de sus vestidos”.
Un día en el Mater Ecclesiae
Las hermanas dedican una gran parte de la jornada a la oración: Liturgia de las Horas (laudes, tercia, sexta, vísperas, la nona y completas), misa, adoración al santísimo y rosario en comunidad, lectura espiritual y meditación de temas espirituales.
También cuentan con dos momentos llamados “de obediencia”, para las eventuales comunicaciones a la comunidad de parte de la superiora. Dedican algunas horas a diversos trabajos de acuerdo con sus propias responsabilidades.
Tienen momentos de descanso y recreación después del almuerzo y la cena respectivamente. A diario realizan su examen de conciencia y concluyen con el rezo de las completas.
La hermana María asegura que tanto ella como su comunidad descubren una misión específica dentro de la celebración del Año Sacerdotal: “Acogerlos, (a los sacerdotes) cuando vienen a pedirnos oraciones o a contarnos sus dificultades”.
Asegura que cada día hacen una oración especial por ellos: “por los santos, por quienes son menos fervorosos, por quienes sufren o son tentados, por los que nos ayudan con su vida ejemplar administrándonos los sacramentos”,
Inspiradas por San Francisco de Sales
Las hermanas de la Visitación buscan ser así fieles al carisma de su fundador San Francisco de Sales (1567 - 1622) quien quería “que se supliera la penitencia exterior con la renuncia interior”
La superiora recordó lo que el santo pedía en sus escritos: “La congregación no quiere más que formar almas humildes” y “la característica de las hijas de la Visitación es la de ver todo en la voluntad de Dios y seguirla”.
Igualmente, se refirió a su cofundadora santa Juana de Chantal, (1572-1641), un modelo para las diferentes vocaciones: “Ella vivió en primera persona diferentes experiencias: noble, casada, viuda, religiosa y fundadora”.
Las hermanas de la Visitación tienen también una fuerte devoción al Sagrado Corazón de Jesús, la cual fue especialmente promovida por Santa María Margarita de Alacoque (1647-1690), quien fue miembro de esta congregación.
“A nosotras, hijas de la Visitación, fue concedida la gracia de honrar la vida escondida del Corazón de Jesús y como Él se reveló a nosotras, quiere que nosotras lo manifestemos y lo ofrezcamos a los demás”, decía la santa.
La superiora del Mater Ecclesiae, quien desempeñó este mismo cargo en el monasterio de Burgos en España, es religiosa desde hace 30 años. Durante esta entrevista dejó también espacio para algunas confesiones: “Me conforta saber que mis oraciones y mi sacrificio recaen en beneficio a la Iglesia y al mundo, que Dios se sirve de esto para acercar a los hombres a su corazón”, asegura.
Y al recordar un poco la historia de su vocación exclama: “¡De cuántas gracias me hubiera privado si le hubiera dicho que no al Señor!”.
Igualmente se refirió a su amor filial a María, que para ella resulta indispensable para su misión: “Hace muchos años hice un pacto con ella, ofreciéndole todo lo que tenía para que lo presentara al Señor y le pidiera lo que ella sabe que necesito”.

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