viernes, 19 de febrero de 2010

Monasterios: Contemplar el misterio de Cristo y ser espejo de la Trinidad en medio del mundo

Sor María Victoria Triviño es una monja clarisa del Convento de
 Santa Clara, en Balaguer (Lérida-España). Teóloga, experta en franciscanismo y estudios clareanos, ha publicado 36 obras y muchos temas dispersos en revistas de diverso nivel cultural y religioso. Ha impartido cursos, seminarios y conferencias en diversos países de Europa, América y África, preferentemente sobre espiritualidad de Santa Clara y otras escritoras o místicas franciscanas. Su último libro es “La Palabra en odres nuevos. Presencia y latido” como aportación al deseo despertado por el Sínodo de la Palabra.

Sor María Victoria conversó con nosotros sobre la actualidad de la vida contemplativa en este tiempo en que la vida moderna –tan llena de prisas y superficialidad–, al parecer, nos ha robado la paz y la capacidad de entrar en relación profunda con nosotros mismos, con los otros y con Dios.

¿A qué se debe que los hombres y las mujeres de hoy tendamos a una vida más superficial, sin sentido de trascendencia?

Hoy se vive un fenómeno despersonalizador que, arrastrado por el materialismo, favorece la expansión de la pérdida de valores; es, en gran parte, la globalización. Lo que se ofreció como espíritu grupal, resulta ser en la realidad una red barredera, el camino hacia la masificación.

Sin embargo cada vez hay más personas que comienzan a preguntarse por el sentido de la vida, buscan la vuelta a la naturaleza, la vida sobria y el silencio. Por lo menos lo intentan los fines de semana.

Entonces, paradójicamente, ¿hay un retorno a “lo espiritual”?


Para nosotros, los cristianos, el sentido de la vida es sagrado cuando entramos en la obediencia de fe a Dios Padre, en el Hijo y por la iluminación del Espíritu Santo. Cada paso se inscribe en el plan de Dios como acto de confianza amorosa por nuestra parte. Como la Santa Virgen: “Hágase en mí según tu palabra”.

¿Cómo confronta la vida contemplativa esta tendencia del mundo contemporáneo?

La vida contemplativa –al igual que las otras formas de vida religiosa y la misma vida cristiana– está comprometida en un proceso de poda y renovación. No vale ir tirando del carro de la costumbre. Es preciso revisar y afianzar los cimientos. En nuestro caso, mirar de vivir con toda la fuerza de fidelidad las claves dadas por la madre santa Clara: el primado de Dios, pobreza y testimonio de unidad en el amor.

Los tiempos de Francisco y Clara de Asís no fueron mejores. También ellos estaban inmersos en la profunda transformación de un cambio de siglo. Lo que hicieron con todo fervor, movidos por “el Espíritu del Señor y su santa operación”, dio mucho fruto.

Creo que basta vivir intensamente nuestra propia forma de vida en las coordenadas de nuestro tiempo, y hallar ¡eso sí! el lenguaje para hacerla comprensible a nuestros contemporáneos. Las contemplativas debemos tener una profunda experiencia de Dios. Conocer la Palabra de Dios y haber experimentado la obediencia de fe, como la Santa Virgen.

El convento donde usted vive es buscado por mucha gente ¿qué les llama la atención a los visitantes?¿qué buscan?

Estamos en el Santuario del Santo Cristo de Balaguer (Lérida). Es un lugar de fe muy especial donde se toca la misericordia y compasión del Señor. Todo el día hay personas que visitan el templo y oran al Señor.

Nosotras preparamos la Liturgia de cada día, cuidando de que sea bella, apacible, gozosa. Tenemos un tiempo de adoración al Santísimo en el Santuario. Escribimos un Boletín. Algunas veces hacemos un acto religioso cuando vienen peregrinos.

Hay personas que vienen a visitarnos buscando pasar un momento especial y parece que no quedan defraudados. Lo que más les llama la atención es nuestra alegría permanente y la paz que perciben en el ambiente. Les gusta nuestra apertura para comprender sus caminos y anhelos. Les agrada el respeto con que podemos escucharles y también la seguridad para dar razón de nuestra fe y forma de vida. Procuramos terminar siempre con un momento de oración. Y como no siempre son personas creyentes o practicantes, oramos con danza religiosa pidiendo la efusión del Espíritu que renueva la faz de la tierra.

Suelen quedar muy conmovidos, y confiesan haber comprendido “Algo” que antes nadie les supo transmitir. Es decir, que buscaban experimentar la Presencia de Dios, la proximidad de su Belleza, de su Verdad, de su Amor.

¿Cómo podemos los cristianos de estos tiempos, inmersos en esta dinámica de ajetreo y superficialidad, apropiarnos y vivir los valores que entraña la vida contemplativa?

Viendo con sus ojos. La vida contemplativa desarrolla, o debe desarrollar en grado elevado, las virtudes teologales de fe vivísima, esperanza cierta y amor seráfico. Por eso es importante, por nuestra parte, actualizar el lenguaje para hacer comprensible nuestra experiencia de Dios a las gentes de nuestro tiempo.

Creo que la vida contemplativa debe mantener celosamente su espacio, esa distancia sacral que la guarda y protege, pero debe hacerse visible. Sobre todo en la Liturgia, como un lugar privilegiado para dar testimonio de fe y reverencia ante la Presencia del Santo.

El trato de las clarisas, y en general la familia franciscana, es sencillo y amable. Ahora bien, en la Liturgia, las contemplativas no podemos permitirnos jamás nada vulgar ni mediocre. Quien nos ve debe desear contemplar la Gloria de Dios que envuelve nuestra vida. El perfume del Resucitado debe percibirse en nosotras, y… “A su perfume revivirán los muertos” decía santa Clara.

Usted, que tiene 50 años en la vida contemplativa ¿qué riquezas encuentra en ella?

La vida clarisa me ha dado mucho más de lo que yo le pedí y, “el ciento por uno, con persecuciones”, ¡claro!, como promete el Evangelio. La espiritualidad de Santa Clara es la más bella que conozco, conduce suavemente hacia la cumbre de la mística. Consiste en adherirse a la Virgen para contemplar el Misterio de Cristo, y ser espejo de la Trinidad como hija, madre y esposa. Da un sentido tan pleno y sagrado a la vida, que colma de gozo y ninguna dificultad resulta penosa. Estoy muy agradecida al Señor por haberme trazado este camino, y agradecida también a las hermanas y hermanos de esta inmensa familia franciscana.

http://gillher.wordpress.com/2010/02/08/monasterios-contemplar-el-misterio-de-cristo-y-ser-espejo-de-la-trinidad-en-medio-del-mundo/

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