sábado, 20 de febrero de 2010

Las monjas de clausura son levadura en la masa


Dos son las propiedades de la levadura: Primero, tener fuerza para transformar la masa; segundo, estar envuelta en la masa. Si la levadura se desvirtúa, por muy masificada que esté no influirá en la masa. Jesús dice esto mismo de la sal. Si pierde su sabor, ¿para qué sirve? (Mt 5,13; 13,33).
    Las monjas de clausura están con toda realidad envueltas en la masa humana y cristiana, lo mismo que las activas. Lo que a unas y a otras les da el ser levadura no es el contacto corporal y la actividad asistencial, sino el amor de Dios y del prójimo con que realizan esa beneficencia, del tipo que sea. La oración y el sacrificio es el modo fundamental  de vivir este amor, única fuente de energía transformadora de los hombres en hijos de Dios. Y esta energía es común a la vida activa y contemplativa. Las religiosas de vida activa tienen el peligro de quedarse en la labor externa y olvidar el espíritu que le da valor.
    La misión de las contemplativas es exaltar ante los hombres, con su dedicación total, estos valores del espíritu, pues las activas, con todas sus obras de beneficencia, por extraordinarias que fuesen y por muy apreciadas de los hombres, no podrían hacer un cristiano ni suscitar un pensamiento merecedor de la vida eterna ni merecedor de la gracia de Dios. La oración y el sacrificio son como las obras de beneficencia, medios para alcanzar estas gracias, pero también un pagano puede hacer bien a los hombres, mientras que la oración unida al sacrificio es un signo inconfundible de la presencia y actuación de Cristo.
    Diríamos que las religiosas de clausura son como un sacramento o signo de oración y penitencia, como un Sinaí en medio del pueblo de Dios peregrinante, donde se tratan sus asuntos para conquistar la tierra de promisión.
    De hecho no está más presente en la masa en calidad de levadura el que más se adapta a las propiedades de la masa, sino quien más se preocupa de sus problemas, los siente más y con mayor generosidad se sacrifica por solucionarlos; es decir, quien más los saca de su masificación. Por tanto, son precisas las diferencias entre masa y levadura; de lo contrario todo se convertiría en masa.
    Cristo crucificado y muerto, sólo y despreciado, es el gran signo redentor, el menos comprendido y valorado. Al contrario, cuando dio comida a cinco mil quisieron aclamarlo por rey (Jn 6,15). ¿Un convento de clausura no se parece mucho a un calvario?

BIEN QUE HACEN A LA HUMANIDAD

    Los valores sociales, visibles y apreciables de las religiosas de clausura para las personas reflexivas, sensatas y con un minimum de fe, mirándolas sin animosidad ninguna, son éstas:
    Primero, la vida de familia que mantienen días y años, como las abejas de una colmena labrando la miel de su unión con Dios y de holocausto a favor de los hombres, sin traslados y salidas, sin vacaciones, viendo siempre las mismas caras y tratando los mismos caracteres, es un ejemplo para las comunidades humanas, matrimonio y familia, grupos de recreo y de trabajo, ante las frecuentes evasiones del propio ambiente y excesivos cambios de posturas.
    Segundo, el trabajo y la pobreza. Trabajan sin egoísmo, no para enriquecerse sino para cumplir la ley del Señor. Sin apetencias de vestidos ni bienes de fortuna, sin vanidades ni comodidades de las que esta sociedad de consumo está llena.
    Tercero, un detalle mal mirado: las rejas y la clausura. Las rejas actualmente son un símbolo, no de apartamiento, sino de los ruidos que les impedirían la contemplación. La reja no coarta su libertad, sino que las tienen para que las noticias y preocupaciones anecdóticas del mundo no entorpezcan su recogimiento, silencio y trabajo. Es un lenguaje explícito para quienes las visitan, como si dijera: Vivimos para el trato con Dios en provecho vuestro; si de este lenguaje queréis participar, enhorabuena; si no, no nos distraigáis. “Y viviendo esta dedicación ardua, pero no dura -les dice Pablo VI-, sois felices, ¿no es verdad? Nada más agradable, ni más sencillo, ni más bello. No sólo se os concede un puesto en la Iglesia católica, sino una función, como dice el Concilio, no estáis separadas de la gran comunión de la familia de Cristo, estáis especializadas, y vuestra especialidad es hoy, no menos que ayer, providencial y edificante para toda la Iglesia; más aún, para toda la sociedad". (28/10 ).
    Cuarto: lo sepan los hombres o no, es un beneficio insuperable para ellos la dedicación total de estas vírgenes cristianas a la oración y la penitencia por su salvación y perfección, “pues ofrecen a Dios un excelente sacrificio de alabanza y honran al pueblo de Dios con copiosos frutos de santidad y lo mueven con el ejemplo, como también lo acrecientan con una misteriosa fecundidad apostólica. Por ello son gloria para la Iglesia y fuente de gracias celestiales” (Perfectae Caritatis 7). Los que tenemos fe hagámonos esta pregunta y respondamos: ¿Quién gano la batalla contra Amalec, Josué con la espada o Moisés en el monte? ¿Quién venció a Goliat, la honda de David o su confianza en Dios?

http://www.padrediego.org/Escritos/EH/12.htm

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