domingo, 16 de enero de 2011

Tradiciones conventuales

Entre dominicos y franciscanos, la amistad hunde sus raíces en los albores del siglo XIII, en el abrazo que se dieron San Francisco y Santo Domingo cuando frecuentaban a los papas Inocencio y Honorio, que dieron carta de ciudadanía en la Iglesia a sus respectivas órdenes. Desde entonces, esta amistad se ha nutrido de tradiciones compartidas y de ideales comunes. Se trata de imitar a Cristo con la mayor intensidad posible en medio de las circunstancias de un mundo cambiante que amenaza con sus tormentas a la siempre frágil barca de la Iglesia. Ambas familias religiosas, compuestas de hombres y mujeres, de clérigos y laicos, renuevan en la Iglesia una vida apostólica en sentido pleno, es decir, una vida activa y contemplativa, en la que la gracia de la predicación procede de la abundancia del estudio y de la contemplación. Curiosamente, en la Edad Media, cuando se habla de "vida apostólica", no se refieren a lo que hoy entendemos por apostolado en el sentido de acciones misioneras o caritativas, sino a lo que significa vivir al estilo de los 12 apóstoles que acompañaron a Cristo viviendo en común y dando testimonio de El con su predicación y con su vida. Ahí sigue estando el desafío para todos todavía hoy.

Los conventos de ambas órdenes, repartidos por el mundo, mantienen la tradición de reunirse en el día de sus patronos (hoy le toca a Santo Domingo) y celebrar juntos a sus padres fundadores. Así que de Santo Domingo predica siempre un franciscano, quien preside después la mesa del banquete fraternal, y lo mismo hacemos los dominicos en el día de San Francisco. Es muy interesante esa relectura anual de la vida de nuestros fundadores hecha cada año desde la mira y desde la sensibilidad de la otra comunidad. También es bueno encontrarse, entre súbditos y comentar con humor lo que traman nuestros superiores.

Por otra parte, estos intercambian sus estrategias y seguramente recuerdan lo que a ellos les advierte San Agustín en su Regla: "Que no se consideren felices por el poder que tienen de mandar, sino por el amor en el servir" (Regla, 46) y así "promuevan un servicio libre, no una sumisión servil" (LCO, 20, III). Y, al final del ágape fraterno, franciscanos y dominicos entonamos juntos la antífona coral: "El seráfico Francisco y el apostólico Domingo nos enseñaron tu ley, Señor". Así volvemos contentos a nuestros respectivos conventos, como el que retorna a su casa después de una simpática tertulia familiar.

En el Ecuador numerosas obras de arte, al poner juntos a los dos santos, nos recuerdan la belleza de sus vidas invitándonos a su imitación. Es frecuente, en el mismo cuadro, que la Virgen le dé el Rosario a Santo Domingo y el Niño a San Francisco, para que ambos le prediquen al pueblo una sana teología bien fundada en la Humanidad de Cristo y bien dispuesta a dar testimonio de semejante doctrina con la entrega total de la propia vida.

rofer@hoy.com.ec
http://www.explored.com.ec/noticias-ecuador/tradiciones-conventuales-361991.html

No hay comentarios: