miércoles, 10 de septiembre de 2008

¿A quién se debe consultar para una vocación?

Para distinguir una vocación religiosa, se deben consultar 3 fuentes: a Dios, a tu confesor, y a ti mismo.

A) consultar a Dios

San Pablo, en el momento decisivo de su conversión, exclamó: "Señor, ¿qué quieres que haga?". Esta tiene que ser tu oración. El salmo 17, dice en uno de sus párrafos: "Enséñame, Señor, tus caminos, y guí¬ame por el sendero llano".
Cuando dios se reveló al que serí¬a el profeta Samuel, el joven inexperto no lo reconoció, y pensó que era el sacerdote quien le hablaba. Al entender, el sacerdote le dijo: "cuando oigas la voz, responde: "habla, Señor, que tu siervo escucha".

Ésta debe ser nuestra oración. En silencio completo, esperando la inspiración de Dios. "habla, Señor, que tu siervo escucha".

Demasiadas personas buscan tantos y tantos consejos en la vida... Psicólogos, lectores del tarot, consejos telefónicos, a los amigos, y casi nunca dejan a dios hablar. También tenemos que recordar, que la oración no es un monólogo, sino un diálogo. Es como hablarle a dios de tantas y tantas cosas y no le damos espacio para que nos hable. Recuerdo en un libro que leí¬, que Dios dice a sus profetas: "quédate quieto, y reconoce que soy el Señor". Y este autor, comenta: "en mi versión autorizada personalizada de la Biblia, dirí¬a:’ ¡oye! Cállate y déjame hablarte una vez, quieres?"

Debemos aprender a estar en silencio, para poder escuchar a Dios. Precisamente antes de su vida pública, Jesús se fue al desierto - donde no habí¬a ruidos... A ayunar y orar. Y fue en ese silencio, cuando supo diferenciar de las tentaciones del demonio, y de la voluntad de Dios.

En todos los profetas del antiguo testamento, notamos una constante: ellos siempre tienen un encuentro personal e individual con Dios. No entre Dios y "los jóvenes de tal o cual grupo", ni "al director de alabanza", ni al "monseñor Pérez". Es entre Dios y [pon tu nombre aquí¬].

También hay que notar otra cosa: el pecado. Mientras estamos en pecado, nos será imposible reconocer nuestra vocación. Leamos este pasaje del profeta Isaías:

Cuando Dios te libere de tus padecimientos, de tus inquietudes y de la dura esclavitud a la que estabas sometido, dirás estas palabras (de profecí¬a) contra el rey de babilonia...
Es decir: Dios no nos manda a denunciar los males y a anunciar el evangelio, sino hasta que estamos libres de toda inquietud, padecimientos y esclavitudes. Y fí¬jense que no dice: "en caso de que Dios te libere". Dice claramente: "cuando Dios te libere".

Por eso, no hay que desconfiar de que Dios no nos dará señales, o de que seremos demasiado brutos para entenderlas. Pidamos entendimiento y dios nos responderá.


B) consultar al sacerdote

De preferencia al sacerdote a quien recurres regularmente... Desafortunadamente se dan muy pocos casos. Por eso hay sacerdotes expertos en asesorar a las vocaciones. Hay retiros vocacionales, no de cualquier grupo. Generalmente son retiros promovidos y dirigidos por la arquidiócesis o por la diócesis del lugar. Es decir, por los representantes directos de la iglesia católica. Serí¬a un tanto redundante consultar con el sacerdote de la comunidad a la que has sido atraí¬do. Lo más recomendable es consultar sobre tu vocación con un sacerdote externo, para lograr la imparcialidad requerida. Yo en lo personal consultarí¬a con dos sacerdotes. Uno, de la comunidad, y otro, externo - pero experto en vocaciones religiosas. En la comunidad del altillo, en México, un sacerdote me supo orientar muy bien sobre algunas dudas que tení¬a (no necesariamente de la vocación), y me ayudó mucho a superar un problema que tení¬a. Digo, si están allí¬ es por algo, ¿para qué desperdiciarlos?

El sacerdote tiene una luz especial que Dios le da, para ayudar a las personas. Algunas veces incluso, se da el caso de que tenga un don muy especial, llamado carisma de discernimiento, para casos difí¬ciles, como análisis de si alguien está por ejemplo poseído, o para indagar en casos de matrimonios nulos. Y desde luego es lógico que quien tenga este carisma, ayude a los jóvenes en busca de su vocación.

Nótese, que Cristo, dijo a sus apóstoles: "y bajará el Espí¬ritu Santo, que os hará entender todas las cosas que os he dicho". También les dio poder para atar y desatar: "lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo".

Imagí¬nense al sacerdote como a un general en su bunker, y ustedes son los soldados en combate.
El general tiene a su acceso estrategas, radares, información del enemigo, rutas de acceso... Y ustedes no pueden ver nada, y no tienen la más remota idea de dónde están, o a dónde van. Pero el general puede ver por dónde van, si se están dirigiendo a una trampa, etc. etc. Así¬, Dios ilumina al sacerdote mostrándole, mediante la palabra, la oración, etc., cómo irlos guiando. Desde luego, si ustedes no siguen sus consejos, pues se van a hacer bolas pero tremendamente.

Ningún ciego puede guiar a otro ciego. Si el grupo parroquial o comunidad en la que estás no tiene un sacerdote que los vaya asesorando, o guiando... Es muy fácil que el enemigo se infiltre y les eche a perder todo. No basta con darle un reporte de actividades. El sacerdote tiene que ser parte integral del grupo.

Por ejemplo - en los conventos, se da muy frecuente el caso, de que las monjas, no sólo tengan un confesor, sino también un director espiritual. Es decir: alguien que las dirija y apoye. Ni siquiera la madre superiora puede desempeñar un papel tan importante. Debe ser el sacerdote, que es ungido por Dios.

Recordemos lo que dice Jesús de sus discí¬pulos a quienes enví¬a: "quien a vosotros escucha, a mí¬ me escucha. Y quien a vosotros rechaza, a mí¬ me rechaza." Por eso es importante no despreciar los consejos del sacerdote.


C) Consultarte a ti mismo

¡Piénsalo bien! Escucha tu corazón, tus deseos... En el profeta Ezequiel leemos - capí¬tulo 36, v. 26 y siguientes:

Les daré un corazón nuevo, y pondré dentro de ustedes un espí¬ritu nuevo. Quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré dentro de ustedes mi espí¬ritu...

Es decir: no sólo serán los deseos de Dios, sino también nuestros deseos, la vocación a la que estemos llamados. Ya que Dios y nosotros tendremos un mismo Espíritu.

Si te causa repugnancia el ayudar a los pobres, y quizás no los puedes ver ni en pintura, pero "adoras" a los niños y te desvives por ellos, definitivamente tienes vocación por los niños. Si te encanta enseñar al que no sabe, muy probablemente tienes vocación de maestro. Si te fascina hablar de dios a la gente, mostrarles el amor de Jesús, y hablar, y escribir, y platicar con la gente de Dios, es muy probable que tu vocación sea evangelista o predicador... Cosas así¬.

Dios no te pondrá una inclinación contraria a tu vocación.

Déjenme repetirlo: Dios no te pondrá una inclinación contraria a tu vocación.
Una cosa es el pecado que a veces nos da asco, flojera, repugnancia etc. A ciertas tareas, pero que por obediencia o por amor puedes hacer por Dios... Y otra cosa distinta es que no estés hecho para un trabajo. Si escoges algo para lo que no estás hecho, el resultado es fácil de prever: una vocación frustrada.

Dice el padre Baeteman:

"Por eso tienes que estudiarte a ti¬ mismo. Tu corazón, tus gustos, tus inclinaciones... Examina lo que te atrae y lo que te disgusta; fí¬jate si tus condiciones de alma y cuerpo están de acuerdo con la vocación que te atrae. Tus aptitudes fí¬sicas y morales tienen que ser muy bien consideradas. La ineptitud para seguir una vocación excluye, venga de donde venga, toda probabilidad de llamamiento divino".

A veces es necesario consultar a tus padres o a otras personas que te puedan ayudar con un consejo. Pero nunca juzguen según los principios mundanos. Lean la Biblia, ilumí¬nense con las luces de la fe que estén estudiando. Una vez rodeados con toda la certeza, es, finalmente, cuando pueden tomar una decisión acertada.

¿Quién me llama?
¿Dios?
¿Mis amigos del grupo xyz que se portan tan bien conmigo?
¿Mi vanidad?
¿Mi deseo de "mostrar que sí¬ puedo"?
¿Mi rebeldí¬a o venganza contra mis padres?
¿El miedo de caer en el pecado e irme al infierno?
¿El miedo de perder el apoyo de mis amigos o de una "comunidad" en particular?
¿Es la deslumbrada que algún personaje me inspiró?
¿Puedo estar completamente seguro de que es dios, y no mis amigos o mis propias ilusiones o temores, quien me está llamando?

¿Qué quisiera haber hecho, si en estos momentos estuviera al borde de la muerte?

Este pensamiento es muy esclarecedor para nuestras dudas. Cuando no está en juego nuestra posición social, ni el qué-dirán, ni las amistades perdidas, sino cuando estás tú a punto de encontrarte con tu Dios y salvador, es cuando puedes distinguir entre la voluntad de Dios y tu voluntad.

Recordemos que a muchos, Dios no nos llama a misionar en otras partes del mundo. Por ejemplo, el caso de una jovencita de 15 años a la que dios llamó a ser mamá. Y a educar a su hijo, a enseñarle la Biblia, a limpiar sus pañales, a llevarlo de paseo, a educarlo para que fuera un hombre hecho y derecho y guiara a millones de personas.

Sí¬, adivinaste. La Virgen Marí¬a. No podrí¬a haberle tocado una labor más digna y al mismo tiempo más humilde.

Recuerda, que lo que se necesita, más que entrar a una orden religiosa, es el deseo firme e irrevocable de seguir la voluntad de Dios, sea cual sea (aún si ésta implica el matrimonio).

Recuerdo el ejemplo del p. Emiliano Tardif (en paz descanse): le comentó alguien sobre un joven seminarista. "... No puedo creer que después de tantos años de seminario pudiera haber caí¬do en la trampa del matrimonio!. El padre Tardif, contestó sencillamente:
"no sabí¬a que nuestro señor Jesucristo hubiera instituido 6 sacramentos y una trampa".

¿Por qué hay personas que se preocupan tanto, hasta el punto de requerir medicamentos, sobre su vocación? Preguntándose, dí¬a a dí¬a, si tomaron la decisión correcta. Cuántas monjas han caí¬do en el pecado o han literalmente escapado del convento simplemente por dejarse presionar por sus amigos o por sus padres para entrar... ¿no ven que si Dios no quiere que entren, no serán felices allí¬? No puede haber alguien que esté llamado por Dios a deprimirse.

A Dios no le gustan los cristianos deprimidos. Si tu "vocación" (y lo pongo entre comillas) no te hace feliz, entonces no es tu vocación.

Fuente: ven y sí¬gueme
autor: Ricardo garcí¬a

3 comentarios:

Lismar Orozco dijo...

Felicitaciones! EXCELENTE BLOG! Exitos y bendiciones..

Lismar Orozco dijo...

Excelente blog...Felicitaciones!!! Exitos y Bendiciones!

Lismar Orozco dijo...

Excelente blog...Felicitaciones!!! Exitos y Bendiciones!