En silencio, soledad y pobreza.
Navidad, un tiempo para adorar el misterio de la Encarnación. Belén fue un lugar oculto en el mundo, lejos de las miradas de los hombres, envuelto en la soledad y en el silencio del gran Misterio. Fue y sigue siendo un lugar de adoración, un lugar para postrarse ante ese niño que es Dios y que viene a darnos a conocer su amor infinito. Ante tal Misterio sólo cabe callar y dejarse amar por el Amor más allá de todo. Y es esto lo que intentan hacer, especialmente durante estas fechas, las Monjas de Belén, de la Asunción de la Virgen y de San Bruno. Ellas forman parte de una joven Familia monástica de clausura, que, bajo el carisma de Belén, se oculta también de los ojos de los hombres para vivir permanentemente en la adoración de Dios.En el monasterio de Sigena (Huesca) la Navidad se acoge con una inmensa alegría. Una alegría, sin embargo, no ruidosa y pasajera, sino interior, puesta por el mismo Dios en lo hondo del corazón de las Hermanas. El nacimiento en Belén del Niño-Dios forma parte del carisma particular de esta joven Familia monástica que tiene en la Virgen María a su fundadora. Sí, esta Familia monástica nace de la fe de Iglesia en la asunción de la Virgen al cielo.

La Familia monástica de Belén nace el 1 de noviembre de 1950 en la Plaza de San Pedro de Roma, durante la promulgación por el Papa Pío XII del dogma según el cual María, que dio a luz a Jesús en Belén, ha sido llevada por Él de la tierra al cielo, en cuerpo y alma.Unos peregrinos franceses que asisten al acontecimiento reciben la llamada a fundar comunidades de oración que vivan en la tierra esta gracia que la Virgen disfruta plenamente ya en el cielo. Doce semanas después de la promulgación del dogma de la Asunción, se constituye la primera comunidad de Hermanas de Chamvres, un pueblecito de la Borgoña en Francia.
La primera capilla toma forma de un antiguo establo. Así evoca la gruta en la que el Hijo de Dios, hecho un Niño pequeño, la Virgen y san José, adoraban al Padre. Y reciben el nombre de Belén. En Belén, la Santísima Virgen María aprende a adorar continuamente al Padre por el Enmanuel, con Él y en Él. La palabra Belén significa también en hebreo Casa del Pan, por eso las monjas se saben responsables de escuchar sin cesar la Palabra de Dios, de recibir, de consagrar, de comer, de celebrar el verdadero Pan bajado del cielo, Jesús en su Eucaristía, de alimentarse de Él, de dejarse transformar por Él y adorarlo.
Hace ya 16 años que las monjas de Belén celebran la Navidad en el monasterio de Sigena, felices de devolver al monasterio su carácter contemplativo, en una intensa vida de oración. La actual comunidad está formada por 37 Hermanas, jóvenes en su mayoría, que han sido llamadas a una vida oculta, solitaria, silenciosa, de intercesión y de alabanza en nombre de todos los hombres. Es una vida pobre y austera, sumergida en una adoración continua del Dios de todo. De hecho, no sólo en Navidad, sino durante todo el año, los monasterios de esta Familia monástica intentan ser imagen de la gruta de Belén, lugar de silencio, soledad y pobreza, donde sólo Dios reina en lo oculto y donde ellas se reservan exclusivamente para Él.
A pesar de su radical elección de la soledad y el silencio, las monjas de Belén no dejan tampoco de cantar estos días la Gloria de Dios y acoger en Belén a los adoradores que, como los pastores hace más de 2.000 años, se acercan a contemplar el misterio de la encarnación del Dios hecho Niño pequeño. Pero, como aquella gruta de Belén, el monasterio de Sigena sigue estando necesitado de espacio para acoger a las personas que desean compartir unos días de silencio en la paz del monasterio. La comunidad de monjas sigue aumentando con la llegada incesante de jóvenes procedentes de diversas realidades eclesiales (entre ellas, de las comunidades neocatecumenales), y su estilo de vida requiere espacios adecuados para poder entregarse por completo a la adoración y a la alabanza de Dios.
Sabiendo que, durante todos los siglos de la historia de la Iglesia, los monasterios han podido levantarse piedra a piedra únicamente gracias a la ayuda de personas de buena voluntad, que han contribuido con sus bienes y su trabajo y han recibido así del Señor una recompensa abundante, las monjas de Belén necesitan, con cierta urgencia, ayuda económica para poder continuar lo que ellas llaman cariñosamente el Proyecto de la Virgen: hacer del monasterio de Sigena un auténtico oasis de adoración, en el que a la escucha de María adorando a su Hijo en el establo de Belén, ofrezca acogida a los hombres y mujeres de hoy, a los pastores y magos de nuestro tiempo, acogida llena de adoración en el gran silencio de amor de la Santísima Trinidad.Entre todos podríamos ayudar a construir este espacio de adoración al Dios hecho hombre por nosotros, y de acogida al hombre sediento del Dios vivo y verdadero. En estos momentos en los que la paz se ve tan amenazada en el mundo entero, urge hacer de este monasterio un lugar que irradie la Paz que viene de los Alto.
Las monjas de Belén, conscientes de la necesidad de trabajar por la paz, y respondiendo a la petición del Santo Padre y de la Conferencia Episcopal Española, ofrecen su vida de oración en soledad y silencio en ardiente intercesión por la paz y por la desaparición de toda forma de terrorismo… Y es que es Navidad en Belén, un tiempo de fe pura, un tiempo de inmensa alegría y de gozo, porque nos ha nacido el Salvador, el Cristo, el Señor.
Samuel Gutiérrez
http://www.alfayomega.es/
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