lunes, 13 de octubre de 2008

Del monacato ¿tú que opinas?

Los monasterios -y con ellos la vida monástica-, en otro tiempo focos de transmisión cultural, centros educativos que tutelaban las escuelas monacales y lugares de conservación del arte, pueden ser hoy, que todo ha cambiado tanto y tan de prisa, el oasis necesario que nos proporcione esa sombra fresca y el agua confortante en el fatigoso y accidentado camino de la vida, en esta romería de la que en otro tiempo nos hablaba nuestro poeta y monje Gonzalo de Berceo.

El hombre no solo necesita alimentar y cuidar el cuerpo para que éste no flaquee y desfallezca, sino que debe prestar también atención al alma, que en nuestra creencia cristiana es la que más importa. El alma necesita alimentos espirituales, como la eucaristía, la penitencia, la oración y la meditación que le proporcionen esa salud, que es la ausencia de pecado, y nos dan la paz necesaria en la vorágine de la vida diaria.
Los monjes, en los monasterios, entre otras actividades hoy, haciendo válido y actual el ya lejano ora et labora (reza y trabaja), rezan sí, pero no solo por ellos, sino también por los demás, por todos, agnósticos y creyentes, por los que no lo hacen porque no saben hacerlo, por los que no quieren hacerlo, por los que no tienen tiempo para hacerlo, porque rezar hoy no está de moda, y porque tampoco es “rentable”... -
Ellos son, en fin, los que día tras día se ocupan de que la antorcha de la oración no se apague y nos alumbre en la ardiente oscuridad. Por el contrario, el hombre de hoy,”rnoderno”, acostumbrado a mirarlo todo bajo el crisol de la rentabilidad crematística, de juzgarlo todo con la ley de la utilidad, que se pregunta constantemente para qué sirve esto, para qué vale aquello, inmerso en un materialismo atroz, puede quizá desconocer la razón de ser de los monasterios, el sentido de la vida monástica en nuestro tiempo.
De la misma manera que en la playa las sombrillas sirven para resguardarnos del sol que nos abrasa, y en el chiringuito aplacamos nuestra sed con la, y espumosa cerveza; del mismo modo que en la montaña, haciendo senderismo o esquiando, buscamos el refugio en el que nos protegemos de las inclemencias del tiempo, así son los monasterios: lugar es donde el alma puede curar las llagas del pecado con el bálsamo de la oración y el sacrificio.
Los monasterios, en fin, sanatorios donde puede recuperar la salud el alma, son absolutamente necesarios, y aún más, imprescindibles, para el cuidado espiritual del ser humano, del hombre de ayer, de hoy y de mañana. Los monasterios pueden ser hoy “la casa rural” — y espiritual — del turista creyente, que desea curar la ansiedad que produce la actual forma de vida.

ALFONSO SÁNCHEZ GARRIDO
Profesor de Instituto. Córdoba.
http://www3.planalfa.es/msmparral/claustrojero/15.pdf

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