El consagrado, de manera particular, ha hecho una elección
por Dios y por sus cosas y un compromiso en el servicio de los demás. Ha
entregado su corazón totalmente a Dios y ha abandonado su antigua manera de
vivir para hacerlo ahora respondiendo al llamado de Dios. Por esta entrega
total al servicio de Dios, experimentamos en nuestras vidas tentaciones que nos
tienden a llevar al desánimo y cansancio.
Ø
La compensación: Gran tentación que puede venir al corazón, sin darnos cuenta.
Para nosotros los seres humanos es muy difícil dejar las cosas tangibles por el
Dios invisible. Nos cuesta experimentar “vacío” de lo humano para llenarnos
sólo de Dios. Y cuando sentimos vacío inmediatamente queremos “llenarlo” y
podemos dejarnos absorber por el trabajo, o por el ministerio convirtiéndose
este en lo más importante....
Ø
El cansancio: pensar que se trabaja en vano; que los esfuerzos no dan fruto;
que es inútil todo lo que hacemos... Nos lleva al desánimo.
Ø
Los juicios: dejándonos seducir por nuestro orgullo y juzgamos a los demás en
todas sus acciones. Podemos pensar que nosotros lo hacemos mejor....
Ø
Vernos como víctimas de los demás: dejándonos llevar de nuestro amor propio,
apartando los ojos de Cristo y poniéndolos en nosotros mismos con cuidado
excesivo....
Ø
Trabajar y descuidar la oración: poniendo el trabajo en el lugar más
importante, descuidando nuestra relación con el Señor quien es la fuente de
nuestro apostolado. De nuestra oración sacamos las fuerzas necesarias para
nuestro ministerio.
Ø
El ser intolerante con los demás: cuando se trabaja con las personas podemos
tomar la posición de intolerancia, no sobrellevando las debilidades de nuestros
hermanos sino, por el contrario, convirtiéndonos nosotros en grandes pesos para
sus corazones.
¿CÓMO PREVENIR LAS
TENTACIONES?
Fue el mismo Jesús quien nos dio la “fórmula” para prevenir las
tentaciones, en el momento en el que su Corazón estaba siendo traspasado espiritualmente,
en el momento en el que el demonio “regresó” para tentarle. “Velad y orada para
que no caigáis en tentación” (Mt 26:41)
Vigilancia: Debemos andar con
gran cuidado y vigilancia sobre nuestro propio corazón, sobre sus movimientos y
afectos; sobre nuestros pensamientos y deseos, sobre nuestras palabras y
acciones, sobre nuestros sentidos e imaginación y estar en guardia contra
nuestros enemigos exteriores, el mundo y el demonio. El demonio nunca se cansa
de buscar la oportunidad propicia para hacernos caer en tentación y es por esto
que nosotros nunca podemos dejar de estar en plena vigilancia. Huir de todas
las ocasiones que pudiesen convertirse en ocasiones peligrosas. Tener un
dominio de nosotros mismos, especialmente el sentido de la vista y la
imaginación por donde entran todas las cosas al corazón.
La Oración: es necesario que
nos mantengamos en el estado de gracia y sólo lo podremos hacer teniendo una
profunda comunión con el Señor. Sólo el Señor puede darnos las gracias
necesarias para resistir en los momentos de tentación. Por medio de la oración
alcanzamos el discernimiento espiritual necesario para poder conocer y detectar
las insinuaciones y trampas del demonio y las debilidades de nuestra carne.
**Al percibir la tentación no debemos inquietarnos sino tratar de mantener
la serenidad y tranquilidad de ánimo. Cuando nos agitamos no somos capaces de
ver son claridad y somos presa fácil de la tentación. Hemos de alegrarnos
cuando somos tentados como nos dice el Apóstol: “Considerad como un gran gozo,
hermanos míos el estar rodeados de toda clase de pruebas, sabiendo que la
calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero la
paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e
íntegros sin que dejéis nada que desear.” (St. 1:2-4).
**Desde el principio de la tentación hemos de revestirnos de fortaleza y resolución,
y en ningún momento hemos de “dialogar” con la tentación sino al contrario
hemos de rechazarla con un rotundo “NO”. “Debemos vigilar especialmente al
principio de la tentación, porque entonces es más fácilmente vencido el
enemigo, cuando no le dejamos pasar la puerta del alma, y se le sale al
encuentro fuera del umbral, al instante que llama.” (Imitación, Lib. I cap.
XIII)
**Orar y pedir la asistencia de la Santísima Virgen María, de nuestro
Ángel de la Guarda y de los santos.
**Hacer la señal de la Cruz y usar agua bendita, pronunciar los nombres de
Jesús y de María....
FRUTOS:
“Las tentaciones son muchas veces utilísimas al hombre, aunque sean graves
y molestas, porque en ellas es uno humillado, purificado y enseñado”
(Imitación, Lib. I cap. XII).
Las tentaciones mantienen nuestro corazón en:
• La humildad, porque no damos cuenta de que frágiles y pequeños somos y
cuánto necesitamos del Señor;
• Vigilancia, nos hace estar prevenidos, alertas a los movimientos de
nuestro corazón.
• Purificación, nos llevan a purificarnos de nuestros pecados.
• Compasión, porque nos permiten tratar benignamente a nuestros hermanos
que también padecen tentaciones.
• Atención a Dios, acudiendo a Él con frecuencia cuando nos vemos
asediados por las tentaciones.
• Sobriedad
• Dominio Propio
Nos
hacen crecer en virtud: Las tentaciones nos prueban en la virtud, ya que la virtud que no es probada no tendría mérito ninguno. Y cuando somos probados en la virtud esta crece en nuestro corazón y se enraíza como cuando un árbol es golpeado por el viento y sus raíces se hacen más profundas y fuertes. San Basilio nos dice: “¿Dónde descubre su habilidad el piloto sino en la tempestad? ¿Y el atleta su vigor sino en el estadio? ¿Y el soldado su valentía, sino en el combate? Pues así también el cristiano ha de probar la fidelidad de su amor para con Dios, y la verdad y estabilidad de su virtud entre los combates de las tentaciones.×”
“¡Feliz el hombre que soporta la prueba, recibirá la corona de la vida que
ha prometido el Señor a los que le aman.” (St. 1:12)
Nos hacen crecer en el
amor:
La tentación nos hace demostrar al Señor nuestro amor y
fidelidad. El amor se prueba en el dolor y en el sufrimiento y cuando somos
tentados y resistimos la tentación le mostramos al Señor cuánto le amamos. Él
porque nos ama permite que seamos tentados: “Porque eras agradable a Dios fue
necesario que la tentación te probara.” (Tob. 12:13).
Tanto en las tentaciones graves como en las pequeñas, San
Francisco de Sales nos dice: “Después de haber hecho un acto de la virtud
directamente contraria, si cómodamente se conoce la calidad de la tentación,
volver sencillamente el corazón a Jesucristo crucificado, besando sus sagrados
pies, por medio de un acto de amor. Este es el mejor modo de vencer al enemigo,
tanto en las tentaciones pequeñas como en las grandes; pues como el amor de
Dios contiene en sí todas las virtudes, y aún con más excelencia que ellas
mismas, es también el mejor remedio contra todos los vicios; y acostumbrado el
espíritu a recurrir en todas las tentaciones a este asilo común, no tendrá que
mirar o examinar qué tentaciones padece, sino acudir, apenas se siente agitado,
a este gran remedio, el cual, además de lo dicho, es tan formidable al espíritu
maligno que cuando ve que sus tentaciones nos incitan al amor de Dios deja de
tentarnos.” (Vida Devota, parte 4, cap. IX).
Que los Corazones de Jesús y de María, corazones que nunca pudieron ser
tocados por el pecado ni la tentación, sean para nosotros un refugio seguro y
el lugar donde aprendamos a resistir por amor todas las pruebas para que un día
podamos recibir la corona de gloria que no se marchita.
Gal 6:1-10
Hermanos, si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes, los que
están animados por el Espíritu, corríjanlo con dulzura. Piensa que también tú
puedes ser tentado. Ayúdense mutuamente a llevar las cargas, y así cumplirán la
Ley de Cristo. Si alguien se imagina ser algo, se engaña, porque en realidad no
es nada. Que cada uno examine su propia conducta, y así podrá encontrar en sí
mismo y no en los demás, un motivo de satisfacción. Porque cada uno tiene que
llevar su propia carga. El que recibe la enseñanza de la Palabra, que haga
participar de todos sus bienes al que lo instruye. No se engañen: nadie se
burla de Dios. Se recoge lo que se siembra: el que siembra para satisfacer su
carne, de la carne recogerá sólo la corrupción; y el que siembra según el
Espíritu, del Espíritu recogerá la Vida eterna. No nos cansemos de hacer el
bien, porque
la cosecha llegará a su tiempo si no desfallecemos. Por lo
tanto, mientras estamos a tiempo hagamos el bien a todos, pero especialmente a
nuestros hermanos en la fe.
Hna. María José Socías,sctjm
http://www.corazones.org/default.htg/ensenanza_sctjm/las_tentaciones_medios_para_crecer_en_santidad_amor.html
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