jueves, 10 de enero de 2013

Tentaciones del Consagrado


El consagrado, de manera particular, ha hecho una elección por Dios y por sus cosas y un compromiso en el servicio de los demás. Ha entregado su corazón totalmente a Dios y ha abandonado su antigua manera de vivir para hacerlo ahora respondiendo al llamado de Dios. Por esta entrega total al servicio de Dios, experimentamos en nuestras vidas tentaciones que nos tienden a llevar al desánimo y cansancio.
Ø La compensación: Gran tentación que puede venir al corazón, sin darnos cuenta. Para nosotros los seres humanos es muy difícil dejar las cosas tangibles por el Dios invisible. Nos cuesta experimentar “vacío” de lo humano para llenarnos sólo de Dios. Y cuando sentimos vacío inmediatamente queremos “llenarlo” y podemos dejarnos absorber por el trabajo, o por el ministerio convirtiéndose este en lo más importante....
Ø El cansancio: pensar que se trabaja en vano; que los esfuerzos no dan fruto; que es inútil todo lo que hacemos... Nos lleva al desánimo.
Ø Los juicios: dejándonos seducir por nuestro orgullo y juzgamos a los demás en todas sus acciones. Podemos pensar que nosotros lo hacemos mejor....
Ø Vernos como víctimas de los demás: dejándonos llevar de nuestro amor propio, apartando los ojos de Cristo y poniéndolos en nosotros mismos con cuidado excesivo....
Ø Trabajar y descuidar la oración: poniendo el trabajo en el lugar más importante, descuidando nuestra relación con el Señor quien es la fuente de nuestro apostolado. De nuestra oración sacamos las fuerzas necesarias para nuestro ministerio.
Ø El ser intolerante con los demás: cuando se trabaja con las personas podemos tomar la posición de intolerancia, no sobrellevando las debilidades de nuestros hermanos sino, por el contrario, convirtiéndonos nosotros en grandes pesos para sus corazones.

¿CÓMO PREVENIR LAS TENTACIONES?
Fue el mismo Jesús quien nos dio la “fórmula” para prevenir las tentaciones, en el momento en el que su Corazón estaba siendo traspasado espiritualmente, en el momento en el que el demonio “regresó” para tentarle. “Velad y orada para que no caigáis en tentación” (Mt 26:41)
Vigilancia: Debemos andar con gran cuidado y vigilancia sobre nuestro propio corazón, sobre sus movimientos y afectos; sobre nuestros pensamientos y deseos, sobre nuestras palabras y acciones, sobre nuestros sentidos e imaginación y estar en guardia contra nuestros enemigos exteriores, el mundo y el demonio. El demonio nunca se cansa de buscar la oportunidad propicia para hacernos caer en tentación y es por esto que nosotros nunca podemos dejar de estar en plena vigilancia. Huir de todas las ocasiones que pudiesen convertirse en ocasiones peligrosas. Tener un dominio de nosotros mismos, especialmente el sentido de la vista y la imaginación por donde entran todas las cosas al corazón.
La Oración: es necesario que nos mantengamos en el estado de gracia y sólo lo podremos hacer teniendo una profunda comunión con el Señor. Sólo el Señor puede darnos las gracias necesarias para resistir en los momentos de tentación. Por medio de la oración alcanzamos el discernimiento espiritual necesario para poder conocer y detectar las insinuaciones y trampas del demonio y las debilidades de nuestra carne.
**Al percibir la tentación no debemos inquietarnos sino tratar de mantener la serenidad y tranquilidad de ánimo. Cuando nos agitamos no somos capaces de ver son claridad y somos presa fácil de la tentación. Hemos de alegrarnos cuando somos tentados como nos dice el Apóstol: “Considerad como un gran gozo, hermanos míos el estar rodeados de toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e íntegros sin que dejéis nada que desear.” (St. 1:2-4).
**Desde el principio de la tentación hemos de revestirnos de fortaleza y resolución, y en ningún momento hemos de “dialogar” con la tentación sino al contrario hemos de rechazarla con un rotundo “NO”. “Debemos vigilar especialmente al principio de la tentación, porque entonces es más fácilmente vencido el enemigo, cuando no le dejamos pasar la puerta del alma, y se le sale al encuentro fuera del umbral, al instante que llama.” (Imitación, Lib. I cap. XIII)
**Orar y pedir la asistencia de la Santísima Virgen María, de nuestro Ángel de la Guarda y de los santos.
**Hacer la señal de la Cruz y usar agua bendita, pronunciar los nombres de Jesús y de María....
FRUTOS:
“Las tentaciones son muchas veces utilísimas al hombre, aunque sean graves y molestas, porque en ellas es uno humillado, purificado y enseñado” (Imitación, Lib. I cap. XII).
Las tentaciones mantienen nuestro corazón en:
• La humildad, porque no damos cuenta de que frágiles y pequeños somos y cuánto necesitamos del Señor;
• Vigilancia, nos hace estar prevenidos, alertas a los movimientos de nuestro corazón.
• Purificación, nos llevan a purificarnos de nuestros pecados.
• Compasión, porque nos permiten tratar benignamente a nuestros hermanos que también padecen tentaciones.
• Atención a Dios, acudiendo a Él con frecuencia cuando nos vemos asediados por las tentaciones.
• Sobriedad
• Dominio Propio
Nos hacen crecer en virtud: 
Las tentaciones nos prueban en la virtud, ya que la virtud que no es probada no tendría mérito ninguno. Y cuando somos probados en la virtud esta crece en nuestro corazón y se enraíza como cuando un árbol es golpeado por el viento y sus raíces se hacen más profundas y fuertes. San Basilio nos dice: “¿Dónde descubre su habilidad el piloto sino en la tempestad? ¿Y el atleta su vigor sino en el estadio? ¿Y el soldado su valentía, sino en el combate? Pues así también el cristiano ha de probar la fidelidad de su amor para con Dios, y la verdad y estabilidad de su virtud entre los combates de las tentaciones.×
“¡Feliz el hombre que soporta la prueba, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman.” (St. 1:12)
Nos hacen crecer en el amor:
La tentación nos hace demostrar al Señor nuestro amor y fidelidad. El amor se prueba en el dolor y en el sufrimiento y cuando somos tentados y resistimos la tentación le mostramos al Señor cuánto le amamos. Él porque nos ama permite que seamos tentados: “Porque eras agradable a Dios fue necesario que la tentación te probara.” (Tob. 12:13).
Tanto en las tentaciones graves como en las pequeñas, San Francisco de Sales nos dice: “Después de haber hecho un acto de la virtud directamente contraria, si cómodamente se conoce la calidad de la tentación, volver sencillamente el corazón a Jesucristo crucificado, besando sus sagrados pies, por medio de un acto de amor. Este es el mejor modo de vencer al enemigo, tanto en las tentaciones pequeñas como en las grandes; pues como el amor de Dios contiene en sí todas las virtudes, y aún con más excelencia que ellas mismas, es también el mejor remedio contra todos los vicios; y acostumbrado el espíritu a recurrir en todas las tentaciones a este asilo común, no tendrá que mirar o examinar qué tentaciones padece, sino acudir, apenas se siente agitado, a este gran remedio, el cual, además de lo dicho, es tan formidable al espíritu maligno que cuando ve que sus tentaciones nos incitan al amor de Dios deja de tentarnos.” (Vida Devota, parte 4, cap. IX).
Que los Corazones de Jesús y de María, corazones que nunca pudieron ser tocados por el pecado ni la tentación, sean para nosotros un refugio seguro y el lugar donde aprendamos a resistir por amor todas las pruebas para que un día podamos recibir la corona de gloria que no se marchita.
Gal 6:1-10
Hermanos, si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes, los que están animados por el Espíritu, corríjanlo con dulzura. Piensa que también tú puedes ser tentado. Ayúdense mutuamente a llevar las cargas, y así cumplirán la Ley de Cristo. Si alguien se imagina ser algo, se engaña, porque en realidad no es nada. Que cada uno examine su propia conducta, y así podrá encontrar en sí mismo y no en los demás, un motivo de satisfacción. Porque cada uno tiene que llevar su propia carga. El que recibe la enseñanza de la Palabra, que haga participar de todos sus bienes al que lo instruye. No se engañen: nadie se burla de Dios. Se recoge lo que se siembra: el que siembra para satisfacer su carne, de la carne recogerá sólo la corrupción; y el que siembra según el Espíritu, del Espíritu recogerá la Vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien, porque
la cosecha llegará a su tiempo si no desfallecemos. Por lo tanto, mientras estamos a tiempo hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe.
Hna. María José Socías,sctjm
http://www.corazones.org/default.htg/ensenanza_sctjm/las_tentaciones_medios_para_crecer_en_santidad_amor.html

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