martes, 28 de febrero de 2012

La vida en lo secreto

Escribo desde la sencillez que caracteriza la vida eremítica, en este caso la vida eremítica diocesana. 
Las personas que, previa llamada del Señor, hemos optado por esta forma de vida, hemos recibido una llamada ala simplicidad, a la sencillez en nuestra forma de vivir.
 Ciertamente que la oración de un ermitaño no sólo se esconde en su celda o aposento, sino en el conjunto de su vida, que se desarrolla día a día en lo secreto. 
La austeridad, reducida a disponer solamente de lo indispensable en su ermita y en su forma de vida, constituye el soporte principal para una oración interior continuada, porque encuentras pocas cosas en la ermita que te puedan distraer.
 El trabajo en artesanía indispensable para vivir; el rezo de las Horas canónicas, el aseo de la ermita y entornos...,todo aderezado con una soledad absoluta, te llevan a una relación de familiaridad continua con el Señor. 
Una humilde ermita en la montaña o en el campo, un santuario apartado, es suficiente paraque el eremita pueda desarrollar y cumplir su misión en la Iglesia. Ala vez, puede ejercerla labor, a veces necesaria, del cuidado y vigilancia del lugar, y su presencia puede ser también un aliciente espiritual para las almas. 

Los eremitas actuales debemos obediencia al obispo del lugar, que nos ayuda y protege, por lo cual damos siempre gracias al Señor. Las luces, a veces excesivas, que alumbran las noches nos deslumbran, porque no nos interesa lo que no se ve. Por eso mismo nos asusta quizás la vida de oración, porque sólo valoramos lo que se ve. Yo, con mi vocación, que considero un regalo de Dios, estoy inmerecidamente dentro de este grupo de orantes en la Iglesia. Creedme, a mí me sorprende que el Señor me haya elegido con tanta predilección, y me haya concedido la gracia de poder entender, desde la fe, la autenticidad en todo lo queme rodea, valorar lo pequeño, lo que no se ve en un ser humano exteriormente.
No es fácil dar la respuesta que el Señor espera de ti. No sería suficiente profesar sin más en una orden contemplativa, ni ser ermitaño en un desierto, hay que saber conjugar oración y caridad, oración y amor a tus semejantes y a todo lo creado. Muchas veces he buscado la coherencia en otras cosas, pero pienso que no debemos olvidar nunca que Deus caritas est. ¡Me da tanto miedo quedarme en la superficie! A la sociedad actual le sobran las palabras que no vayan acompañadas de vida. Los contemplativos transmitimos vida, no palabras. Os pido que me acompañéis a caminar por el desierto sin desmayar, para que la llamada del Padre al final me sorprenda caminando como buen peregrino hacia la Patria eterna.

Daniel Martí Mocholí,
ermitaño diocesano
de la archidiócesis de Valencia

domingo, 26 de febrero de 2012

Monasterios. Lugares de Culto e Historia

La palabra monasterio procede del griego monasterion, de la raíz de esta palabra, mono (que significa uno solo) proviene su significado más profundo, la soledad característica de los monjes. Inicialmente un monasterio era más conocido como el hogar del ermitaño, lo que posteriormente fue hogar de acogida de las distintas ordenes eclesiásticas, los monjes además de la soledad que les caracterizaba eran ermitaños como antiguamente lo eran los que habitaban los muros de los monasterios.

Desde el inicio de la era religiosa, existieron numerosos monasterios a lo largo de todo el mundo, monasterios de oriente y monasterios de occidente. Con la era cristiana, los monasterios cristianos fueron conocidos también como abadías ya que estaban regidas por un abad o también como prioratos que eran aquellos monasterios que estaban regidos por un prior. La vida comunitaria de un monasterio se la denominaba cenobitismo, término que ponía en contraposición a la vida que llevaban antiguamente los ermitaños.

La construcción de un monasterio se compone de diversas partes y estancias que siguen por norma general un mismo patrón quitando algunas variaciones. La estructura arquitectónica debía dar comodidad a la comunidad, como si de una pequeña ciudad se tratase,  ya que el monje debía tener todo lo necesario dentro del monasterio para rendir culto a sus creencias.

La iglesia era el lugar de oración y por lo tanto, era considerada el edificio principal del monasterio. En torno a la iglesia se iba construyendo las distintas estancias necesarias para la comunidad. Su construcción comenzaba por el ábside, los monjes tenían fácil acceso a la iglesia desde sus habitáculos a través del claustro.

El claustro por norma general estaba dispuesto junto a la nave sur de la iglesia, aunque no todos los monasterios tienen el claustro al sur, en algunos fue construido al norte de la iglesia. En este espacio, se distribuían las diferentes estancias de mayor uso para la comunidad.

El claustro de un monasterio tiene planta cuadrada y cada uno de sus cuatro lados recibía el nombre de panda. En el centro del claustro solía haber un pequeño pozo y alrededor se embellecía con un pequeño jardín el cual se diversificaba en cuatro caminos. En el lado este y próximo al cuerpo de la iglesia se hallaba una pequeña estancia que realizaba la función de biblioteca o estudio, donde se guardaba tanto los libros litúrgicos para los actos religiosos como los libros de lectura.

En algunos monasterios esta pequeña estancia quedaba pequeña, por lo que era necesario el construir un espacio mayor para poder conservar los libros.

Junto al claustro y a la sala de estudio se encontraba la sala capitular, lugar de reunión de la comunidad con rica ornamentación arquitectónica, en ella era donde se leían los capítulos de las reglas monásticas y donde el abad asignaba las tareas correspondientes a cada monje.

En el lado sur del monasterio encontramos una sala llamada calefactorio, era un lugar donde los monjes podían acudir para entrar en calor y poder descansar en invierno. Junta al calefactorio se hallaba el refectorio. El refectorio era el comedor comunitario. Las celdas o estancias de los monjes estaban situadas en el piso superior del edificio.

Los monasterios disponían de amplias y numerosas estancias, entre las nombradas también podíamos encontrar pequeños huertos, la enfermería o el cementerio monacal. Un edifico perdurable a lo largo de los siglos y del tiempo, empapados de grandes historias, culturas y saberes, bellezas arquitectónicas que, a día de hoy, todavía podemos seguir disfrutando de ellas, como por ejemplo el monasterio de Monserrat o de Sant Benet en Cataluña, el monasterio de Unser Lieben Frauen en Alemania, el monasterio de Santa María de El Paular en Madrid, entre otros.

En muchos rincones del planeta encontramos tesoros arquitectónicos como éstos y los cuales hemos de proteger y guardar hasta el final de los tiempos.

http://www.articuloz.com

sábado, 25 de febrero de 2012

Discurso de Benedicto XVI a la Unión de Superiores y Superioras Generales

Discurso de Benedicto XVI a los miembros del Consejo para las Relaciones entre la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y las Uniones Internacionales de Superiores y Superioras Generales

Discurso de Benedicto XVI a la Unión de Superiores y Superioras Generales
Discurso de Benedicto XVI a la Unión de Superiores y Superioras Generales
Queridos hermanos y hermanas:


Al término de esta mañana de reflexión en común sobre algunos aspectos particularmente actuales e importantes de la vida consagrada en este tiempo nuestro, quisiera ante todo dar gracias al Señor, que nos ha dado la posibilidad de celebrar el presente encuentro, muy provechoso para todos. Juntos hemos podido analizar las potencialidades y las expectativas, las esperanzas y las dificultades que hoy tienen los institutos de vida consagrada. He escuchado con gran atención e interés vuestros testimonios y experiencias y tomado buena nota de vuestras preguntas. Todos percibimos lo difícil que se vuelve anunciar y testimoniar el Evangelio en la moderna sociedad globalizada. Si ello es así para todos los bautizados, con mayor razón lo es para las personas llamadas por Jesús a seguirlo de manera más radical mediante la consagración religiosa. Y es que el proceso de secularización que se extiende en la cultura contemporánea tampoco perdona, por desgracia, a las comunidades religiosas.

Con todo, no hay que desanimarse, ya que —como oportunamente se ha recordado— si no son pocas las nubes que se ciernen sobre el horizonte de la vida religiosa, van surgiendo —y, más aún, creciendo constantemente— señales de un despertar providencial que ofrece motivos de esperanza y consuelo. El Espíritu Santo sopla poderosamente en toda la Iglesia, suscitando un nuevo compromiso de fidelidad en los institutos históricos junto con nuevas formas de consagración religiosa en consonancia con las exigencias de los tiempos. Hoy como en toda época, no faltan almas generosas dispuestas a abandonarlo todo para abrazar a Cristo y su Evangelio, consagrando a su servicio la existencia en el seno de comunidades llenas de entusiasmo, generosidad y alegría. Lo que caracteriza a estas nuevas experiencias de vida consagrada es el deseo común, compartido con adhesión solícita, de una pobreza evangélica practicada de forma radical; de amor fiel a la Iglesia; de dedicación generosa al próximo necesitado, con especial atención a esas pobrezas espirituales que caracterizan de manera acusada a la época contemporánea.

Al igual que mis venerados antecesores, yo también he reiterado en más de una ocasión que los hombres de hoy sienten una fuerte atracción religiosa y espiritual, pero sólo están dispuestos a escuchar y seguir a quien testimonie con coherencia la propia adhesión a Cristo. Y resulta interesante notar que abundan en vocaciones precisamente aquellos institutos que han sabido conservar o escoger un estilo de vida frecuentemente muy austero y siempre fiel al Evangelio vivido «sine glossa». Pienso en tantas comunidades fieles y en las nuevas experiencias de vida consagrada que bien conocéis; pienso en la labor misional de muchos grupos y movimientos eclesiales, de la que nacen no pocas vocaciones sacerdotales y religiosas; pienso en las muchachas y en los jóvenes que lo abandonan todo para ingresar en monasterios y conventos de clausura. Podemos decir con alegría que en verdad hoy también el Señor sigue mandando operarios a su viña y enriqueciendo a su pueblo con tantas vocaciones santas. Por ello le damos gracias y le pedimos que al entusiasmo de la opción inicial —muchos jóvenes emprenden, en efecto, la senda de la perfección evangélica e ingresan en nuevas formas de vida consagrada tras conmovedoras conversiones— le siga el compromiso de la perseverancia en un auténtico camino de perfección ascética y espiritual, en un camino de santidad verdadera.

En lo que respecta a las órdenes y congregaciones que cuentan con una larga tradición en la Iglesia, no se puede dejar de notar —como vosotros mismos habéis subrayado— que durante los últimos decenios casi todos ellos —los masculinos al igual que los femeninos— han atravesado por una delicada crisis debida al envejecimiento de sus miembros, a una disminución más o menos acentuada de las vocaciones y, en ocasiones, por causa también de cierto «cansancio» espiritual y carismático. Esta crisis, en algunos casos, se ha vuelto preocupante. Pero junto a las situaciones difíciles, a las que es bueno mirar con valentía y verdad, hay que registrar también señales de una recuperación positiva, especialmente en aquellos casos en los que las comunidades han optado por volver a los orígenes para vivir con mayor consonancia el espíritu de su fundador. En casi todos los recientes Capítulos Generales de institutos religiosos el tema recurrente ha sido precisamente el redescubrimiento del carisma fundacional, que debe encarnarse y realizarse de manera renovada en el tiempo presente. Factores como el redescubrimiento del espíritu original y la profundización en el conocimiento del fundador o de la fundadora han contribuido a imprimir a los institutos un nuevo impulso ascético, apostólico y misionero. De esta forma, obras y actividades que contaban con siglos de historia se han visto revitalizadas por una savia nueva, y nacen nuevas iniciativas de realización auténtica del carisma de los fundadores. Por esta senda es menester seguir caminando, pidiendo al Señor que lleve a su total cumplimiento la obra por él iniciada.

Al entrar en el tercer milenio, mi venerado antecesor el Siervo de Dios Juan Pablo II invitó a toda la comunidad eclesial a «caminar desde Cristo» (Carta apostólica Novo millennio ineunte, nn. 29 ss.: ECCLESIA 3.032 [2001/I], págs. 81 ss.). ¡Sí! También los institutos de vida consagrada, si desean mantener o recobrar su vitalidad y eficacia apostólica, deben continuamente «caminar desde Cristo». Él es la roca firme sobre la que debéis construir vuestras comunidades y todo proyecto de renovación comunitaria y apostólica. Queridos hermanos y hermanas: Gracias de corazón por el empeño que ponéis en el cumplimiento de vuestro esforzado servicio de dirección de vuestras familias religiosas. El Papa está a vuestro lado, os anima y asegura un recuerdo diario en la oración por cada una de vuestras comunidades. Al terminar este encuentro nuestro, quisiera saludar una vez más con afecto al Cardenal Secretario de Estado y al cardenal Franc Rodé, así como a cada uno de vosotros. Os pido también que saludéis de mi parte a todos vuestros hermanos y hermanas, y muy especialmente a los ancianos, que han servido durante tanto tiempo a vuestros institutos; a los enfermos, que contribuyen a la obra de la redención con sus sufrimientos, y a los jóvenes, que son la esperanza de vuestras diferentes familias religiosas y de la Iglesia. A todos os encomiendo a la maternal tutela de María, modelo excelso de consagrada, al tiempo que os bendigo cordialmente.



(Original italiano procedente del archivo informático de la Santa Sede; traducción de ECCLESIA.)

jueves, 23 de febrero de 2012

“Ven y sígueme” (Mc 10,21) Vida consagrada y nueva evangelización

El 2 de febrero celebra la Iglesia la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo en brazos de su madre María, a los 40 días del nacimiento de Jesús. María lleva en sus manos la “luz de las gentes”, Cristo el Señor. Por eso, es llamada la Candelaria, porque lleva en sus manos al que viene a ser la luz del mundo. Y lo lleva al Templo para consagrarlo al Señor, según la Ley de Moisés. Es un acto de ofrenda de la vida del Hijo, que se realiza en brazos de su Madre, por la mediación de María santísima.
Image
Coincidiendo con esta fecha celebramos también la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Este año con el lema: “Ven y sígueme” (Mc 10,21), como un eco de la Jornada Mundial de la Juventud, en la que tantos jóvenes –chicos y chicas- han sentido la llamada del Señor para seguirle consagrando su vida entera. La vida consagrada es una prolongación del bautismo, por el que hemos sido hechos criaturas nuevas. La vida adquiere sentido en la ofrenda de sí mismo, y en la vida consagrada adquiere una perfección muy especial. También hoy Dios sigue llamando a este tipo de vida, que tanto bien hace a la Iglesia y a la sociedad.

Desde el comienzo de la Iglesia ha existido la vida consagrada, es decir, el seguimiento de Cristo en el radicalismo evangélico de la obediencia, la virginidad y la pobreza. Jesús llamó a los Doce para seguirle y los constituyó Apóstoles. Y ellos, dejándolo todo, le siguieron. Esa es la “vida apostólica”. Ahí tenemos la primera llamada, a la que seguirán tantísimas otras, con formas diferentes de seguimiento. En definitiva, se trata de ser discípulos de Aquel que nos ha llamado a seguirle. Y en la vida consagrada este seguimiento adquiere tono de totalidad y de exclusividad. Seguir a Jesús con toda la vida, con todas las fuerzas, para bien de su Iglesia en el servicio a los hermanos.

Damos gracias a Dios por la vida contemplativa de tantas mujeres y hombres en nuestra diócesis y en toda la Iglesia, en los distintos monasterios. La vida contemplativa nos está recordando que “sólo Dios basta”, y que vale la pena dejarlo todo para vivir en su Casa alabándole siempre, día y noche. Los monjes y monjas viven retirados del mundo para recordarnos a todos la necesidad que tenemos de Dios. Ellos al mismo tiempo ofrecen en sus comunidades espacios de silencio y de retiro para acoger a los que buscan a Dios y pueden encontrarlo en el retiro de la oración. Cuánto bien nos hacen los contemplativos. Inútiles a los ojos del mundo, son como un pulmón que da oxígeno a nuestra generación. Muchos jóvenes hoy sienten esta fuerte llamada, que todos hemos de favorecer para gloria de Dios y bien de la Iglesia.

Damos gracias a Dios por todos los hombres y mujeres que viven en la vida religiosa. Mediante la consagración a Dios, se entregan de por vida a obras de caridad, apostolado, enseñanza. Son como un ejército de amor que llena el jardín de la Iglesia con sus mejores aromas. Cuántos carismas ha suscitado el Espíritu para servir a los hermanos, en el seguimiento radical de Cristo. Nuestra diócesis de Córdoba es especialmente afortunada con la presencia de tantas formas de vida religiosa, que expanden el buen olor de Cristo.

También damos gracias a Dios por las Sociedades de Vida apostólica, por los Institutos Seculares, por las Vírgenes Consagradas y por las Nuevas Formas de Vida Consagrada. Permaneciendo en el mundo, están consagrados a Dios, para transformar el mundo desde dentro.

Dios sigue llamando. En nuestra diócesis continúa habiendo jóvenes que reciben esta llamada, que entre todos hemos de cultivar y hacer madurar en un clima de fe. Damos gracias a Dios por la vida consagrada en todas sus formas, y que constituyen en la Iglesia como un reclamo para que todos los fieles sigamos la llamada del Señor a la santidad. En la nueva evangelización, los consagrados tienen un papel insustituible. Apoyemos todos esta forma de vida, que Jesús eligió para sí y para su Madre bendita.
Con mi afecto y bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
Escrito por + Demetrio Fernández, obispo de Córdoba   
jueves, 02 de febrero de 2012
http://revistaecclesia.com/content/view/32265/58/


miércoles, 22 de febrero de 2012

Especial Cuaresma (Catholic.net)

Especial de Cuaresma
¿Qué es?, inicio de la cuaresma espiritual, signos, meditaciones, lecturas, imágenes, oraciones, cuaresma para niños y mucho más...

Especial de Cuaresma
Especial de Cuaresma

Inicio de la Cuaresma




  • Miércoles de Ceniza El inicio de la Cuaresma, origen de la costumbre, significado del carnaval al inicio de la Cuaresma, el ayuno y la abstinencia, la oración, el sacrificio



  • "Caput Cuadragesimae". Cabeza de la Cuaresma El P. Jesús Martí Ballester nos invita a recorrer un camino de penitencia y purificación interior para renovar nuestra fe


  • El comienzo de la Cuaresma El P. Cipriano Sánchez nos explica el significado de este tiempo litúrgico. 


  • Para ver el artículo completo con todos los recursos  pinchar en:

    Les deseo una Santa Cuaresma
    Rosario.

    martes, 21 de febrero de 2012

    Carta del Papa Benedicto XVI en el congreso europeo de Pastoral Vocacional

    Queridos hermanos y hermanas:

    Con verdadera alegría me encuentro con vosotros, pensando en el valioso servicio pastoral que realizáis en el ámbito de la promoción, animación y discernimiento de las vocaciones. Habéis venido a Roma para participar en un congreso de reflexión, confrontación e intercambio entre las Iglesias de Europa, que tiene por tema "Sembradores del Evangelio de la vocación: una Palabra que llama y envía" y cuya finalidad es dar nuevo impulso a vuestro compromiso en favor de las vocaciones.
    Para cada diócesis, la atención a las vocaciones constituye una de las prioridades pastorales, que asume más valor aún en el contexto del Año sacerdotal recién iniciado. Por eso, saludo de corazón a los obispos delegados para la pastoral vocacional de las distintas Conferencias episcopales, así como a los directores de los centros vocacionales nacionales, a sus colaboradores y a todos los presentes.

    Con verdadera alegría me encuentro con vosotros, pensando en el valioso servicio pastoral que realizáis en el ámbito de la promoción, animación y discernimiento de las vocaciones. Habéis venido a Roma para participar en un congreso de reflexión, confrontación e intercambio entre las Iglesias de Europa, que tiene por tema "Sembradores del Evangelio de la vocación: una Palabra que llama y envía" y cuya finalidad es dar nuevo impulso a vuestro compromiso en favor de las vocaciones.
    Para cada diócesis, la atención a las vocaciones constituye una de las prioridades pastorales, que asume más valor aún en el contexto del Año sacerdotal recién iniciado. Por eso, saludo de corazón a los obispos delegados para la pastoral vocacional de las distintas Conferencias episcopales, así como a los directores de los centros vocacionales nacionales, a sus colaboradores y a todos los presentes.


    En el centro de vuestros trabajos habéis puesto la parábola evangélica del sembrador. El Señor arroja con abundancia y gratuidad la semilla de la Palabra de Dios, aun sabiendo que podrá encontrar una tierra inadecuada, que no le permitirá madurar a causa de la aridez, y que apagará su fuerza vital ahogándola entre zarzas. Con todo, el sembrador no se desalienta porque sabe que parte de esta semilla está destinada a caer en "tierra buena", es decir, en corazones ardientes y capaces de acoger la Palabra con disponibilidad, para hacerla madurar en la perseverancia, de modo que dé fruto con generosidad para bien de muchos.


    La imagen de la tierra puede evocar la realidad más o menos buena de la familia; el ambiente con frecuencia árido y duro del trabajo; los días de sufrimiento y de lágrimas. La tierra es, sobre todo, el corazón de cada hombre, en particular de los jóvenes, a los que os dirigís en vuestro servicio de escucha y acompañamiento: un corazón a menudo confundido y desorientado, pero capaz de contener en sí energías inimaginables de entrega; dispuesto a abrirse en las yemas de una vida entregada por amor a Jesús, capaz de seguirlo con la totalidad y la certeza que brota de haber encontrado el mayor tesoro de la existencia. Quien siembra en el corazón del hombre es siempre y sólo el Señor. Únicamente después de la siembra abundante y generosa de la Palabra de Dios podemos adentrarnos en los senderos de acompañar y educar, de formar y discernir. Todo ello va unido a esa pequeña semilla, don misterioso de la Providencia celestial, que irradia una fuerza extraordinaria, pues la Palabra de Dios es la que realiza eficazmente por sí misma lo que dice y desea.
    Hay otra palabra de Jesús que utiliza la imagen de la semilla, y que se puede relacionar con la parábola del sembrador: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24). Aquí el Señor insiste en la correlación entre la muerte de la semilla y el "mucho fruto" que dará. El grano de trigo es él, Jesús. El fruto es la "vida en abundancia" (Jn 10, 10), que nos ha adquirido mediante su cruz. Esta es también la lógica y la verdadera fecundidad de toda pastoral vocacional en la Iglesia: como Cristo, el sacerdote y el animador deben ser un "grano de trigo", que renuncia a sí mismo para hacer la voluntad del Padre; que sabe vivir oculto, alejado del clamor y del ruido; que renuncia a buscar la visibilidad y la grandeza de imagen que hoy a menudo se convierten en criterios e incluso en finalidades de la vida en buena parte de nuestra cultura y fascinan a muchos jóvenes.


    Queridos amigos, sed sembradores de confianza y de esperanza, pues la juventud de hoy vive inmersa en un profundo sentido de extravío. Con frecuencia las palabras humanas carecen de futuro y de perspectiva; carecen incluso de sentido y de sabiduría. Se difunde una actitud de impaciencia frenética y una incapacidad de vivir el tiempo de la espera. Sin embargo, esta puede ser la hora de Dios: su llamada, mediante la fuerza y la eficacia de la Palabra, genera un camino de esperanza hacia la plenitud de la vida. La Palabra de Dios puede ser de verdad luz y fuerza, manantial de esperanza; puede trazar una senda que pasa por Jesús, "camino" y "puerta", a través de su cruz, que es plenitud de amor.


    Este es el mensaje que nos deja el Año paulino recién concluido. San Pablo, conquistado por Cristo, fue un promotor y formador de vocaciones, como bien se desprende de los saludos de sus cartas, donde aparecen decenas de nombres propios, es decir, rostros de hombres y mujeres que colaboraron con él al servicio del Evangelio. Este es también el mensaje del Año sacerdotal recién iniciado: el santo cura de Ars, Juan María Vianney -que constituye el "faro" de este nuevo itinerario espiritual- fue un sacerdote que dedicó su vida a la guía espiritual de las personas, con humildad y sencillez, "gustando y viendo" la bondad de Dios en las situaciones ordinarias. Así, fue un verdadero maestro en el ministerio de la consolación y del acompañamiento vocacional.
    Por tanto, el Año sacerdotal brinda una magnífica oportunidad para volver a encontrar el sentido profundo de la pastoral vocacional, así como sus opciones fundamentales de método: el testimonio, sencillo y creíble; la comunión, con itinerarios concertados y compartidos en la Iglesia particular; la cotidianidad, que educa a seguir al Señor en la vida de todos los días; la escucha, guiada por el Espíritu Santo, para orientar a los jóvenes en la búsqueda de Dios y de la verdadera felicidad; y, por último, la verdad, que es lo único que puede generar libertad interior.


    Que la Palabra de Dios, queridos hermanos y hermanas, sea en cada uno de vosotros fuente de bendición, de consuelo y de confianza renovada, para que podáis ayudar a muchos a "ver" y "tocar" al Jesús que ya han acogido como Maestro. Que la Palabra del Señor habite siempre en vosotros, renueve en vuestro corazón la luz, el amor y la paz que sólo Dios puede dar, y os capacite para testimoniar y anunciar el Evangelio, fuente de comunión y de amor. Con este deseo, que encomiendo a la intercesión de María santísima, os imparto de corazón a todos la bendición apostólica. 


    4 de Julio 2011
    En el centro de vuestros trabajos habéis puesto la parábola evangélica del sembrador. El Señor arroja con abundancia y gratuidad la semilla de la Palabra de Dios, aun sabiendo que podrá encontrar una tierra inadecuada, que no le permitirá madurar a causa de la aridez, y que apagará su fuerza vital ahogándola entre zarzas. Con todo, el sembrador no se desalienta porque sabe que parte de esta semilla está destinada a caer en "tierra buena", es decir, en corazones ardientes y capaces de acoger la Palabra con disponibilidad, para hacerla madurar en la perseverancia, de modo que dé fruto con generosidad para bien de muchos.

    La imagen de la tierra puede evocar la realidad más o menos buena de la familia; el ambiente con frecuencia árido y duro del trabajo; los días de sufrimiento y de lágrimas. La tierra es, sobre todo, el corazón de cada hombre, en particular de los jóvenes, a los que os dirigís en vuestro servicio de escucha y acompañamiento: un corazón a menudo confundido y desorientado, pero capaz de contener en sí energías inimaginables de entrega; dispuesto a abrirse en las yemas de una vida entregada por amor a Jesús, capaz de seguirlo con la totalidad y la certeza que brota de haber encontrado el mayor tesoro de la existencia. Quien siembra en el corazón del hombre es siempre y sólo el Señor. Únicamente después de la siembra abundante y generosa de la Palabra de Dios podemos adentrarnos en los senderos de acompañar y educar, de formar y discernir. Todo ello va unido a esa pequeña semilla, don misterioso de la Providencia celestial, que irradia una fuerza extraordinaria, pues la Palabra de Dios es la que realiza eficazmente por sí misma lo que dice y desea.
    Hay otra palabra de Jesús que utiliza la imagen de la semilla, y que se puede relacionar con la parábola del sembrador: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24). Aquí el Señor insiste en la correlación entre la muerte de la semilla y el "mucho fruto" que dará. El grano de trigo es él, Jesús. El fruto es la "vida en abundancia" (Jn 10, 10), que nos ha adquirido mediante su cruz. Esta es también la lógica y la verdadera fecundidad de toda pastoral vocacional en la Iglesia: como Cristo, el sacerdote y el animador deben ser un "grano de trigo", que renuncia a sí mismo para hacer la voluntad del Padre; que sabe vivir oculto, alejado del clamor y del ruido; que renuncia a buscar la visibilidad y la grandeza de imagen que hoy a menudo se convierten en criterios e incluso en finalidades de la vida en buena parte de nuestra cultura y fascinan a muchos jóvenes.

    Queridos amigos, sed sembradores de confianza y de esperanza, pues la juventud de hoy vive inmersa en un profundo sentido de extravío. Con frecuencia las palabras humanas carecen de futuro y de perspectiva; carecen incluso de sentido y de sabiduría. Se difunde una actitud de impaciencia frenética y una incapacidad de vivir el tiempo de la espera. Sin embargo, esta puede ser la hora de Dios: su llamada, mediante la fuerza y la eficacia de la Palabra, genera un camino de esperanza hacia la plenitud de la vida. La Palabra de Dios puede ser de verdad luz y fuerza, manantial de esperanza; puede trazar una senda que pasa por Jesús, "camino" y "puerta", a través de su cruz, que es plenitud de amor.

    Este es el mensaje que nos deja el Año paulino recién concluido. San Pablo, conquistado por Cristo, fue un promotor y formador de vocaciones, como bien se desprende de los saludos de sus cartas, donde aparecen decenas de nombres propios, es decir, rostros de hombres y mujeres que colaboraron con él al servicio del Evangelio. Este es también el mensaje del Año sacerdotal recién iniciado: el santo cura de Ars, Juan María Vianney -que constituye el "faro" de este nuevo itinerario espiritual- fue un sacerdote que dedicó su vida a la guía espiritual de las personas, con humildad y sencillez, "gustando y viendo" la bondad de Dios en las situaciones ordinarias. Así, fue un verdadero maestro en el ministerio de la consolación y del acompañamiento vocacional.
    Por tanto, el Año sacerdotal brinda una magnífica oportunidad para volver a encontrar el sentido profundo de la pastoral vocacional, así como sus opciones fundamentales de método: el testimonio, sencillo y creíble; la comunión, con itinerarios concertados y compartidos en la Iglesia particular; la cotidianidad, que educa a seguir al Señor en la vida de todos los días; la escucha, guiada por el Espíritu Santo, para orientar a los jóvenes en la búsqueda de Dios y de la verdadera felicidad; y, por último, la verdad, que es lo único que puede generar libertad interior.

    Que la Palabra de Dios, queridos hermanos y hermanas, sea en cada uno de vosotros fuente de bendición, de consuelo y de confianza renovada, para que podáis ayudar a muchos a "ver" y "tocar" al Jesús que ya han acogido como Maestro. Que la Palabra del Señor habite siempre en vosotros, renueve en vuestro corazón la luz, el amor y la paz que sólo Dios puede dar, y os capacite para testimoniar y anunciar el Evangelio, fuente de comunión y de amor. Con este deseo, que encomiendo a la intercesión de María santísima, os imparto de corazón a todos la bendición apostólica.

    4 de Julio 2011

    viernes, 3 de febrero de 2012

    Estas llamado a… (Vida consagrada)

    - Estás llamado a vivir centrado en Jesús, quien vivió un amor de exclusividad al Padre y de profunda universalidad a los hombres y mujeres de todos los tiempos, y a ser feliz no sólo por tu realización personal, sino porque la encuentras precisamente en darte a todos por igual. Es ir contracorriente en este mundo que te invita a vivir centrado en ti mismo.

    - Estás llamado a tener como única riqueza a Jesús y su invitación a perder tu vida por el Reino. Perderla a favor de los que más necesitan, perderla por el que por las estructuras de poder hoy es empobrecido, perderla por dar amor y recibirlo gratuitamente. Es ir contracorriente en este mundo que te invita al consumismo.

    - Estás llamado a hacer del Proyecto del Padre tu propio proyecto de vida, acoger su verdad y ser libre. Adentrarte en el proyecto del Reino, de sus exigencias y sus gozos, de sus luchas y de sus grandes alegrías y no desear otra cosa que hacer la voluntad de Dios en ti y en tus hermanos. Ser fiel a la historia que te habla y compromete hoy, ser fiel a la voz y a los gritos de tus hermanos que te hablan hoy, ser fiel a tu corazón en el que habita Dios. Es ir contracorriente en este mundo que te invita a buscar el poder, a hacer lo que a ti “se te antoja”.

    - Estás llamado a vivir en comunidad de hermanos, a construir la fraternidad y el bien común, en donde el centro sea Jesús y lo suyo. Es ir contracorriente en este mundo que te invita a ir a la tuya.

    - Estás llamado a asumir una misión con el carisma de una congregación o instituto, ese carisma que pone el “sello” particular y que sostiene toda obra reconociendo su origen en Dios y como respuesta concreta ante una necesidad en el tiempo.

    jueves, 2 de febrero de 2012

    Silencio para escuchar

    Los contemplativos viven su silencio elocuente y su soledad habitada por quien de hecho da razón y sentido a su entrega: la Palabra de Dios y su Presencia adorable. Damos gracias por estos hermanos y hermanas, les alentamos a que no confundan su camino precioso y preciso, y a que tengan la santa libertad de no dejarse confundir por nadie.
    La historia de la Humanidad nos muestra cómo el hombre de todos los tiempos, sabedor de su indigencia expresiva ante tantas realidades, ha recurrido indefectiblemente a tantos géneros comunicativos que le permitiese algún nivel de expresividad: la palabra, el gesto, el símbolo, la parábola, la poesía, la alegoría... e incluso el mismo silencio.

    Si el homo loquens busca y trata de expresar de tantos modos el misterio que le desborda, llega un momento en el que debe dar paso a otro modo de expresión más propia del homo adorans: el silencio. No es un callar robado de la palabra debida y esperada, sino la cabal incapacidad para decir y para decirse: es desbordamiento en el que el hombre calla de tanto como tiene que expresar. Este tipo de lenguaje no verbal, silencioso, es el lenguaje místico. Para el místico, como para el amante, las palabras no son ni domésticas ni domesticables, sino que permanece de algún modo en su estado
    más originario.
    La Palabra por antonomasia, el Verbo de Dios, nos dijo de tantos modos lo mismo. Palabra de Dios y palabra de hombre a la vez. Palabra eterna que se hizo tiempo. Palabra acampada en
    nuestros descampados inciertos, haciendo el milagro de poder ver, en el trasiego de nuestros conflictos y contiendas, su gracia de paz hecho encuentro y hecha tienda. Esta Palabra la escuchan los contemplativos. Es la que nos testimonian desde su silencio tan lleno de susurro divino, que se hace elocuente para quien quiera escuchar.

    + Jesús Sanz Montes
    Presidente de la Comisión episcopal
    para la Vida Consagrada (del Mensaje
    para la Jornada Pro Orantibus,
    3-VI-2007)