domingo, 26 de febrero de 2012

Monasterios. Lugares de Culto e Historia

La palabra monasterio procede del griego monasterion, de la raíz de esta palabra, mono (que significa uno solo) proviene su significado más profundo, la soledad característica de los monjes. Inicialmente un monasterio era más conocido como el hogar del ermitaño, lo que posteriormente fue hogar de acogida de las distintas ordenes eclesiásticas, los monjes además de la soledad que les caracterizaba eran ermitaños como antiguamente lo eran los que habitaban los muros de los monasterios.

Desde el inicio de la era religiosa, existieron numerosos monasterios a lo largo de todo el mundo, monasterios de oriente y monasterios de occidente. Con la era cristiana, los monasterios cristianos fueron conocidos también como abadías ya que estaban regidas por un abad o también como prioratos que eran aquellos monasterios que estaban regidos por un prior. La vida comunitaria de un monasterio se la denominaba cenobitismo, término que ponía en contraposición a la vida que llevaban antiguamente los ermitaños.

La construcción de un monasterio se compone de diversas partes y estancias que siguen por norma general un mismo patrón quitando algunas variaciones. La estructura arquitectónica debía dar comodidad a la comunidad, como si de una pequeña ciudad se tratase,  ya que el monje debía tener todo lo necesario dentro del monasterio para rendir culto a sus creencias.

La iglesia era el lugar de oración y por lo tanto, era considerada el edificio principal del monasterio. En torno a la iglesia se iba construyendo las distintas estancias necesarias para la comunidad. Su construcción comenzaba por el ábside, los monjes tenían fácil acceso a la iglesia desde sus habitáculos a través del claustro.

El claustro por norma general estaba dispuesto junto a la nave sur de la iglesia, aunque no todos los monasterios tienen el claustro al sur, en algunos fue construido al norte de la iglesia. En este espacio, se distribuían las diferentes estancias de mayor uso para la comunidad.

El claustro de un monasterio tiene planta cuadrada y cada uno de sus cuatro lados recibía el nombre de panda. En el centro del claustro solía haber un pequeño pozo y alrededor se embellecía con un pequeño jardín el cual se diversificaba en cuatro caminos. En el lado este y próximo al cuerpo de la iglesia se hallaba una pequeña estancia que realizaba la función de biblioteca o estudio, donde se guardaba tanto los libros litúrgicos para los actos religiosos como los libros de lectura.

En algunos monasterios esta pequeña estancia quedaba pequeña, por lo que era necesario el construir un espacio mayor para poder conservar los libros.

Junto al claustro y a la sala de estudio se encontraba la sala capitular, lugar de reunión de la comunidad con rica ornamentación arquitectónica, en ella era donde se leían los capítulos de las reglas monásticas y donde el abad asignaba las tareas correspondientes a cada monje.

En el lado sur del monasterio encontramos una sala llamada calefactorio, era un lugar donde los monjes podían acudir para entrar en calor y poder descansar en invierno. Junta al calefactorio se hallaba el refectorio. El refectorio era el comedor comunitario. Las celdas o estancias de los monjes estaban situadas en el piso superior del edificio.

Los monasterios disponían de amplias y numerosas estancias, entre las nombradas también podíamos encontrar pequeños huertos, la enfermería o el cementerio monacal. Un edifico perdurable a lo largo de los siglos y del tiempo, empapados de grandes historias, culturas y saberes, bellezas arquitectónicas que, a día de hoy, todavía podemos seguir disfrutando de ellas, como por ejemplo el monasterio de Monserrat o de Sant Benet en Cataluña, el monasterio de Unser Lieben Frauen en Alemania, el monasterio de Santa María de El Paular en Madrid, entre otros.

En muchos rincones del planeta encontramos tesoros arquitectónicos como éstos y los cuales hemos de proteger y guardar hasta el final de los tiempos.

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