Cuando David salió de su tienda para enfrentarse al temible gigante Goliat, tomó del suelo cinco piedras, única munición para su honda. A pesar de su desproporcionada dimensión respecto a su rival y la aparente precariedad de sus armas, Dios intercedió para que aquel joven, que tenia puesta su confianza en El, obtuviera una victoria que aún hoy sigue maravillándonos. En estos tiempos actuales, nuestro Goliat es el demonio que en todo momento busca destruirnos. Maria, nuestra mejor aliada, en su sabiduría e inteligencia, nos proporciona la solución más eficaz y segura para salir victoriosos: Las Cinco Piedras Las 5 piedras que La Reina de la Paz nos proporciona son: La oración con el corazón, el ayuno, la confesión, la Eucaristía y la lectura de la Biblia, son los puntos que María nos da para recorrer un camino de santidad, de paz, de transformación interior totalmente asegurado, un camino sencillo, accesible a todos”. 1. LA ORACION “hijos, orad, la oración es el fundamento de vuestra paz” Si no tienen paz en sus corazones poco importa todo lo demás. Pueden perder la paz un momento como dice San Serafín de Sarov, pero enseguida poniéndose en oración, hundiéndose en la oración encontrarán la paz nuevamente. “Si vivis angustiados, con estrés, es que todavía no orais con el corazón”. Esta palabra “con el corazón” nunca acabaremos de entenderla, no se trata de cumplir, de escuchar Misa, de rezar el rosario rápidamente, no se trata de eso. “Dedicad tiempo a Dios” Dios nunca vendrá a nosotros rezando de esta manera, para que Dios establezca su morada en nosotros, para que la unción del Espíritu Santo y su soplo nos visite, hay que tomar tiempo. Hoy, muy poca gente va a la Iglesia a sentarse durante una hora para orar frente al Santísimo Sacramento. Orar con el corazón es esta disposición interior, como dice Santa Teresita: “la oración es un grito de amor hacia el cielo”. Tomad tiempo con Dios. Marija, una de las videntes, regresando de Rusia, estaba totalmente sorprendida y comento en Europa: La gente en aquel país como en cualquier otro, pide egoístamente, sus oraciones van referidas a ellos mismos a sus intereses, “reza por mí, por mi abuelo, por mi país”, yo, yo, yo, esto no es posible, esto no es oración. La Virgen María dijo: “Hijos, rezad por mis intenciones y yo me encargaré de vuestras preocupaciones, de vuestros dolores”, eso es la verdad. La gente no cree porque no se abren realmente al Espíritu Santo, no se abren a la paz de Dios. Entonces, la oración del corazón es la clave para aprender junto con María a orar.
2. EL AYUNO Tienen que perseverar en la oración y el ayuno. Ayunar a pan y agua, los miércoles y viernes. Pueden comenzar absteniéndose de las comidas o del desayuno, ustedes verán la forma con la que cada uno puede comenzar poco a poco a hacer sus ayunos. No se preocupen por la falta de alimento, no morirán, vivimos en un mundo en que todos tomamos como compulsión la comida, como adicción, nos sobrealimentamos, por eso hay tantas enfermedades, colesterol, cáncer, etc. porque la gente come, come, come. El ayuno nos purifica el alma, el ayuno nos permite realmente dominar, tener el dominio de sí, fruto del Espíritu Santo. (Carta a los Gálatas). María dijo: “La Iglesia Católica olvidó el ayuno. Por la oración y el ayuno hijitos, pueden obtener cualquier cosa”. ¿Desean la conversión de alguien de sus familias?, pónganse a orar a ayunar y verán el cambio. Por supuesto, Jesús lo había dicho en el Evangelio cuando regresaban sus discípulos: “no hemos podido sacar este demonio. Y Jesús dijo: hay demonios que solamente salen con la oración y el ayuno”. Si quieren vivir en paz hijitos, háganse una vida sencilla. El ayuno repara, es muy poderoso en la intercesión. Hay muchos matrimonios que conozco que descubrieron en Medugorge el ayuno, y Miércoles y Viernes ayunan fielmente. No se trata de tener hambre, dice la Virgen, pueden beber agua. Verán la fuerza del ayuno en la transformación interior, si tienen problemas, rencores, amarguras, resentimientos contra personas y tienen problemas para reconciliarse; la Virgen nos dice: para reconcialirse hay que creer, orar, ayunar y confesarse. Todos los mensajes son muy sencillos y si tú los vives, actúa en ti el Espíritu Santo.
3. LA LECTURA DE LA BIBLIA Vicka le pregunto a la Virgen: ¿por qué lloras? “porque los cristianos dejaron de leer la Palabra de Dios”. La Virgen pide de leer la Biblia diariamente, aunque empecemos con 10 min. ¿Cómo quieren descubrir la verdad? ¿cómo podemos ubicarnos en este mundo lleno de ideologías? Si yo no leo el único libro que me trae al alma la luz del cielo, ¿cómo podemos pasar dos horas o más frente a la televisión que nos presenta una visión totalmente equivocada del mundo y no se cuántas porquerías? Sin embargo, pasar una hora enfrente del Santísimo, eso no lo queremos. ¿Cómo podemos conocer la voluntad de Dios sobre nuestra vida? ¿Cómo podemos discernir cuando tenemos que tomar decisiones si no conocemos la palabra de Dios? “Tu Palabra Señor es una luz sobre mi camino”. Nuestra mente y corazón deberían tener continuamente presente los versículos y las palabras de Jesús. Versículos de San Pablo, de sus cartas, para que enfrente de cualquier situación difícil nos brote en el espíritu la palabra adecuada. ¿Cómo quieren que Dios les hable si no conocemos su Palabra? ¡Es imposible! Hay una ignorancia que condene al pecado y a la muerte espiritual que viene del hecho que los que se dicen cristianos católicos no conocen la Palabra de Dios. ¡Ah!, pero las revistas que nos ofrecen el mundo como “vanidades” u otras, esas si las conocemos y estamos esperando con ansia para leer el siguiente número, y la Palabra de Dios, la Biblia, en un rincón de la casa. La Virgen dice: “Pongan la Biblia en el centro de sus casas, para que recuerden leerla en familia todos los días”. Cosas muy sencillas, claro. Un corazón que no recibe todos los días el Pan de la Palabra, se muere. Vivir el Evangelio, no vivir en la ignorancia causa de muchos males.
4. LA CONFESION “Hijos si no os confiesais mensualmente, será muy difícil para vosotros convertiros”. La confesión, pero la verdadera confesión, no como el 80% de los casos en que me acerco al sacerdote y digo esto, esto y eso y me “limpio”, me quito la ropa sucia, la pongo en la lavadora, aprieto el botón y listo. Eso no es confesarse. La confesión necesita el arrepentimiento, por ejemplo: he faltado a misa el domingo, pero esto no es pecado, el pecado es que no amas a Dios y hasta llegas a no tener ninguna clase de arrepentimiento por no haber ido a Misa, no hay arrepentimiento porque no hay amor, entonces, tampoco hay confesión. Esto es claro en Semana Santa, cuando todos quieren confesarse porque es el deber mensual; gente que “dice” sus pecados y al terminar la semana empiezan nuevamente su vida de pecado. Es posible que nosotros también nos parezcamos a estas personas. La confesión es ir con arrepentimiento: perdón Señor, como dice la Palabra de Dios: “te he matado, te he crucificado en mi debilidad, en mi pecado, en mi tibieza. Hay que llorar los pecados, pero si no hay vida de oración con el corazón, no hay verdadera confesión. El Espíritu Santo es el motor de todo, la oración con el corazón es una comunicación con Dios, “durante la oración, Dios los llena, los transforma”, dice la Virgen. Si no hay oración con el corazón no hay verdadera confesión con arrepentimiento porque nos falta el Espíritu Santo. En primer lugar, no vemos nuestros pecados, muy a menudo confesamos culpabilidades o tonterías, porque hay que decir algo; pero el verdadero pecado escondido, egoísmos, rencores, apegos materiales los olvidamos. Dice el salmo “Señor, líbrame de mi pecado escondido”, especialmente de ese pecado que yo no veo, porque yo no lo quiero ver, y no lo veo porque he puesto tantas defensas y justificaciones bajo una apariencia de piedad, que impiden que la luz del Espíritu Santo llegue hasta mí. Hay que volvernos a reeducar en la confesión con el corazón, con un verdadero arrepentimiento. Son nuestros pecados que clavaron a Cristo sobre la Cruz, no es un chiste, como dijo Jesús a Santa Catalina: ¡No es para reír que he muerto sobre la cruz para ti! La confesión es para descubrir mis pecados y corregirme, no solamente confesarme por confesarme, tener un mes o quince días para volver a pecar y seguir en lo mismo al fin que de todas maneras me confesaré al siguiente mes.
5. LA EUCARISTIAVuelvo a insistir sobre lo mismo, recibir la Eucaristía con el corazón, es terrible ver hoy, como muchos viven la Misa. La Virgen dice: “Si no os preparais para vivir la Misa con un corazón abierto, mejor quedaos en casa”. A la Misa hay que llegar a tiempo, prepararse, disponerse a la oración 10 minutos antes, no llegar tarde, corriendo. “En ningún otro lugar mi hijo derrama tantas gracias como en la Eucaristía, comulgar es más que ser vidente”, dice la Virgen. Aquí tienen que meditar los mensajes sobre la Eucaristía, podríamos hablar más de una hora sobre la Eucaristía siendo un tema tan extenso. A la Misa hay que llegar a tiempo, interiorizarse, prepararse a recibir a Jesús. Después de la comunión entrar en su corazón, orar y dar gracias a Dios. Esta es la verdadera espiritualidad. Entonces verán que las cosas cambiarán. Nos dice María: “Si en lugar de llegar corriendo a la Misa pudieran llegar un poco antes para prepararse., y después de haber comulgado, si se pueden quedar, tomen tiempo con Jesús para hablarle, si hacen esto hijitos, verán muchos milagros en sus vidas y menos enfermos de la mente, del corazón y del cuerpo en medio de ustedes”. Este mensaje lo coloque de manera que todos pudieran observarlo a la entrada de la Iglesia. Recibimos el gran Sacramento de la Salvación como un boleto de avión o del metro. La Eucaristía debe ser el centro de nuestra vida, y saben lo que dice la Virgen: “Hijos, asistid a Misa cada vez que las circunstancias lo permitan”. Hoy en día el mundo vive en una situación de agonía y desesperación, necesita portadores de luz, de amor y de paz. La Eucaristía es el lugar donde Dios nos transforma. Todos los Sacramentos, toda la devoción, toda la vida espiritual me conduce a la Eucaristía, es el lugar donde mi alma encuentra substancialmente el cuerpo y la sangre de Jesús: “El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida en Mí”, y de comunión en comunión Dios va transformando mi alma, mi cuerpo, mi mente, mi afectividad. Es increíble, pero si lo recibimos, sabemos que la Eucaristía actúa en nosotros en la medida de nuestra fe y de nuestro deseo de Dios. Si lo recibo de una manera distraída, hablando con mi vecino, no se hará ningún efecto en mí, Jesús necesita mi permiso para actuar, me respeta.
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