¿Cuáles serán sus principales retos al frente de la CONFER?
- Luis Ángel de las Heras: En primer lugar tengo que decir que hemos recibido
un excelente legado de la tarea del padre Elías Royón, SJ como presidente de
CONFER junto a su equipo. Es el trabajo de estos últimos cuatro años y toda la
historia de servicio a la Iglesia en la vida religiosa desde CONFER. Hemos
encontrado un momento de serenidad, de esperanza, de comunión. Esto hay que
agradecerlo sinceramente. Así, el primer reto es conservar lo que hemos
encontrado. En todo caso mejorar, nunca empeorar. Después, creo que debemos
procurar una tarea de equipo comenzando por el que podemos formar la
secretaria, la vicepresidenta y el presidente. Por supuesto, será un reto
seguir cultivando cauces de diálogo y colaboración con nuestros pastores, con
los laicos, con instituciones eclesiales y sociales. Es importante hacer
esfuerzos por continuar o comenzar proyectos concretos en misión compartida.
Otro de los retos será favorecer iniciativas intercongregacionales. En la XX
Asamblea General se nos pide con insistencia que aunemos esfuerzos, que
orientemos reflexiones y acciones conjuntas. Otro reto que se vislumbra
importante es ofrecer una imagen real de la vida religiosa dando a conocer más
elementos positivos que no siempre se perciben: su compromiso entre los más
necesitados, su deseo de servir al anuncio del Evangelio, su fecundidad
espiritual, su acompañamiento a las distintas necesidades de las gentes, su
fidelidad a la Iglesia. Para ello es muy importante cuidar el área de
comunicación, no solo por la presencia -CONFER tiene su revista, sus noticias,
su web, está en las redes sociales y se abre a los distintos medios- sino por
la calidad y acierto de la misma.
¿Cómo ve la situación de los religiosos en España?
- Luis Ángel de las Heras: La veo con esperanza, siendo consciente de las
dificultades. Vivimos un momento eclesial esperanzado y la vida religiosa
española participa de esa esperanza. La XX Asamblea General y las asambleas
regionales en las que he participado han sido momentos de esperanza, de
alegría, de expresión de un mayor deseo de exigencia al servicio de la Iglesia
y de las gentes de los lugares donde peregrinamos. En estos foros se palpa el
impulso del Espíritu que hace vencer las dificultades y ser creativos en medio
de las limitaciones. En una situación humanamente frágil podemos descubrir la
fuerza que viene de Dios y testimoniarlo humildemente. Es muy fácil -a veces
resulta temerario- aventurar diagnósticos sobre apariencias humanas. Nuestra
realidad tiene una dimensión de fe en Cristo Jesús que puede descolocar,
enfocar o desenfocar la mirada del ser humano. Desde esta óptica se puede
explicar que continuemos realizando muchas tareas a pesar de la disminución de fuerzas
humanas y que la presencia de religiosos y religiosas sea signo evangélico vivo
y eficaz de valor incalculable no siempre visible a los ojos mortales. Así, por
ejemplo, se descubren presencias evangelizadoras de comunidades religiosas
aunque no puedan realizar muchas actividades por su edad o su enfermedad.
La vida consagrada realiza una ingente labor, que repercute positivamente en
la sociedad española. ¿Podría darnos algunas cifras y los ámbitos de este
servicio?
- Luis Ángel de las Heras: En España hay 35.416 religiosas y 10.895 religiosos,
300 congregaciones femeninas y 107 masculinas. En misión ad gentes por todo el
mundo contabilizamos unos 14.000 religiosos/as españoles. La labor de la vida
consagrada en España se da en educación, sanidad, actividades sociales,
ministerios presbiterales, diálogo fe-cultura, teología, estudios
universitarios. Todo con perspectiva evangelizadora. Los religiosos y
religiosas realizamos la misión tanto en plataformas apostólicas exclusivas de
la propia congregación, como en misión compartida con otras congregaciones y
con otras instituciones eclesiales. Igualmente colaboramos con organizaciones
sociales.
¿Cuál es el papel de la vida consagrada en la Iglesia de hoy?
- Luis Ángel de las Heras: Un papel siempre antiguo y siempre nuevo. La
exhortación apostólica Vita Consecrata afirma que la vida consagrada está en el
corazón de la Iglesia. Desde ahí ha desempeñado un papel de ayuda y apoyo
eclesial, especialmente en momentos de dificultad. Además es reconocida como un
don precioso y necesario para el presente y el futuro de la Iglesia porque es
parte intrínseca de su vida, de su santidad y de su misión. La Iglesia de hoy
sigue siendo bendecida con este don que es para todos los religiosos y
religiosas una hermosa tarea. Tarea que trasciende toda frontera para llegar
donde sea más difícil y que aporta sabiduría de vida siempre a la escucha del
Espíritu. Tarea que aporta una trayectoria probada de "hacer con
otros". Tarea con larga experiencia de presencia en las periferias de este
mundo que puede servir para abrir nuevos caminos eclesiales hacia los límites.
Desde las dificultades que hoy percibe, el papa Francisco insiste en que seamos
profetas y nos invita a "despertar al mundo". Tendremos que comenzar
por nuestra propia casa: nuestras congregaciones y nuestra Iglesia.
Hábleme de las vocaciones. ¿Qué se puede hacer?
- Luis Ángel de las Heras: Me va a permitir detenerme un poco más en este
punto, no desde la preocupación, sino desde una ocupación serena y confiada. Se
está haciendo mucho y bien y se puede seguir haciendo más. Entre otras cosas,
creo que se pueden conjugar, cada vez con más soltura, tres verbos: agradecer,
valorar y regalar [tiempo]. Agradecer. Ante todo la gratitud por la vocación a
la vida religiosa. Los religiosos y religiosas bien podemos alegrarnos cada día
dando gracias a Dios por la vocación recibida. Por otra parte, hay que
agradecer y reconocer el gran trabajo que han realizado y realizan tantos
religiosos y religiosas en pastoral vocacional. Sin duda ha contribuido a
formar una conciencia en la Iglesia de lo que significa la opción vocacional de
vida cristiana bien discernida y, de manera particular, para la vida
consagrada. También hay que agradecer a Dios las vocaciones a esta forma de vida,
pocas o muchas. Si son muchas el agradecimiento es espontáneo. Pero también hay
que agradecerle la experiencia de escasez. Dios nos está hablando ahí: ¿Nos
está exigiendo más coherencia? ¿Nos está purificando? ¿Nos está invitando a
poner la confianza en Él más que en las fuerzas humanas de número y juventud?
¿Nos está urgiendo a una praxis de misión compartida bien desarrollada? Con el
agradecimiento superaremos la tentación de la nostalgia, de la queja o de la
autocompasión y podremos mostrarnos alegres y esperanzados para invitar a
quienes acompañamos desde nuestros carismas y tareas apostólicas a responder a
la llamada de Dios, que sigue enamorando. Valorar. Agradecer la llamada que
hemos recibido nos ayuda a valorarla y a creer más en nuestra forma de vida en
la Iglesia en medio de cualquier dificultad. Todos nuestros fundadores fueron
expertos en afrontar y superar situaciones adversas. A veces se dice que no hay
vocaciones a la vida consagrada porque no somos coherentes o porque nuestras
comunidades no son testimonio de vida que contagie entusiasmo. Evidentemente
cuando se da esto nos falta atractivo vocacional. Pero no es la única razón de
la escasez de vocaciones. Hay comunidades religiosas de personas consagradas
admirables, entregadas a Dios y a los hermanos, coherentes y entusiastas,
bendecidas con muchos dones, pero no con vocaciones para su carisma y misión.
Obviamente no tenemos que ser mejores para tener vocaciones, sino para ser
fieles a esta vida de seguimiento de Jesús y dichosos en ella. Conviene
recordarlo. Regalar tiempo. Convencidos de que Dios sigue llamando, entregados
a esta vida a la que Él nos ha convocado, debemos estar dispuestos a dar
nuestro tiempo pacientemente, desde nuestros planes y proyectos, pero también
más allá de ellos, estando cerca de la gente, buscando con cada persona la
voluntad de Dios para su vida, que será su propia felicidad. Hay que
"perder" tiempo con la gente en cualquier tarea apostólica. Pero en
clave vocacional hay que tener un plus de generosidad en la entrega de nuestro
tiempo. Tiempo para escuchar, tiempo para llevar al encuentro con Cristo y con
su Palabra, tiempo para invitar al compromiso de vida. Tiempo precioso para que
cada persona encuentre su camino vocacional de respuesta al Señor en la Iglesia.
Después del Concilio Vaticano II, algunos han hablado de crisis en la vida
consagrada. ¿Está de acuerdo? ¿De qué tipo de crisis se trata?
- Luis Ángel de las Heras: Quienes han analizado el impacto de la doctrina
conciliar del Vaticano II sobre la vida religiosa coinciden en que se abrió una
nueva comprensión de esta forma de vida dentro de la Iglesia. Esa novedad
lógicamente trajo su crisis, con desiguales consecuencias, algunas de ellas
positivas, puesto que la crisis es factor tanto de riesgo como de posibilidad.
Hay quienes realizan análisis simplistas o superficiales de esta crisis y sus
consecuencias. Como ocurrió y sigue ocurriendo en toda la Iglesia el fenómeno
es complejo y profundo. Algunos testigos privilegiados del Concilio y su
recepción señalan una crisis de identidad y pertenencia en la vida religiosa.
Crisis de identidad, de sentido, de significatividad, de desorientación que
propició un individualismo exagerado, hizo peligrar el entusiasmo por los
proyectos comunitarios y llevó también a un debilitamiento en la vida de fe.
Esta crisis de identidad trajo otra de pertenencia con rupturas dolorosas, pero
también con búsquedas fecundas de autenticidad. Y en medio de esta situación
hubo y sigue habiendo esfuerzos eficaces por revitalizar la vida espiritual,
por reforzar la vida comunitaria, por abrir nuevos caminos para realizar
compromisos evangelizadores de frontera. Así pues, crisis sí, con confusión y
desorientación, pero con renovación y búsqueda de autenticidad también, como ha
ocurrido en las otras formas de vida dentro de la Iglesia.
Francisco, antes de ser elegido, era miembro de la Compañía. Es decir,
conoce bien la realidad de la vida consagrada. ¿Qué espera del nuevo Pontífice?
- Luis Ángel de las Heras: El papa Francisco conoce por propia experiencia la
vida consagrada. Así lo ha manifestado indicando las exigencias, los retos y
los gozos para esta forma de vida en la Iglesia. Espero del papa Francisco que
siga siendo un buen transmisor del mensaje de Jesús, que siga recordándonos la
necesidad de ir a lo esencial de nuestra fe en Cristo vivida en la Iglesia, que
siga alentando a todos sin excepción, que haga una justa y necesaria memoria
cotidiana de los pobres. Por supuesto, por su conocimiento de la vida
consagrada desde dentro espero la luz de padre y maestro que ya ha demostrado
que nos puede aportar. Todo ello con firmeza y veracidad puesto que es el
primero en hacer lo que dice. Pero espero que cuanto escuchamos y vemos a
través de él nos haga encontrarnos verdaderamente con el Señor. Desde este
encuentro podremos dar sentido, comprender y secundar los gestos y las palabras
del Papa. Esto es una urgencia para quienes hemos sido llamados, por la
práctica de los consejos evangélicos, a seguir con más libertad e imitar más de
cerca a Jesucristo.
Recién clausurado el Año de la Fe, el papa Francisco ha anunciado que el
2015 estará dedicado a la vida consagrada. Sin duda, será un momento importante
para reflexionar sobre los retos que tienen los religiosos en el mundo actual.
¿Cómo han acogido esta iniciativa del Santo Padre?
- Luis Ángel de las Heras: Hemos acogido la iniciativa como un regalo y un gran
reto. En el mensaje de Navidad de 2013 invitábamos a preparar ese año de gracia
de 2015, con gratitud y confianza, ya en este 2014. En CONFER estamos pensando
cómo podemos colaborar en la celebración de este acontecimiento y tenemos
alguna iniciativa en preparación ahora mismo. Nos sentimos alentados por el
Papa y, al mismo tiempo, comprometidos a dar lo mejor de esta vida para que
toda la Iglesia pueda vibrar con este seguimiento apasionante de Cristo como
constructores de una comunión transformadora de este mundo -herido y sufriente-
en el Reino de Dios.
Finalmente, ¿qué mensaje le gustaría trasladar a la sociedad en general?
- Luis Ángel de las Heras: Que conozcan mejor, amen y valoren la vida
religiosa, que está en el corazón de la Iglesia. Que piensen en ella, que recen
por ella. Que aprecien su humilde generosidad en el compromiso que realiza en
las fronteras de este mundo. Que nos exijan fraternalmente, puesto que
necesitamos convertirnos y crecer en nuestra entrega a Dios y los hermanos. Que
se alegren de esta forma de vida que, como todo lo que viene de Cristo y del
Espíritu, no quita nada y lo da todo. Que vean la vida consagrada como una
buena noticia cargada de alegría, que hace cotidiana la pasión por Dios que es
pasión por la humanidad.
Autor: Iván de Vargas (Zenit.org) |