A veces se viene como
un cansancio, una flojera, como una desgana espiritual y entonces tenemos que
pedir este don.
Dice el refrán: "El que persevera alcanza". De
nada nos sirve empezar con mucho afán algo que queremos lograr si no tenemos
perseverancia. La mitad de los anhelos en nuestra vida se nos quedan en eso, en
anhelos, en deseos, en sueños no realizados... y si analizamos bien el por qué
no se hicieron realidad fue porque nos faltó perseverancia.
La perseverancia es la firmeza y constancia en la ejecución
de los propósitos y en las resoluciones del ánimo. Cuanta cosa emprendemos en
la vida tienen que tener perseverancia pues sin ella, todo lo emprendido se irá
diluyendo como agua en nuestras manos, como humo en el azul del cielo. El ánimo
resuelto ante una cosa que emprendemos y la voluntad firme nos llevará al
éxito.
Cuando fracasamos no solemos reconocer que generalmente
fueron la falta de esos factores, tan importantes y necesarios, lo que hizo que
no llegáramos a obtener los resultados que esperábamos. Siempre encontramos
otras causas para "echarle la culpa" a nuestras derrotas, a nuestras
frustraciones. Nada podemos lograr sin disciplina y perseverancia, en lo
físico, en lo intelectual como en lo espiritual. Nadie logrará tener un cuerpo
bien modelado o poderosamente musculoso sin hacer ejercicio día con día, no le
va a bastar correr y sudar, o pasarse todo un día en el gimnasio si es tan solo
por una sola vez.
No le va a bastar al que quiere cultivar su mente leer todo
un día cuanto libro tenga a su alcance si no lo vuelve a repetir, si no impone
una vida de constante lectura y estudio y no adelantaremos en nuestra vida
espiritual sin tan solo nos dejamos llevar por arrebatos místicos, con promesas
a Dios de rezar más, de amar más a nuestro prójimo y tener una vida más apegada
a los sacramentos, de ir más a la iglesia si todo esto es como "llamarada
de petate", como algo que empezamos con mucho ímpetu y ardor y enseguida
nos cansamos y pronto olvidamos todo ese entusiasmo porque eso cuesta, porque
nos está pidiendo un gran esfuerzo, porque esos proyectos nos piden disciplina
y perseverancia.
En el aspecto espiritual tal vez haya personas que al mirar
su vida pasada encuentren una trayectoria directa con Dios a pesar de las
caídas y miserias naturales de la debilidad humana, pero... ¿y la perseverancia
final?
A veces con los años se viene como un cansancio, como una
flojera, como una desgana espiritual. Ya no hay el ardor juvenil, se fueron los
días en que el alma ponía en juego toda su fuerza para los sacrificios y la
voluntad estaba al servicio de la fogosidad del espíritu para agradar a Dios.
Es el momento del peligro. Peligro de abandonar el estar en pie de lucha.
El enemigo, el demonio ha esperado mucho tiempo, muchos años
ese momento, este atardecer de nuestra vida, este estado de pereza espiritual.
Ha esperado y ya saborea su triunfo al vernos flaquear, al ver nuestra tibieza,
como poco a poco vamos dejando a un lado el sentido de nuestra fe y llenándonos
de dudas acabamos por permanecer indolentes a todo lo referente a nuestra vida
espiritual.
Ante esta circunstancia, pidamos como un don especial, que acompañe
hasta nuestro último día la perseverancia final.
Autor: Ma Esther De Ariño
No hay comentarios:
Publicar un comentario