viernes, 29 de agosto de 2008

Hoy te quiero hablar de la vocación

Amigo mío, ¿cómo te va la vida? ¿Estás contento? ¿Tienes algún problema serio? Si es así me lo puedes contar con sólo pensar en Mí… Yo te comprendo enseguida. Leo el pensamiento, pero me agrada que pienses en Mí, y pensando en Mí piensas en el Padre y en el Espíritu… En la conversación que quiero tener contigo hoy me gustaría hablarte de algo que llevo muy metido en el corazón. Algo que Nos preocupa, y que preocupa a Mi Iglesia. Hablo de LA VOCACIÓN. Me refiero, como sabes, a esa llamada que hacemos a cada hombre para seguir un camino concreto en su vida, y alcanzar la santidad. Y de un modo especial a la VOCACIÓN DE ENTREGA TOTAL A LA TAREA DE LA EVANGELIZACIÓN.

No se habla hoy mucho de VOCACIÓN. Más bien se habla de estudios, carreras, empleos, trabajos, negocios, vida... Pero de VOCACIÓN muy poco. Y sin embargo Nosotros: el Padre, el Espíritu Santo y Yo seguimos llamando al corazón del hombre, a la puerta de su alma, a su conciencia. Llamamos constantemente, pero parece que Nuestra voz no cuenta, no se oye, no importa…

Los hombres os estáis volviendo sordos para la Voz del Espíritu. No interesa para nada comprometer la vida en algo que materialmente es “poco rentable”. Los hombres, mis amigos los hombres, os estáis encerrando en campanas de silencio absoluto para Dios, donde sólo resuenan los aturdidores ruidos de la loca carrera hacia ningún sitio.

Hay muchas palabras hoy en la calle, en casa, en los lugares de diversión, en los centros de trabajo… No se para de hablar de todo. Todo el mundo está enterado de lo último que pasa al instante. Pero a Dios no se le oye, no se le quiere oír. Se huye de Nosotros. Se tapan los oídos para que ni siquiera les llegue el susurro de una insinuación.

Muchos ciegos van por el camino sin querer ver. No hay proyecto de vida fuera de la vida misma. En las calles es corriente ver a ciegos que guían a otros ciegos… Y ya sabes: Vino la Luz al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas. Amigo mío, sigue estando la Luz en el mundo, sigo estando Yo entre los hombres, y se sigue prefiriendo la tiniebla.

Siento dolor por esa oscuridad voluntaria, y esa sordera, que los hombres de hoy han adoptado como compañeras.

Recuerdo con alegría aquellas primeras llamadas a Pedro, a Santiago, a Juan…. Dejaron redes y barcas, familias y pueblos, y se fiaron de Mí. Y Mateo, y Zaqueo, y María Magdalena, y Pablo, y miles de almas que a lo largo de la historia supieron decir que sí, muchísimas veces a costa de sus vidas. Esos que dijeron que SÍ han hecho posible la Iglesia, el Reino de Dios entre los hombres. Por ellos Yo estoy presente materialmente en el mundo.

¿Qué haría Yo sin mis sacerdotes, y sin los religiosos, y sin tantas mujeres que han dado la Vida por el Evangelio diciendo SÍ QUIERO SEGUIRTE? Es una maravilla. Les estoy muy agradecido. A pesar de que la vida moderna no facilita para nada escuchar la Voz que os llega de lo alto, no puedo silenciar tantas vidas heroicas, calladas, santas, de hombres y mujeres, jóvenes y mayores, que en todos los rincones de la tierra están dando la cara por Mí, y quien de la cara por mí, yo la daré por él ante mi Padre celestial.

Yo les doy las gracias. Tú tienes que darles las gracias. Y ellos deben sentirse contentos y ser fieles, sin desanimarse ante una masa amorfa que no les entiende, porque a Mí tampoco me entendieron.

Yo dije un día que la mies es mucha y los trabajadores pocos. Y lo tengo que seguir diciendo. El trabajo es abundantísimo, pero son pocos los dispuestos a trabajar junto a Mí. Te puedo decir que me duele verme muchas veces solo.

Es verdad que nunca faltan algunos pocos que se acercan para hablar conmigo y hacerme compañía, pero el trabajo es duro, hay muchas almas que se pierden porque nadie les dice nada. Siento dolor al ver tantos pueblos sin sacerdotes, tantos lugares sin sembradores de la Palabra… Muchos de mis colaboradores son ya mayores.

Otros están muy atareados en tantas cosas que no tienen tiempo a penas para hablar de Mí, y ofrecerme a Mí, y trabajar realmente por Mí… Siento que incluso algunos se marchen desilusionados. Pobres amigos míos… Me trae esto malos recuerdos.

Pero no quiero que te pongas tan serio. Hay una virtud que quiero que vivas con entusiasmo, y esa virtud se llama ESPERANZA. La respuesta a la llamada es cuestión de fe y amor, y también de esperanza. No perdáis la calma, no tengáis miedo, yo he vencido al mundo.

Me siento contento al ver muchos seminarios muy nutridos de jóvenes con ilusión por el sacerdocio. Y centros de formación para la vida religiosa. Y grupos y asociaciones, y comunidades y movimientos…Y parroquias que trabajan con ganas.

Sois mis amigos, en los que puedo confiar, pero quiero más, necesito a más. Tú, mi amigo, es posible que alguna vez hayas sentido una inquietud que llenaba de ilusión tu corazón. ¿Es demasiado tarde para volver a pensar en tu vida? ¿No podrías tú ser uno de tantos que con el alma llena de amor me han dicho que SÍ? Piénsalo, por favor.

Y reza mucho para que otros lo piensen. Un día, poco antes de morir quise besar los pies de aquellos que habían dicho SÍ a la llamada. Hoy me gustaría volver a besar los pies de tantos que podéis decir SÍ, y que tengo confianza que más de uno me va a seguir.

¡Ánimo amigo! ¡Corre la voz! Di por ahí que Dios llama, que Dios necesita a muchos para hacer el bien. Y Estamos esperando ansiosamente la respuesta generosa. Muchos hombres te necesitan para encontrar ellos su camino. Vamos nosotros a echarles una mano y guiarlo por el verdadero Camino.
¿Cuento contigo? ¡No me falles!
Tu amigo, Jesús
Fuente: Cartas de Jesús a ti
Autor: Juan García Inza

jueves, 28 de agosto de 2008

La vida Monástica

El fundamento de la vida monástica esta en la frase de Jesús “ si quieres ser perfecto, anda, vende todo cuanto posees y dalo a los pobres: y después ven y sígueme”. El deseo de la mas alta perfección ha perseguido al hombre en todos los tiempos, hubo hombres que siguiendo a San Pablo en la carta I a los corintios, sin abandonar el mundo si practicaron la continencia y pobreza absoluta, se les llamo ascetas.

Mas adelante y queriendo seguir el evangelio mucho mas de cerca y practicar mejor las virtudes cristianas o por huir de las persecuciones, abandonaron bienes y familia y se retiraron a las montañas, su virtud principal era la soledad, a estos se les denomino solitarios, anacoretas o eremitas.
Los anacoretas se fueron multiplicando de forma que algunos se ponian a las ordenes de un eremita famoso , surgiendo los discípulos e los eremitas, de esto se valio San Pacomio formando las comunidades bajo un superior , siguiendo unas reglas y viviendo en hermandad, a estos se les designo como cenobitas. Destacan San Pablo el ermitaño como primer modelo de los anacoretas, nacido en Tebaida huyo al desierto en la persecución de Decio, viviendo en una cueva durante 90 años. San Pacomio fue el fundador de la vida cenobítica , su regla esta basada en los consejos evangélicos, pobreza, castidad y obediencia, ordenando, la oración, el trabajo y el silencio. San Benito de Nursia era italiano y fue el verdadero legislador y fundador de los monasterios en Occidente. En la cumbre de Monte Casino, levanto un convento que es la casa madre de la familia benedictina, en España son celebres los monasterios de Silos y Montserrat. Poco antes de morir quiso dejar también fundado la orden benedictina para mujeres. La base de todas las ordenes religiosas de la edad media es la orden de San Benito,”ora y trabaja”, en la que regula la vida monástica con las obligaciones y ocupaciones de los monjes según la practica de los consejos evangélicos para sublimizar la perfección cristiana.

sábado, 23 de agosto de 2008

Oración en la enfermedad




Vuestra soy, para Vos nací: ¿Que mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad,
eterna Sabiduría,
Bondad buena al alma mía;
Dios, Alteza, un Ser, Bondad:
la gran vileza mirad,
que hoy os canta amor así:
¿Qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, pues me criasteis;
vuestra, pues me redimisteis;
vuestra, pues que me sufristeis;
vuestra, pues que me llamasteis;
vuestra, porque me esperasteis;
vuestra, pues no me perdía;
¿Qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón,
yo le pongo en vuestra palma:
mi cuerpo, mi vida y mi alma,
mis entrañas y afición.
Dulce Esposo y Redención,
pues por vuestra me ofrecí:
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida,
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad,
dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida,
que a todo digo que sí:
¿Qué queréis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza,
dad consuelo o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo,
vida dulce, sol sin velo,
pues del todo me rendí:
¿Qué mandáis hacer de mí?

Si queréis que esté holgando,
quiero por amor holgar;
si me mandáis trabajar,
morir quiero trabajando:
decid dónde, cómo y cuándo,
decid, dulce Amor, decid:
¿Qué mandáis hacer de mí?

Gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amén.

La Vida Enclaustrada de la Carmelita Descalza

La Voluntad de Dios Es Nuestra Paz
El propósito de la vida carmelitana es preciso. Es una vida de oración y sacrificio por la santificación de sacerdotes y la salvación de almas. Es participar, compartir y auxiliar en la vida sacerdotal. La obra de la monja Carmelita es trabajar por las almas, rezar y hacer penitencia por aquellos quienes no están dispuestos a rezar o hacer penitencia por sí mismos. Consciente de que este trabajo bello pero difícil está fuera del poder humano de realizar, ella confía humildemente en la gracia de Dios y Su amor misericordioso para ayudarla. Él nunca falta a dirigir y enseñar a la alma sincera y generosa que busca solo Su voluntad.

Todo se hace en un espíritu de simplicidad alegre. Nuestra Santa Madre, Santa Teresa de Ávila, no tenía amor por los “santos de rostros tristes” y legó a cada una de sus hijas Carmelitas una parte de su propio espíritu caluroso y benigno de regocijo. La vida del Carmen, aunque sea necesariamente una vida de trabajos y mortificación, también es muy ciertamente una vida de la mayor felicidad y paz. ¿Cómo es posible que una hermana no posea la paz profundísima si Dios le ha dado la certeza de Su amor por medio de haberle concedido una vocación tan bella? Las Carmelitas se regocijan por vivir y trabajar en Su presencia.

Conversación con Cristo
Rezar sin cesar con una perfección lo más grande posible es un objetivo y un deber importantísimo para la Carmelita. Las vigilias, las penitencias, el silencio y la solitud ordenados por la Santa Regla son necesarios para que la oración sea genuina y fructífera. Estas prácticas promoven el espíritu de recogimiento, tan deseado por el alma que ha abandonado el mundo para vivir en unión con Dios. Jesús mismo desea comunicarse y darse en amor. Es Su intención que esta unión sagrada con Su esposa Carmelita produzca frutos abundantes en las almas de otros.
Los períodos formales de oración son la Liturgia de la Santa Misa (Misas Tridentinas en latín) y el Oficio Divino, y dos horas de oración mental. El tiempo de trabajo no es menos lleno de oración que el tiempo pasado en el coro (la capilla del monasterio). El día entero se caracteriza por el recogimiento y el esfuerzo continuo por la santidad y perfección por el amor al Maestro Divino.

Dios Ama a Quien Da con Alegría
La solitud de la Carmelita es equilibrada armoniosamente con una vida amorosa de comunidad a través de la cual ella participa en los intereses, deberes y alegrías de su familia en Cristo. Ella tiene compañeras en su esfuerzo para la perfección, Hermanas que la ayudan guiándola, animándola y apoyándola en su subida del Monte Carmelo.
El vínculo fuerte, tan característico del Carmen, se fortalece por la recreación diaria, durante la cual la Carmelita goza de la sociedad de sus Hermanas en la conversación alegre.
Todas las monjas ejecutan sus tareas y deberes diarias en un espíritu de caridad y apoyo mutuo con un interés generoso y sincero para el bien de todas. Cada una comparte del trabajo manual diario para las necesidades de la comunidad.

¡Servir a Dios Es Reinar!
La vocación de una Carmelita es una de gran alegría. Es una alegría para aquellas que saben que privilegio es servir a Dios en la vida humilde, silenciosa y escondida. La Carmelita tiene gran esperanza en el Sagrado Corazón de Jesús y en Nuestra Señora del Carmen, cuyo Hábito sagrado es para ella un privilegio llevar. Ella vive según la observancia tradicional Carmelita, esforzándose por responder con una devoción desinteresada a la llamada de Dios en estos días difíciles de la historia de la Iglesia y del mundo.