viernes, 27 de enero de 2012

Acción y contemplación

Los santos fueron a la vez gigantes del pensamiento, porque han amalgamado en su personalidad esas dos cosas que nosotros hemos disociado tanto: la acción y la contemplación.
La oración es, en una hermosa frase de San Ambrosio, un sueño fecundo. La calma era su fuerza y así, sin ruido, vencían al mundo. San Agustín define a Dios en dos palabras, siempre actuando y siempre quieto. La vida religiosa efectivamente fructuosa está hecha de un sabio equilibrio entre la acción y la contemplación. San bernardo fue el hombre más activo de su siglo, pero era también el más contemplativo. Llevaba la soledad consigo, una soledad con su mundo interior que lo hacía feliz y superior a las cosas externas.
Realmente hemos perdido ese equilibrio, somos o pura oración subjetiva sin resonancia en la acción, o puro activismo que nos seca el alma. En ese clima de ruptura con nuestro mundo interior pululan los reformadores, que cuando rezan parecen anacoretas y cuando trabajan parecen títeres.

Alguno podría pensar que el sistema de vida es hoy tan distinto, que es imposible armonizar o vivir como lo hicieron los santos en la antigüedad. Yo diría que han cambiado las formas pero no el fondo. Los valores que emanan de la naturaleza humana son permanentes e inmutables tanto para el cuerpo como para el alma.
 Existe una manera de alimentarse, de amar, de pensar, de rezar, que no varía con las épocas. Todo está en armonizar la vida pública con la vida privada, pero esto depende de la calidad espiritual de cada uno, fruto de la cultura personal o de la riqueza interior de cada persona. Todo el problema reside aquí.
El drama del hombre es que ciertos bienes esenciales se pueden perder sin dolor y una vez perdidos no se recuperan más. La libertad, el entusiasmo, el sentido de lo espiritual. Hay facultades del hombre que se pierden para siempre por el mal uso que el hombre hace de ellas. 
Podemos abusar de la vista contemplando espectáculos degradantes o del oído escuchando mala música, pero no por eso quedarnos ni ciegos ni sordos. Pero si suprimimos el sentido crítico de las cosas, si nos acostumbramos a no razonar, somos como una marioneta agitada por influencias exteriores, como la publicidad, la propaganda, las corrientes de opinión.
Hay que preservar en nuestras vidas zonas de silencio y reflexión. Todavía podemos elegir entre las múltiples solicitaciones que nos asaltan y podemos rechazar lo malsano. Hay muchos, que habiéndose olvidado de abastecerse en la fuentes de la vida interior, tienen necesidad de ser constantemente reanimados por las aportaciones del mundo exterior, porque cuando entran dentro de si mismos, no hallan más que vacío y se apresura a huir.
Monseñor Antonio Gonzalez

miércoles, 25 de enero de 2012

Ministerio, carisma y servicio.

¿Qué diferencia existe entre ministerio, carisma y servicio? ¿Qué relación hay entre esos términos?

La palabra ministerio proviene del latín ministerium. Es el término con el que la vulgata traduce el término diakonía, que designa tanto el oficio de servidor como el servicio realizado. La palabra carisma proviene del griego kharisma, cuya raíz se encuentra en la palabra kharis (gracia), que significa don gratuito. Es un don que concede el Espíritu Santo a una persona para cumplir cierta misión.

San Pablo nos dice que Dios nos ha colmado de gracia y de toda clase de dones "en Cristo" (cf Ef 1,6; Rom 8,32). El primer don es el Espíritu, que derrama en nuestros corazones el amor de Dios (Rom 5,5; cf 8,15). De ahí que todo carisma, en el NT, es la presencia del Espíritu que se manifiesta en los distintos dones que Él distribuye libremente en su Iglesia, para santificarla y disponerla a cumplir su misión en el mundo, como signo del amor de Dios a los hombres.

Luego la relación entre carisma y ministerio en el NT es evidente: "a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común", para servir al resto (1 Cor 12,7;cf 1 Pe 4,10). Los dones del Espíritu Santo son diversos, así como los servicios o funciones en la Iglesia y las actividades de los hombres. Sin embargo provienen de un mismo Espíritu, lo que les confiere unidad y una misma finalidad. Los hombres, pues, son buenos gestores de esa gracia cuando "cada uno pone el don al servicio de los demás" (1 Pe 4,10).

Los carismas aunque puedan tener algunas veces carácter extraordinario, no son realidades excepcionales en la Iglesia. Por ejemplo, la práctica de la caridad, primera virtud cristiana, es don del Espíritu (1 Cor 12, 31- 14,1). Tanto la vida de los cristianos como el funcionamiento de las instituciones de la Iglesia dependen de los carismas. Así, de esta manera, el Espíritu Santo dirige al pueblo de Dios.

Existe una estrecha relación entre carismas, servicios y ministerios, lo que explica que en el NT, en especial San Pablo, utilice los términos como si fuesen equivalentes, aunque, por otro lado, habría que decir que con la palabra "carisma", se hace una referencia más directa al don, el Espíritu, mientras que con la palabra "ministerio" se hace referencia al ejercicio de dicho don.

Ahora bien, en síntesis podemos decir que:

* Carisma: es el don gratuito concedido por el Espíritu Santo a cierta persona para llevar a cabo una actividad o una forma de vida que contribuya a la edificación de la Iglesia y al bien de la sociedad.

* Servicio: es la acción que como consecuencia del carisma recibido, se desarrolla en favor de la comunidad cristiana y de todos los hombres a los que se haya destinado dicho servicio. El servicio se realizará ocasionalmente, espontáneamente o bien de forma institucionalizada y estable.

* Ministerio: es el servicio que por su estabilidad requerida para su ejercicio, es recomendado por el responsable de una Iglesia particular, en acto público, a las personas que han de desempeñarlo. Existen dos ministerios:

- laicales o instituidos: acolitado y lectorado.
- ordenados: episcopado, presbiterado y diaconado.

http://blogs.periodistadigital.com/servusveritatis.php/2007/07/03/ministerio-carisma-y-servicio

martes, 24 de enero de 2012

De Ingeniera a Monja

VALENCIA, 20 Ene. 12 (ACI/EWTN Noticias) .- Una ingeniera agrónoma de origen ecuatoriano ingresó al monasterio del Santo Sepulcro de las Agustinas Descalzas de Alcoi, en Alicante (España), tras conocer a la orden a la que ahora pertenece por su canal de Youtube.

Mónica Pesantes es ahora postulante de las Agustinas luego de ver algunos de los videos de estas religiosas de vida contemplativa en los que relatan sus testimonios, y además cuentan la historia del monasterio y de la orden.

Según informa la agencia AVAN del Arzobispado de Valencia, la ingeniera y ahora religiosa tiene 37 años, es natural de Guayaquil y llega a la ciudad de Tui, en la provincia de Pontevedra (España) el año 2000.

A su llegada a España colaboró con la congregacipn de las Franciscanas Hospitalarias del Niño Jesús en Tui "ayudando en la atención de ancianos y como catequista de niños y jóvenes", donde permaneció durante 11 años.

Luego acudió a la comunidad de religiosas de Alcoi tras conocerla por Internet.

Después de un mes de convivencia con la comunidad de Agustinas Descalzas de Alcoi, el pasado 8 de diciembre inicio su etapa de postulantado.

Las religiosas producen sus propios videos: graban las imágenes, las editan y realizan el montaje audiovisual para subirlo a su canal de Youtube en el que ya tienen unos 10 videos que tienen unas 9 mil vistas.

La orden de las Agustinas Descalzas, fundada por San Juan de Ribera en el siglo XVI y cuyo carisma es la oración, contemplación y reparación, cuenta en la diócesis, además del monasterio del Santo Sepulcro en Alcoi, con el de la Purísima Concepción en la localidad valenciana de Benigenim.

lunes, 23 de enero de 2012

Diez reglas para comunicar la Fe

Probemos a convencer sin querer derrotar.

 Éste es un extracto del artículo de Juan Manuel Mora, vicerrector de la Universidad de Navarra, publicado en L’Osservatore Romano.

La comunicación de la fe es una cuestión antigua, presente en los dos mil años de vida de la comunidad cristiana, que siempre se ha considerado mensajera de una noticia que le ha sido revelada y es digna de ser comunicada. Pero es también una cuestión de candente actualidad. Desde Pablo VI hasta Benedicto XVI, los Papas no han dejado de señalar la necesidad de mejorar la comunicación de la fe.

Hay factores externos que obstaculizan la difusión del mensaje cristiano, sobre los que es difícil incidir. Pero cabe avanzar en otros factores que están a nuestro alcance. En ese sentido, quien pretende comunicar la experiencia cristiana necesita conocer la fe que desea transmitir, y debe conocer también las reglas de juego de la comunicación pública.

Partiendo, por un lado, de los documentos eclesiales más relevantes y, por otro, de la bibliografía esencial del ámbito de la comunicación institucional, articularé mis reflexiones en una serie de principios.

1. Principios relativos al mensaje

a) Ante todo, el mensaje ha de ser ser positivo.

Juan Pablo II afirma en la encíclica Familiaris consortio que la moral es un camino hacia la felicidad y no una serie de prohibiciones. Esta idea ha sido repetida con frecuencia por Benedicto XVI, de diferentes maneras: Dios nos da todo y no nos quita nada; la enseñanza de la Iglesia no es un código de limitaciones, sino una luz que se recibe en libertad.

Para transmitirla adecuadamente a los demás, antes hay que entender y experimentar la fe de ese modo positivo.

b) El mensaje ha de ser relevante, significativo para quien escucha, no solamente para quien habla.

Comunicar la fe no es discutir para vencer, sino dialogar para convencer. El deseo de persuadir sin derrotar marca profundamente la actitud de quien comunica. La escucha se convierte en algo fundamental: permite saber qué interesa, qué preocupa al interlocutor. Conocer sus preguntas antes de proponer las respuestas.

Lo contrario de la relevancia es la auto-referencialidad: limitarse a hablar de uno mismo no es buena base para el diálogo.

c) El mensaje ha de ser claro.

La comunicación no es principalmente lo que el emisor explica, sino lo que el destinatario entiende. Para comunicar es preciso evitar la complejidad argumental y la oscuridad del lenguaje.

A veces, cuando la comunicación no funciona, se traslada la responsabilidad al receptor: se considera a los demás como incapaces de entender. Más bien, la norma ha de ser la contraria: esforzarse por ser cada vez más claros, hasta lograr el objetivo que se pretende.

2. Principios relativos a la persona que comunica

a) Para que un destinatario acepte un mensaje, la persona o la organización que lo propone ha de merecer credibilidad.

La pérdida de credibilidad es una de las consecuencias más serias de algunas crisis que se han producido en estos años.

El aval de una autoridad en la materia, o de un observador imparcial, representa una garantía para la opinión pública. Con otras palabras, nadie se avala a sí mismo. Existen instancias que, con mayor o menor fundamento, ejercen esa función evaluadora. En el ámbito de la opinión pública, ese aval lo otorgan principalmente los periodistas. Por eso, es crucial considerarlos como aliados, nunca como enemigos, en el proceso de comunicación.

b) El segundo principio es la empatía.

La comunicación es una relación que se establece entre personas, no un mecanismo anónimo de difusión de ideas. El Evangelio se dirige a personas, con sus propios puntos de vista, sus sentimientos y sus emociones.

Cuando se habla de modo frío, se amplía la distancia que separa del interlocutor.

c) El tercer principio relativo a la persona que comunica es la cortesía.

La experiencia muestra que en los debates públicos proliferan los insultos personales y las descalificaciones mutuas. En ese marco, si no se cuidan las formas, se corre el riesgo de que la propuesta cristiana sea vista como una más de las posturas radicales que están en el ambiente. La claridad no es incompatible con la amabilidad.

3. Principios relativos al modo de comunicar

a) El primero es la profesionalidad.

Cada campo del saber tiene su metodología; cada actividad, sus normas; y cada profesión, su lógica.

La evangelización no se producirá desde fuera de las realidades humanas, sino desde dentro.

Este principio se aplica a las actividades de comunicación, que están conociendo un desarrollo extraordinario en los últimos años, tanto por la calidad creciente de las formas narrativas, como por las audiencias cada vez más amplias y por la participación ciudadana cada día más activa.

b) El segundo principio podría denominarse transversalidad.

La profesionalidad es imprescindible cuando en un debate pesan las convicciones religiosas. La transversalidad, cuando pesan las convicciones políticas.

En este punto, vale la pena mencionar la situación de Italia. En ese país, y en muchos otros, los católicos no plantean su acción pública poniendo su esperanza en un partido. Saben por experiencia que lo importante no es que una formación política incorpore a su programa la doctrina social cristiana, sino que esos valores se hagan presentes en todos los partidos, de modo transversal.

c) El tercer principio relativo al modo de comunicar es la gradualidad.

Las tendencias sociales tienen una vida compleja: nacen, crecen, se desarrollan, cambian y mueren. En consecuencia, la comunicación de ideas tiene mucho que ver con el «cultivo»: sembrar, regar, podar, antes de cosechar.

El cardenal Ratzinger explicaba que nuestra visión del mundo suele seguir un paradigma «masculino», donde lo importante es la acción, la eficacia, la programación y la rapidez. Y concluía que conviene dar más espacio a un paradigma «femenino», porque la mujer sabe que todo lo que tiene que ver con la vida requiere espera, reclama paciencia. Lo contrario de este principio es la prisa y el cortoplacismo que llevan a la impaciencia y muchas veces también al desánimo.

El principio de la caridad

A estos nueve principios habría que agregar otro que afecta a todos los aspectos mencionados: al mensaje, a la persona que comunica y al modo de comunicar. El principio de la caridad.

En los primeros siglos, la Iglesia se extendió de forma muy rápida porque era una comunidad acogedora, donde era posible vivir una experiencia de amor y libertad. Los católicos trataban al prójimo con caridad, cuidaban de los niños, los pobres, los ancianos, los enfermos. Todo eso se convirtió en un irresistible imán de atracción.

La caridad es el contenido, el método y el estilo de la comunicación de la fe; la caridad convierte el mensaje cristiano en positivo, relevante y atractivo. Gracias a la caridad, la evangelización es siempre y verdaderamente nueva.

domingo, 22 de enero de 2012

¡Ven y sígueme! Vida Consagrada y Nueva Evangelización (Jornada de la Vida Consagrada 2012)


Con el horizonte puesto en el Sínodo de los Obispos sobre el tema: Nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana (Roma, 7-28 de octubre de 2012), este año la Jornada de la Vida Consagrada viene con la propuesta del título en relación al mismo. La CEE, Confer y Cedis quieren, un año más, traer esta propuesta de celebración, unidos a la Iglesia Universal, a la Iglesia española.

La Jornada de la Vida Consagrada, instituida por Juan Pablo II tendrá lugar el día 2 de febrero (Fiesta de la Presentación) y tendrá como título “¡Ven y Sígueme! Vida Consagrada y nueva evangelización”.
En la página web de la Conferencia Episcopal Española están los subsidios que se han preparado para este año, que incluyen: carteles y banners, una carta de presentación de D. Vicente Jiménez, un subsidio litúrgico y varios testimonios de personas pertenecientes a diferentes instituciones o “formas de vida “consagrada.


sábado, 21 de enero de 2012

Una meta que vale la pena para el nuevo año

Pero, ¿qué nos dicen los santos que debe ser la meta definitiva para este nuevo año que comienza? Ninguno duda en este sentido: tu meta debe ser santo.


Tenedlo presente, hermanos: en el huerto del Señor no sólo hay las rocas de los mártires, sino también los lirios de las vírgenes y las yedras de los casados, así como las violetas de las viudas. Ningún hombre, cualquiera que sea su género de vida, ha de desestimar su vocación: Cristo ha sufrido por todos. Con toda verdad está escrito de él: Nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la verdad» (San Agustín, Sermón 304).

Hemos empezado un nuevo año. Para muchos, es momento de revisión de los propósitos elaborados el año anterior y el planteamiento de nuevas metas para este 2012: una lectura pendiente, bajar de peso, pasar todos los exámenes de la Universidad, etc. Todos ellos son objetivos muy válidos; algunos, necesarios. Pero, ¿qué nos dicen los santos que debe ser la meta definitiva para este nuevo año que comienza? Ninguno duda en este sentido: tu meta debe ser santo. 

El texto de San Agustín que leíamos al inicio del artículo nos da a entender que nadie está excluido de buscar la santidad.Nadie. Y aquí es donde todos solemos hacernos esa pregunta que muchas veces nos martillea el alma: ¿cómo puedo ser santo? Porque muchas veces nos perdemos con mil cosas, mil caminos y propuestas. Lo intentamos... y nada. Y buscamos un camino relativamente sencillo. O, por lo menos, más claro: ¿qué es lo esencial de la santidad? 

Permítanme aquí transcribir la respuesta que el Papa Benedicto XVI hizo a esta misma pregunta en la audiencia general que nos regaló el pasado 13 de abril de 2011. Dice así el Papa: «¿Cómo puede suceder que nuestro modo de pensar y nuestras acciones se conviertan en el pensar y el actuar con Cristo y de Cristo? ¿Cuál es el alma de la santidad? [...] ¿Qué es lo esencial? Lo esencial es nunca dejar pasar un domingo sin un encuentro con Cristo resucitado en la Eucaristía; esto no es una carga añadida, sino que es luz para toda la semana. No comenzar y no terminar nunca un día sin al menos un breve contacto con Dios. Y, en el camino de nuestra vida, seguir las “señales de tráfico” que Dios nos ha comunicado en el Decálogo leído con Cristo, que simplemente explicita qué es la caridad en determinadas situaciones. Me parece que esta es la verdadera sencillez y grandeza de la vida de santidad: el encuentro con el Resucitado el domingo; el contacto con Dios al inicio y al final de la jornada; seguir, en las decisiones, las “señales de tráfico” que Dios nos ha comunicado, que son sólo formas de caridad. “Por eso, el amor a Dios y al prójimo es el sello del verdadero discípulo de Cristo” (Lumen gentium, 42). Esta es la verdadera sencillez, grandeza y profundidad de la vida cristiana, del ser santos».

¡Se puede decir de otra manera, pero no más claro! ¿Queremos ser santos de verdad? El Papa nos propone aquí un camino seguro: la misa del domingo, la oración (por lo menos al inicio y al final del día) y el cumplimiento de los mandamientos por amor. Con razón decía el Beato Juan Pablo II que la santidad «es precisamente la alegría de hacer la Voluntad de Dios» (Audiencia del 18 de enero de 1981). 

Que este inicio de año sea, por lo tanto, un buen momento para trazarnos muchas metas. Pero que todas estén, de alguna manera, subordinadas a la búsqueda de la santidad en el día a día de mi vida y con un corazón que quiera amar profundamente a Dios. Porque quien no ama a Dios (habiéndose antes sentido amado por Él), nunca podrá ser santo. Así lo resumía el mismo San Agustín en otro lugar: «Nuestro fin debe ser nuestra perfección; nuestra perfección es Cristo» (Comentario al Salmo 69). 


http://www.es.catholic.net/religiosas/803/2774/articulo.php?id=52842

lunes, 9 de enero de 2012

Necesito Silencio y Soledad

¿Alguna vez has dicho necesito un espacio de silencio y soledad?

El silencio es necesario para la oración, pero insuficiente. Cuando Elías escuchó la “voz de un sutil silencio” (1Re 19,9-18), no es que haya oído el sonido del silencio o que la ausencia de ruidos le haya revelado, por sí misma, la presencia de Dios. En aquella soledad Dios le dio a Elías la capacidad de percibir su presencia y de escuchar su palabra. El silencio no fue el mensaje, sino el ambiente propicio para escuchar la Palabra. La escucha exige silencio.
El silencio prepara para la escucha
Lo que es el terreno arado para la siembra y la luz para la vista, así es el silencio para escuchar la voz de Dios y para percibir su presencia.
Cuando el Espíritu Santo viene a sembrar en nuestro espíritu, necesita que la persona esté preparada, bien dispuesta, como un campo arado que espera acoger la semilla de la gracia.
Gracias a la luz se aprecia la belleza de un paisaje. Con la luz destacan los colores, las formas, las distancias. Lo que vemos son las cosas, pero es la luz lo que nos permite percibirlas, como el silencio lo que nos permite escuchar.
¿Cómo percibiría esta cascada sin luces y sombras?
¿Cómo acogería el campo la semilla si no estuviera arado?

Disponerse para escuchar es determinante en la vida de oración
Si Dios habla enviando Su Palabra es porque espera que haya alguien dispuesto a escuchar. Hablar al vacío no tendría ningún sentido. Dios me habla porque espera que yo le escuche.
Podemos disponernos para la escucha avivando el deseo de Dios, afirmando con humildad nuestra condición de creaturas y de pecadores, buscando el silencio y la soledad, cultivando la vida de gracia, suplicando a Dios con insistencia: ¡Dame, Señor, un corazón que escucha!

Busco tu rostro, Señor; quiero verte.
Tengo sed, quiero encontrarte.
A veces me quejo por tus largos silencios.
Tu silencio guarda tu misterio.
Eres todo bien y belleza; no soy capaz de abarcarte.
No es que calles permaneciendo indiferente a mi súplica.
Hablas de modo diferente y no siempre percibo tu voz ni te comprendo.
Que te acepte como eres y así te siga.
Que así te entienda, que así te ame.
Quiero aprender a escucharte.
Tú eres la Palabra, me hablas del amor del Padre.
Tú eres el Camino, me muestras siempre Tu Voluntad.
Tú eres la Luz del mundo, iluminas las cañadas más oscuras de la historia.
Tú eres el Buen Pastor, estás siempre a mi lado.
Que mi corazón esté siempre preparado para acogerte, como María.
¡Muéstrame tu rostro!
¡Dame, Señor, un corazón que escucha!

El silencio de María
Cito un excelente texto de Pierre de Bérulle sobre el silencio de María:
“La acción de la Virgen consiste en estar en silencio y escuchar. Esa es su condición, su voz, su vida. Su vida es una vida de silencio que adora a la palabra eterna. ella veía delante de sus ojos, en su seno, en sus brazos, esa misma palabra, la palabra sustancial al Padre... Se quedaba callada, reducida al silencio durante la infancia del niño Jesús, María se sumerge en un nuevo silencio y en el silencio se transforma, siguiendo el ejemplo del verbo hecho carne, que es su hijo, su Dios, su único amor. Y su vida pasa de silencio en silencio. Del silencio de la adoración al de la transformación.”

Silencio interior y presencia de Dios
En nuestra casa en Roma trabaja un buen albanés que se llama Alois. Es un hombre muy laborioso, hábil, responsable, inteligente, agradable, siempre alegre. Escuché ruidos de martillo en la cocina y un locutor de radio de fondo. Sabiendo que seguramente se trataba de Alois, entré en la cocina para saludarle. Después de conversar un rato, le pregunté:
-              ¿Por qué tienes la radio encendida? ¿No te gustaría trabajar en silencio?
-              Me respondió: Pongo la radio para que me haga compañía.
-              Tienes a Dios, le dije.
-              Me respondió: Entonces ya somos tres.
El silencio exterior es necesario, pero lo que es determinante para percibir la presencia de Dios es el silencio interior, que no es vacío, sino actitud de escucha, es acto de presencia de Dios. Y en la presencia de Dios se está bien: “Mantengo mi alma en paz y en silencio como un niño destetado en brazos de su madre” (cf Sal 131)

Cuando las turbaciones o preocupaciones provoquen interferencias en nuestro corazón y no nos permitan alcanzar la quietud interior, es bueno recordar aquella escena en que iba Jesús en la barca con sus discípulos mientras les azotaba una fuerte tormenta y pedirle que así como después de su intervención “sobrevino una gran calma” (Mt 8, 26b), así también haga reinar la calma en nosotros.

El silencio es la condición ambiental que más favorece la contemplación.
Habiendo terminado de escribir este artículo pedí a un compañero que me ayudara a revisarlo y me dijo: El Papa acaba de hablar del silencio, conviene que lo lea. Me alegró descubrir que el tema de la audiencia del Santo Padre de este pasado miércoles 10 de agosto versó precisamente sobre el silencio. Reproduzco aquí las palabras del Papa a los peregrinos de lengua española durante la audiencia (y copio al final del artículo una traducción -no oficial- de la catequesis completa que impartió en italiano):

“Invito a todos en este tiempo a descubrir y contemplar la belleza de la creación, que a su vez revela al Creador, y a cultivar también el silencio interior, que dispone al recogimiento, a la meditación y a la oración, para favorecer el progreso espiritual mediante la escucha de la voz divina en lo profundo del alma.”

Nunca es tarde para formar el hábito del silencio interior. El amor de Dios es eterno, siempre es posible volver a la fuente aunque en la historia de nuestras vidas mucha agua se haya derramado aparentemente en balde. Dios, hoy, sigue diciéndonos al oído, con infinita paciencia: “Ojalá escuchéis hoy mi voz, no endurezcáis vuestro corazón”. (cf Sal 95, 7b-8a)

A continuación, el texto de la catequesis del Santo Padre Benedicto XVI, 10 de agosto de 2011:

"En todos los tiempos, hombres y mujeres que han consagrado la vida a Dios en la oración- como los monjes y las monjas- establecieron sus comunidades en lugares particularmente bellos, en los campos, sobre las colinas, en los valles, en la orilla de los lagos o del mar, e incluso en pequeñas islas. Estos lugares unen dos elementos muy importantes para la vida contemplativa: la belleza de la creación, que recuerda la del Creador, y el silencio, garantizado por la lejanía de las ciudades y de las grandes vías de comunicación. El silencio es la condición ambiental que mejor favorece el recogimiento, la escucha de Dios, la meditación. Ya el mismo hecho de gustar el silencio, de dejarse- por así decir- “llenar” del silencio, nos predispone a la oración. El gran profeta Elías, sobre el monte Horeb- o sea, el Sinaí- asistió a un vendaval, después a un terremoto, después a relámpagos de fuego, pero no reconoció en ellos la voz de Dios; la reconoció en cambio en una brisa ligera (cf 1 Re, 19, 11-13) Dios habla en el silencio, pero hace falta saberlo escuchar. Por esto los monasterios son oasis en los cuales Dios habla a la humanidad; y en estos se encuentra el claustro, lugar simbólico, porque es un espacio cerrado, pero abierto hacia el cielo.

Mañana, queridos amigos, haremos memoria de Santa Clara de Asís. Por ello me da gusto recordar uno de estos “oasis” del espíritu particularmente querido a la familia franciscana y a todos los cristianos: el pequeño convento de San Damián, situado poco debajo de la ciudad de Asís, en medio a olivares que descienden hacia Santa María de los Ángeles. En esta iglesita, que Francisco restauró tras su conversión, Clara y las primeras compañeras establecieron su comunidad, viviendo de oración y de pequeñas labores. Se llamaban las “Hermanas Pobres” y su “forma de vida” era la misma de los Frailes Menores. “Observar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (Regla de Santa Clara I, 2) conservando la unión de la caridad recíproca (cf ibíd. X, 7) y observando en particular la pobreza y la humildad vividas por Jesús y su santísima Madre (cf ibíd. XII, 13).

El silencio y la belleza del lugar en el cual vive la comunidad monástica- belleza simple y austera- constituyen como un reflejo de la armonía espiritual que la misma comunidad trata de realizar. En el mundo existe una constelación de estos oasis del espíritu, algunos muy antiguos, particularmente en Europa, otros recientes, otros restaurados por nuevas comunidades. ¡Mirando las cosas desde una óptica espiritual, estos lugares del espíritu son una estructura que sostiene el mundo! Y no es casualidad que muchas personas, especialmente en los períodos de descanso, visiten estos lugares y se queden por algunos días: ¡también el alma, gracias a Dios, tiene sus exigencias!

Recordemos, pues, a Santa Clara. Pero recordemos también otras figuras de Santos que nos recuerdan la importancia de volver la mirada a las “cosas del cielo”, como Santa Edith Stein, Teresa Benedicta de la Cruz, carmelita, co-patrona de Europa, que celebramos ayer. Y hoy, 10 de agosto, no podemos olvidar a San Lorenzo, diácono y mártir, con una felicitación especial a los romanos, que desde siempre lo veneran como uno de sus patronos. Y, por fin, volvamos nuestra mirada a la Virgen María, para que nos enseñe a amar el silencio y la oración."

Autor: P. Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com

domingo, 8 de enero de 2012

ADORACION EUCARÍSTICA PERPETUA ON LINE

Sitios webs que ofrecen Adoración Eucarística perpetua on line:

1.-El Señor expuesto las 24 horas del día. Si estas enfermo y no puedes desplazarte a una parroquia en la que se exponga el Santísimo, o simplemente quieres saludar al señor en algunos momentos de la jornada, aquí tienes para rezarle con devoción.

2.- Adoración Solemne del santísmo Sacramento del altar con las Religiosas Ecuménicas de Guadalupe de la Diócesis de Tijuana, Baja California, México

3.-Esta web tiene como misión el aumentar el conocimiento y la devoción a nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. También trata de llevar la imagen en vivo de su presencia viva a los presos, al lugar de trabajo y a zonas remotas en cualquier parte del mundo.

4.-Adoración en vivo. Diócesis de El Vigía. San Carlos de el Zulia. Venezuela
http://im-elvigia.weebly.com/adoracioacuten-online---santiacutesimo-sacramento.html

jueves, 5 de enero de 2012

La Navidad entre rejas

No me refiero en este artículo a los presos de las cárceles, que también merecen un recuerdo en  estos días. Estoy pensando en las monjas de clausura, “presas” por amor en una peculiar “cárcel”, que son los Monasterios y Conventos, que no privan de libertad, sino quela subliman.
   En estos días he tenido la oportunidad de visitar dos Conventos. Uno de Carmelitas de Santa Teresa, y otro de Clarisas Capuchinas. Ambos en Murcia. Comunidades no muy grandes, con religiosas con años de entrega, y otras más jóvenes que son la esperanza del futuro de estos lugares santos.
   Algunos pueden pensar que esta vida enclaustrada, como encarcelada por voluntad propia, es hoy un anacronismo. Que no tiene sentido en un mundo que pregona el laicismo como la máxima aspiración de una sociedad posmoderna. Esos tales no entiende nada del mundo del espíritu. La vida de entrega a Dios le suena a “música celestial”, una pérdida absurda de tiempo. Muchos cristianos consideran que lo que tiene valor es la vida activa, el servicio social, la dedicación a los pobres del mundo. Y que un grupo de mujeres encerradas entre cuatro paredes no hacen nada positivo por la humanidad.
   Habría que preguntarles que entienden por pobreza y por servicio social. Pobre ciertamente es el que no tiene lo que necesita. Y  la Iglesia se ocupa de esos pobres, que son abundantes. Ahí está Cáritas y otras muchas iniciativas que brotan de la fe y la caridad. Pero hay otros pobres que carecen de lo más valioso, que es Dios. Estos pobres que le daban tanta lástima a la Madre Teresa de Calcuta, y de los cuales están llenas las calles del mundo. A esos pobres sirven las religiosas de clausura desde la oración y el sacrificio de sus vidas. Están sirviendo al mundo desde el silencio junto a Dios. Los monasterios y conventos son como “centrales nucleares”  del espíritu que irradian energía espiritual para mover a los hombres en su caminar por la vida.
   Y también en estos lugares, entre rejas, se vive la Navidad. Yo diría que la Navidad más auténtica. Sin mucho folclore y escaso consumo. Los conventos son un mundo peculiar. Allí se vive en toda su pureza lo que ha de ser toda familia humana: una comunidad de vida y amor. Y en estas Navidades ellas colocan en el mejor lugar de la casa su Belén. Y disfrutan, como niñas, colocando y contemplando las figuras de barro. Y rodean al Niño con pañales primorosos elaborados en sus ratos de silencio. Y celebran la cena de Nochebuena con turrón incluido, para la mayor parte de la comunidad del blando por exigencias de la dentadura. Y Misa de Gallo. Y cantan villancicos de todos los tiempos y lugares. Y le bailan al Niño con alegría de sinceridad acreditada. Irán familiares y amigos a compartir un rato en el locutorio. Y de su torno saldrá más de un presente para gente necesitada.
   La dulzura de estas mujeres, de estas monjas, les sale por esas manos que elaboran detalles gastronómicos que ningún confitero sabe superar. El secreto está en el alma que ponen en todo lo que hacen.
   Me llevé una alegría cuando me dijo una de las monjas que cada día rezaba por mí. Es una verdadero regalo que nuca se agradece bastante. Me acordé de aquella monja que durante tanto tiempo estuvo rezando por el actual Papa. Os recuerdo el caso.  

La monja que reza por el Papa desde 1959
La hermana Emmanuel Hofbauer se tomó muy en serio la instrucción de Santa Teresa de Ávila de rezar por los sacerdotes. A la edad de 11 años, le mostraron una foto de la ordenación del Padre Joseph Ratzinger y su hermano Georg. Ella cuenta que esta experiencia le confirmó misteriosamente su deseo de convertirse en monja y rezar de forma especial por los sacerdotes.
Ahora, uno de ellos celebra su quinto aniversario como Papa.
El entonces Padre Georg Ratzinger trabajó en su parroquia en una pequeña villa bávara al pie de los Alpes, cerca del pueblo de Oberammergau, famoso por sus piadosas representaciones de la Pasión. El Padre Joseph Ratzinger se convertiría eventualmente en el arzobispo de Munich, la arquidiócesis en la que ella vivió.
Después de trasladarse a los Estados Unidos en 1955 y asistir a la Academia de los Santos Nombres en Seattle, ella ingresó en el monasterio carmelitano de Seattle en 1959, cuando tenía 19 años de edad. El año siguiente recibió formalmente su nuevo nombre y el hábito carmelitano distintivo. La hermana Emmanuel permaneció en Seattle hasta el 2009, cuando se trasladó al Carmelo de la Madre de Dios en San Rafael, California.
Su correspondencia con el Cardenal Ratzinger comenzó en 1986, con la ocasión de las bodas de plata de su primera profesión en 1961. La hermana Emmanuel recibió una carta del Cardenal Ratzinger en la que le agradecía por todos sus años dedicados al servicio del Señor y de Su Iglesia. Luego, continuaron enviándose correspondencia unas pocas veces cada año.
La hermana Emmanuel se encontró personalmente con el Cardenal Ratzinger cuando estuvo en Roma para la canonización de la hermana carmelita Edith Stein, en octubre de 1998.
La hermana Emmanuel habló recientemente con el corresponsal de “Register”, Trent Beattie.*
-¿Cuáles son algunos de sus recuerdos de la niñez acerca de los hermanos Ratzinger?
-Cuando los hermanos Ratzinger fueron ordenados en 1951, yo tenía sólo 11 años. Uno de mis profesores me mostró un recorte de diario de la ordenación. Esta foto de los hermanos Ratzinger me impresionó profundamente.
Yo esperaba realmente convertirme en una hermana como las hermanas de Santa Isabel que vivían cerca de nuestra casa. Una de las hermanas me dijo que había querido ingresar en el Carmelo de Colonia pero que no se lo permitieron debido a su asma. Me dijo que el apostolado del Carmelo era principalmente rezar por la Iglesia y por los sacerdotes. Decidí allí y entonces que eso era lo que estaba llamada a hacer. Quería rezar por sacerdotes santos, tales como los hermanos Ratzinger.
Mons. Georg Ratzinger se convirtió en el vicario de mi párroco entre 1951 y 1952. Joseph Ratzinger nunca fue mi pastor, pero se convirtió en el arzobispo de Munich en mayo de 1977. En junio de 1977 fue nombrado cardenal, y en noviembre de 1981 se convirtió en el cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
-¿Cuándo comenzó a escribirse con el Cardenal Ratzinger?
-Recibía noticias, especialmente sobre el entonces Arzobispo Ratzinger, por medio de mi familia, profesores y amigos. Cualquier cosa que tuviera que ver con él o con Mons. Georg me interesaba. Por alguna misteriosa razón, Dios me unió a ellos. Encontré mi vocación por medio de ellos, y ésta era rezar y sacrificar mi vida por ellos y por todos los sacerdotes.
Mi correspondencia directa con el entonces Cardenal Joseph Ratzinger comenzó en torno al año 1986. Era el año de mis bodas de plata, y él me escribió una hermosa carta que conservaré mientras viva.
Leí algunos de sus libros y artículos, y a menudo rezaba diciendo: “Señor, éste hombre debiera ser más visto y oído”. Cuando lo encontré cara a cara en 1998, sabía que sería el próximo Papa. Su elección fue un momento gozoso, emotivo.
-¿Cuál fue su reacción inmediata ante el hecho de que el Cardenal Ratzinger fuese elegido Papa?
-Me hizo muy feliz el hecho de que la celebración de su inauguración festiva cayese el 24 de abril, que es también el día de mi cumpleaños. Fue el mejor regalo de cumpleaños que pudiese haber recibido.
-¿Cree que el Cardenal Ratzinger, eligiendo el nombre Benedicto (por el Papa Benedicto XV, pero también por San Benito, el “Padre del monacato occidental”) mostró así su gran respeto por la vida religiosa?
No sé por qué eligió el nombre Benedicto. Creo que lo eligió más por seguir al Papa Benedicto XV, conocido como el “Papa de la Paz” – él se convirtió en Papa tan sólo unos pocos meses después del inicio de la Primera Guerra Mundial. Trabajó incansablemente por la paz y escribió la encíclica Pacem Dei Munus. Estoy segura que ama a San Benito, el padre del monacato, y que tiene un gran amor y respeto por la vida religiosa.
-¿Aún se escribe con el Papa Benedicto, o eso no es posible?
Sí, aún me escribo con su Santidad por medio de su secretario privado, que permite que mis cartas lleguen a su Santidad, y recibo unas pocas líneas y estampas por medio de su secretario. Le cuento de lo más destacado de nuestra vida aquí en el monasterio y le aseguro mis oraciones.
-¿Podría contarnos acerca de su encuentro personal con el Papa Benedicto?
En el 2006, nuestro Santo Padre visitó Alemania. Una de sus visitas fue en Pentling, cerca de Ratisbona. Mis primos cuidan su casa en Pentling. Es la casa donde él y su hermano iban a retirarse, pero Dios tenía otro plan. Mis primos me invitaron a visitarlos durante ese tiempo, y a ayudarlos a preparar la venida de nuestro Santo Padre a su casa por última vez.
Fue una experiencia inolvidable, como una reunión de familia. La policía y los guardias nos permitieron acercarnos a él. Recuerdo que él tomó mis manos y me pidió que por favor no lo olvidase en mis oraciones. Siendo que estoy celebrando mis bodas de oro el 22 de mayo de este año (tomado desde el “día del hábito”, o el “día del nombre”, que tuvo lugar en 1960), ¡espero ver a nuestro Santo Padre una vez más dentro del próximo par de años, si Dios lo permite!
- ¿Cuáles son sus pensamientos acerca de rezar por los sacerdotes?
-Santa Teresita de Lisieux, como todas las hermanas carmelitas, tenía un gran amor por los sacerdotes y por el sacerdocio, pero su amor no era ingenuo. Ella sabía que los sacerdotes son frágiles seres humanos como todos nosotros. Ella quería apoyarlos en toda forma posible.
¿Amamos y apoyamos a nuestros sacerdotes como deberíamos, y como ellos lo necesitan de nosotros? Puede ser algo fácil enojarse y ver las faltas de nuestros sacerdotes, algunas veces sólo vemos su debilidad. Sin embargo, Jesús nos ha dado un tesoro invaluable en el sacerdocio. A través de Sus sacerdotes, recibimos toda la munificencia de Sus gracias por medio de los Sacramentos – y a Él Mismo en la Eucaristía.

Fuente: National Catholic Register
Esta es la gran labor de las monjas de clausura: orar por la Iglesia y sus sacerdotes, orar por el bien del mundo, aportar a nuestra sociedad el aire puro del espíritu que se filtra por las rejas y los tornos de sus conventos.
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