martes, 14 de septiembre de 2010

Decálogo de lo que la CRUZ es

(14 de Septiembre día de la Exaltación de la Santa Cruz)  

"Cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí".Image
"Tu cruz adoramos, Señor, y tu Santa Resurrección glorificamos.
Por el madero ha venido la alegría al mundo entero"
1.- " La cruz es la clave del evangelio, la llave de la puerta santa del cielo. La cruz es la gran escuela del amor y de la sabiduría de un Dios clavado y abierto".
2.- "En la cruz está la vida y el consuelo y ella sola es el camino para el cielo".
3.- "Es una oliva preciosa la santa cruz, que con su aceite nos unta y nos da luz.
4.- "Hecha está la cruz a la medida de Dios, de nuestro Dios. Y hecha está también a la medida del hombre".
5.- "Creo, oh Cristo, en tu cruz que nutre nuestra arteria".
6.- "La cruz es el símbolo y la prenda de la vida verdadera".
7.- "La cruz es el camino de la misericordia, de la bondad, de la verdad, de la valentía y del amor".
8.- "La cruz es la escuela de la fe, el motor de la esperanza y el horno de la caridad".
9.- "La cruz es el árbol único en nobleza, el árbol de la vida".
10.-"La cruz es la gloria. La gloria es la cruz.
"¿Pero cómo, clavado, enseñas tanto?/
                                         Debe ser que siempre estás abierto,/
                                  ¡Oh Cristo, Oh ciencia eterna, Oh libro santo!"
"Mirarán al que traspasaron"
         "¡Oh maravillosa y nueva virtud! ¡Lo que no hiciste desde el cielo servido de ángeles, hiciste desde la cruz acompañado de ladrones! Y no solamente la cruz, mas la misma figura que en ella tienes, nos llama dulcemente a amor; la cabeza tienes reclinada, para oírnos y darnos besos de paz, con la cual convidas a los culpados, siendo tú el ofendido; los brazos tendidos, para abrazarnos; las manos agujereadas, para darnos tus bienes; el costado abierto, para recibirnos en tus entrañas; los pies clavados, para esperarnos y para nunca poder apartarte de nosotros. De manera, que mirándote, Señor, todo me convida a amor: el madero, la figura, el misterio, las heridas de tu cuerpo; y, sobre todo, el amor interior me da voces que te ame y que nunca te olvide de mi corazón". (San Juan de Ávila, "La locura de la cruz")

Escrito por Jesús de las Heras Muela - Director de ECCLESIA   
sábado, 15 de septiembre de 2007

jueves, 9 de septiembre de 2010

El Rosario, una oración contemplativa



Ya antes del concilio Vaticano II, la devoción al Rosario comenzó a declinar vertiginosamente. Únicamente aquellos cristianos en los que esta oración se habla ido afianzando a lo largo de su vida, siguieron rezándolo, a veces en medio de la incomprensión y de las criticas. Hoy es raro encontrar entre los jóvenes cristianos quienes practiquen esta oración multisecular, que contiene una gran riqueza teológica.


Desde entonces las objeciones contrarias a esta práctica siguen siendo casi las mismas. Se dice que el Rosario no se remonta a la tradición primitiva de la Iglesia. Pero no se puede olvidar que la Iglesia es un organismo vivo, siempre en evolución gracias al impulso creativo del Espíritu de Jesús. Otra objeción encuentra un obstáculo en el hecho de que en el Rosario Maria ocupa un lugar más importante que el mismo Jesús. Esta objeción desaparece si tenemos en cuenta que -como dice el concilio Vaticano II[1]- el sentido de la verdadera devoción mariana consiste en unirnos más inmediatamente a Jesús. El Rosario, en definitiva, no tiene otra finalidad que la de introducirnos en el misterio de Cristo al que Maria está íntimamente asociada>


Otra objeción importante reside en la complicación que supone esta oración al separar el pensamiento de las palabras que se pronuncian, pues mientras recitamos el Ave María, se van meditando los misterios de la vida de Cristo. Esta objeción se encuentra perfectamente expresada en las siguientes palabras de François Mauriac: "Jamás he podido plegarme a la división que la devoción del Rosario exige. Mientras la boca profiere el Ave María por decenas, el espíritu medita uno de los misterios... Esta disociación entre la palabra y el pensamiento me está prohibida. Tengo que estar completamente centrado en cada palabra que pronuncio"[2], Tomando en serio esta objeción, Ricardo Barile piensa que hay que superar la división entre palabra y pensamiento repitiendo las palabras del Ave María con atención amorosa y sin el menor esfuerzo por centrarse en otros pensamientos[3]. Por su parte, el P. Timothy Radcliffe señala que rezando el Rosario raramente se piensa en algo; la repetición del Ave María, nos ayuda a hacer un gran vacío que nos conduce a saborear más la presencia de Dios que a pensar expresamente en él[4]. En cambio, para el Papa Pablo VI, la contemplación es un elemento tan esencial que si faltara, el Rosario se volvería semejante a un cuerpo sin alma y su rezo correría el peligro de convertirse en una repetición mecánica de fórmulas. Y añade: "Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso que favorezcan en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del Corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza"[5]. En realidad, estas dos últimas opiniones no se contradicen si tenemos en cuenta que la contemplación es menos un esfuerzo de comprensión que de presencia.





Una última objeción que recogemos aquí habla de la monotonía que produce la repetición incesante de la misma fórmula y el exceso de palabras que parece contradecir las enseñanzas de Jesús sobre la oración (Mt 6, 7). El P. Timothy Radcliffe nos recuerda la explicación que da G. K. Chesterton de la repetición como una característica de la vitalidad de los niños, a los que les gusta que se les cuenten las mismas historias, con las mismas palabras, no por aburrimiento o falta de imaginación, sino por la alegría de vivir. Algo semejante les ocurre a los enamorados, pues no se conforman con decir una sola vez "te amo", sino que lo repiten una y otra vez, esperando que también la persona amada desee escucharlo una y otra vez[6].

Es cierto, como señala L. Bouyer[7], que el Rosario, como cualquier otra oración, puede caer en la "vana repetición" desde el momento en que la atención y la fe desaparecen; pero este procedimiento de repetición prolongada de una fórmula breve y densa desencadena un proceso psicológico que apacigua tanto el cuerpo como el espíritu y hace posible la concentración y permite al pensamiento ahondar como por sí solo. Con este procedimiento ‑dice Bouyer‑ la distracción, aunque no desaparece del todo, pasa a ocupar un lugar marginal sin llegar a ser verdaderamente molesta. La repetición de este género prepara el terreno para que un pensamiento unificado y rico absorba el espíritu y quede dispuesto para alcanzar la contemplación más elevada[8]; " ...la meditación clara de los "misterios" -añade este autor-, aunque no se borre nunca por completo, debe tender normalmente a fundirse en una visión, a la vez muy sencilla y muy una, de todo el misterio de Cristo en nosotros, en su plenitud inseparable. Cuando se llega ahí, puede decirse que la contemplación se ha desprendido como un fruto de una meditación que la contenía en germen"[9].

El Rosario nos ofrece, pues, un método sencillo de contemplación que posee una gran riqueza y nos prepara para acoger con amor la presencia de Dios.

Fuente: dominicos.org
 

¿Cómo saber, cómo reconocer el deseo y la voluntad de Dios?

Contrariamente a lo que suponemos, Dios no permanece en silencio, sino nos habla constantemente.
Él nos habla desde siempre en su lengua, en la lengua simple de nuestra existencia cotidiana. El lugar habitual de la cita de Dios con nosotros es la vida. Nos habla a través de los acontecimientos de cada día, a través de las exigencias y responsabilidades de nuestra vida profesión, vida familiar, vida pública, a través de las personas que nos rodean.
Cada suceso, cada encuentro, cada situación tiene su lugar y su significado en el plan, que tiene el Padre sobre nuestra vida. Y el cristiano no debe ser el hombre que camina en las nubes, con los ojos vueltos hacia el cielo. Al contrario, es un hombre que mira a la tierra, que contempla su camino en este mundo a la luz de la fe, y que descubre así el deseo del Padre sobre él.
Para poder escuchar la voz de Dios, para poder interpretar los signos de su voluntad, es necesario - sobre todo - guardar silencio, apartarse de la inquietud y agitación del día. Deberíamos buscar, de vez en cuando, tal vez cada noche, un momento de pausa, echar una mirada rápida sobre nuestra jornada, elegir un acontecimiento significativo, y tratar de revelar la voluntad del Padre que se esconde en él: ¿Qué me dice Dios a través de este acontecimiento? ¿Qué espera de mí en esta situación, para con estas personas, en este ambiente? ¿Cómo le voy a responder? No hemos de tener miedo de caer en una ilusión. El Espíritu Santo nos acompaña y nos guía en nuestro diálogo con Dios. Y si quedamos fieles en esta revisión de vida, Él nos dará la luz para poder ver más claro. Porque Dios se oculta mucho menos de lo que creemos. Son nuestros ojos los que no están acostumbrados a verlo en la noche de nuestros sentidos.
La obediencia a Dios a través de las pequeñas cosas de cada día no nos resulta muy fácil. Pero es el único camino que nos lleva al Padre. Para llegar a la unión con Él, hay que renunciar poco a poco a nuestros propios deseos, nuestros proyectos personales, a fin de adoptar los designios del Padre. Sólo después de morir a nosotros mismos, a nuestra voluntad, empieza a florecer la resurrección.
Pero el que acepta arriesgar cada día su vida, puede estar seguro de que ha encontrado el amor, la paz y la alegría en Dios para siempre.
Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt 

Lectura espiritual del poema "Nada te Turbe" de Santa Teresa de Jesús.

Parece casi superfluo hacer la presentación del poema de la Santa. ¿Quién no lo conoce? Lo hemos leído de letra suya, más o menos imitada. Lo hemos cantado musitando su música sedante. Tantas veces hemos repetido sus versos en grupos de oración, haciendo espacio al silencio de todos. En momentos difíciles se lo hemos insinuado al amigo: mira que todo se pasa! Nada te turbe, decía Santa Teresa. Que Dios está por encima de todo...
            Es tan breve el poema, que apenas ocupa espacio. Lo reproducimos una vez más, para leerlo pausadamente y desgranar uno a uno la espiga de sus versos:



            ¿Cómo leer el poema? ¿Es -como se ha dicho- un salmo teresiano?
            En tal caso ¿cómo entenderlo y apropiárnoslo? ¿Es un salmo sapiencial, de corte "gnómico", como pretenden los entendidos? ¿O es un salmo íntimo, como ciertos poemas del salterio bíblico, que invitan a la propia alma a prorrumpir en determinados sentimientos? Por ejemplo, "Alaba, alma mía al Señor, y todo mi ser a su santo nombre".
            Si es un breve salmo sapiencial, hay que leerlo dejándole flecharnos el alma con el dardo de cada verso, cargado de resonancias, que desde cada sentencia nos devuelven a las sendas de la propia vida, sendas a veces tortuosas, a veces encrespadas o espinadas.
Si, en cambio, es un salmo íntimo, nos introduce en el alma de la autora, que se va diciendo a sí misma: "Teresa, que nada te turbe"...
            Sí, son dos lecturas posibles, o dos ensayos de escucha ante la melodía de cada verso. Personalmente, prefiero la segunda. El "nada te turbe" es un requiebro en soledad. Teresa escribe su poema a solas. Como hacen siempre o casi siempre los poetas líricos y los místicos. Cierto que ella no compone esos versos como un billete de envío para convertirlos en misiva espiritual para alguno de sus amigos. Los compone como una vivencia más, o como simple latido del alma.
            En primer lugar, Teresa no suele tutear a sus amigos. Ni siquiera a su hermana Juana o a su sobrina Teresita. Basta leer las cartas que les dirige. A Teresita, por ejemplo: "...hija mía, mucho me holgué con su carta y de que le den contento las mías..." A Teresa la tutea la voz interior:"Teresa, no hayas miedo"; "no te metas en eso!"; "diles que si podrán por ventura atarme las manos"; "¿en fríos te detienes?" "¡Ahora, Teresa ten fuerte!" Pero en ese diálogo, ella es la destinataria del tuteo. La tutea su Señor, como en la Biblia.
            Ella, en cambio, sólo se tutea hablando consigo misma. Mejor dicho, ella tutea a la Teresa profunda, la de su interior: "¡tú, alma mía, por qué estás triste!" "O vida, vida, ¿cómo puedes sustentarte estando ausente de tu Vida? En tanta soledad, en qué te empleas, qué haces..." "Oh ánima mía, deja hacerse la voluntad de tu Dios. Eso te conviene" etc. Así en las Exclamaciones. y en Vida: "Paréceme fuera bien, oh ánima mía, que miraras el peligro de que el Señor te había librado..." (5,11).
            Notémoslo bien. Teresa es capaz de ese extraño desdoblamiento de personalidad que le permite hablar con el tú de sí misma. Exactamente con su tú interior. Ella tiene densa interioridad. Hablando del "castillo de su alma", ¿no dijo ella que se parecía a un castillo entablado de moradas? Está convencida de que, en esa densidad del alma, le es posible enviar mensajes (o clamores) desde las moradas superficiales hasta la morada central del castillo. Porque el tú más identificado con ella reside ahí en lo hondo. Pues... ahí en lo hondo, se despliega su poema: "Teresa, que nada te turbe..."
            Aparte esa clave literaria o estilística, hay todavía otra razón puramente espiritual, para proponer la lectura del poema como un murmullo de intimidad. A Teresa le han pasado ya tantas cosas en la vida. En su drama interior le ha ocurrido una tremenda, que la ha llenado de sobresalto. Fue el encuentro repentino con una Presencia interior que la traspasa y la desborda. Esa Presencia novedosa la desconcierta de tal suerte, que de pronto en su interior surge una voz capaz de sedar todo el oleaje. La voz interior le dice: "no hayas miedo, Teresa". Refrendado por el tremendo "Yo soy" de la Biblia. Exactamente estas tres palabras: "No hayas miedo, hija /que Yo soy / y no te desampararé" (Vida. 25,18)
            Ese "no hayas miedo, hija", ¿no sería el punto de arranque de su inspiración poética y mística? En el libro de la Vida, Teresa lo comenta así"Paréceme que, según estaba (yo), eran menester muchas horas para persuadirme a que me sosegase, y que no bastare nadie. Heme aquí con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una quietud y luz, que en un punto vi mi alma hecha otra... ¡Oh, qué buen Dios!" (ib).
            Pues bien. Sabemos que los auténticos poemas líricos, una vez creados, se hacen autónomos, tienen vida propia, alejados de la voluntad del autor que los compuso. Y que por eso, son polivalentes o polisémicos. Cada lector puede escucharlos libremente: o como una voz en que Teresa excepcionalmente lo tutea: "a ti, lector, ¡que nada te turbe!"... O mientras lee, puede sentirse convocado a ese misterioso ámbito en que a la autora le suceden cosas y cosas..., y él la escucha diciéndose a sí misma: "Teresa, ¡que nada te turbe! que "Yo soy" está contigo!" Como ese "yo soy" estaba con Moisés.
            No lo olvidemos. Teresa es una contemplativa. Se nutre de palabra bíblica. A través de sus meditaciones, tantas palabras bíblicas se le han quedado prendidas de las cuerdas del arpa interior.
            En nuestro poema, lo cierto es que cada verso resulta ser un anillo de empalme con palabras bíblicas que ella ha pasado tantas veces desde el libro a los ojos, y desde los ojos al alma.
            Nosotros, lectores de su poema, podemos rastrear el eco de esas vibraciones. Sin pretensiones de erudita búsqueda literaria. Sino como prolongaciones de onda en la vivencia espiritual de Teresa orante o de Teresa poeta.
            El verso primero, nada te turbe, es claro eco de la palabra de Jesús a los amedrentados discípulos, momentos antes de la Pasión: "que no se turbe vuestro corazón" (Juan 14,1)
            El verso segundo, nada te espante: no habla de susto sino de asombro. (Basta recordar cualquier otro pasaje teresiano: se le conmovía de gozo el alma, "espantada (=asombrada) de la gran bondad y magnificencia y misericordia de Dios": (Vida, 4,10). También es resonancia del asombro de los discípulos ante los gestos taumatúrgicos de Jesús: "¿eso o s asombra? ¡cómo os admiraréis cuando veáis al Hijo del Hombre subir adonde residía antes!" (Juan 6,63)
            El verso todo se pasa, que materialmente remite a la consigna del filósofo griego "panta rei=todo pasa", también es eco de la palabra de Pablo: "pasa este mundo" (1Cor. 7,31), o las palabras de Jesús: "cielo y tierra pasarán" (Mt. 34,25), seguidas de la eterna vigencia de la palabra de Jesús ("mis palabras no pasarán"), que da paso a la sentencia del verso siguiente.
            Dios no se muda. Sí, el Señor y su verdad permanecen para siempre (Salmo 116, 2). Para Teresa, la fidelidad de Dios en la amistad ("él es amigo verdadero") contrasta con la versatilidad de las amistades humanas: "Vos sois el amigo verdadero... Todas las cosas faltan. Vos, Señor de todas ellas, nunca faltáis..., que ya tengo experiencia de la ganancia con que sacáis a quien sólo en Vos confía" (Vida, 25,17). Es un anticipo del verso último del poema.
            La paciencia / todo lo alcanza. Se lo decía Jesús a los discípulos anunciándoles las persecuciones: "con vuestra paciencia poseeréis vuestra aloma, vuestra vida" (Lc. 21,19).
            El verso final: ¡sólo Dios Basta!. Es la palabra lema de los contemplativos. Es el "sólo Dios" de San Bernardo o del hermano Rafael. "Solas con Él solo", será el lema teresiano para las jóvenes pioneras del Carmelo de San José.

Los tres absolutos del poema.
            Los tres absolutos del poema son éstos:

- nada, nada, nada

- todo, todo

- sólo Dios!

            Tres nadas, dos todos, un único sólo Dios.
            Es posible que la dosis balsámica y sedante que desde el poema impregna al lector se deba a la cadencia de los dos versos finales, con su asonancia en a-a: "nada le falta / sólo Dios basta." Asonancia suavemente introducida en versos anteriores: todo se pasa / todo lo alcanza.
            Pero, sin duda, más fuerte que esa cadencia musical es lo medular y absoluto del mensaje que nos llega a través del poema, con su alternancia de todos / nadas / sólo Dios. Tres veces nada, nada, nada. Dos veces el todo, todo: "todo se pasa / todo lo alcanza" Y una vez sola, pero cerrando el poema en el verso final: "¡sólo Dios!" y punto. O "sólo Dios" y basta. Si el poema era un sedante psicológico, por encima de la psicología prevalece la teología de la contemplativa y mística que es Teresa.

Padre Tomás Álvarez. C.D.
Tomado de la revista "Teresa de Jesús" nº 109

miércoles, 8 de septiembre de 2010

El Papa exalta el papel de las mujeres en la obra apostólica de la Iglesia

Ciudad del Vaticano, 1 sep (EFE).- El papa Benedicto XVI alabó hoy el ejemplo que las mujeres han dado en la obra apostólica de la Iglesia, durante al audiencia general celebrada hoy en Castel Gandolfo, donde pasa sus vacaciones estivales.
Sentado en el umbral del portal del Palacio Apostólico, el Pontífice se dirigió a los fieles y peregrinos que abarrotaban la plaza de la localidad y exaltó las virtudes de santa Hildegarda de Bingen, religiosa benedictina y mística alemana, que nació en 1098 y vivió en Renania (Alemania) en el siglo XII.
El Papa aprovechó para citar la Lettera Apostolica Mulieris Dignitatem de 1998 de su antecesor Juan Pablo II para subrayar después que incluso en la Edad Media despuntaron figuras femeninas por la santidad de sus vidas o la riqueza de su enseñanzas.
Hildegarda, que creó conventos de clausura, era "culta y espiritualmente elevada", tuvo visiones místicas, que creyó eran ilusiones y no un don de Dios.
Según Benedicto XVI, la persona depositaria de dones sobrenaturales no se aprovecha jamás, no los ostenta y sobre todo, muestra total obediencia a la autoridad eclesiástica.
Cada don otorgado por el Espíritu Santo, de hecho, es destinado a la edificación de la Iglesia, "y la Iglesia, a través de sus pastores, reconoce su autenticidad", explicó.
Es esto -añadió- el sello de una experiencia auténtica del Espíritu Santo, que surge de cada carisma.

martes, 7 de septiembre de 2010

EL SIGNO UNIVERSAL DE LA CRUZ

Cinco poemas sobre la cruz y sus significados

En medio de la polémica sobre la sentencia judicial que obliga a al colegio público “Macías Picavea” de Valladolid a retirar los crucifijos de las aulas, recuperamos cinco hermosos poemas sobre la cruz. Son autores son cristianos y agnósticos y sus nombres están inscritos con letras de honor en la historia de la cultura universal. Estos versos y sus autores hablan por sí solos.
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Poema de Jacinto Verdaguer


“Tienen forma de cruz:
los pájaros que vuelan,
el mástil que se enarbola,
los pendones que ondean,
los pinos que echan ramas,
las sendas que se encuentran,
el fraile que predica,
el barquero que rema,
el niño al ver a la madre
y el pecador que reza
con los brazos tendidos
cual las aves que vuelan”


Poema de León Felipe

"Nada se ha inventado sobre la tierra
más grande que la cruz.
Hecha está la cruz a la medida de Dios,
de nuestro Dios.
Y hecha está también a la medida del hombre...
Hazme una cruz sencilla, carpintero...,
sin añadidos ni ornamentos,
que se vean desnudos los maderos,
desnudos y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el ástil disparándose a los cielos.
Que no haya un sólo adorno que distraiga este gesto,
este equilibrio humano de los mandamientos.
Sencilla, sencilla....
hazme una cruz sencilla, carpintero.
Aquí cabe crucificado nuestro Dios,
nuestro Dios próximo,
nuestro pequeño Dios,
el Señor,
el Enviado Divino,
el Puente Luminoso,
el Dios hecho hombre o el hombre hecho Dios,
el que pone en comunicación
nuestro pequeño recinto planetario solar
con el universo de la luz absoluta.
Aquí cabe... crucificado... en esta cruz...
Y nuestra pobre y humana arquitectura de barro...
cabe... ¡crucificada también!"


Poema de Santa Teresa de Jesús

"En la cruz está la vida y el consuelo
y ella sola es el camino para el cielo.
En la cruz está el Señor de cielo y tierra
y el gozar da mucha paz, aunque haya guerra.
Todos los males destierra de este suelo
y ella sola es el camino para el cielo.
Es una oliva preciosa la santa cruz,
que con su aceite nos unta y nos da luz.
Alma mía, toma la cruz con gran consuelo.
Que ella sola es el camino para el cielo".


Poema de Gloria Fuertes

"Cristo, cristal purísimo
que no se rompe nunca.
Cristo, creo en tu cruz
que nutre nuestra arteria.
Bebo debajo de tu trono de espinas,
duermo en tu ala siempre viva,
y no hay porque pedirte por los hombres
porque todos los hombres están en tu memoria,
en tu luz desbordante con que nos amas sin méritos.
Sé que te desvives hasta morir, de nuevo,
en cada instante, por los son
que son ingratos con los otros.
Cristo, cristal purísimo
que no se rompe nunca.
Cristo, creo en tu cruz
que nutre nuestra arteria".


“La Pasión según San Mateo” de Juan Sebastián Bach

"¡Ven, dulce cruz, así quiero decirlo! ¡Jesús mío, dámela siempre. Si mis sufrimientos llegaran a ser demasiado pesados, ayúdame a llevarlos... Mira como extiende las manos Jesucristo en la cruz para abrazarnos. ¡Ven! ¿Dónde? A los brazos de Jesús, dulce refugio y consuelo. ¡Buscad! ¿Dónde? En los brazos de Jesús. Avecillas del nido abandonado, vivid, morid, descansad aquí, ¡quedaos! ¿Dónde? En los brazos de Jesús crucificado"
Escrito por Jesús de las Heras Muela - Director de ECCLESIA   
martes, 25 de noviembre de 2008