lunes, 22 de febrero de 2010

Acoger a Cristo

Es preciso creer en Jesús. 
Ésta es la segunda en­señanza fundamental que nos da el Evangelio. Intentemos profundizar un poco.

¿En qué consiste acogerle?
Acogerle quiere decir dejarle penetrar en nuestra vida, en nuestra verdadera vida personal, profunda, de manera que nosotros perdamos nuestra indepen­dencia, que le entreguemos lo que tenemos de más íntimo: nuestra libertad, nuestro juicio, nuestra seguri­dad. Tenemos que comprometemos totalmente con relación a él; y esto significa dejarle penetrar en nues­tra vida, significa, por tanto, acogerle. Sería demasia­do fácil si bastara con dejarle estar a nuestro lado y di­rigimos a él solamente cuando tenemos ganas o cuando creemos tener necesidad. No; hay que ir mu­cho más lejos que esto. Hay que construir nuestra vi­da sobre él, sobre un acto de confianza total y profun­do en él.

Todo el Evangelio está construido sobre esta ba­se fundamental. Aquel que cree en el Señor obtiene todo de él: los enfermos son curados, los muertos re­sucitan, los que están en pecado salen de él, y san Juan llega incluso a decir al final de su evangelio que todo lo ha escrito para que creamos que Jesús es el Hijo de Dios.

Es decir, encontramos ahí reunidas las dos ideas fundamentales de las que hablamos ahora: primero creer, comprometernos; y seguidamente creer que él es el Hijo, es decir, el Enviado, Aquel que viene a nosotros.
Así, pues, creer en Jesús no es, en primer lugar, recitar un Credo y decir todos los artículos de la fe; yo me adhiero a ello con mi inteligencia. Esto es una fe, digamos, en un segundo estadio.
 La fe fundamental es que yo, en mi libertad humana, en mi inseguridad humana, me fío de la persona de Jesús y le digo des­de el fondo de mí mismo: "Yo cuento contigo, yo me fío de ti, tengo la certeza de que tu palabra es verda­dera, que tu persona es leal, y yo me entrego total­mente a ti".
 Si tomamos esta posición con firmeza, realmente acogemos a Jesús, le dejamos entrar en nuestra vida. Él viene a comer con nosotros. Pero, ¿cómo creer en él de verdad? No es fácil. Es arriesgar en cierto modo toda nuestra vida por un hombre. Es algo ante lo cual uno tiene miedo. Entonces, también ahí hemos de decimos que nues­tra fe no nos pertenece, no somos nosotros quienes la construimos con nuestros esfuerzos, ni con nuestra fuerza de voluntad, ni con nuestros razonamientos de inteligencia. No es porque yo diga que quiero creer o que quiero creer más por lo que efectivamente mi fe vendrá o aumentará. No es tampoco porque yo ela­bore unas teorías magníficas perfectamente verdade­ras como mi fe podrá desarrollarse: la fe es un don de Dios.
La fe, en su nacimiento, en su origen, es un don totalmente gratuito del Señor; es precisamente este encuentro de Jesús, que viene a nosotros, con nues­tro corazón. Evidentemente es preciso que nosotros le aceptemos; siempre tenemos la posibilidad de re­chazarle, pero fundamentalmente esta chispa proce­de de que Jesús llega hasta nosotros y le dejamos penetrar en nosotros. Felizmente, la mayor parte del tiempo nosotros no tenemos que hacer surgir la primera chispa de la fe. Nosotros tenemos que hacer crecer nuestra fe porque la mayoría de las dificultades que creemos ha­llar en nuestra vida espiritual proceden de falta de fe. También aquí no son nuestros esfuerzos los que au­mentarán la fe. Recordemos las palabras del padre del niño enfermo en el evangelio: "Creo, Señor, pero aumenta mi fe" (cf Mc 9, 24). Es a Jesús a quién he­mos de pedir que aumente nuestra fe, cuando tene­mos conciencia de forma bien clara que nos falta fe. Ya sea que abiertamente tengamos tentaciones con­tra la fe, ya sea que nos sintamos demasiado sumer­gidos en las tinieblas, nuestro primer movimiento de­be ser volvernos hacia el Señor para decirle que nos falta fe, pero que creemos que él puede aumentar esta fe que nos falta. Es él mismo quien nos da la capa­cidad de acogerle en la medida en que nosotros se lo pedimos con suficiente humildad y disponibilidad.

http://www.monasterioescalonias.org/reflexion-semanal/173-acoger-a-cristo.html

Interioridad

El abad Isidoro de Pelusio decía: «Vivir sin hablar es mejor que hablar sin vivir, porque una persona que vive rectamente nos ayuda con su silencio, mientras que la que habla demasiado nos aburre. No obstante, la perfección de toda filosofía consiste en que las palabras y la vida estén de acuerdo».
Vivimos en un mundo dominado por la prisa y el ruido y que no se parece en nada al desierto egipcio del siglo III de nuestra era. Nuestro mundo no tiene nada que ver con un eremitorio en lo alto de una montaña. La mayoría de nosotros estamos constantemente urgidos por agendas y fechas tope, agobiados por la gente y el ajetreo de una sociedad densa y exigente.



Vivimos en una sociedad cada vez más extravertida, solicitados por mil estímulos en todos los niveles de la vida. Las instituciones incluso planifican acontecimientos familiares para nosotros, organizan celebraciones cívicas para nosotros, diseñan planes económicos para nosotros. Nos pasamos la mayor parte de la vida satisfaciendo las exigencias sociales de unas instituciones que, paradójicamente, se supone que fueron ideadas para hacemos posible la expresión personal y que, en lugar de ello, acaban consumiéndonos.
Incluso las respuestas espirituales que damos al Dios que nos creó están determinadas en gran parte por organismos religiosos portadores en su interior de las tradiciones propias de la denominación religiosa de la que proceden. Pero el contemplativo sabe que los ritos no bastan para alimentar la vida divina en su interior, sino que, en el mejor de los casos, son elementos accesorios de la religión. La espiritualidad no es el sistema que seguimos; es la búsqueda personal de lo divino en nuestro interior.
La interioridad, la construcción de un espacio interior para el cultivo de la vida divina, pertenece a la esencia de la contemplación. Interioridad es adentrarse en uno mismo para estar con Dios. Mi vida interior es un paseo en la oscuridad con el Dios que nos habita y nos lleva, más allá de nosotros mismos, a ser recipientes de la vida divina derramada sobre el mundo.
Entrar en nosotros, descubrir las razones que nos mueven, los sentimientos que nos bloquean, los deseos que nos distraen, los venenos que infectan nuestras almas…: todo ello nos conduce a la claridad que es Dios. Descubrimos los estratos del yo. Afrontamos el miedo, el egocentrismo, las ambiciones y adicciones que se alzan entre nosotros mismos y el compromiso con la presencia de Dios. Detectamos aquellas partes de nosotros mismos que están demasiado fatigada, demasiado desinteresadas, demasiado distraídas para hacer el esfuerzo de alimentar la vida espiritual. Hacemos sitio a la reflexión. Nos recordamos a nosotros mismos en qué consiste realmente la vida. Buscamos la sustancia de nuestras almas.
Ninguna vida puede permitirse el lujo de estar demasiado atareada para cerrar regularmente las puertas al caos: veinte minutos al día, dos horas a la semana, una mañana al mes… De lo contrario, y en medio de una larga y solitaria noche en la que la vida entera parece estar desorientada, descubrimos que en algún punto a lo largo del camino perdimos la visión de nosotros mismos, nos convertimos en juguetes del torbellino de la sociedad y, hasta que descendió sobre nosotros la oscuridad psíquica, ni siquiera nos dimos cuenta de que nos había ocurrido a nosotros.
El contemplativo se examina tanto a sí mismo como a Dios, de modo que Dios puede invadir cada uno de los aspectos de la vida. Somos una sociedad aislada. Estamos rodeados de ruidos, inundados de palabras y agobiados por la sensación de impotencia. Y, frustrados por todo ello, sufrimos verdaderos ataques de desánimo. El contemplativo se niega a consentir que el ruido que nos aturde nos haga sordos a nuestra pequeñez o ciegos a nuestra propia gloria.
La interioridad es la práctica del diálogo con el Dios que habita en nuestros corazones. Es también la práctica de la tranquila espera de que la plenitud de Dios llene nuestro vacío. Dios espera que busquemos la Vida que da sentido a todas las pequeñas muertes que nos consumen día a día. La interioridad nos hace ser conscientes de la Vida que sostiene nuestra vida.
El cultivo de la vida interior hace real la religión. La contemplación no tiene nada que ver con ir al templo, aunque el templo debe ciertamente alimentar la vida contemplativa. La contemplación consiste en encontrar al Dios que llevamos dentro, en crear un espacio sagrado en un corazón saturado de reclamos publicitarios y promociones, de envidias y ambiciones, para que el Dios cuyo espíritu respiramos pueda vivir plenamente en nosotros.
Para ser contemplativos es preciso dedicar cada día algún tiempo a acallar la violenta voz interior que ahoga la voz de Dios en nosotros. Cuando el corazón es libre para dar volumen a la llamada de Dios que llena cada minuto, las cadenas se rompen, y el espíritu se encuentra a gusto en cualquier punto del universo. Entonces nuestro psiquismo sana, y nuestra vida se plenifica.
El hecho es que Dios no está más allá de nosotros, sino en nuestro interior, y tenemos que entrar en nosotros mismos para alimentar el Aliento que sostiene nuestros espíritus.
LA VIDA ILUMINADA”. Joan Chittister, OSB

sábado, 20 de febrero de 2010

Monasterios y Conventos de España

Dentro de la web de Arte Guías, encontramos este apartado:  http://www.arteguias.com/monasteriosespana.htm,
 que incluye los numerosos monasterios y conventos medievales dispersos por España. 
Hermosos lugares llenos de espiritualidad, arte y silencio.
Los monasterios y conventos se desglosan por Comunidades Autónomas. 
Para acceder hay que pinchar sobre el mapa de la Comunidad que quiere ser consultada.


Las monjas de clausura son levadura en la masa


Dos son las propiedades de la levadura: Primero, tener fuerza para transformar la masa; segundo, estar envuelta en la masa. Si la levadura se desvirtúa, por muy masificada que esté no influirá en la masa. Jesús dice esto mismo de la sal. Si pierde su sabor, ¿para qué sirve? (Mt 5,13; 13,33).
    Las monjas de clausura están con toda realidad envueltas en la masa humana y cristiana, lo mismo que las activas. Lo que a unas y a otras les da el ser levadura no es el contacto corporal y la actividad asistencial, sino el amor de Dios y del prójimo con que realizan esa beneficencia, del tipo que sea. La oración y el sacrificio es el modo fundamental  de vivir este amor, única fuente de energía transformadora de los hombres en hijos de Dios. Y esta energía es común a la vida activa y contemplativa. Las religiosas de vida activa tienen el peligro de quedarse en la labor externa y olvidar el espíritu que le da valor.
    La misión de las contemplativas es exaltar ante los hombres, con su dedicación total, estos valores del espíritu, pues las activas, con todas sus obras de beneficencia, por extraordinarias que fuesen y por muy apreciadas de los hombres, no podrían hacer un cristiano ni suscitar un pensamiento merecedor de la vida eterna ni merecedor de la gracia de Dios. La oración y el sacrificio son como las obras de beneficencia, medios para alcanzar estas gracias, pero también un pagano puede hacer bien a los hombres, mientras que la oración unida al sacrificio es un signo inconfundible de la presencia y actuación de Cristo.
    Diríamos que las religiosas de clausura son como un sacramento o signo de oración y penitencia, como un Sinaí en medio del pueblo de Dios peregrinante, donde se tratan sus asuntos para conquistar la tierra de promisión.
    De hecho no está más presente en la masa en calidad de levadura el que más se adapta a las propiedades de la masa, sino quien más se preocupa de sus problemas, los siente más y con mayor generosidad se sacrifica por solucionarlos; es decir, quien más los saca de su masificación. Por tanto, son precisas las diferencias entre masa y levadura; de lo contrario todo se convertiría en masa.
    Cristo crucificado y muerto, sólo y despreciado, es el gran signo redentor, el menos comprendido y valorado. Al contrario, cuando dio comida a cinco mil quisieron aclamarlo por rey (Jn 6,15). ¿Un convento de clausura no se parece mucho a un calvario?

BIEN QUE HACEN A LA HUMANIDAD

    Los valores sociales, visibles y apreciables de las religiosas de clausura para las personas reflexivas, sensatas y con un minimum de fe, mirándolas sin animosidad ninguna, son éstas:
    Primero, la vida de familia que mantienen días y años, como las abejas de una colmena labrando la miel de su unión con Dios y de holocausto a favor de los hombres, sin traslados y salidas, sin vacaciones, viendo siempre las mismas caras y tratando los mismos caracteres, es un ejemplo para las comunidades humanas, matrimonio y familia, grupos de recreo y de trabajo, ante las frecuentes evasiones del propio ambiente y excesivos cambios de posturas.
    Segundo, el trabajo y la pobreza. Trabajan sin egoísmo, no para enriquecerse sino para cumplir la ley del Señor. Sin apetencias de vestidos ni bienes de fortuna, sin vanidades ni comodidades de las que esta sociedad de consumo está llena.
    Tercero, un detalle mal mirado: las rejas y la clausura. Las rejas actualmente son un símbolo, no de apartamiento, sino de los ruidos que les impedirían la contemplación. La reja no coarta su libertad, sino que las tienen para que las noticias y preocupaciones anecdóticas del mundo no entorpezcan su recogimiento, silencio y trabajo. Es un lenguaje explícito para quienes las visitan, como si dijera: Vivimos para el trato con Dios en provecho vuestro; si de este lenguaje queréis participar, enhorabuena; si no, no nos distraigáis. “Y viviendo esta dedicación ardua, pero no dura -les dice Pablo VI-, sois felices, ¿no es verdad? Nada más agradable, ni más sencillo, ni más bello. No sólo se os concede un puesto en la Iglesia católica, sino una función, como dice el Concilio, no estáis separadas de la gran comunión de la familia de Cristo, estáis especializadas, y vuestra especialidad es hoy, no menos que ayer, providencial y edificante para toda la Iglesia; más aún, para toda la sociedad". (28/10 ).
    Cuarto: lo sepan los hombres o no, es un beneficio insuperable para ellos la dedicación total de estas vírgenes cristianas a la oración y la penitencia por su salvación y perfección, “pues ofrecen a Dios un excelente sacrificio de alabanza y honran al pueblo de Dios con copiosos frutos de santidad y lo mueven con el ejemplo, como también lo acrecientan con una misteriosa fecundidad apostólica. Por ello son gloria para la Iglesia y fuente de gracias celestiales” (Perfectae Caritatis 7). Los que tenemos fe hagámonos esta pregunta y respondamos: ¿Quién gano la batalla contra Amalec, Josué con la espada o Moisés en el monte? ¿Quién venció a Goliat, la honda de David o su confianza en Dios?

http://www.padrediego.org/Escritos/EH/12.htm

viernes, 19 de febrero de 2010

Monasterios: Contemplar el misterio de Cristo y ser espejo de la Trinidad en medio del mundo

Sor María Victoria Triviño es una monja clarisa del Convento de
 Santa Clara, en Balaguer (Lérida-España). Teóloga, experta en franciscanismo y estudios clareanos, ha publicado 36 obras y muchos temas dispersos en revistas de diverso nivel cultural y religioso. Ha impartido cursos, seminarios y conferencias en diversos países de Europa, América y África, preferentemente sobre espiritualidad de Santa Clara y otras escritoras o místicas franciscanas. Su último libro es “La Palabra en odres nuevos. Presencia y latido” como aportación al deseo despertado por el Sínodo de la Palabra.

Sor María Victoria conversó con nosotros sobre la actualidad de la vida contemplativa en este tiempo en que la vida moderna –tan llena de prisas y superficialidad–, al parecer, nos ha robado la paz y la capacidad de entrar en relación profunda con nosotros mismos, con los otros y con Dios.

¿A qué se debe que los hombres y las mujeres de hoy tendamos a una vida más superficial, sin sentido de trascendencia?

Hoy se vive un fenómeno despersonalizador que, arrastrado por el materialismo, favorece la expansión de la pérdida de valores; es, en gran parte, la globalización. Lo que se ofreció como espíritu grupal, resulta ser en la realidad una red barredera, el camino hacia la masificación.

Sin embargo cada vez hay más personas que comienzan a preguntarse por el sentido de la vida, buscan la vuelta a la naturaleza, la vida sobria y el silencio. Por lo menos lo intentan los fines de semana.

Entonces, paradójicamente, ¿hay un retorno a “lo espiritual”?


Para nosotros, los cristianos, el sentido de la vida es sagrado cuando entramos en la obediencia de fe a Dios Padre, en el Hijo y por la iluminación del Espíritu Santo. Cada paso se inscribe en el plan de Dios como acto de confianza amorosa por nuestra parte. Como la Santa Virgen: “Hágase en mí según tu palabra”.

¿Cómo confronta la vida contemplativa esta tendencia del mundo contemporáneo?

La vida contemplativa –al igual que las otras formas de vida religiosa y la misma vida cristiana– está comprometida en un proceso de poda y renovación. No vale ir tirando del carro de la costumbre. Es preciso revisar y afianzar los cimientos. En nuestro caso, mirar de vivir con toda la fuerza de fidelidad las claves dadas por la madre santa Clara: el primado de Dios, pobreza y testimonio de unidad en el amor.

Los tiempos de Francisco y Clara de Asís no fueron mejores. También ellos estaban inmersos en la profunda transformación de un cambio de siglo. Lo que hicieron con todo fervor, movidos por “el Espíritu del Señor y su santa operación”, dio mucho fruto.

Creo que basta vivir intensamente nuestra propia forma de vida en las coordenadas de nuestro tiempo, y hallar ¡eso sí! el lenguaje para hacerla comprensible a nuestros contemporáneos. Las contemplativas debemos tener una profunda experiencia de Dios. Conocer la Palabra de Dios y haber experimentado la obediencia de fe, como la Santa Virgen.

El convento donde usted vive es buscado por mucha gente ¿qué les llama la atención a los visitantes?¿qué buscan?

Estamos en el Santuario del Santo Cristo de Balaguer (Lérida). Es un lugar de fe muy especial donde se toca la misericordia y compasión del Señor. Todo el día hay personas que visitan el templo y oran al Señor.

Nosotras preparamos la Liturgia de cada día, cuidando de que sea bella, apacible, gozosa. Tenemos un tiempo de adoración al Santísimo en el Santuario. Escribimos un Boletín. Algunas veces hacemos un acto religioso cuando vienen peregrinos.

Hay personas que vienen a visitarnos buscando pasar un momento especial y parece que no quedan defraudados. Lo que más les llama la atención es nuestra alegría permanente y la paz que perciben en el ambiente. Les gusta nuestra apertura para comprender sus caminos y anhelos. Les agrada el respeto con que podemos escucharles y también la seguridad para dar razón de nuestra fe y forma de vida. Procuramos terminar siempre con un momento de oración. Y como no siempre son personas creyentes o practicantes, oramos con danza religiosa pidiendo la efusión del Espíritu que renueva la faz de la tierra.

Suelen quedar muy conmovidos, y confiesan haber comprendido “Algo” que antes nadie les supo transmitir. Es decir, que buscaban experimentar la Presencia de Dios, la proximidad de su Belleza, de su Verdad, de su Amor.

¿Cómo podemos los cristianos de estos tiempos, inmersos en esta dinámica de ajetreo y superficialidad, apropiarnos y vivir los valores que entraña la vida contemplativa?

Viendo con sus ojos. La vida contemplativa desarrolla, o debe desarrollar en grado elevado, las virtudes teologales de fe vivísima, esperanza cierta y amor seráfico. Por eso es importante, por nuestra parte, actualizar el lenguaje para hacer comprensible nuestra experiencia de Dios a las gentes de nuestro tiempo.

Creo que la vida contemplativa debe mantener celosamente su espacio, esa distancia sacral que la guarda y protege, pero debe hacerse visible. Sobre todo en la Liturgia, como un lugar privilegiado para dar testimonio de fe y reverencia ante la Presencia del Santo.

El trato de las clarisas, y en general la familia franciscana, es sencillo y amable. Ahora bien, en la Liturgia, las contemplativas no podemos permitirnos jamás nada vulgar ni mediocre. Quien nos ve debe desear contemplar la Gloria de Dios que envuelve nuestra vida. El perfume del Resucitado debe percibirse en nosotras, y… “A su perfume revivirán los muertos” decía santa Clara.

Usted, que tiene 50 años en la vida contemplativa ¿qué riquezas encuentra en ella?

La vida clarisa me ha dado mucho más de lo que yo le pedí y, “el ciento por uno, con persecuciones”, ¡claro!, como promete el Evangelio. La espiritualidad de Santa Clara es la más bella que conozco, conduce suavemente hacia la cumbre de la mística. Consiste en adherirse a la Virgen para contemplar el Misterio de Cristo, y ser espejo de la Trinidad como hija, madre y esposa. Da un sentido tan pleno y sagrado a la vida, que colma de gozo y ninguna dificultad resulta penosa. Estoy muy agradecida al Señor por haberme trazado este camino, y agradecida también a las hermanas y hermanos de esta inmensa familia franciscana.

http://gillher.wordpress.com/2010/02/08/monasterios-contemplar-el-misterio-de-cristo-y-ser-espejo-de-la-trinidad-en-medio-del-mundo/

jueves, 18 de febrero de 2010

24 horas con una monja de clausura del Vaticano

Con una jornada que inicia a las 5,20 de la mañana y finaliza a las 9,30 de la noche, siete hermanas de la Visitación, llegaron a ocupar desde el pasado mes de octubre el monasterio Mater Ecclesiae dentro de los muros vaticanos.

El Mater Ecclesiae nació en 1994 como iniciativa de Juan Pablo II de crear una comunidad de religiosas contemplativas para acompañar con su oración la actividad del Santo Padre y de sus colaboradores de la Curia Romana.
El convento es ocupado cada cinco años por una comunidad diferente. Han pasado por allí las carmelitas, las benedictinas y las clarisas. "Hemos acogido este encargo como un don singular del Señor", asegura la superiora de esta comunidad María Begoña Sancho Herreros en una entrevista realizada por el diario a "L' Osservatore Romano" el 2 de diciembre, "Somos conscientes de que no estamos preparadas para una experiencia tan especial. Como se trata de un don de Dios, trateremos de que Él mismo que nos sostenga", dijo.
Religiosas de cuatro nacionalidades distintas componen esta nueva comunidad: una italiana, una colombiana, una proveniente de Guinea Ecuatorial y cuatro españolas según indicó a ZENIT la hermana Sancho Herreros. "El todo unido al sacrificio de cristo ofrecido por la Iglesia y por el Pontífice", indicó la religiosa quien afirmó que también se ocuparán "de algunos trabajos para la persona del Papa, como el cuidado de sus vestidos".
Un día en el Mater Ecclesiae
Las hermanas dedican una gran parte de la jornada a la oración: Liturgia de las Horas (laudes, tercia, sexta, vísperas, la nona y completas), misa, adoración al santísimo y rosario en comunidad, lectura espiritual y meditación de temas espirituales. También cuentan con dos momentos llamados "de obediencia", para las eventuales comunicaciones a la comunidad de parte de la superiora. Dedican algunas horas a diversos trabajos de acuerdo con sus propias responsabilidades.
Tienen momentos de descanso y recreación después del almuerzo y la cena respectivamente. A diario realizan su examen de conciencia y concluyen con el rezo de las completas. La hermana María asegura que tanto ella como su comunidad descubren una misión específica dentro de la celebración del Año Sacerdotal: "Acogerlos, (a los sacerdotes) cuando vienen a pedirnos oraciones o a contarnos sus dificultades".
Asegura que cada día hacen una oración especial por ellos: "por los santos, por quienes son menos fervorosos, por quienes sufren o son tentados, por los que nos ayudan con su vida ejemplar administrándonos los sacramentos",
Inspiradas por San Francisco de Sales
Las hermanas de la Visitación buscan ser así fieles al carisma de su fundador San Francisco de Sales (1567 - 1622) quien quería "que se supliera la penitencia exterior con la renuncia interior"
La superiora recordó lo que el santo pedía en sus escritos: "La congregación no quiere más que formar almas humildes" y "la característica de las hijas de la Visitación es la de ver todo en la voluntad de Dios y seguirla". Igualmente, se refirió a su cofundadora santa Juana de Chantal, (1572-1641), un modelo para las diferentes vocaciones: "Ella vivió en primera persona diferentes experiencias: noble, casada, viuda, religiosa y fundadora".
Las hermanas de la Visitación tienen también una fuerte devoción al Sagrado Corazón de Jesús, la cual fue especialmente promovida por Santa María Margarita de Alacoque (1647-1690), quien fue miembro de esta congregación. "A nosotras, hijas de la Visitación, fue concedida la gracia de honrar la vida escondida del Corazón de Jesús y como Él se reveló a nosotras, quiere que nosotras lo manifestemos y lo ofrezcamos a los demás", decía la santa.
La superiora del Mater Ecclesiae, quien desempeñó este mismo cargo en el monasterio de Burgos en España, es religiosa desde hace 30 años. Durante esta entrevista dejó también espacio para algunas confesiones: "Me conforta saber que mis oraciones y mi sacrificio recaen en beneficio a la Iglesia y al mundo, que Dios se sirve de esto para acercar a los hombres a su corazón", asegura.
Y al recordar un poco la historia de su vocación exclama: "¡De cuántas gracias me hubiera privado si le hubiera dicho que no al Señor!". Igualmente se refirió a su amor filial a María, que para ella resulta indispensable para su misión: "Hace muchos años hice un pacto con ella, ofreciéndole todo lo que tenía para que lo presentara al Señor y le pidiera lo que ella sabe que necesito".
 

Carmen Elena Villa. Agencia Zenit. 3-12-2010

miércoles, 17 de febrero de 2010

Misericordia, Dios mío. (salmo 50)

Para iniciar esta cuaresma con verdadero corazón contrito y humillado.
Intervención de Juan Pablo II en la audiencia general dedicada a comentar el Salmo 50, «Misericordia, Dios mío» o «Miserere».
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

1. Es la cuarta vez que escuchamos, durante nuestras reflexiones sobre la «Liturgia de los Laudes», la proclamación del Salmo 50, el famoso «Miserere». De hecho, es presentado todos los viernes de cada semana para que se convierta en un oasis de meditación en cual descubrir el mal que se anida en la conciencia e invocar del Señor purificación y perdón. Como confiesa el Salmista en otra súplica, «no es justo ante ti ningún viviente», Señor (Salmo 142, 2). En el libro de Job se puede leer: «¿Cómo un hombre será justo ante Dios? ¿cómo puro el nacido de mujer? Si ni la luna misma tiene brillo, ni las estrellas son puras a sus ojos, ¡cuánto menos un hombre, esa gusanera, un hijo de hombre, ese gusano!» (25, 4-6).         Frases fuertes y dramáticas que quieren mostrar con toda seriedad el límite y la fragilidad de la criatura humana, su capacidad perversa para sembrar el mal y la violencia, la impureza y la mentira. Sin embargo, el mensaje de esperanza del «Miserere», que el Salterio pone en labios de David, pecador convertido, es éste: Dios «borra», «lava», «limpia» la culpa confesada con corazón contrito (Cf. Salmo 50, 2-3). Con la voz de Isaías, el Señor dice: «Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán» (1,18).

 2. En esta ocasión, nos detendremos brevemente en el final del Salmo 50, lleno de esperanza pues el orante es consciente de haber sido perdonado por Dios (Cf. versículos 17-21). Su boca está a punto de proclamar al mundo la alabanza del Señor, atestiguando de este modo la alegría que experimenta el alma purificada del mal y, por ello, liberada del remordimiento (Cf. versículo 17).
        El orante testimonia de manera clara otra convicción, relacionada con la enseñanza reiterada por los profetas (Cf. Isaías 1, 10-17; Amós 5, 21-25; Oseas 6, 6): el sacrificio más grato que se eleva hasta el Señor como delicado perfume (Cf. Génesis 8, 21) no es el holocausto de toros o de corderos, sino más bien el «corazón quebrantado y humillado» (Salmo 50, 19).
        La «Imitación de Cristo», texto sumamente querido por la tradición espiritual cristiana, repite la misma admonición del Salmista: «La contrición de los pecados es para ti sacrificio grato, un perfume mucho más delicado que el perfume del incienso... En ella se purifica y se lava toda iniquidad» (III, 52,4).

3. El Salmo concluye de manera inesperada con una perspectiva totalmente diferente, que parece incluso contradictoria (Cf. versículos 20-21). De la última súplica de un pecador se pasa a una oración en la que se pide la reconstrucción de toda la ciudad de Jerusalén, transportándonos de la época de David a la de la destrucción de la ciudad, siglos después. Por otra parte, tras haber expresado en el versículo 18 el rechazo divino de las inmolaciones de los animales, el Salmo anuncia en el versículo 21 que a Dios le agradarán estas mismas inmolaciones.
        Está claro que este pasaje final es un añadido posterior de tiempos del exilio, que en cierto sentido quiere corregir o al menos completar la perspectiva del Salmo de David. Lo hace en dos aspectos: por una parte, no quiere que el Salmo se reduzca a una oración individual; era necesario pensar también en la situación penosa de toda la ciudad. Por otra parte, quiere redimensionar el rechazo divino de los sacrificios rituales; este rechazo no podía ser completo ni definitivo pues se trataba de un culto prescrito por el mismo Dios en la Torá. Quien completó el Salmo tuvo una válida intuición: comprendió la necesidad en que se encuentran los pecadores, la necesidad de la mediación de un sacrificio. Los pecadores no son capaces de purificarse por sí mismos; no son suficientes los buenos sentimientos. Se necesita una mediación exterior eficaz. El Nuevo Testamento revelará en sentido pleno esta intuición, mostrando que, con la entrega de su vida, Cristo ha realizado una mediación de sacrificio perfecto.

 4. En sus «Homilías sobre Ezequiel», san Gregorio Magno comprendió bien la diferencia de perspectiva que se da entre los versículos 19 y 21 del «Miserere». Propone una interpretación que podemos hacer nuestra, concluyendo así nuestra reflexión. San Gregorio aplica el versículo 19, que habla de espíritu contrito, a la existencia terrena de la Iglesia, mientras que refiere el versículo 21, que habla de Holocausto, a la Iglesia en el cielo. Estas son las palabras de aquel gran pontífice: «La santa Iglesia tiene dos vidas: una en el tiempo y otra en la eternidad; una de fatiga en la tierra, otra de recompensa en el cielo; una en la que se gana los méritos, otra en la que goza de los méritos ganados. Tanto en una como en la otra vida ofrece el sacrificio: aquí el sacrificio de la compunción y allá arriba el sacrificio de alabanza. Sobre el primer sacrificio se ha dicho: «Mi sacrificio a Dios es un espíritu quebrantado» (Salmo 50, 19); sobre el segundo está escrito: «entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos» (Salmo 50, 21)… En ambos casos se ofrece la carne, pues aquí la oblación de la carne es la mortificación del cuerpo, mientras que allá arriba la oblación de la carne es la gloria de la resurrección en la alabanza a Dios. Allá arriba se ofrecerá la carne como holocausto, cuando transformada en la incorruptibilidad eterna, ya no se dé ningún conflicto ni haya nada mortal, pues perdurará totalmente encendida de amor por Él, en la alabanza sin fin» («Homilías sobre Ezequiel» 2, Roma 1993, p. 271).
Castel Gandolfo, 30 julio 2003.

VISION. Red de Vocaciones Religiosas (Web)

Web católica, de iniciativa Americana, que ayuda a encontrar la Vocación Religiosa:
http://www.vocation-network.org/
  
Consta de varios apartados:
ENCUENTRO:
A traves de una serie de preguntas, ayudan a conocer mejor la vocación cristiana así como ayudan a conectar con organizaciones religiosas.

LISTA:
 Directorio de Comunidades. Se trata de una lista muy completa de las comunidades religiosas de los Estados Unidos, Canadá y otras partes del mundo.
 Directorio de Diócesis para localizar la diócesis más cercana al lugar donde se viva.
Directorio de Recursos, colección de links que ayudará en el proceso de discernimiento.

El apartado de Artículos de interés, está en ingles y los eventos que divulga se realizan en Estados Unidos y en Canada.

martes, 16 de febrero de 2010

Las tres leyes

Hay tres leyes generales:
la ley Natural, 
la ley Escrita y 
la ley de Gracia. 

Cada una de ellas tiene sus atributos particulares y recorre su propio camino. 
La ley natural, cuando el sentido no alcanza a dominar la razón, nos impulsa espontáneamente a acoger a todos los hombres como a parientes nuestros y acudir en socorro de aquellos que se hallan necesitados; nos inspira un querer unánime, de modo que cada uno se sienta dichoso de dar a los otros lo que él mismo desearía recibir. Es lo que ha enseñado el Señor: “aquello que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo vosotros con ellos”. Semejante unanimidad se realiza en aquellos en quienes la naturaleza es gobernada por la razón. Un mismo género de vida, un mismo modo de querer y sentir les hace tomar conciencia de la unidad racional de la naturaleza humana: unidad en la que no existe en manera alguna ese desgarramiento de la naturaleza que resulta actualmente del egoísmo.
En cuanto a la ley escrita, comienza por reprimir los desarreglados impulsos de los insensatos, inspirándoles el miedo de los castigos. Acostumbra al espíritu a considerar la estricta justicia, y viene así con sus rigores en ayuda de la ley natural. Pues por efecto del tiempo la fuerza de la justicia acaba por convertirse en naturaleza, y el valor del bien prevalece poco a poco sobre el temor.
Finalmente el hombre es conducido hasta la caridad, que es la plenitud de la ley… La ley escrita, o mejor la plenitud de la ley escrita no es, pues, otra que la ley natural, que reviste su pleno sentido espiritual por la mutua ayuda social y la cohesión íntima. Por eso está escrito: “ama a tu prójimo como a ti mismo” y no solamente: “compórtate con él como contigo mismo, pues esta segunda fórmula sólo mira al ser del prójimo en las relaciones sociales externas, mientras que la segunda mira al ser del prójimo en las relaciones sociales externas, mientras que la segunda mira a su felicidad espiritual.
Pero la ley de gracias enseña sin intermediario a los que dirige a imitar al mismo Dios; quien por así decir, nos ha amado más que a sí mismo… “No hay mayor amor, nos dice, que el dar la vida por aquellos a quienes se ama”…
En resumen, diremos que la ley de naturaleza no es otra que la razón natural, que subyuga los sentidos para poner coto a la sinrazón que es la que da lugar a división en aquellos que están naturalmente unidos. La ley escrita es todavía esta razón natural que, después de haber eliminado la sinrazón de los sentidos, inspira un deseo espiritual de cohesión entre los miembros de una misma naturaleza. Finalmente, la ley de gracias es una razón que supera la naturaleza y la transforma intrépidamente para su deificación…
Cuestión 64 a Thalassios (P.G. 90, 742-748)

lunes, 15 de febrero de 2010

Un hábito de vida (religiosas y contemplativas en Oviedo - España)

Las monjas dedicadas a la vida contemplativa cuentan con cinco monasterios, la mayoría a los pies del Naranco salvo Las Pelayas, cuya casa fundó Alfonso II El Casto en lo que hoy es el Oviedo Antiguo. Las 37 mujeres de hábito negro ocupan parte de su tiempo en la encuadernación y el canto gregoriano. «Busca la paz y corre tras ella», es el lema benedictino por excelencia.
Las Agustinas Recoletas también tienen «mucho que hacer». La hermana María Amor Álvarez, de 86 años, ayuda a sus compañeras a elaborar el pan de ángel para las misas, a embolsarlo y enviarlo a las iglesias. «Somos diez religiosas, pero llegamos a ser 21», enumera esta hermana, encargada también de coger el teléfono en el monasterio de La Encarnación.
Esta congregación llegó a la ciudad en 1814, tras su salida de Llanes por la desamortización. 67 años después se instaló la orden de La Visitación de Santa María en los terrenos que ahora ocupa el centro comercial Salesas, junto a la iglesia del mismo nombre. Desde 1977 el monasterio, atendido por 16 hermanas, está en la avenida de los Monumentos, al igual que las Agustinas.
«Nuestra misión particular es la oración y el sacrificio para que Dios tenga misericordia de este mundo. También hacemos ornamentos para las iglesias (casullas, manteles para los altares y lavamos y planchamos ropa de hogar)». La hermana María Rosa Parra se siente «realizada» siendo una monja de clausura, cuya orden cumplió ayer 400 años de su fundación en España. Lo celebraron en el monasterio de la Visitación de Santa María con una misa presidida por el nuevo arzobispo Jesús Sanz Montes.
Además de rezar, las religiosas ocupan su tiempo en «atender a los más pobres», resume la superiora María Teresa, del convento de las Carmelitas Descalzas, asentadas en Toleo desde 1884. Un buen ejemplo de ello son las hermanas dedicadas a la vida activa, aquellas que salen de sus casas para dar clase en colegios e institutos (como las Teresianas o las Ursulinas), la caridad (Hermanas del Sagrado Corazón y las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul) o la asistencia a enfermos (Hermanitas de los Ancianos Desamparados o las Siervas de Jesús de la Caridad). La gran mayoría disponen de las titulaciones de Enfermería y Magisterio.
«Oviedo está bien atendido con 240 monjas aunque dentro de cada colegio nos gustaría ser más», valora Nieves Rodríguez, la madre superiora de María Madre de la Iglesia, responsables del colegio Nazaret.
Menos llamadas
¿Está garantizado el relevo generacional? Dos aspectos juegan en contra, la edad media de las monjas y la escasez de vocaciones. La madre superiora sor Herminia Fernández, responsable de la residencia Virgen del Rosario, explica que las 15 religiosas que cuidan a los ancianos rondan «los 70 años». Hay cuatro monjas teresianas que superan los 90 años y la mayor de las Siervas de Jesús ha cumplido 92 y ya no sale de las paredes del convento de Uría. En cambio, sor Teresa Díaz Martín, que supera los 80, cada jornada a las nueve y cuarto de la noche sale a cuidar enfermos. Pasa la noche en vela. No regresa hasta las seis y media de la madrugada.
A pesar de que el relevo de algunas congregaciones es difícil, ellas no quieren hablar de falta de vocaciones. La hermana María Teresa, licenciada en Químicas, lo tiene claro: «Yo no lo llamaría crisis. Estamos en un momento en que el Señor llama a menos gente». La mayoría se encomienda a Dios. La pasionista María del Carmen Pariente reconoce que el futuro está un poco difícil aunque hay excepciones. Las Teresianas lamentan también la falta de religiosas, aunque en su caso están a punto de recibir a dos nuevas compañeras, que harán los votos en verano. Con estas incorporaciones serán 26 (más otras cuatro en Mieres). En su día, llegaron a ser 36.
Hay números que se mantiene gracias a vocaciones de otros países. En los últimos años, los conventos se nutren de inmigrantes, aunque no es un fenómeno tan reciente. La hermana más mayor del convento de Santísima Madre del Carmen, con 88 años, es china. «Entró a los 17 años de monja en Hong-Kong y luego nos propusieron su admisión», cuenta como anécdota la superiora Santa Teresa.
Filipinas, Ecuador, Perú o Nigeria son los países de nacimiento de las últimas hermanas llegadas a Oviedo. «Están afluyendo muchas vocaciones del extranjero» explica la hermana Carmen, de Amor de Dios. «En España surgen vocaciones, mira el monasterio de Lerma, pero está muy difícil. Se ha perdido la espiritualidad y se han perdido valores. La juventud lo tiene todo y es muy difícil que alguien entre en un convento de por vida». Lo cuenta María Rosa Parra, de las Salesas.
Llegan de fuera de España y también de fuera del Principado. «Ahora, asturiana, sólo es servidora», comenta María Amor Álvarez, de las Agustinas Recoletas. Entre las paredes del convento de la orden Amor de Dios ninguna nació en la comunidad. «Somos sobre todo castellanas y de Salamanca», puntualiza la hermana Carmen.
Ellas también salen. Hay mucho movimiento. Las siervas de Jesús acaban de formar su primera comunidad en Camerún. La superiora de las Teresianas detalla que «tenemos gente por todo el mundo, en nuestras casas de África, America Latina, Australia y en países europeos, como Francia e Italia».
Crisis económica
La mala situación financiera esquiva su día a día personal. «Tenemos voto de pobreza así que no la hemos notado. Siempre hay que sacrificarse», asegura. Lo cierto es que les aumentó el trabajo. Las colas en la Cocina Económica aumentan y la madre superiora de las Siervas, sor María Fé, explica que cómo ha tenido que buscar trabajo a familias «vergonzantes», aquellas que han tenido buena situación económica y ahora buscan la ayuda de las monjas para salir adelante. Al cuidado de enfermos al que se dedica su congregación hay que sumar los bocadillos de los pobres, que llaman constantemente a su puer ta de Uría. En el Amor de Dios lo notan en el comedor. «Antes se quedaban muchos más al comedor», comentan en el centro.
Así es el trabajo de las 240 monjas que viven en Oviedo, de las que 75 de ellas trabajan en silencio.
Alas tres de la madrugada, las ocho monjas de clausura del convento Santa María Magdalena de Fitoria se levantan de la cama para rezar los maitines. A las cuatro, se retiran de nuevo a descansar. Y en menos de tres horas, vuelven a orar antes del desayuno. Así comienza la jornada de las hermanas Pasionistas, una de las veinte congregaciones religiosas femeninas del municipio. La orden se instaló en la falda del Naranco en 1971, entonces también con ocho religiosas, y se mantienen de los ingresos por sus bordados manuales. «Antes planchábamos vestidos de comunión y ahora nos dedicamos, sobre todo, a coser mantos de la Virgen, del Señor, casullas del cura, ... De nuestro trabajo es de lo que vivimos», explica la hermana María del Carmen Pariente.
En total, en Oviedo hay 240 religiosas dedicadas a la vida contemplativa y a la activa. De ellas, 75 son de clausura.

14.02.10 - 02:34 -
PAZ ALVEAR SUSANA NEIRA |
http://www.elcomerciodigital.com/v/20100214/oviedo/habito-vida-20100214.html

Mermeladas, dulces y conservas del convento (2vol.).

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Monasterios en España (Web)

A traves de esta web: http://www.ranimirum.com/monasterios/index.htm,
podras conocer los Monasterios existentes en España, a los que se accede a través de un mapa interactivo, así como encontrarás también una Breve historia de las Ordenes Monásticas.

domingo, 14 de febrero de 2010

Edith conoció el convento de clausura por Internet

Una joven del Salvador descubre su vocación y el monasterio de San José de Málaga a través de internet.
Edith, una joven salvadoreña  descubrió el monasterio de San José de Málaga  y su vocación a través de internet.  La Madre María Jesús de la Trinidad, superiora del monasterio de Carmelitas San José de Málaga afirma  que actualmente la comunidad está formada por 12 hermanas, de las cuales 11 son españolas y una del Salvador
A las carmelitas de este monasterio, el día las tiene ocupadas principalmente en el canto del Oficio Divino, la celebración de la misa, la oración personal, el rosario, la lectura espiritual y otros ejercicios religiosos. El trabajo para vivir es la fabricación de formas para la Eucaristía, la restauración de imágenes, y elaboración de escapularios, rosarios, purificadores o  corporales. El trabajo se hace en silencio. “Después de la comida y la cena tenemos una hora de recreación, donde hablamos mientras cosemos alguna labor y es la ocasión de dar las noticias comunitarias, familiares, locales, petición de oraciones ...” – comenta Sor María Jesús.
 Las carmelitas nos hablan de su aportación a la diócesis de Málaga: “Es nuestra vida de oración, entrega y amor lo que nos hace llegar a los rincones más insospechados de nuestra Málaga. Rezamos y estamos al lado de nuestro Obispo, con sus sacerdotes y seminaristas; al lado de los que sufren, de los que pasan hambre, de los que no tienen trabajo, de todos los malagueños”.

jueves, 11 de febrero de 2010

Lectio. El arte de la lectura Santa

Un día, varios discípulos fueron a ver al abad Antonio. Con ellos estaba el abad José. Para probarlos, el anciano les propuso un pasaje de las Escrituras y les fue preguntando lo que significaba, empezando por el más joven. Cada uno dio su opinión de acuerdo con lo que sabía. Pero el anciano decía siempre: «No lo has entendido». Por último, preguntó al abad José. «¿ Cómo explicarías tú este dicho?», y el abad José respondió: «No sé». Entonces el abad Antonio dijo: «En verdad, el abad José ha encontrado el camino, pues ha dicho: "No sé"».
La contemplación no es una devoción privada; es un modo de vida. Cambia nuestra manera de pensar. Modela nuestra manera de vivir. Cuestiona nuestra manera de hablar, la meta adonde nos dirigimos y lo que hacemos. No podemos decir que «contemplamos» o «no contemplamos». Vivimos la vida contemplativa.
Al mismo tiempo, hay un instrumento de la vida contemplativa que, de una manera especial, conduce a la mente a nuevas profundidades, confiere al alma nuevas dimensiones y ensancha la visión más allá que cualquier otra cosa. En la Regla de san Benito, por ejemplo, se asigna más tiempo a esta práctica que a cualquier otra actividad, exceptuada la oración formal. Se trata de la lectio. La lectura ponderada y reflexiva de la Escritura y de lo que la Regla de san Benito denomina «otros libros santos» proporciona el trasfondo sobre el que se vive el resto de la vida. Es en la lectio donde la mente monástica llega a conocerse a sí misma.La lectura atenta de la Escritura hace dos cosas: nos dice lo que nosotros llevamos a la Palabra de Dios y nos confronta a diario con lo que la Palabra de Dios nos trae a nosotros.
La lectio monástica es la practica de leer a diario pequeños pasajes —una página, un párrafo, una frase— y «rumiarlos» buscando en ellos el significado de una palabra, una frase o una situación que nos interese o nos llame la atención. Entonces empieza el combate del alma y se formulan preguntas como: ¿por qué esta palabra o este pasaje significa algo para mí?; ¿por qué esta palabra o esta situación me molesta?; ¿qué significa para mí?; ¿qué me dice?; ¿qué sentimiento despierta en mí? La lectio es un proceso lento, reflexivo, que nos hace descender, por debajo de las preocupaciones del momento y las distracciones del día, hasta ese lugar donde el alma guarda los residuos de la vida.
Entonces comienza lo duro y doloroso. Ahora tengo que descubrir en mí mismo lo que esta palabra, esta frase, esta situación me pide aquí y ahora. ¿Qué exige de mí esta percepción y qué es lo que me impide hacerlo? Las respuestas vienen de todas partes: todos los viejos recuerdos afloran, todas las luchas actuales adquieren un nuevo perfil. Obviamente, hay en mí un vacío que necesita ser colmado, una visión que necesita tomar forma, un ánimo que necesita afirmarse. ¿Qué es?
Tal vez de repente, o quizá de una manera dolorosamente lenta, empiezo a ver en mi interior. Se abre el abismo entre lo que soy y lo que tengo que ser si la vida divina ha de realizarse alguna vez plenamente en mí. Ya no me es posible encubrirlo ni ignorarlo. Ya no tengo adónde ir, si no es al corazón de Dios con brazos y manos abiertas. Entonces nos abrimos al trabajo de la divinidad en nosotros, al Único que recompone todas las fracturas, a la Vida que bulle en nuestras zonas más muertas y resecas.
Día tras día, año tras año, el contemplativo penetra en la Escritura, recupera la santa sabiduría de todos los siglos, se hunde en la Verdad del tiempo, y en cada momento aprende algo nuevo acerca de su combate interior, acerca de la divinidad, acerca de la vida. Los contemplativos, como el abad José, nunca «saben» realmente lo que algo «significa». Lo único que llegan a saber, y cada vez mejor, en cada frase que leen cada día de sus vidas es que la divinidad vive en lo más profundo de ellos y los llama.
Para ser contemplativo, tengo cada día que consagrar un tiempo a llenarme de ideas que acaben llevando mi corazón al corazón de la divinidad. Entonces, algún día y de alguna manera ambos corazones latirán en mí como uno solo.
La vida iluminada, Joan Chittister, OSB
http://www.monasterioescalonias.org/reflexion-semanal/402-lectio-el-arte-de-la-lectura-santa.html

domingo, 7 de febrero de 2010

Oración, Ayuno y Misericordia son inseparables

La oración llama, el ayuno intercede, la misericordia recibe Tres son, hermanos, los resortes que hacen que la fe se mantenga firme, la devoción sea constante, y la virtud permanente. Estos tres resortes son: la oración, el ayuno y la misericordia. Porque la oración llama, el ayuno intercede, la misericordia recibe. Oración, misericordia y ayuno constituyen una sola y única cosa, y se vitalizan recíprocamente.
El ayuno, en efecto, es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Que nadie trate de dividirlos, pues no pueden separarse. Quien posee uno solo de los tres, si al mismo tiempo no posee los otros, no posee ninguno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica.
Que el que ayuna entienda bien lo que es el ayuno; que preste atención al hambriento quien quiere que Dios preste atención a su hambre; que se compadezca quien espera misericordia; que tenga piedad quien la busca; que responda quien desea que Dios le responda a é1. Es un indigno suplicante quien pide para si lo que niega a otro.
Díctate a ti mismo la norma de la misericordia, de acuerdo con la manera, la cantidad y la rapidez con que quieres que tengan misericordia contigo. Compadécete tan pronto como quisieras que los otros se compadezcan de ti.
En consecuencia, la oración, la misericordia y el ayuno deben ser como un único intercesor en favor nuestro ante Dios, una única llamada, una única y triple petición.
Recobremos con ayunos lo que perdimos por el desprecio; inmolemos nuestras almas con ayunos, porque no hay nada mejor que podamos ofrecer a Dios, de acuerdo con lo que el profeta dice: Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias. Hombre, ofrece a Dios tu alma, y ofrece la oblación del ayuno, para que sea una hostia pura, un sacrificio santo, una víctima viviente, provechosa para ti y acepta a Dios. Quien no dé esto a Dios no tendrá excusa, porque no hay nadie que no se posea a si mismo para darse.
Mas, para que estas ofrendas sean aceptadas, tiene que venir después la misericordia; el ayuno no germina si la misericordia no lo riega, el ayuno se torna infructuoso si la misericordia no lo fecundiza: lo que es la lluvia para la tierra, eso mismo es la misericordia para el ayuno. Por más que perfeccione su corazón, purifique su carne, desarraigue los vicios y siembre las virtudes, como no produzca caudales de misericordia, el que ayuna no cosechará fruto alguno.
Tú que ayunas, piensa que tu campo queda en ayunas si ayuna tu misericordia; lo que siembras en misericordia, eso mismo rebosará en tu granero. Para que no pierdas a fuerza de guardar, recoge a fuerza de repartir; al dar al pobre, te haces limosna a ti mismo: porque lo que dejes de dar a otro no lo tendrás tampoco para ti.
De los sermones de San Pedro Crisólogo, obispo y Padre de la Iglesia
(Sermón 43: PL 52, 320. 322)

39ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada. “La casa de todos. Comunidad: misión y morada”

(www.itvr.org.-) Los días 6 al 10 de abril de 2010 (Semana de Pascua) tendrá lugar en el Salón “Angel Herrera” la 39 edición de las Semanas Nacionales de Vida Religiosa. Este año el tema es “La casa de todos. Comunidad: misión y morada”.
Son tales las resonancias bíblicas de este tema que hemos dividido la Semana en cinco subtemas que expresan la inspiración bíblica de cada uno:
 ”¿Dónde moras? (Jn 1,38)
 ”El Espíritu llenó toda la casa” (Hech 2,2)
 ”La Sabiduría ha construido su casa” (Prov 9,1)
 ”Una casa dividida no podrá subsistir” (Mc 3,15)
 ”Dios abre su casa a todas las naciones” (Is 56).
En este contexto queremos reflexionar sobre la comunidad como misión, en primer lugar, y como morada, en segundo lugar. Pensadoras y pensadores nos ayudarán a ello.
La misión configura nuestras casas (Antonio Bellella) y configuró la casa de Jesús cuando evangelizaba el Reino (Inmaculada Rodríguez Torné). Por eso, la primera característica de la casa es ser “casa misión” ¡también en la vida contemplativa! Esa casa es cenáculo, observatorio, lanzadera (Ignacio Madera Vargas) y ha de estar “estratégicamente” inserta en la ciudad y en la iglesia local (Mons. Raúl Berzosa), y en las periferias, desiertos y fronteras (José Vico), es la casa de la hospitalidad, que se hace presencia y acogida (Mari Camen Martínez).
 La casa es también lugar de identidad y pertenencia, morada, espacio para la privacidad, para la intimidad, para el encuentro, para la inspiración (Amedeo Cencini), es casa y escuela de diálogo de vida (Amelia Kawaji), espacio interconectado a través de las tres pantallas -TV, Ordenador y teléfono móvil- con sus posibilidades y adicciones (Caterina Cangià).
 La casa de la comunidad religiosa no es un espacio cerrado sino abierto, lugar de encuentro entre los diferentes, signo e instrumento de un mundo diferente, de un planeta tierra “oikos” de todos, donde se superan las fronteras no solo entre los seres humanos, sino también entre la especie humana y las demás especies. Es la casa ecológica, el sueño Dios sobre el planeta azul (Santiago Agrelo).
Las reflexiones -Ponencias- irán acompañadas de experiencias y talleres:
 La casa de Jesús (Rosaura Rodrigo)
 La casa de María (Teresa Hernando)
 La casa de la Trinidad y de los cautivos (Ignacio Rojas)
 La casa de la mujer marginada (Inmaculada Soler)
 La casa de los niños sin casa (Inmaculada Fernández)
 La casa de los mayores (Pascual Hernando).
Concluiremos la Semana con una síntesis -que condense las reflexiones y los trabajos de los talleres que se titulará: “Cuando la Sabiduría hace de nuestras casa-comunidad su lugar de misión y su morada”.
Agradecemos al P. Maximino Cerezo Barredo ilustrar con su arte el cartel de la 39 Semana. Las misteriosa manos del Abbá ofrecen una casa para todos: es la casa donde la Alianza habita, a la que la Alianza envuelve, en la que todo el mundo se refleja, en donde el gran sueño se vuelve maqueta, miniatura, realidad. También el logo de nuestro Instituto es la casa con las puertas abiertas.
Un vez más el P. Luis Alberto Gonzalo, director de la revista Vida Religiosa y profesor de nuestro Instituto Teológico de Vida Religiosa, será el moderador de la Semana. La dinamización correrá a cargo, una vez más, del presbítero Pablo Agustín Genovés.
Esperamos que este proyecto sirva a la revitalización de las comunidades desde el redescubrimiento de “la casa”, la “oikia”, como regalo que hay que cuidar y espacio en el que hay que introducirse para pertenecer, identificarse y lanzarse a la misión.
José Cristo Rey García Paredes, cmf
Director del ITVR - Univ. Pontif. Salamanca