sábado, 10 de enero de 2009

A proposito de la vida contemplativa

En el primer artículo dedicado a la vida contemplativa en la Suma de Teología, observa santo Tomás de Aquino :
“Unde etiam et in hominibus vita uniuscuiusque hominis videtur esse id in quo maxime delectatur, et cui maxime intendit: et in hoc praecipue vult quilibet convivere amico, ut dicitur in IX Ethic”
[1].
Sorprende esta referencia a aquello a lo que la vida tiende y en lo que consiste su deleite, al querer convivir con el amigo. No son los contenidos con los que asociamos inmediatamente la vida contemplativa. Sale así a la luz una objeción primera: la vida contemplativa ¿se corresponde de verdad con el dinamismo propio de la vida del hombre? Como santo Tomás, nosotros pensamos que sí; aunque ello nos obliga a un cierto esfuerzo de reflexión.


I. El difícil acercamiento contemporáneo a la vida contemplativa.
Es importante observar, en primer lugar, que la vida contemplativa no puede comprenderse en el horizonte individualista de un cierto solipsismo; no es un encerrarse en sí mismo y un cortar los lazos con la realidad, buscando el “más allá” de un Dios separado.Ciertamente, esto sería innatural y produciría rechazo; porque contradice la naturaleza humana, que tiende inevitablemente a compartir, a comunicar, a multiplicar el bien y la alegría en relaciones de unidad y de amistad. La contemplación de la verdad, por definición, no puede conducir más que a estar en relación más profunda, en comunión con todas las cosas, a establecer relaciones más verdaderas, de mayor unidad con las otras personas.
Esta perspectiva inmediata y natural es modificada en nuestra época por una cultura moderna, una antropología radicalmente individualista. Según esta comprensión de las cosas, muy influyente en la actualidad, el hombre se define como un ser individual soberano y libre para el cual toda vinculación será el fruto del ejercicio de su voluntad soberana, de acuerdos, contratos o consensos. La relación con las cosas –con el mundo- sería la de una posesión paradigmáticamente científica o tecnológica. Mientras las relaciones interpersonales se regirían según la ley del más fuerte, de la búsqueda de la victoria sobre el otro; una ley no sólo hobbesiana –el hombre es un lobo para el hombre–, ni sólo darwiniana, sino una tentación humana perenne, como muestra el que podía defenderla ya el sofista: la verdad es determinada por el más fuerte, decía, contra Sócrates, que será llevado a la muerte por su “filosofía”, por su amor a la verdad. Sus discípulos, Platón y Aristóteles, hablarán de la “theoria” (contemplación), como el grado supremo de realización de un ser humano inteligente.
Para un hombre de nuestra época, de tradición semejante, si no está determinado por la fe, ¿qué puede significar la vida contemplativa? Si en realidad la vida consiste en alcanzar dominio y poder sobre la realidad, transformarla tecnológicamente, a la fuerza si fuese necesario, ¿qué sentido puede tener recluirse en un convento o monasterio? ¿No es contradictorio con el progreso de la persona y del mundo? A lo largo del siglo XIX (siglo del “progreso”) y del XX (siglo de las “transformaciones” del mundo por las grandes “ideologías”), ¿cuántos no han pretendido con grandes declaraciones y mucha propaganda que la vida contemplativa era propia de holgazanes, que mejor harían en ponerse a trabajar? ¿Cuántos no han forzado violentamente a los consagrados a dejar los conventos, cerrándolos o prohibiéndolos?
Los mismos cristianos, influidos por esta concepción del hombre, tan ajena a nuestra fe, pensamos así algunas veces. Es fácil caer en la tentación de comprender la vida contemplativa como un abandono de la realidad y una opción por un individualismo solipsista. En este sentido, podemos observar la postura radical de quien dice, con desinterés por el destino de la persona, “si le gusta ¿por qué no?”. Otras en cambio pueden pretender mostrar una cierta comprensión: hicieron bien en salirse de esta vida y de esta realidad en el fondo sin sentido, en la que no se puede encontrar satisfacción verdadera.
Esta última posición tiende a crecer en un mundo que busca escapatorias ante el fracaso profundo de las ideologías dominantes: no han conducido al mundo bueno prometido, ni atienden en lo más mínimo a las exigencias de la persona concreta, que no sólo es pensada como un individuo más en medio del mundo, sino que no es tomada en consideración en sus anhelos más hondos. Así, la idea de abandonar una batalla que al final nunca es la de uno mismo, de salirse de la mecánica de un mundo que no sólo es insatisfactorio –experiencia elemental-, sino que no toma en serio la satisfacción profunda de uno mismo, es una idea que puede resultar seductora.
Quien puede optar por la vida contemplativa sería entonces una persona seria, digna de ser tenida en cuenta. Que abandona la tarea –semejante a la de Sísifo- de dominar el mundo, que se sale de la perenne contienda con sus semejantes y que intenta reafirmarse a sí mismo, alcanzar el bien que corresponde al propio corazón.
Y, en efecto, es bueno afirmar la importancia de la propia persona y la voluntad de alcanzar su destino verdadero. Pero, ¿por la vía de abandonar la realidad? Estas perspectivas, procedentes del desencanto ante las ideologías y las utopías dominantes, pueden presentarse hoy en nuestra sociedad unidas a un influjo creciente de místicas o pensamiento oriental, que les dan un nuevo contexto y dignidad cultural. Ahora bien, ¿hay que ir realmente por el camino de una interioridad encerrada en sí, que corta los nexos con todas las cosas? ¿La vida contemplativa debe ser entendida desde tales modelos orientales?El horizonte del cristiano no está determinado por un juicio radicalmente negativo ante la realidad y la vida. Es verdad que el mundo no es Dios, como expresan radicalmente ciertas tradiciones orientales: “lo que es, no es; lo que no es, es”; y en contra de algunas tradiciones europeas modernas, para las que este mundo, esta vida, la materia, el poder humano es todo, mientras que la muerte, el más allá, no son nada.
El mundo, para nosotros no es Dios; pero no es malo, no es un velo engañoso, falso, tejido por un genio maligno, como temió por un instante el pensamiento moderno en sus orígenes (Descartes) y como nos ha querido poner ante los ojos en una preciosa fabulación mítica la película “Matrix”. El mundo ha sido creado por Dios, existe por su voluntad, habla de Él, y ha de ser usado, vivido, para llegar a Él, que es la plenitud de toda realidad.
Pero el hombre, como se ve de nuevo en estos mismos comentarios sobre la vida contemplativa, ha perdido el camino, se encuentra como quien va a tientas, en busca de la verdad y de la vida, y corre hoy el riesgo grande del nihilismo y el escepticismo.
La revelación divina, que alcanza su plenitud y forma definitiva en Jesucristo, es la “piedra angular” que permite la construcción de la vida humana, sin que sus tensiones y polaridades intrínsecas queden sin solución y lleven a derrumbarse la obra; que permite la salvación del hombre, en todas sus dimensiones, en las que hace posible ver el inicio de un esplendor que es promesa cierta de la gloria futura.
Y esto es así también para esta dimensión tan humana, que Aristóteles llegó a considerar el culmen de nuestro ser inteligentes, que es la vida contemplativa, que alcanzará forma nueva, impensada y espléndida en la Iglesia de Cristo...

Mons. Alfonso Carrasco Rouco. Obispo de Lugo
El Ferrol, 5 de junio de 2008

(para leer la conferencia entera ir a: http://diocesisdelugo.org/pruebas/index.php?option=com_content&task=view&id=119&Itemid=127)

2 comentarios:

Magicomundodecolores dijo...

Estimada amiga:la vida contemplativa es dura y a la vez alegre.Es la dicotomía que viven los que la abrazan.Yo estoy cerca de las HH Oblatas de Cristo Sacerdote, así que conozco algo el tema. Ellas viven en oblación contínua de su vida,ofreciéndose a Dios por todos nosotros.Es como una carretera de dos vías:ellas le hablan y a la vez le escuchan.Yo me siento felíz y confiada al saber que hay personas que lo dejan todo, de forma incondicional, para vivir hablándole a Dios de cada uno de nosotros.Es un rayo de esperanza en esta vida y la garantía de que se nos escuche en la otra. Te enlazo a mi blog,hasta la próxima y que Dios te bendiga.

Unknown dijo...

Querida amiga, estoy fascinada con este blog. La vida de clausura es lo que mantiene la base del mundo en que vivimos, eso creo de todo mi corazón. Gracias por esta iniciativa.
Este tema me interesa sobremanera y es por ello que me tomare el atrevimiento de solicitarte información a cerca de cuantos conventos de clausura y las diferentes congregaciones aprobadas por el vaticano en este momento. Saludos y Bendiciones!!!
Virginia.